3. Sociedad y Cultura
3.1: Una sociedad estamental y autoritaria.
Toda la vida del pueblo asirio obedecía y giraba en torno a la figura del rey, que a su vez estaba considerado como el sumo sacerdote del gran dios Assur. Además, como venía siendo habitual en las monarquías absolutistas de la antigüedad, el soberano era el comandante en jefe de todos los ejércitos, y tenía plenos poderes para la toma de decisiones. En teoría, hablamos de una monarquía absoluta, pero convendría remarcar ciertos matices. En toda la historia de Asiria, ninguno de sus reyes ejerció un poder absoluto, ya que el propio modelo de estado centralizado y dividido en provincias y distritos reservaba cierta autonomía a cada uno de los nobles y gobernantes de las distintas regiones que conformaban el Imperio Asirio. Esto condujo en bastante ocasiones a una serie de pequeñas rebeliones, guerras civiles, golpes de estado e incluso grandes purgas de la nobleza palaciega. Así, no es de extrañar que algunos de los más grandes soberanos de toda Asiria accedieran al trono mediante conspiraciones que acostumbraban a terminar en baños de sangre de los demás aspirantes. Algunos ejemplos bastante claros podrían ser Tiglath-Pileser III o Sargón II.Por lo demás, sabemos que los sacerdotes del dios Assur gozaban también de cierta preponderancia social, incluso más que muchos de los nobles. Al igual que en el antiguo Egipto, el “poder de los Dioses” siempre tuvo mucha relevancia dentro de la política interior asiria. Cabe destacar que algunos de los reyes que accedieron al trono mediante un golpe de estado tuvieron que pactar con los sacerdotes el ser abiertamente reconocidos como verdaderos elegidos de Assur.En lo tocante a la vida social y familiar, a las costumbres matrimoniales y a las leyes de propiedad, estas se asemejaban bastante a la legislación babilónica. Sin embargo, a pesar de que gran parte de los documentos legislativos que se conservan indican una clara inspiración o similitud en los códigos de leyes sumerio primero y babilónico después, no cabe duda de que los castigos establecidos para los infractores de la legislación asiria eran, por lo general, mucho más bárbaros, brutales y con el claro objetivo de causar escarmientos entre la población. Quizás esto pueda deberse a que el estado asirio se pasó gran parte de su historia batallando contra unos u otros enemigos externos, pero no cabe duda de que este carácter de sociedad agresiva y brutal causaría evidente repercusión en algunos de los hechos más desagradables de las campañas militares.
3.2: Religión.
Al igual que muchos otros aspectos de la sociedad asiria, su panteón de divinidades se vio influenciado y ampliado por las diferentes culturas y naciones que surgieron a su alrededor. Así, su dios principal Assur fue sustituido a finales del último Imperio Asirio por el dios babilónico Marduk. De todas formas, es innegable que Assur fue, durante casi toda la historia de Asiria, la divinidad preponderante. En la gran ciudad de Assur (cuyo nombre fue tomado en honor del dios) se erigía un gran templo denominado como Ekarsagukurkura, cuya traducción literal sería “casa de la montaña de toda la tierra”, nombre que en principio podría parecer como excesivamente orgullosa, pero que los monarcas asirios posteriores justificarían después. De este templo tampoco se ha obtenido mucha información; analizando sus restos arqueológicos se ha llegado a la conclusión de que en su estructura comprendía una alta pirámide escalonada (probablemente al estilo zigurat) y que se encontraba cerca del palacio real.Assur, originalmente deificado como un dios de la vida vegetal (y cuyo símbolo era el Árbol de la vida), fue cambiando sus acepciones con el paso del tiempo. En la época en que Asiria se convirtió en un gran imperio militar, pasará a convertirse en un dios guerrero y será identificado con el Sol, además de que su símbolo más representativo será entonces un disco alado en cuyo interior aparece una figura que dispara un arco, probablemente importado de la religión hitita. A parte de Assur, el panteón del pueblo asirio estaba integrado por una enorme cantidad de diferentes dioses, muchos de ellos de carácter local o incluso familiar. Entre los más importantes, podríamos señalar a Ishtar, diosa de origen babilónico e identificada con el amor, la guerra y la fecundidad; Enlil, señor de los vientos y las tempestades; Ea, considerado como dios de las aguas y los mares; Shamash, señor de la luz y la justicia. Pero sobre todo, hay que hacer referencia a los dioses Anu y Adad.Estas dos divinidades son bastante conocidas por la excelente conservación de su templo doble en la ciudad de Assur. En dicho santuario, cuya estructura principal es bastante clara (a juzgar por sus restos arqueológicos), ambos dioses compartían el patio común y principal, pero cada uno su cella separada, prácticamente incomunicables, y cada uno su pirámide escalonada o zigurat. Esta separación es claramente comprensible y significativa, a juzgar por el origen de ambos dioses.El culto al dios Anu era procedente de Sumer, concretamente de Uruk, donde se le consideraba patrón de la ciudad y tenía una enorme importancia dentro del panteón sumerio, hasta el punto de que llegó a ser adoptado como hijo de Marduk y considerado la divinidad de la medicina y el protocolo. En la época del antiguo imperio sumerio, formaba parte de la tríada principal de dioses, y se le identificaba especialmente con el cielo (precisamente, su nombre procede del sumerio An, que significa “cielo”). En cuánto a Adad, su origen parece ser claramente extranjero, posiblemente ario y no mesopotámico, importado por los semitas asirios procedentes de la vecina región montañosa de Capadocia. Por lo general, se le consideraba dios del trueno y los rayos y se le representaba montado sobre un gran toro. Estas dos divinidades formaban, junto a Assur, la gran tríada de dioses asirios, los tres procedentes de distintos pueblos: Assur, el dios solar, era semítico; Anu tenía un origen sumerio y Adad tal vez fuera originalmente ario o incluso hitita. En nombre de estos tres dioses se llevarían a cabo algunas de las matanzas más escalofriantes de la historia antigua.
3.3: Escritura y literatura.
Hoy en día, la mayor parte de las cosas que sabemos acerca de las características del pueblo asirio nos han sido legadas por los documentos literarios que han sido hallados en las ruinas de sus templos y zigurats y, sobre todo, en la biblioteca del rey Assurbanipal en Nínive. Al igual que en el caso babilonio, los asirios narraron en crónicas los principales acontecimientos que sucedieron en su tiempo, desde prácticamente los orígenes de su civilización. Todos los textos asirios y babilonios que han llegado hasta nuestras manos se encuentran escritos sobre tablillas de arcilla en caracteres cuneiformes. Esto se debe precisamente a que el material utilizado para su escritura es la arcilla, por lo que los escritos han resistido bien todos los agentes de destrucción del paso del tiempo, no así otros materiales como la madera, el cuero o mismamente el papiro, material de escritura más frecuente en la antigüedad.No se puede decir que la interpretación de los textos y documentos halla sido tarea fácil. Uno de los principales inconvenientes de la escritura cuneiforme es que cada uno de los signos que usa está formado por una o varias unidades semejantes a una cuña, de forma que resulta mucho menos sencilla de descifrar que textos escritos en papiros o pergaminos. De todas formas, el disponer de estas tablas de arcilla ha permitido a los arqueólogos conocer de una forma mucho más clara y concisa los hechos y sucesos de la historia antigua.
4. Ejército
4.1: La necesidad de un ejército permanente.
Desde el resurgir del poderío asirio durante los siglos XII y XI a.C. hasta aproximadamente mediados del s. VIII a.C., Asiria se vio permanentemente envuelta en una serie de guerras continuas, tanto para defender su propio territorio contra las peligrosas incursiones de turbulentos pueblos nómadas como por los ataques y ofensivas de las otras grandes potencias de la zona. En parte, gracias a todo el ambiente de violencia, muerte y destrucción que acompañó a la historia de Asiria desde prácticamente sus comienzos, se forjó el duro y guerrero carácter del pueblo asirio. Sin unas defensas naturales demasiado consistentes, rodeados de enemigos y en un punto de cruce entre la gran mayoría de migraciones de la zona, los monarcas asirios se verían obligados a mantener un buen ejército con el que protegerse.Hasta mediados del s. VIII a.C., los ejércitos asirios se habían basado en el reclutamiento de levas ciudadanas y campesinas así como de tribus nómadas afines que vivían en los alrededores del reino. El sentido imperante de la guerra no era otro que efectuar incursiones en territorios extranjeros con el objetivo de obtener botines de guerra, esclavos y lograr un enriquecimiento fácil. Sin embargo, con el ascenso al poder del rey Tiglath-Pileser III las cosas cambiarían drásticamente. Llegado al trono merced a un golpe de estado tras una cruel guerra interna, Tiglath-Pileser III reorganizó completamente las bases del ejército asirio y restauró la autoridad y el poderío del estado. Formó un potente ejército mercenario, en donde no importaban las etnias o los lugares de procedencia sino las aptitudes para la lucha de cada uno (hasta tal punto que llegó a haber una gran cantidad de oficiales extranjeros). Tiglath-Pileser también logró cambiar la mentalidad asiria en torno a la utilidad de la guerra, de forma que a partir de entonces la política exterior del reino asirio se basó en la conquista y ocupación de nuevos territorios, saqueándolos como hasta entonces, pero manteniendo el control sobre ellos y evitando muchos problemas futuros.
4.2: Composición del ejército.
La composición de los ejércitos de los reyes asirios no fue, en general, demasiado distinta a la de otras naciones y estados mesopotámicos de aquella época. Sin embargo, una serie de pequeños pero importantes detalles son los que le dieron una ventaja tan significativa sobre los demás, llegando al punto de que desde el resurgir del Imperio Asirio bajo las órdenes de Tiglath-Pileser I (no confundir con el III, citado anteriormente) hasta la muerte del último gran soberano, Assurbanipal, se le consideró prácticamente invencible. Uno de estos “detalles” radica en la utilización, por primera vez en la historia, de armas de hierro.Básicamente, el conjunto de las tropas se dividía en infantería, caballería y carros de guerra. La infantería, a su vez, se repartía en distintas unidades ligeras o pesadas. Los soldados de infantería pesada iban bien equipados para el combate cuerpo a cuerpo; vestían una coraza generalmente compuesta por láminas de cuero superpuestas, pantalón, botas altas de cuero, túnica y además protegían la cabeza con un casco metálico coronado con una cimera (a veces adornada con plumas) y con dos piezas metálicas que cubrían las orejas. Esta infantería pesada se dividía en arqueros y piqueros. Los primeros portaban una espada corta para usarla en el cuerpo a cuerpo, un arco y un carcaj con flechas colgando a la espalda. Los piqueros, elemento completamente original del ejército asirio y que era totalmente inexistente en los demás de la época, llevaban también una espada corta y además una lanza larga y un escudo de metal o mimbre (generalmente redondo u ovalado). En cuánto a las tropas de infantería ligera, vestían de forma similar a la infantería pesada, pero sus armaduras estaban fabricadas con materiales más ligeros y sus armas eran más pequeñas y manejables, a fin de conferirles más agilidad y movilidad. Por lo general, la infantería pesada era la encargada de llevar el peso del combate, mientras la ligera hostigaba sin cesar al enemigo. La inclusión de la caballería al ejército asirio se dio en un momento relativamente tardío, durante el reinado de Sargón II. En un principio, el elemento de choque de los ejércitos asirios eran los devastadores carros de guerra, capaces de destrozar literalmente filas y filas de soldados enemigos, causando impresionantes mutilaciones y desmembramientos con sus temidas cuchillas de las ruedas. Sobre él iban tres tripulantes: el cochero, encargado de conducir a los dos o cuatro caballos; el guerrero, provisto de lanza y arco, que acosaba al enemigo; y el servidor, que con un escudo protegía los cuerpos de sus compañeros. El carro, a pesar de todo, resultaba bastante rápido y manejable, ya que poseía una estructura ligera, cerrado tan sólo por delante.La caballería, mientras tanto, adoptaba el rol de hostigar, emboscar, distraer y flanquear al enemigo. Los jinetes iban provistos de arco y lanza, pero no llevaban escudo ni protección tanto para ellos como para sus monturas. No fue hasta las campañas de Assarhadón y Assurbanipal cuándo se comenzó a proteger a los caballos con un sencillo caparazón. Es precisamente en esta época tardía cuándo los carros pasan a convertirse en centros de acción de los diversos grupos de combate y la caballería asume el papel de fuerza de choque.
4.3: Campañas y asedios.
Las expediciones guerreras se iniciaban en primavera todos los años, con el rey al frente. Por lo general, las incursiones partían con el objetivo claro de invadir un reino, someterlo, destruir sus ciudades, convertir a sus habitantes en esclavos e incendiar y talar sus campos y cosechas, con el objetivo de que la repoblación de la zona resultara lo más difícil posible. Cuándo se desplazaban a grandes distancias, los ejércitos asirios construían campamentos fortificados, que rodeaban de muros de tierra. En el interior del muro, montaban sus tiendas de campaña sostenidas por palos.En los asedios, el ejército asirio actuaba de una forma igual de profesional que en las grandes batallas. Los soldados empleaban máquinas de guerra tales como el ariete (generalmente vigas gruesas que terminaban en una figura de cabeza de monstruo) y torres de asedio de forma cuadrada (construidas con madera y de gran altura). Los sitiadores asirios siempre actuaban de dos en dos, uno disparando con el arco y el otro cubriéndolo con un escudo. Los zapadores, equipados con cotas de malla, excavaban trincheras en frente de la fortaleza y abrían galerías subterráneas para llegar a la base de la muralla hasta lograr destruirla o abrir un boquete que permita la entrada.Una vez se lograba el objetivo de tomar la ciudad sitiada, los soldados del ejército asirio daban rienda suelta a sus peores instintos, muchas veces siguiendo órdenes directas de sus reyes o generales. Los cadáveres de los defensores eran decapitados, y aquellos desgraciados que eran capturados sufrían horribles torturas, incluyendo lapidaciones, desmembramientos y empalamientos. Las mujeres eran violadas y, junto a los niños, llevadas como cautivas y esclavas a Asiria. Además, el ejército asirio se encargaba de saquear y desvalijar las ciudades, incluyendo la quema de las cosechas. Todo esto reportaba a Asiria un arma nueva, mucho más temible y poderosa que las convencionales: el miedo. Ante los rumores del destino de aquellos que osaban interponerse en el camino de los soberanos asirios, muchos pequeños estados o ciudades se rendían sin presentar batalla.Por si quedaba alguna duda de estos acontecimientos, los propios monarcas asirios dejaban, con deleite, clara constancia de estos actos en sus anales. Así, en palabras del propio Sargón II, “destruí siete plazas fuertes en las que no dejé piedra sobre piedra; quemé las vigas de sus tejados hasta convertirlas en llamas; abrí sus graneros y repartí el alimento entre mis tropas; quemé en una pira la cosecha que iba a ser el sustento de su pueblo y el forraje que aseguraba la vida de sus ganados; talé todos sus bosques...”. En ocasiones, los relatos incluyen descripciones muy exactas de los métodos de tortura y las ejecuciones en masa. En parte gracias a los efectos psicológicos de estas matanzas y al enorme poderío de su ejército, el Imperio Asirio se mantendría durante siglos como una fuerza intocable e invencible en todo Oriente Medio. Aunque también es innegable que el gusto por el saqueo y los desmadres no llevarían civilización ni cultura alguna a los lugares conquistados, de forma que los pueblos sometidos no guardarían ningún buen recuerdo de Asiria.
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