Saludos. Con éste artículo inauguramos una nueva serie sobre una serie de campañas organizadas, a partir del siglo XI, por diferentes estados europeos, en las tierras de Siria y Palestina, que estaban por entonces en manos musulmanas. Las Cruzadas tendrían una gran repercusión en la historia de las relaciones entre Oriente y Occidente, y, todavía hoy, su legado sigue atrayendo y atrapando la imaginación de muchos.
Bien, vamos “al turrón”. En primer lugar, echaremos un rápido vistazo a los protagonistas de esta historia. Comenzaremos por Europa.
EUROPA A FINALES DEL SIGLO XIRecordemos que el imperio carolingio se había dividido en varios estados tras la muerte de Carlomagno en varios estados. El de los francos orientales, un siglo después de la muerte del gran monarca, y bajo el gobierno de Otón I, se convirtió en el Sacro Imperio Romano Germánico. Bien, algún día hablaremos con más detalle de Otón y los suyos, pero, a modo de resumen, podemos decir que el Sacro Imperio era en realidad un mosaico de estados con diferentes lenguas, gobernantes y naciones, y que englobaba los territorios de Alemana, Austria, Lienchenstein, Bélgica, Países Bajos, Suiza, norte de Italia, algo de Polonia y Francia, Bohemia alguno más. Este dispar conjunto estaba unido por una base común de cristianismo y legado romano. La coronación de Carlomagno, en el 800, inauguró la tradición de que el emperador del Sacro Imperio fuera coronado por el Papa. De hecho, hasta el siglo XI, los reyes del Sacro Imperio llegaron a elevar al papado a quienes ellos querían.
Unos lazos internos tan vagos tal vez fueran la clave de que la figura del Emperador del Sacro Imperio existiera hasta el siglo XIX. El Emperador no tenía mucho poder real sobre los territorios que gobernaba. Entre estos emperadores, se cuenta nuestro Carlos I de España, y V en el Sacro Imperio.
Además, estaba el reino de los francos occidentales (germen de la Francia actual), los normandos (vikingos “afrancesados”) en la costa norte de éstos, el reino normando de Inglaterra, fundado por Guillermo el Conquistador en 1066, también cristiano. Y más allá de los Pirineos, un conjunto de pequeños reinos cristianos que luchaban duramente, tanto entre ellos como con los musulmanes de Al-Ándalus.
Y en Europa oriental y nórdica, muchos nuevos reinos se incorporaron a la órbita cristiana. Pues a finales del siglo XI, los territorios , habitados por los llamados vikingos, de Dinamarca, Noruega y Suecia, tras unificarse cada uno por su cuenta, tienen reyes que se convierten al cristianismo. Y también lo hacen los eslavos de Bohemia, Moravia, los eslovacos, etc., quedando dentro de la iglesia occidental. Hungría fue el último país, gobernado por el que sería conocido como San Esteban, que se incorporó a este grupo. Sus magyares aseguraron el territorio, y por fin hubo una ruta completa y segura por tierra hasta el Bósforo. Más al este, la cristianización es llevada a cabo por misioneros ortodoxos.
Bien, como decíamos, hasta fines del siglo XI, los emperadores dominan a los Papas de Roma. El Emperador, el Protector de la Iglesia, cobraba cara esta “protección”. El papa Gregorio VII intentó sacudirse el yugo del Emperador, pero esto le acabó costando el pontificado. Sustituido por Clemente III, y luego éste sucedido por Urbano II, los papas mantuvieron aun así la intención de liberarse del poder secular y gobernar de forma efectiva sobre la cristiandad. Esta tensión sería uno de los ingredientes que dieron lugar a las Cruzadas.
Por otro lado, Venecia y Génova se habían hecho con el control del tráfico de mercancías hacia el Mediterráneo oriental, pero no podían competir con los mercaderes bizantinos. Deseaban abrir nuevos mercados y rutas alternativas. Tenían dinero, y barcos para transportar un ejército si llegara el caso.
Por lo tanto, se puede decir que en aquellos momentos, con toda una Europa “unida” bajo es estandarte de la cristiandad, había un enorme poder militar en relativa calma. Todo ello unido a una mejora en el clima y las cosechas, que permitió un importante aumento de población, provocó que ésta se concentrara en las ciudades, creando un capital humano, ocioso y sin herencia (sólo los primogénitos heredaban para evitar la división de las propiedades), sin oficio ni beneficio.
EL IMPERIO ROMANO ORIENTAL.Ya vimos en los artículos sobre el Imperio Bizantino cómo llegaron al siglo XI. En 1071, Anatolia fue perdida casi en su totalidad tras la desastrosa batalla de Manzikert. Los turcos Selyúcidas estaban a las puertas de Europa, y el emperador bizantino no dudó en pedir ayuda al Papa de Roma, a pesar del cisma entre las dos iglesias de 1054. Aunque esta petición no tuvo mucho efecto, sentó un precedente. Nótese sin embargo que la lucha de los romanos orientales no era contra el Islam como concepto, sino contra el imperio turco selyúcida. Los emperadores bizantinos no dudarían en aliarse con los califas fatimíes de Egipto, con los que tenían excelentes relaciones, para luchar contra los selyúcidas. Por ello, toda la parafernalia religiosa de los Cruzados les causó sorpresa en un primer momento, y luego preocupación, como veremos más adelante.
SIRIA, PALESTINA Y EGIPTO.Los califas fatimíes(recordemos que “califa” significa “sucesor”. Los fatimíes reclaman el poder del califato sobre todos los musulmanes, por razón de parentesco directo con el Profeta) procedían del norte de África. Desde Túnez conquistaron el Magreb, y luego se extendieron hacia Oriente. Tomaron Egipto en el 972, fundando El Cairo, y siguieron por el Levante, conquistando Siria y Palestina. A pesar de su tolerancia política y religiosa, el califa Al-Hakim, que fue enloqueciendo en el paso de los años, quemó la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén en 1009. Esta iglesia era objeto de peregrinación de los cristianos, y su destrucción terminó generando una visión muy hostil del Islam en Occidente. Aunque su nieto ordenó reconstruir esta iglesia, su destrucción previa hecho será mencionado en la proclamación de la Primera Cruzada, casi noventa años después.
Siria y Palestina había sido rápidamente conquistada por los árabes en el siglo VII, como ya vimos. En el siglo X, tras el declive de los abásidas y la aparición de numerosas dinastías locales, eran las dinastías beduinas las que se habían quedado en esta región, gobernando ciudades como Damasco, Aleppo, etc. Tuvieron que luchar contra el expansionismo fatimí, que tuvo cierto éxito, controlando finalmente la zona hacia la mitad del siglo XI.
Sin embargo, en aquel momento, el califato abasí, que desde hacía un siglo era una institución meramente formal, dominado por los reyes dailami de la dinastia Búyida, hizo un pacto con el sultán de los turcos selyúcidas, Toghrïl Beg. Los selyúcidas venían de las regiones orientales de Irán. Habían vencido a los turcos gaznávidas (que a su vez habían tomado el poder de los persas samánidas), que gobernaban desde La India e Irán, y se habían extendido hacia el oeste. Beg puso fin al gobierno de los búyidas, y salvó momentáneamente a los abásidas, incluso cuando en la propia Bagdad se empezó a hacer propaganda a favor de los fatimíes desde las mezquitas.
A la muerte de Toghrïl Beg, Alp Arslan le sucedió como sultán. Éste fue el que venció en la batalla de Manzikert. Finalmente fue sucedido por Malik Shah, que terminó la conquista de Anatolia y disputó por la Siria conquistada por los fatimíes. Tras su muerte, en el 1092, el enorme imperio selyúcida se dividió en cuatro partes. La de Anatolia se convertiría en el Sultanato de Rum. Siria sería otro reino Selyúcida, y las ciudades sirias serían gobernadas en su mayoría por dinastías turcas (Damasco, Aleppo, Antioquía y Jerusalén) , aunque todavía quedaron algunas dinastías beduinas, como Hama o Trípoli. Estas ciudades consiguieron rápidamente cierta independencia, pues el reino selyúcida de Siria no iba a perdurar mucho tiempo. De esta falta de unidad y de las disputas entre fatimíes y turcos se aprovecharon sin duda los participantes de la Primera Cruzada.
Bien, ya tenemos, a grandes rasgos, la información que necesitábamos. Ahora, vayamos a los hechos. Se sabe que la lucha contra los musulmanes, “motivadas” por la fe, no eran nuevas. En España, estaba en marcha la Reconquista, y ya los normandos habían conquistado la Sicilia musulmana. A mitad del siglo XI, los papas habían dado un matiz “sagrado” a estas luchas, y las llamaban abiertamente cruzadas.
Tras la deposición de Gregorio VII como Papa de mano del excomulgado Enrique IV, los papas se vieron en la necesidad de independizarse completamente de los poderes seculares. Como decíamos, la llamada de socorro del Imperio Romano de Oriente en 1074 dio la idea a Gregorio VII. Podría ponerse a la cabeza de la Cristiandad haciendo un llamamiento a las armas contra un enemigo común: el Islam, que, para colmo, habían quemado la Iglesia del Santo Sepulcro, y habían convertido la ruta de los peregrinos cristianos a Jerusalén en una aventura muy peligrosa (todo ello sin tener en cuenta que numerosos cristianos seguían viviendo tranquilamente en Siria y Palestina, pues para los musulmanes, eran “pueblo del libro”, y, por lo tanto, tenían un lugar en su sociedad). Gregorio VII fracasó en su llamamiento, pero entonces, cuando el nuevo Emperador Romano, Alejandro Conmeno, volvió a insistir en su petición de ayuda a Urbano II, en 1095, éste sí realizó una proclama más convincente. Los nobles europeos y el pueblo estaba más receptivo. Los turcos estaban en las puertas de Europa, y su imperio parecía amenazar a la religión cristiana. En el concilio de Clermont, convocado por Urbano II, su discurso terminó con un rugido que removió cielo y tierra: “¡Dios lo quiere!”. Ya nada podría parar aquel movimiento. Los que murieran luchando contra los musulmanes para liberar Jerusalén tendrían una entrada directa al Paraíso (tal vez esto os suene). Tierra Santa era “la tierra de la leche y la miel”. En Europa, sólo tenían hambre. En Tierra Santa, todos tendrían la oportunidad de ser algo más.
Pero también había un trasfondo económico. Como decíamos, había mucha población sin propiedades, muchos nobles no primogénitos que querían nuevos territorios, y, por supuesto, intereses mercantiles por parte de Génova y Venecia.
La primera respuesta al llamamiento papal no provino precisamente de la nobleza, sino del pueblo llano. En efecto, en marzo de 1096, seis meses antes de que la que sería conocida como Primera Cruzada se pusiera en marcha, un estrambótico ejército de pobres y vagabundos, capitaneados por nobles francos arruinados y el predicador Pedro el Ermitaño, se puso en marcha sin ninguna preparación. Por su camino causaron numerosas matanzas de judíos , un efecto colateral de la llamada a la Guerra Santa (los judíos eran enemigos de Cristo. “Casualmente”, los que vivían en Europa eran ricos), y al llegar a Hungría, ya sin provisiones ni orden ninguno, provocaron más matanzas y saqueos. La vanguardia de caballeros francos tuvo que ser repelida por Colomán de Hungría, y cuando llegó Pedro con el resto de las fuerzas, Colomán les asignó una escolta para “quitarles” las ganas de salirse del camino. Sin embargo, esta escolta fue atacada y destruida por estos cruzados. En una segunda oleada de caballeros de Lorena y Flandes, que sí participarían en la verdadera Primera Cruzada, viajaba Godofredo de Bouillon. Colomán pactó con él el paso de los restos de esta cruzada, y así siguieron viaje a Constantinopla.
Una vez allí, los bizantinos, teniendo noticia de sus actividades, les ayudaron a cruzar el Bósforo, y se internaron en territorio turco. De los 40.000 que se habían puesto en camino, sólo 30.000 llegaron a Anatolia. Pero allí fueron presa fácil de los turcos, que los derrotaron en pocas semanas. Pedro el Ermitaño, fue de los pocos que pudieron regresar a Constantinopla, donde se unió a la verdadera Primera Cruzada.
PRIMERA CRUZADA.Fue llamada la Cruzada de los Nobles. Se componía de diversos contigentes. Godofredo de Bouillon, que comandaba el primero, y estaba acompañado por sus hermanos Balduino y Eustaquio, fue por tierra, como ya hemos dicho, y alcanzó en Hungría a los tumultuosos cruzados de Pedro. Pero Godofredo, no cruzó el Bósforo con ellos, si no que esperó a los demás contingentes.
El segundo contingente estaba compuestos por caballeros normandos al mando de Hugo de Vermandois, hermano del rey Felipe I de Francia, y que portaba el estandarte papal. Le acompañaban Estefano de Blois, Roberto II de Normandía y Roberto II de Flandes. Fueron por tierra hasta Bari y allí embarcaron a Constantinopla.
El tercer grupo eran normandos también, pero de Sicilia y sur de Italia. Viajaron con la misma flota de Hugo de Vermandois. Los comandaba Bohemundo de Tarento.
Finalmente, el cuarto grupo era de caballeros occitanos, comandados por Raimundo de Tolosa, acompañado del legado pontificio de Ademar de Le Puy, líder espiritual de la expedición. Éstos marcharon por tierra, por la ruta mediterránea, cruzando Eslovenia y Croacia, hasta Constantinopla.
En total, los cuatro grupos sumaban unos 30.000 hombres, de los cuales, unos 5.000 era caballeros medievales. Como dicen en el Discovery, con ese deje sensacionalista: “El equivalente medieval a un Abrhams M1. Diseñados para matarrrrrrr”.
Una vez allí, los cruzados y los bizantinos comenzaron a conocerse mejor. El emperador Alejo I, que desconfiaba enormemente de los normandos, y que era enemigo personal de Bohemundo de Tarento, aprovechó su necesidad de agua y comida para obligarles a hacer un juramento: lucharían para devolver las tierras conquistadas al Imperio Romano de Oriente. Los caballeros se miraron de reojo unos a otros. ¿Qué demonios era aquello? Se habían puesto en marcha para arrebatar los Santos Lugares a los musulmanes, pero no estaban dispuestos a arriesgar sus vidas para devolver las conquistas al Emperador, que, para colmo, era ortodoxo, es decir, casi un hereje, según su punto de vista. Sin embargo, la necesidad les obligó a aceptar a regañadientes el juramento (aunque con los dedos “cruzados”, claro). Sólo Raimundo eludió el juramento, pactando con Alejo de otra manera, pues también era enemigo de Bohemundo.
Bien, así comenzó el viaje por tierra hasta Jerusalén. Acompañados por un ejército bizantino, los cruzados se dirigieron a Nicea, antigua ciudad del imperio, convertida por los turcos en la capital del Sultanato de Rum. Comenzó el asedio, y los turcos intentaron romperlo sin éxito. Finalmente, ante la inminente rendición, el general bizantino Tatikios pactó la entrega en secreto con los turcos, pues temía que los avariciosos normandos y francos saquearan la ciudad. De modo que una mañana, los cruzados se despertaron para su sorpresa con la bandera imperial ondeando sobre Nicea, donde sólo se les permitiría entrar en grupos pequeños, para que no fueran capaces de armar jaleo.
Tras el subsiguiente cabreo, la desconfianza entre bizantinos y cruzados fue en aumento. Siguieron ruta hacia el sur, y se separaron en cuatro grupos para poder aprovisionarse adecuadamente. Era verano, y no tenían ni agua ni alimentos en abundancia, de modo que frecuentemente recurrían al saqueo, aunque a veces, eran aprovisionados por cristianos residentes en Anatolia. Y entonces, el 1 de julio de 1097, tuvo lugar la primera gran batalla de las cruzadas. El sultán de Rum, Kilij Arslan, se lanzó por sorpresa contra los cruzados de Bohemundo cerca de Dorilea. Rodeados por la caballería turca, y bajo una lluvia constante de flechas provenientes de los arqueros turcos y sus terribles arcos, Bohemundo comenzó a perder muchos hombres. Afortunadamente para él, Godofredo de Bouillón pudo acudir al rescate, y cayó por sorpresa sobre los arqueros a pie turcos. Ante la llegad de las fuerzas de Godofredo, los turcos, que no pensaban presentar batalla frontal, se retiraron rápidamente. Y así, unidos en un fraternal abrazo, las diferencias entre los líderes cruzados parecieron apaciguarse temporalmente, y siguieron su ruta hacia Tierra Santa, que será narrada en el siguiente artículo.
CRUZADAS EN DBA.Comentaremos sólo algunos, y dejaremos el resto para los siguientes artículos.
III/65 Egipcios fatimíes. Sus ejércitos contenían tres etnias muy diferenciadas y rivales entre sí: los bereberes, los sudaneses, y los árabes y kurdos del este. Esta lista tiene cuatro peanas de Cv, siendo una de ellas el general. Representan a lanceros tipo Jund, muchos de ellos protegidos con armaduras, y étnicamente aŕabes, bereberes o kurdos. Luego hay una peana de LH, caballería ligera bereber equipada con jabalina, y tres peanas de 8Bw, que representan arqueros sudaneses protegidos por una primera fila de tropas equipadas con grandes escudos y lanzas cortas. La siguiente peana es opcional entre 4Ax (mercenarios dailami); 4Bd, que representan a sudaneses equipados con un pesado martillo-hacha, empleado para abatir específicamente caballeros cruzados, y entre 3/5 Wb, que representan a los Zanj sudaneses, feroces tropas equipadas con escudo y espada, o espada y daga. Luego hay dos peanas opcionales entre Cv, que representan a ghilmen mercenarios turcos, o bien Bw, que son más arqueros sudaneses, y una última peana de Ps, que puede ser tropas bereberes o arqueros sudaneses en formación abierta.
IV/1.- Bizantinos de Alejo Conmeno.
Tras perder Anatolia, los bizantinos tuvieron muchos problemas para reclutar tropas suficientes, y tuvieron que ir incorporando mercenarios occidentales. En la época de la Primera Cruzada, el ejército de Alejo se compone de una peana de 3Cv o 3Kn como general. Alejo debe usar la peana de Cv. Ésta y tres peanas más son lo que queda de la caballería étnicamente bizantina, los kavallaroi, equipados con lanza y escudo. Luego hay una peana de 4Bd, que representa a la Guardia Varega, ahora complementada con tropas de la Rus. Luego hay tres peanas de LH, que son turcopolos (turcos cristianizados en los límites del imperio) y Skythicon, que son pechenegos y cumanos (también pueblos turcos esteparios) contratados, y que luchan con sus tácticas tradicionales como arqueros ligeros a caballo. La siguiente peana es opcional entre LH (arqueros montados alanos) o 3Kn (caballeros mercenarios francos). Las últimas peanas son: dos de arqueros, opcionales entre Ps o Bw, y una última peana de Bw, que puede ser sustituida por una Sp (lanceros Kontaroi) o bien 3Ax, que representan a los herejes eslavos maniqueos, que lucharon con fanática devoción para Anna Conmeno.
Estos ejércitos pueden hacerse con multitud de marcas, ya que las Cruzadas con uno de los periodos más atrayentes de DBA. Que yo sepa, está Essex, Minifigs y Old Glory, pero seguro que hay muchos más.
Las Cruzadas I. El largo camino a Tierra Santa.
domingo, 20 de diciembre de 2009
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Etiquetas: cruzadas, imperio bizantino, turcos
Historia de los búlgaros
viernes, 25 de septiembre de 2009
Saludos. Esta semana hablaremos de un estado que rivalizó con el poder de Bizancio, y que a punto estuvo de absorber todo el imperio. Valientes y temibles guerreros, a lomos de sus hermosos corceles, los búlgaros heredaron el poder de las llanuras que antes habían ostentado ávaros, hunos y sármatas.
Para empezar, como siempre, tenemos que saber quiénes eran los búlgaros. Pues bien, recordemos que los hunos habían invadido Europa desde Asia allá por el siglo IV-V de nuestra era. Los búlgaros eran un conjunto de tribus turcas (utrigur, onogur y kutrigur, entre otras) que ya se había asentado alrededor del Volga, en el siglo II. Cayeron bajo el poder de los hunos, y les acompañaron en sus correrías. Eran una tribu esteparia clásica, de vida nómada, en busca de pastos y botín en sus feroces correrías. Los búlgaros, como todos los pueblos de la estepa, eran excelentes arqueros a caballo.
Tras la muerte de Atila, el rey de los hunos, las tribus que habían formado su terrible ejército se fueron separando, y su inestable imperio, desintegrando en pocos años. Los búlgaros se dispersaron hacia el este, aunque muchos participaron, enrolados como “federados” en los ejércitos bizantinos, en las campañas contra los ostrogodos, pero a mediados del siglo V, los utrigur y los kutrigur comenzaron a guerrear entre ellas, lo que las debilitó. Cuando los ávaros se establecieron en las fronteras del imperio bizantino, los kutrigur cayeron en su poder, mientras que los utrigur fueron sometidos por los gökturks, o Turcos Celestiales, que estaban en el apogeo de su poder.
Sin embargo, tras el dramático y fallido asedio ávaro de Constantinopla del 626, surgió un khan cuyo nombre pasaría a la Historia como el primer unificador del pueblo búlgaro: Kuvrat. Conozcamos algo de su historia.
Se conoce poco de su vida. Pertenecía al linaje de khanes de los utrigur, el clan Dulo. Algunos afirmaban que descendía del propio Atila. Se sabe que Kuvrat pasó su juventud en Bizancio, ya fuera en calidad de rehén de algún tratado con los ávaros, o bien en busca de protección de las guerras sucesorias de los turcos. Según el historiador Juan de Nicea, Kuvrat fue educado como un patricio bizantino, e incluso fue bautizado, y pasó mucho tiempo en la corte del rey Heraclio, de quien se hizo muy amigo.
El tiempo pasó. Los ávaros se estrellaron contra los muros de Bizancio en el 626, y los bizantinos supieron que su estrella se eclipsaba. Mientras, Heraclio había llegado a un acuerdo con los gökturks y habría paz con ellos. Kuvrat, con el bagaje cultural, noción de estado y conocimientos adquiridos, supo que era el momento de regresar a los suyos. Tomó el poder de los utrigur manos de su tía Organa, que había actuado de regente hasta ese momento, y convenció a los kutrigur a que se rebelaran contra sus amos, uniéndose a él. Entonces, se lanzó sobre la frontera de los ávaros, a quienes venció rápida y contundentemente, expulsándolos de las tierras del Volga. Después, extendió su reino hasta ocupar el delta del Danubio.
En el año 635, Heraclio reconoció el primer estado búlgaro, y selló una importante alianza con ellos. Así nació la Gran Bulgaria. Este estado permitió asegurar el camino de cualquier amenaza que viniera de las estepas de Asia.
Durante toda su vida, Kuvrat fue fiel a su alianza con los emperadores bizantinos, y su reino se mantuvo fuerte e independiente de los gökturks, que por entonces estaban inmersos en una cruenta guerra sucesoria. Sin embargo, la Muerte dio alcance al viejo jinete en el 665. Lo enterraron junto a su peso en oro y plata, y la ubicación de su tumba cayó en el olvido. En 1912, unos campesinos ucranianos encontraron por accidente el lugar donde reposaban sus nobles huesos. Se supo que era él por la inscripción de su anillo. Actualmente, el tesoro de Pereschepina, como se denominó, es uno de los más hermosos jamás encontrado como ajuar fúnebre.
Entre los pueblos esteparios son comunes las historias en las que un khan muestra a sus hijos, con un haz de flechas, que mientras estén unidas, las flechas no pueden romperse, pero una a una, pueden quebrarse fácilmente. Con esta fábula intentaban que las diferentes tribus que formaban cada confederación se mantuvieran unidas, y sus líderes, fieles unos a otros. El caso de los búlgaros no fue una excepción, y, al principio, fue el mayor de los cinco hijos de Khan Kuvrat, llamado Batbayan, el que heredó el trono.
Pero recordemos que a mediados del siglo VII, los Tang, ayudados por la traición de los uigures, habían disuelto el imperio turco occidental. El Ashina, el clan real de las montañas Altai tuvo que poner estepa de por medio, y, marchando hacia el oeste, fueron acogidos por una de las tribus de su confederación: lo jázaros o khazars. Y así, con estos nuevos líderes, los jázaros comenzaron una rápida expansión hacia occidente, justo por el camino que llevaba hasta la Gran Bulgaria.
Fue una guerra terrible y rápida. En el 670, la unidad de las tribus búlgaras se había desintegrado. Para colmo, los jázaros habían sido aliados de los bizantinos durante la campaña de Georgia. Los hijos de Kuvrat debieron sentir probablemente que la admiración que su padre había sentido hacia el imperio de los griegos no había servido para que éste les ayudara en su apurada situación. Entonces, el pueblo se dividió en dos ramas: la primera fue liderada por Kotrag, hijo de Kuvrat, y la segunda por su hermano Asparuh, el menor los cinco herederos búlgaros, y cada uno tiró por su lado. La rama de Kotrag, que básicamente se componía de los kutrigur, emigró hacia el este. Remontó las orillas del Volga hasta su curso medio, donde confluía con el río Kama y allí formaron un estado que se denominó Bulgaria del Volga. Su historia se perdió en su mayor parte, pero se sabe que fueron súbditos de los jázaros, aunque mantuvieron su identidad nacional. Ayudó a ello el hecho de que, en el siglo IX abrazaron el Islam. Se convirtieron parcialmente en agricultores, aunque también mantuvieron sus rebaños y conservaron el modo de vida nómada. Consiguieron mantener cierta independencia, aunque sujeta a vasallaje, hasta el siglo XIII. Incluso consiguieron repeler la primera embestida del imperio mongol. Finalmente, fue conquistada por la Horda de Oro, y los búlgaros se terminaron integrando en el conjunto de los tártaros.
Sin embargo, nos centraremos ahora en los demás búlgaros, los que siguieron a Asparuh. Él no quiso ir hacia el este. Tal vez pensó que si se veían obligados a abandonar su país, tal vez fuera culpa de aquéllos a quienes tanto admiraba su padre, ésos que en un momento de necesidad, no habían prestado auxilio a sus antiguos y más fieles aliados. Asparuh decidió emigrar en dirección sur, cruzando el Danubio, dispuesto a cobrarse a costa de Bizancio lo que había perdido frente a los jázaros. Y el momento era propicio. En aquel momento, la capital del imperio estaba siendo asediada por Muawiyah I, de los Omeyas. Unos treinta mil búlgaros avanzaron por las orillas del Mar Negro, por las tierras que ya habían sido abandonadas por los ávaros, y que estaban siendo trabajadas por los pueblos eslavos de las Siete Tribus y los Severiano, que, a diferencia de sus anteriores amos ávaros, aprovechaban las campañas de invasión y saqueo para ocupar el territorio de forma permanente. Asparuh pactó con todos ellos, y, erigiéndose como nuevo líder de aquel conglomerado de búlgaros a caballo y eslavos a pie, comenzó a atacar los territorios tracios del imperio. En el 680, el emperador Constantino IV les presentó batalla, y fue tan aplastantemente derrotado en Ongala, que al año siguiente, los bizantinos pactaron el pago de tributos al recién reconocido estado de Bulgaria.
Asparuh se dio cuenta de que su nuevo país debía organizarse de mantera distinta al estado estepario de la Gran Bulgaria. Para empezar, la población eslava poseía un modo de vida sedentario, y eran capaces de producir productos agrícolas. Por otro lado, el territorio no era una simple estepa. Por lo tanto, la élite militar búlgara se fue desligando del nomadismo pastoril, y pasaron a ser sostenidos en núcleos militares permanentes por la población agrícola circundante. El khan incluso estableció una capital fija, Pliska. Aquello era nuevo para los búlgaros, y esta economía, parcialmente agraria, les reportó grandes ventajas respecto a su modo de vida anterior, tal y como se vería en los años siguientes.
El tiempo pasó. Durante el siglo VIII, las guerras entre Bizancio y Bulgaria fueron continuas. Y a principios del siglo IX, el emperador Nicéforo I inició una dura campaña contra los búlgaros, que le llevó casi hasta su capital. Por aquel entonces, el khan búlgaro era Krum, que terminaría doblando el territorio gobernado por él. Incluso llegó a establecer una frontera con los francos orientales. Dominó el territorio de Panonia y los Cárpatos, y por el otro lado, llegó hasta el Dniéper. Krum era un formidable adversario para el imperio, y a pesar de los éxitos iniciales de Nicéforo I, no se desanimó. Le plantó cara. Sus tropas, formadas tanto por hombres como por mujeres, habían aprendido a luchar mediante emboscadas y ataques por sorpresa, bien situados y lanzados desde posicioens ocultas en valles y laderas. A pesar de haber penetrado en Bulgaria con éxito, la retirada de Nicéforo I se convirtió en una pesadilla. Tras una compleja trampa, el ejército imperial fue aplastado, y el emperador cayó muerto. Era el año 811. A continuación, Krum se tomó la revancha. Invadió Tracia por el este, y siguió. Krum sólo se detuvo ante los muros de Bizancio. Simplemente les echó una dura y larga mirada desde su montura, y, satisfecho, ordenó a sus tropas regresar a sus tierras.
Khan Krum también es recordado como el primero en escribir leyes para su nuevo pueblo eslavo-búlgaro. Creó subsidios para los mendigos, entre otras cosas, y sus súbdios siempre le consideraron un monarca magnánimo.
Poco después de la muerte de Nicéforo, el nuevo emperador, León V concertó un encuentro con él cerca de Bizancio, al que debían acudir sin armas. El Emperador se la jugó a Krum, y a duras penas, y no sin heridas, consiguió escapar. Cuando regresó para vengarse, su ejército destruyó todos los barrios de extramuros de la capital, así como otras dos ciudades, que quedaron arrasadas hasta los cimientos. Y al poco, Krum murió.
Hubo un periodo de relativa paz con Bizancio. Después de Krum, gobernaron Omurtag, Presian y luego, un nuevo personaje para la Historia: Boris, el primer Zar (nótese que ya no es Khan) búlgaro. Hasta ese momento, los búlgaros habían sido paganos, y adoraban al dios Tengri. Los eslavos bajo su control también eran paganos, y seguían los dictados de su dios Perun.
Boris tuvo dificultades en su reinado, y sufrió varias derrotas a manos de serbios y croatas, que, azuzados con dinero de los francos orientales (que habían apoyado al a Iglesia de Roma, y a cambio, habían recibido el poder imperial de manos el Papa), intentaban ampliar sus territorios hacia el este. La Iglesia de Roma veía así la posibilidad de medrar cada vez más al este, y sacudirse el control de la iglesia oriental. Ante todas las dificultades, y buscando una gran alianza con Bizancio, aceptó bautizarse. A cambio, le fue reconocido el título de “César” de toda Bulgaria. Es decir, Bizancio compartía algo de su poder imperial, un porción de su legitimidad para gobernar el mundo. César, es decir, “Caesar”, pronunciado en búlgaro, fue acortándose hasta quedarse en la palabra “Tzar”, es decir, zar.
Boris tuvo que asesinar a algunos boyardos a quienes no gustó nada la nueva religión, y luego, prosiguió con la conversión. Pero pronto comenzó a maniobrar para que su iglesia ortodoxa fuera independiente. Pidió a Bizancio un arzobispo que se encargara de la organización. Además, Boris acogió a los discípulos de Cirilo y Metodio, que habían sido expulsados de Moravia.
A finales del siglo IX, abdicó en favor de su hijo Simeón I de Bulgaria. Éste fue un rey excepcionalmente belicoso y hábil en la guerra, Tras la primera victoria frente a Bizancio, estableció nuevos tributos. Pero Simeón se dio cuenta de que el título de “basileus”, es decir, Emperador, le quedaría mejor a él que a los pusilánimes a los que debía enfrentarse. Invadió de nuevo Tracia en el 913y se dirigió decididamente hacia Bizancio. Sólo la negociación “in extremis” con el Patriarca de Constantinopla detuvo su ataque. Reclamó para sí el título de “Emperador de búlgaros y romanos”, aunque se quedó satisfecho con la promesa de boda de su hija con el Basileus, lo que unificaría ambos tronos.
Aquel acuerdo nunca se cumplió, y Simeón, en el 917, volvió a atacar al imperio. Los bizantinos intentaron pactar con los pechenegos para que atacasen por el norte el país de los búlgaros, mientras ellos entraban por el sur. Pero el zar era hábil en cuestiones políticas, y consiguió que, oportunamente, el ataque pechenego se descoordinara. El ejército imperial fue totalmente aplastado en la batalla de Anquialo.
En el terreno político, Simeón consiguió que su iglesia búlgara fuera ascendida a Patriarcado. Por lo tanto, comenzó a funcionar de manera independiente. Con el nuevo alfabeto cirílico, pronto hubo herramientas para crear la primera tradición literaria eslavo-búlgara, que terminaría de dotar de identidad a los búlgaros.
Simeón murió en el 926, y con él se fue la era más gloriosa de su pueblo. A mediados del siglo IX ascendía al trono imperial Nicéforo II, que comenzó la guerra definitiva contra los búlgaros. Los sucesores de Simeón no estuvieron a su altura. A pesar del asesinato de Nicéforo II, su sucesor y asesino, Juan I, terminó con éxito la campaña en el 971. Los ejércitos búlgaros habían sido derrotados ante los nuevos emperadores. Juan I ocupó sus ciudades, y desplazando a su rey, Boris II, convirtió el estado en una nueva provincia.
Pero no todo parecía perdido. Entre los boyardos prisioneros que fueron llevados a Constantinopla, estaba un tal Roman, el último de la dinastía de Krum . Pues bien, resulta que otros boyardos, los Cometopuli, habían huido al otro lado del río Iskar, y mantenían unido lo que quedaba del ejército. Samuil era su general. Tras una espectacular fuga, Roman consiguió llegar hasta ellos, y Samuil, pensando más en el interés de su pueblo que en el suyo, le reconoció como nuevo Zar en el 976, mientras él se reservaba el mando del ejército. Durante las siguientes tres décadas, este renacido, pero más débil, estado búlgaro siguió combatiendo y lanzando incursiones contra Bizancio, pero también contra los serbios y croatas. Cuando Roman murió, Samuil se convirtió en el último zar, y primer representante de la fugaz dinastía Cometopuli. Sin embargo, en 1003 comenzaron a perder terreno. El emperador Basilio II, sucesor de Juan I, ocupó Pliska, la capital, y persiguió a los búlgaros hasta derrotarlos definitivamente en 1014, en la batalla de Belasitsa. Desde ese momento, Basilio II sería apodado “Bulgaróctonos”, es decir, “matador de búlgaros”.
Hasta un siglo después, no comenzaría la historia de una nueva Bulgaria, pero la dejaremos para otros artículos.
Cabe preguntarse cómo es posible que los búlgaros derrotaran a tantos ejércitos imperiales, y, sin embargo, bastara la exitosa campaña de Nicéroforo II y Juan I para acabar con ellos. No debemos olvidar el hecho de que las incursiones búlgaras tenían intenciones muy diferentes a las de los bizantinos. Para los búlgaros, el imperio era una fuente de riquezas que podían saquear o ganar en forma de tributos. Sus líderes mantenían un punto de vista de los nómadas esteparios. Sólo Simeón, al intentar unificar ambos tronos, tuvo la visión de Estado suficiente para prever cuál sería la solución a las continuas guerras. Tal vez él sabía que aunque derrotaran a los emperadores una y otra vez, éstos necesitarían únicamente una gran victoria para borrarlos del mapa. Porque éste era el objetivo de las campañas bizantinas: eliminar a los agresores y asegurar las fronteras.
LOS BÚLGAROS EN DBA.
Hay dos listas para representar a los ejércitos mencionados en este artículo.
III/32. Búlgaros del Volga. Esta lista representa a los ejércitos del estado que fundaron los “búlgaros de plata” que marcharon con Kotrag hacia el curso medio del Volga. Es un ejército clásico de las estepas. Cinco peanas de Cv, una de ellas siendo el general, representan a los boyardos o nobles búlgaros, que portaban hermosas armaduras (al estilo de la caballería rusa, los “bogatires”), y eran temibles arqueros a caballo. También, sobre todo antes del siglo XII, lucían a veces turbantes como los árabes. Luego hay tres peanas de LH, que representan tanto a jinetes tribales búlgaros como a tropas ugrofinesas, autóctonas de la región, y que adoptaron el modo de lucha nómada de sus nuevos amos búlgaros. Estas tribus también aportaban arqueros, con arcos no compuestos ni recurvos, sino de tipo plano, hechos de madera (para que os hagáis una idea, los arcos típicos de los indios). Hay dos de éstas peanas de arqueros. Finalmente, dos peanas de hordas, que representan a los habitantes de los poblados y ciudades del territorio, cierran la lista.
III/14.- Búlgaros tempranos. Esta lista representa los ejércitos de la Gran Bulgaria, así como los de la Bulgaria danubiana que luchó contra el imperio bizantino.
La variante “a” representa a la Gran Bulgaria. Se trata de un general y otra peana de Cv, los boyardos o nobles, equipados con armaduras y arcos. Ésta peana es opcional con una LH. Por último hay otras diez LH, que representan a los arqueros a caballo búlgaros.
La variante “b” representa los ejércitos de Asparuh hasta Krum. En este momento, los búlgaros ya dominaban muchas tribus eslavas, que aportaron gran parte de los soldados. El general y dos peanas más son Cv, que representan a los boyardos, equipados con armaduras, arcos y espadas. Todavía luchaban con tácticas esteparias. Les siguen cuatro peanas de LH, que son arqueros a caballo búlgaros, y aquí comienza la presencia eslava. Hay cuatro peanas de Ax (guerreros equipados con lanzas ligeras y escudos) y una de Ps (arqueros y exploradores eslavos)
La variante “c” muestra las reformas estatales introducias por Khan Krum. La parte montada es igual que la anterior, pero hay un cambio sutil. Las Cv ya están equipadas con lanzas, además del arco, porque en sus tierras, no tan abiertas como las llanuras, la guerra estaba evolucionando a enfrentamientos más directos,, ataques por sorpresa y a rápidas emboscadas lanzadas desde lugares ocultos y abruptos. Además, las tropas eslavas comienzan a formar de manera más densa y defensiva, aprestando mejor defensa contra la caballería enemiga. En lugar de ser Ax, ahora tenemos cuatro peanas de Sp. La misma peana de Ps cierra la lista.
Hay muchas marcas que tienen minis adecuadas para estas tropas. En general suelen estar categorizadas como “Asiatic horse armies” o o cosas así. Essex, Old Glory y Minifigs tienen gamas adecuadas.
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Etiquetas: búlgaros, historia, imperio bizantino
El imperio bizantino II (626-1071)
domingo, 9 de agosto de 2009
Saludos. Esta semana, nuestro regreso a Occidente nos obliga a detenernos en el imperio bizantino, y a los avatares a los que tuvo que hacer frente tras la aparición y expansión del Islam.
Recordemos que en el anterior artículo sobre Bizancio, la ciudad acababa de sobrevivir a un asedio terrible por parte de eslavos y ávaros. Tras la derrota del ejército asediador, la amenaza del kanato ávaro desapareció, y el emperador Heraclio pudo hacer frente también a los sasánidas de Persia. En el año 628, el ejército bizantino golpeaba con audacia el corazón de Persia.
Pero a lo largo del siglo VII, una nueva serie de peligrosas amenazas surgieron por todas las fronteras, y llevaron al imperio hasta una situación límite. Para empezar, los árabes, a partir del 630, comenzaron a atacar y conquistar valiosos territorios bizantinos. Siria, Palestina... Los patriarcados cristianos de Alejandría, Antioquía y Damasco cayeron en manos musulmanas, y sólo el patriarcado de Constantinopla se mantuvo junto al poder del emperador. También perdieron Chipre, y todos los territorios del norte de África. Incluso sometieron a la ciudad a dos terribles asedios: del 674 a 678 y del 717 al 718.
Mientras, en los Balcanes, y aprovechando las dificultades causadas por la guerra con los árabes, la infiltración de tribus eslavas había proseguido sin pausa, incluso sin englobarse en grandes proyectos bélicos. La situación que provocaron con sus migraciones y pequeños asaltos inestabilizaron un territorio fundamental para el imperio bizantino.
Y para colmo, al sur del Danubio, los búlgaros, un conglomerado de nómadas asiáticos descendientes de los hunos, mezclados con los eslavos y los pueblos de la antigua Tracia, tras una infiltración de algunos años, consiguieron establecer su propio estado en el 681, convirtiéndose inmediatamente en un nuevo poder a tener en cuenta.
El difícil y problemático siglo VII bizantino fue testigo, por lo tanto, de importantes cambios en la administración, el ejército y la relación del emperador con la Iglesia.En el primer caso, ya desde Justiniano, el imperio cambió su organización de territorios. Desde el imperio romano, el poder civil estaba totalmente separado del poder militar. Pero los bizantinos comenzaron a cambiar aquello, y así se establecieron una serie de provincias o “themes”, bajo la autoridad de un cargo militar. Como la estrategia del imperio pasó a ser defensiva, los bizantinos reorganizaron la propiedad de la tierra, y la asignaron a colonos-soldado, procedentes en su mayor parte de otros territorios bizantinos, que se comprometían con el ejército tanto a ellos mismos como a sus descendientes. Con los beneficios de las pequeñas propiedades, los soldados se costeaban el equipo militar. De esta manera, se consiguió disponer de un potente ejército para defensa, que se organizaba rápidamente en el lugar en el que fuera necesario. Éste es el origen de los ejércitos temáticos (es decir, “provinciales”) bizantinos, que veremos con más detalle más adelante.
En un primer momento, los “themes” estaban todos en la península de Anatolia, para hacer frente a los árabes, pero con el tiempo también se establecieron divisiones territoriales temáticas en Europa.
En cuanto a la Iglesia, hay que tener en cuenta un hecho diferencial: la iglesia oriental había coexistido siempre bajo un estado fuerte secular, el del Emperador, que gobernaba, no obstante, por mandato divino. La occidental, en cambio, había quedado como única heredera del poder imperial romano de Occidente, por lo que sus líderes tuvieron que actuar como hombres de estado y líderes políticos.Pues bien, la iglesia oriental estaba más o menos supeditada al Emperador, que asistía a los concilios que ésta celebraba. Pues bien, toda la crisis y pérdidas de poder frente a los árabes a lo largo del siglo VII, llevaron al emperador a una situación delicada. La Iglesia intentaba ganar más poder dentro del imperio aprovechando la difícil situación de los emperadores, y por entonces se levantaban voces críticas contra la posición de dominio secular sobre el religioso. De esta situación iba a surgir una polémica que otorgaría a la expresión “discusión bizantina” una nueva dimensión. El emperador León III el Isaurio, a principios del siglo VIII, prohibió el culto a los iconos religiosos y ordenó su destrucción, en un intento de asemejar el cristianismo con el Islam, en el que no había culto a las imágenes. Comenzaba así la polémica iconoclasta, que enfrentó a los emperadores con la iglesia de oriente y a la iglesia de Roma con esta última. Obviamente, el conflicto interno y la posterior crisis que provocó el movimiento iconoclasta no se explica por unas pequeñas imágenes adornadas. En realidad, todo fue un pulso para tomar más poder. El Emperador, que recordemos gobernaba por “mandato divino”, una vez prohibidas las imágenes religiosas, se convertiría en la expresión de la Divinidad más importante, lo que reforzaría su posición frente al pueblo y la misma Iglesia. Por otro lado, ésta no era partidaria, pues el culto a los iconos estaba muy extendido, y probablemente, igual que ahora, su culto otorgaba poder a los poseedores de los iconos, y éstos no dejaría de producir beneficios. Al mismo tiempo, Roma, aprovechando el desconcierto, reclamó ayuda a los francos, y no al emperador bizantino, para recuperar el Exarcado de Rávena de manos lombardas. Con esta conquista franca, la iglesia bizantina prácticamente se vio obligada dejar de medrar en Italia, y la iglesia de Roma ganó mucha más independencia. Además, se buscó a su principal defensor militar: Carlomagno fue coronado como Emperador en el 800, recibiendo el legado imperial del los emperadores romanos de Occidente. Y para colmo, Nicéforo I, que comenzó una inicialmente exitosa guerra contra los búlgaros en el 802, murió en el campo de batalla frente a ellos en el 811. ¿No parecería acaso que Dios les había abandonado?
En mi opinión, si la tesis iconoclasta la hubiera establecido un emperador fuerte, como Justiniano, la Capilla Sixtina estaría simplemente encalada hoy en día (bueno, también podría tener un bonito artesonado geométrico), pero ni León III ni su sucesor, Constantino V, a pesar de que éste derrotó de manera importante a los búlgaros, pudieron mantener la crisis bajo control. En el 787 se puso fin al periodo iconoclasta, aunque luego hubo otro periodo entre el 813 y el 842, en el que se reinstauró.
Las consecuencias sociales de la Iconoclasia se hicieron notar en las provincias. Las asiáticas se distanciaron así mucho de las europeas, en función de la fuerza que el Emperador o la Iglesia tuviera en ellas. El caos y el desorden del estado afectaron al ejército. Y sobre todo, el futuro cisma entre las iglesias orientales y occidentales comenzó a fraguarse. Sólo cuando el asunto se cerró, en el 842, Bizancio estuvo en condiciones de volver a tomar las riendas de su imperio.
En efecto, el imperio bizantino consiguió salir reforzado de la crisis que durante un siglo los había debilitado. El poder imperial se dedicó desde mediados del siglo IX a reagrupar las zonas bajo su dominio, renunciando a otras más lejanas, como los territorios de Italia, y extendiendo su influencia sobre sus antiguos enemigos. Para esto tuvo el apoyo de la Iglesia, que comenzó a trabajar en las conversiones de los pueblos eslavos y otros invasores: los jázaros, los moravos y los búlgaros fueron convertidos en el 860, y los belicosos serbios en el 870. Éstos son los años en los que Metodio y Cirilo exportaron la fe a la Europa del Este. Metodio diseño la liturgia eslava, y Cirilo comenzó la conversión de la Gran Moravia (actualmente Chequia y Eslovaquia). Ambos desarrollaron la escritura glagolítica para los eslavos, que tuvieron al fin sus propias Sagradas Escrituras traducidas a su idioma.
En el último cuarto del siglo IX, el imperio estaba preparado para retomar la política ofensiva, pues el ejército se había consolidado y en aquel momento estaba bien equipado y entrenado. Además, sus enemigos árabes estaban teniendo muchos problemas, pues recordemos que estos años coinciden con la descomposición del califato abásida. Por lo tanto, las provincias de Anatolia dejaron de correr peligro temporalmente.
Fueron los búlgaros el peor enemigo de estos años. En el 893, Simeón I de Bulgaria, conocido también como Simeón el Grande, llevó a su país a la cima de su poder. Inflingió tres terribles derrotas a los bizantinos (896, 913 y 917). Disputó con el mismísimo Emperador el poder del imperio, pues Simeón trató de unir ambos poderes en su persona. Aunque no lo logró, sí forzó a los bizantinos a reconocerlo como Emperador de los Búlgaros. Sin embargo, este reconocimiento provocó que Constantinopla aumentara su influencia enormemente en los sucesores de Simeón, lo que ayudó a rebajar la amenaza de este pueblo.Aunque a principios del siglo X, Constantinopla se había recuperado bastante y de nuevo era una potencia indiscutible en el Mediterráneo oriental, una peligro interno carcomía las raíces del imperio: los celosos terratenientes de la capital miraban con desconfianza a los líderes militares de los “themes”. Además, estaban concentrado una gran serie de propiedades a costa de pequeños propietarios, muchos de los cuales habían pertenecido a los ejércitos themáticos. Por lo tanto, aunque los emperadores eran conscientes de esto y no cesaban de promulgar leyes en contra del poder de los grandes terratenientes, los cimientos del ejército, muy lentamente, comenzaban a ser socavados.
No obstante, surgieron ciertos emperadores lo suficientemente fuertes para retener el control de su imperio y pasar a la ofensiva. En el 963 ascendía al trono, para terror de sus enemigos, Nicéforo II Focas. Antes de ser elegido emperador, ya había dirigido la guerra en las fronteras orientales. Nicéforo era un líder militar brillante, y por primera vez desde los tiempos de Justiniano o Heraclio, el imperio volvió a la ofensiva. En una imparable serie de campañas, Nicéforo II recuperó Creta, Chipre, Cilicia y el norte de Siria. Antes de morir asesinado en un triste complot urdido por su esposa, también comenzó la guerra definitiva contra los búlgaros. Su sucesor, y cómplice del crimen, Juan I, terminó el conflicto, destruyendo al fin su estado, en el 971.
También en estos años se completó la conversión de la Rus de Kiev (988), y el nuevo estado búlgaro que surgió en el 976, fue destruido definitivamente por Basilio II en el 1018. La frontera del Danubio pudo al fin ser segura después de cuatro siglos. Bizancio, a comienzos del segundo milenio de nuestra era, había recuperado gran parte de su poder y su gloria. Además, después de diversos ataques procedentes de los vikingos, que llegaron al Mar Negro desde las costas bálticas, remontando los ríos, los Emperadores les ofrecieron luchar a sueldo para ellos. Nacía así uno de los cuerpos de élite más legendarios: la Guardia Varenga del Emperador, formada por feroces vikingos, para los que luchar al lado de los griegos les reportaba no sólo honor, sino grandes riquezas. El mismísmo Harald Hadrada, antes de aspirar al trono de Inglaterra, fue miembro de este valioso contingente.
Fue entonces cuando la corrupción interior se mostró con más crudeza. Una vez estabilizadas las fronteras, la aristocracia urbana comenzó a medrar ante el Emperador para ir reduciendo cada vez más las inversiones en tropas, equipamiento y entrenamiento. Parecían avecinarse tiempos de paz y el tamaño del ejército se redujo. Muchos cuerpos “themáticos” permanentes fueron disueltos y reemplazados por mercenarios. Como muchos pequeños propietarios, al verse libres de su compromiso con el ejército, vendieron sus tierras a los grandes terratenientes, ya no podían pagarse el equipo, y cuando hacía falta nuevas tropas, solían reclutarse de pueblos nómadas que seguían llegando de la estepa, como los pechenegos, que llegaban desde más allá del Danubio, o bien feroces caballeros normandos y francos, auténticos profesionales de la guerra. Por lo demás, las tropas provinciales dejaron de ejercitarse en el arte del tiro con arco a caballo, y muchas contingentes se transformaron en lanceros a caballo. La reforma la completó Constantino IX en el año 1042, y el nuevo ejército de los bizantinos, mucho más pequeño y con una base étnica extranjera mucho mayor, creía estar preparado para afrontar cualquier amenaza.Como podéis imaginar, se mascaba la tragedia. Del este, más las estepas de Khurasán vinieron los turcos Seljuk. Habían derrotado a la dinastía gaznávida en 1040, tomando el control de esta región y de la Transoxiana e Irán. En el 1055, los feroces Seljuk ya habían conquistado Bagdag. En 1064, ya ocuparon Armenia, y en el 1068, irrumpieron imparables en Anatolia. El nuevo Gran Enemigo estaba a las puertas del Imperio. El momento de la verdad había llegado, y sería en Manzikert donde ambos ejércitos se jugarían el todo por el todo. El mediocre Romano IV dirigía al ejército bizantino, y Alp Arslan era general turco.
Romano IV no podía imaginar que, a pesar de la ferocidad de los turcos, el peor enemigo lo tenía en casa. En efecto, siendo palpable su debilidad, los nobles conspiraban contra él. El Emperador rechazó la embajada de paz enviada por los turcos, con la intención de retomar las riendas de su imperio con un golpe de mano. Él, en persona, tomó el control del centro de su ejército, y asignó su ala izquierda al general Brienio, y la derecha a Teodoro Aliates. La retaguardia, en reserva, la asignó al noble Andrónico Doukas. Éste fue el error, porque Romano IV ignoraba que Doukas tramaba traicionar al Emperador.
Los turcos esperaron el avance bizantino, y formaron en forma de media luna, intentando rodear el ejército imperial, con un frente de unos cuatro kilómetros. Romano IV no dudó en lanzar el ataque, y comandando las fuerzas del centro, penetró en las líneas turcas. El centro de Alp Arslan se retiró, y el emperador mordió el anzuelo. Comenzó una persecución que le llevaría todo el día, mientras sus flancos eran duramente castigados por la veloz y mortífera caballería ligera turca, que practicó todo tipo de tácticas esteparias. Aunque Romano IV llegó a saquear el campamento enemigo, poco antes de que anocheciera tuvo noticias de que sus alas estaban siendo destruidas. Detuvo su avance, comenzó la retirada y mandó avisar a Doukas para que avanzara desde la retaguardia y cubriera su avance.
Pero Doukas ya no estaba allí. Había abandonado el campo de batalla. Había dejado a su emperador a merced de sus enemigos, y los turcos, que no se podían creer lo que le estaba ocurriendo a su enemigo, aprovecharon la oportunidad. Cuando cayó la noche, Romano estaba totalmente rodeado, y sus tropas exhaustas y diezmadas por los arcos de los Seljuk. Todo estaba perdido.
Se dice que Alp Arslan recibió con honores a Romano en su propia tienda, y le preguntó qué hubiera hecho con él si le hubiera capturado. Romano respondió que exhibirlo en las calles de Constantinopla o bien matarlo. Alp Arslan le dijo entonces: “Yo haré algo peor. Te perdonaré la vida, y podrás regresar a tu ciudad”. El sultán pidió un cuantioso rescate, y se fijó un acuerdo tributario, que permitiría al imperio mantener a los turcos alejados. También propuso el turco a Romano que se casara con una de sus hijas. Al cabo de un tiempo, Romano fue devuelto a Constantinopla, justo para descubrir que Andrónico Doukas le había depuesto. Capturó a Romano, lo encarceló y lo cegó. El pobre Romano murió poco después debido a la infección.
Pero como Andrónico no respetó el tratado firmado por Romano, los turcos decidieron no respetarlo tampoco. Sin que nadie pudiera oponérseles, entraron de nuevo en Anatolia y fundaron un nuevo sultanato, que se acabaría llamando el sultanato de Rum (es decir, de Roma). Desde aquel momento, Anatolia pertenecería hasta el día de hoy a los turcos.
El mismo año del desastre de Manzikert, los normandos expulsaron a los bizantinos de Bari, en Italia. Y como tampoco los Doukas, que impusieron a un nuevo emperador fueron capaces de oponer resistencia al Turco, y como sus territorios habían quedado limitados prácticamente a la península de los Balcanes, lanzaron un llamamiento de ayuda al Papa de Roma. Este llamamiento acabaría provocando la Primera Cruzada, en 1095, pero esto es otra historia, y la veremos más adelante.
De cómo el imperio, a pesar de las dificultades, se mantuvo hasta que Constantinopla fue conquistada en el siglo XV, tratará el próximo artículo de esta serie.
LOS EJÉRCITOS BIZANTINOS EN DBA
Este artículo hace mención a tres listas de DBA.
III/29: Thematic Byzantine.- Esta lista representa a los ejércitos organizados a partir de las provincias o “themes”. El general es una peana de Cv, que representa a la caballería “tagmática”. Éste era un cuerpo profesional y permanente, que estaba en jerarquía por encima de las tropas provinciales, y que se introdujeron como respuesta a una revuelta provincial en Opsikion, protagonizado por tropas temáticas. La caballería tagmática luchaba en cinco fila: primera, segunda y quinta eran lanceros, y tercera y cuarta arqueros. Es recomendable representar ambos tipos de tropa en esta peana.
Luego encontramos tres peanas de caballería y tres de caballería ligera. Estas seis peanas representan a las tropas temáticas de primera clase. Estas tropas estaban representadas antes en la lista de Maurikian Byzantine como peanas de 6Cv, con lanceros delante y arqueros detrás. En esta época, los arqueros (LH) y los lanceros (Cv), podían operar de forma separada.
Después hay dos peanas de 6Cv, que son tropas temáticas que siguen la táctica antigua de luchar en diez filas. Éstas podrían ser las tropas temáticas de segunda clase.
Nos encontramos entonces dos peanas opcionales de Pk, que reprsentan a los skoutatoi bizantinos, lanceros de carácter fuertemente defensivo, que pueden cambiarse por dos peanas de caballería, que representa más caballería temática. La última peana sería de Ps o Bw, arqueros bizantinos.
III/64. Nikephorian Byzantine. Esta lista representa los ejércitos de Nicéforo II Focas, y en él nos encontramos algunas interesantes variaciones sobre los clásicos ejércitos temáticos. El general sigue siendo Cv, que representa a la caballería tagmática (mezcla de arqueros y lanceros). Ahora bien, encontramos una extravagante depana de 6Kn. Representa a la evolución de la formación en profundidad de la caballería temática. En lugar de caballería acorazada con lanza y arcos, estos jinetes se han convertido en catafractos. Todos van armados con lanzas, mazas y arcos. Sí. Catafractos con arcos.
Vemos también otras cuatro peanas de Cv, que representan más caballerías tagmáticas o temáticas de primera clase, armados con lanzas, en claro detrimento de los arqueros a caballo. De hecho, una solitaria peana de LH parece englobar a lo que queda de los arqueros a caballo bizantinos. Esto parece ser la respuesta a la ágil caballería ligera asiática. Los tratados militares bizantinos recomendaban encarecidamente no perseguirlos con la caballería pesada, y los arqueros a caballo bizantino no podían ser tan numerosos como para responderles adecuadamente. Los arqueros a caballo fueron decayendo en el imperio. Pero esto nos lleva a nuevas tácticas de la infantería, porque la lista termina con cuatro peanas de 8Bw. Estas peanas representan a los skoutatoi con los arqueros, en una formación más cohesionada. La primera fila serían los lanceros skoutatoi y la segunda, los arqueros bizantinos. Por lo tanto, aumenta considerablemente la potencia de los arqueros a pie frente a los montados, mientras que los jinetes se orientan hacia las tácticas de choque.
Por último, cabe mencionar que una peana de 8Bw puede cambiarse por 4Bd, que representa a los Menavloi bizantinos, soldados con arma a dos manos, o bien, desde 988, a los vikingos de la guardia varenga.
III/75.- Konstantinian Byzantine.- Esta lista representa las reformas y estructurales terminadas por Constantino IX, cuando los ejércitos temáticos se redujeron mucho, y se dio entrada a un mayor número de mercenarios. El general sigue siendo Cv, caballería tagmática. Luego hay dos peanas de 3Cv, que representa a lo que queda los ejércitos temáticos: lanceros a caballo. Ni rastro de arqueros montados. Sigue una peana de 3Kn, que representa caballeros mercenarios francos o normandos. Una peana de LH, representa a mercenarios turcos, alanos o pechenegos. La siguiente peana, 4Sp, representa a la Guardia Varenga, que en aquel momento luchaba como lanceros pesadamente acorazados. Siguen tres peanas e 8Bw, que son los skoutatoi formados con arqueros de la lista anterior; dos peanas de Ps, los akontistai, que luchaban en combinación con los skoutatoi y una última peana, con opción de LH (pechenegos o cumanos), 4Bw (más arqueros bizantinos) o Art (lanzavirotes que protegían los campamentos o bien catapultas de asedio).
Essex y Old Glory tienen gamas bastante completas para todo este periodo. Otras gamas de medievales incluyen ejércitos bizantinos a partir de la lista III/75, pues muchas de estas tropas llegaron tal cual a la época de la Primera Cruzada. (Minifigs, por ejemplo).
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Etiquetas: historia, imperio bizantino
Eslavos y avaros: enemigos del Imperio.
viernes, 6 de febrero de 2009
Saludos. Ah, ya echaba esto de escribir de menos. Sigo embarcado en una incierta aventura literaria cuya meta sigo sin vislumbrar y que me ha llevado bastante tiempo, pero ya estamos de vuelta, desgranando, en la medida de mis posibilidades, los hechos antiguos.
Retomando el periodo de mi último artículo sobre el imperio bizantino, hoy hablaremos de de uno de sus enemigos más feroces: la confederación que los pueblos eslavos y avaros formaron desde el siglo VI, y que se mantendría con más o menos fuerza hasta el siglo IX. Pero vayamos por partes.
Bien, lo primero es aclarar quiénes eran los eslavos. Podemos decir que las tribus eslavas eran un pueblo indoeuropeo que habitaba la costa del mar Báltico y las llanuras de lo que ahora es Ucrania. Ya eran conocidos como vénetos por los romanos en el siglo II a.d.C. Posiblemente estuvieran lejanamente emparentados con los germanos, pero, a diferencia de éstos, no siguieron hacia el oeste, sino que se asentaron en las llanuras. Por supuesto, este territorio era compartido por por pueblos indoiranios: escitas, sármatas... Los eslavos, cuyo modo de vida no era nómada y no dependía de los caballos, vieron pasar a distintos pueblos, y con frecuencia se mezclaron (la tribu de los antos, por ejemplo, procedía de una mezcla de pueblos iranios y eslavos). La irrupción de los hunos destruyó muchos asentamientos eslavos, aunque no destruyó su cultura por completo. Por el contrario, tras la caída del imperio romano de Occidente, con todo el este europeo organizado en los reinos tribales germanos de gépidos, lombardos y turingios, se produjo la primera irrupción en el imperio bizantino de estos pueblos. Esto ocurrió tras la derrota de los turingios a manos de los merovingios (francos), que dejó una amplia franja de terreno sin dueño. Es entonces cuando se produce la división entre los eslavos. Una rama se quedará en el centro de Europa, y dará origen a los pueblos checos, polacos, etc. Otra avanzaría hacia el este, y formaría gran parte del pueblo ruso. Sin embargo, la rama que estudiaremos en este artículo, marchó hacia el sur, hacia los Balcanes. Así, alrededor del 520, bajo el reinado de Justiniano, las tribus eslavas irrumpieron violentamente desde el otro lado del Danubio. A duras penas, fueron repelidos mientras Justiniano vivió, pero a un alto precio: las provincias balcánicas fueron empobreciéndose al convertirse en un campo de batalla año tras año.
Justiniano murió en el 565, y entonces llegaron, a lomo de sus monturas, los segundos protagonistas de esta historia: los avaros. Éstos eran un pueblo túrquico que, empujados por el imperio que los turcos orientales estaban formando en las estepas centroasiáticas, recogieron sus tiendas y pusieron tierra de por medio. Enviaron una embajada a Bizancio. Rodeando el Mar Negro, llegaron a Europa del Este, y dividieron así en dos la extensión de los pueblos eslavos. Al norte quedaron los eslavos del este y centroeuropeos, y al sur, los que habían marchado hacia Bizancio.
Cuando los ávaros llegaron a las tierras de los eslavos, los primeros se dedicaron a subyugar a aquellas tribus lo antes posible. En este sentido, los avaros tenían ventaja. Eran un pueblo nómada. Su vida iba ligada a la de sus monturas, y eran excelentes jinetes. Se empleaban a fondo en las tareas bélicas, y eran eficaces tanto en el uso del arco turco desde sus monturas como en la acometida con lanza en carga. Introdujeron el estribo en Europa, que conocían de los turcos orientales.
En primer lugar, los avaros se aliaron y luego lucharon con y contra las tribus germanas del este de Europa: gépidos, hérulos, lombardos. Los derrotaron a todos. También se aliaron con los restos de las tribus de Atila: los búlgaros, u Onogur. Los lombardos fueron empujados hacia el sur por la misma época en la que los avaros contactaban por primera vez con los bizantinos. La marcha de los lombardos abrió el territorio de la Panonia romana a los avaros, que así tomaron contacto con las tierras ocupadas por los eslavos.
Los guerreros eslavos, aunque feroces, carecían de capacidad militar para aquel tipo de combate. Sus guerreros eran mayoritariamente infantería, y no poseían ningún entrenamiento regular. Pronto, los territorios de las tribus eslavas quedaron subyugados al kanato avaro. Y decimos kanato porque si bien los avaros organizaron un estado real, éste no era más que una confederación de tribus lideradas por caudillos y unidos por lazos de lealtad a la figura unipersonal del gran Khan. Por lo tanto, mientras los eslavos trabajaban la tierra y ocupaban el territorio, sus amos avaros iban y venían a su antojo, reclamando tributos, invernaban en sus hogares y exigían atenciones y alimento, y por supuesto, esposas e hijas de los eslavos para hacerles compañía en las frías noches de Paionia. Eran tiempos duros, y no todos pudieron aguantarlo. Ante la presión inicial de los avaros, algunas tribus eslavas huyeron hacia Grecia, y solicitaron ser acogidos en el imperio bizantino, incorporándose al ejército como “foederati”. Otras tribus, como la de los serbios, optó por huir a los Cárpatos. Pero aun así, los avaros mantuvieron a numerosos eslavos bajo su control.
Inicialmente, y debido a las victorias avaras contra los germanos orientales y el grueso de los eslavos, el imperio bizantino vio en ellos una herramienta para controlarlos y, sobre todo, para causar dificultades al gran reino germano de Occidente: los francos. Tratar con ellos no era difícil, ya que el kanato funcionaba bien como estado. Para Bizancio, era muy distinto intentar pactar con los múltiples jefes tribales eslavos. Con los avaros, el número de interlocutores era muy reducido.
Pero pronto los avaros comenzaron a prestar más atención a lo que relataban los eslavos de los propios bizantinos: sus riquezas, su vasto imperio, las rutas de invasión más directas. De este modo, los potenciales aliados bizantinos se convirtieron en una preocupación aun mayor. Porque el kanato organizó enormes ejércitos, que ya contaban con la feroz infantería eslava y la extremadamente capaz caballería avara. Las guerras e invasiones se produjeron durante cincuenta años hasta que el kanato alcancó la cima de su poder en el año 626. En ese año, tal y como dijimos en el artículo sobre el imperio bizantino, la audacia de los avaros los llevó a movilizar casi cien mil efectivos y a llevarlos victoria tras victoria hasta las murallas de Constantinopla después de pactar con los persas sasánidas y unir esfuerzos para atacar en todas direcciones a los bizantinos. A la capital la sometieron a un impresionante asedio, en plan “Minas Tirith”, con enormes máquinas de asedio por tierra, y el acoso de las numerosas embarcaciones eslavas, llamadas “monoxylos” (es decir, hechas de un sólo tronco de árbol) por el mar. Sin embargo, los bizantinos consiguieron desbaratar el asedio, y los avaros sufrieron unas pérdidas tan importantes que una vez regresaron a su territorio, los eslavos situados más al norte de sus dominos, que durante años habían sufrido su férrea dominación, pudieron dar rienda suelta a su resentimiento y se rebelaron contra el kanato, estableciendo una confederación de tribus lo suficientemente fuerte como para presentar resistencia.
Aparece entonces una de las figuras históricas más sorprendentes y, en mi opinión, desconocidas de la época. Sucedió así: un grupo de comerciantes merovingios llegó a la frontera norte del kanato, donde se habían levantado los eslavos, justo cuando la rebelión dio comienzo, y mientras aguardaban ya levantados en armas el retorno de los antiguos amos avaros. Los comerciantes estaban dirigidos por un tal Samo, que, dándose cuenta de lo que se estaba gestando, ofreció sus servicios como soldado a los líderes tribales. En las primeras batallas, Samo se hizo valer de tal manera que las tribus lo eligieron como caudillo, y así nació el primer reino eslavo, que sería conocido como “El reino de Samo”, al sur del río Elba, en lo que ahora es parte de la República Checa, Austria y Eslovaquia.
Por lo tanto, la situación política desde ese momento quedó de esta manera: el kanato avaro dejó de presionar hacia Bizancio, y se concentraron en derrotar a los rebeldes de Samo, y a mantener las fronteras con los francos merovingios. Al norte de su territorio, el reino de Samo trataba de consolidarse a toda prisa, estableciendo su capital en Wogatisburgo. Mientras, Dagoberto, el rey merovingio de los francos, al recibir las noticias de los éxitos militares de Samo, trató de exigir su lealtad para obtener así control de dichas tierras. Pero Samo y sus eslavos, que habían rechazado ya a los avaros, rechazaron la propuesta del merovingio. Así, en el año 631, Dagoberto reunió un ejército e invadió el reino de Samo. Pero los valerosos eslavos vencieron en una desesperada batalla que duró tres días, y expulsaron para siempre a los francos de su territorio. Tras esta victoria, Samo consiguió que más tribus eslavas se unieron bajo su mando, y se convirtió en una fuerza política y militar importantísima en la región.
Con los siglos, las incursiones de Samo en Turingia y otras regiones permitieron que el componente eslavo de la región se estabilizara, mezclándose con elementos germanos: así, en tiempos futuros, habría importantes elementos eslavos en pueblos como los bramderburgundios, pomeranos, mecklemburgundio o el propio pueblo austriaco. (Por cierto, no viene a cuento, pero “Samo” era el nombre que Basquiat usaba en sus primeros grafitis, antes de conocer a Andy Warhol. Pero esa sí que es otra historia...).
Pero, ¿qué pasaba mientras con los avaros? Para empezar, dejaron de ejercer una presión tan asfixiante sobre Bizancio. Siguieron sus hostilidades en las fronteras con ellos y contra los eslavos, tanto de su territorio como los de Samo. Pero se debilitaban rápidamente, y cada vez debían sofocar más revueltas internas. Su sistema de gobierno opresor no podía sostenerse ante su debilidad. Además, desde el este comenzaron a llegar nuevos pueblos esteparios túrquicos (como los pechegenos), y los búlgaros, con los que se habían aliado hacía tiempo, también les fueron ganando terreno, en parte tras negociaciones con Bizancio. Mientras, a mediados del siglo VIII, Carlomagno tomó el mando del reino franco, y comenzó sus exitosas campañas (hablaremos de esta importante figura más adelante). Por lo tanto, los francos fueron ganando terreno hasta que derrotaron a los avaros definitivamente en el 795 de nuestra era.
Muchas batallas se lucharían desde entonces entre los eslavos y los francos en las marcas orientales del imperio carolingio, pero hablaremos de ellos más adelante.
Tenemos un muy fiel testimonio de los usos guerreros de eslavos y avaros en el “Strategikon”, del emperador Mauricio. En esta obra se analizan uno a uno los diferentes enemigos del imperio bizantino. Sobre los eslavos, el emperador escribió que vivían en poblados cerca de los ríos, protegidos por bosques. Que cuando iban a la guerra, se equipaban mayoritariamente con jabalinas y grandes escudos oblongos. Muchos portaban pequeñas hachas como arma secundaria, y la masa de guerreros era seguida por pequeños grupos de arqueros, que usaban arcos cortos y flechas menudas y envenenadas. Sólo los nobles disponían de caballería, equipándose entonces con arco en lugar de lanzas. Sin embargo, Mauricio no los describe como guerreros ansiosos por cargar contra el enemigo. Por el contrario, en campo abierto, los eslavos se dedicaban a amagar distintos ataques, hostigando con arcos y jabalinas, intentando un asalto serio a la línea enemiga sólo en caso de que éstos se desordenaran. Eran muy vulnerables a la disciplinada caballería bizantina, aunque si los combates se producían en el interior de los bosques, los eslavos eran invencibles. También, desde las costas del Adriático, los eslavos se convirtieron en peligrosísimos piratas.
Aparentemente, los eslavos no estaban a la altura de los ejeŕcitos bizantinos, pero su elevado número hacía que sus invasiones fueran muy difíciles de parar por los imperiales. Sin embargo, cuando los avaros llegaron, complementaron peligrosamente los ejércitos invasores. El “Strategikon” describe a los avaros como un pueblo cuya única preocupación era la guerra. Eran expertos jinetes y allí donde iban llevaban su campamento móvil: manadas de caballos y tiendas tipo “yurta”. Estaban equipados con lanza y arco, siendo hábiles con ambas armas. Como todos los pueblos túrquicos, los avaros eran hábiles herreros. Muchos disponían de hermosas armaduras de láminas de metal unidas a ropas de cuero, y los nobles también protegían igual a sus caballos. En la batalla, Mauricio describe que usaban un sofisticado sistema de tres mandos independientes, uno de los cuales solía dedicarse a rodear al enemigo fuera de su vista. A pesar de saber usar la lanza para cargar y de disponer de estribos, los avaros preferían ganar la batalla a distancia con sus arqueros montados, reservando para el último momento la carga, y sólo para un enemigo considerablemente debilitado. Debido a su movilidad, era difícil trabar batalla con ellos hasta que no quisieran, y para entonces, probablemente ya hubieran dispuesto tropas a la retaguardia del enemigo. Además, no dudaron en enrolar tropas de los pueblos que dominaban: infantería eslava y algunos jinetes búlgaros, que por la época sí estaban especializados en las cargas de caballería.
Las listas para representar los ejércitos descritos en este artículo son:
III-1) Eslavos tempranos.
Esta lista presenta tres opciones. La opción a) representaría a los eslavos del norte, los “venetos” descrito por los romanos. La b) representa a lo que podría ser el reino de Samo después de la desaparición de los avaros. La c) es la de los eslavos del sur, tema de este artículo. Consta de un general de Cv, los nobles eslavos, o bien Ax, nobles a pie. Luego hay nueve peanas de Ax, que representa a los valerosos guerreros tribales, y dos peanas de Ps, que representan a los arqueros montaraces con flechas envenenadas.
III-13) Avaros
Esta lista tiene dos opciones. La a) representa al pueblo avaro a su llegada a Europa, y también a los ejércitos avaros después de ser derrotados en Constantinopla y perder el control de la mayor parte de las tribus eslavas. Por lo tanto, esta lista sólo tiene elementos montados. El general y nueve peanas más con Cv, representando así la capacidad de los avaros de luchar a distancia o cuerpo a cuerpo. Por último, hay dos peanas opcionales: 2Cv, que representarían más jinetes avaros, o bien 2LH, que representarían a los ágiles lanceros búlgaros, aliados durante algún tiempo.
La opción b) representa a la confederación ávaro-eslava. Hay cinco peanas de Cv, incluido el general, que representan a los avaros. Luego hay dos LH, que representan a los lanceros búlgaros, y luego, Ax y Ps, que representan a los eslavos.
Essex y Minifigs tienen gamas para estos ejércitos, pero seguro que hay más por ahí.
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El imperio bizantino I 476-626
miércoles, 10 de diciembre de 2008
Saludos. Con este artículo comenzamos un viaje en el que recorreremos paso a paso el primer milenio de nuestra era, deteniéndonos allí donde sea necesario. Hoy hablaremos de la primera época del imperio bizantino, de cómo luchó para sobrevivir a un mundo que desaparecía.Situémonos antes un poco. Bizancio, la antigua colonia griega situada en el estrecho que comunica el Mar Negro con el Mediterráneo, fue reformada y prácticamente reconstruida por un emperador romano llamado Constantino, a principios del siglo IV, y fue rebautizada como Constantinópolis (Constantinopla), la “Ciudad de Constantino”. El objetivo de Constantino era llevar la capital del imperio hacia el este, pues las principales amenazas al imperio provenían de allí: los sasánidas en Oriente y los pueblos nómadas indoeuropeos (sármatas) y mongoloides posteriormente (hunos) , que emergían sin cesar de las estepas euroasiáticas. Además, muchos pueblos germanos emigraron hacia el este, donde se mezclaron con los sármatas, al tiempo que otros presionaban las fronteras occidentales.
La situación en las fronteras del imperio se hizo cada vez más insostenible, y así, a la muerte del emperador Teodosio, en el 395, éste decide formalizar la división del imperio, que ya casi se producía de “facto”. Su hijo Honorio recibió el imperio occidental, con capital en Roma, y Arcadio el oriental, con capital en Constantinopla. En estos momentos, la infiltración de tribus germanas en el terriotorio imperial, en el ejército, y la ubicación de generales germanos en los mandos es muy profunda. De hecho, Honorio, demasiado joven todavía, queda al cuidado, por orden de su difunto padre, de un general germano llamado Estilicón.Durante el siglo V, centrándonos ya en la mitad oriental del imperio, comienza una desesperada lucha por la supervivencia. Es el siglo de los hunos, cuya irrupción provocó un movimiento de las tribus germanas que habían emigrado hacia el este, ahora dirigido al sur, es decir, hacia los Balcanes. Hunos, ostrogodos, gépidos... se lanzan contra las fronteras del imperio oriental.
Las fricciones entre el imperio occidental y el oriental se encuentran en un punto álgido a mediados del siglo V. Roma, controlada cada vez más por germanos, juega a una ambigua política hacia los “foederatti”, que ya son parte inextirpable de los ejércitos de ambos imperios. En el oriental, los godos provocan varias revueltas e intentan usurpar el poder, presuntamente con el beneplácito de Roma. Sin embargo, aquí es donde comienza la diferenciación definitiva entre ambos imperios. La población del Oriente mantenía una fuerte identidad helenística, que la presencia de los germanos no consigue permear. De modo que se toman muchas medidas de importancia.
En el 451, el imperio oriental reclama y ocupa para sí las fronteras de Iliria, territorio crucial en la defensa de los Balcanes. Poco después, comienza una reforma sutil del ejército. Con ánimo de diluir la presencia de germanos en las tropas del imperio, que no podía prescindir de ellos, deja de alistarlos por tribus como “foederatti”. Por el contrario, son alistados como mercenarios a título individual, y repartidos por todo el ejército bajo el mando de oficiales imperiales.
Mientras todo esto ocurría en el interior, se seguía luchando contra persas y hunos. Los graves problemas internos del imperio oriental llevaron a hacer pactos con ambas partes, a menudo no demasiado buenos para los bizantinos, pero que les dieron un respiro. Pagaban mucho otro a Atila con tal de que las incursiones hunas cesaran.
Otro problema interno era provocado por las distintas ramificaciones que estaban brotando del Cristianismo. Ideológicamente, los emperadores orientales eran vistos como autoridades civiles y príncipes de la Iglesia simultáneamente. Pero las distintas herejías debilitaban este papel: monofisitas, arrianos, ortodoxos... El Cristianismo era casi el único vínculo que quedaba en el imperio occidental. La unidad religiosa era el camino para la unidad estable dentro de cada imperio. Así, ambas partes llegaron a importantes acuerdos en los concilios de Nicea (325), Éfeso (431) y Calcedonia (451). Pero dentro del imperio oriental, las cuestiones cristológicas seguían provocando divisiones, que se trasladaron a los partidos políticos, los partidos del Circo, que ya se identificaban con diferentes colores (azules, verdes, albos, etc.). Los emperadores de esta era se apoyaban ambiguamente en una u otra facción religiosa, lo que provocaba disensiones, y alejamiento de las provincias donde las facciones que no apoyaban al emperador eran mayoritarias.A la muerte de Atila, en el 453, su kanato se descomponte, y los ostrogodos entran a saco en el imperio oriental. Éstos, con gran astucia, consiguen ayuda de los guerreros isaurios de Anatolia, y así rechazan a los ostrogodos.
En el 476, Odoacro , rey de los hérulos, depone al último emperador de Roma, y con el apoyo de Zenón, el emperador de Bizancio, gobierna como patricio. Sin embargo, Zenón era astuto, y vio la oportunidad perfecta para deshacerse por fin de los ostrogodos. Les convence así para que marchen a Italia, a guerrear contra Odoacro, a quien vencen en el 488. De este modo, el imperio oriental sobrevive a la caída de Roma, y consigue que sus causantes se maten entre ellos. Comienza por lo tanto, la verdadera historia del imperio bizantino.
Antes de seguir, hay que aclarar que los bizantinos, aunque habían optado por el griego como lengua del estado en perjuicio del latín, se denominaban a sí mismos “Imperio de los romanos”. Es decir, ellos ERAN el imperio romano, y perdurarían en el tiempo hasta el siglo XV. El término “imperio bizantino” no se acuñaría hasta el Renacimiento.
Bien, después de la marcha de los ostrogodos, una nueva dinastía subió al poder: los justinianos. Justino I la inauguró. Su carrera hacia la dignidad imperial comenzó en el ejército. Brillante militar, hizo frente a ataques de ostrogodos y de los persas sasánidas. Sin embargo, Justino I no tenía los conocimientos necesarios para convertirse en hombre de Estado, de modo que tuvo que rodearse que un equipo de asesores muy capacitados. Uno de ellos se llamaba Flavius Petrus Sabatius, y era su sobrino. Justino lo adoptó como hijo, y le dio el nombre con el que pasaría a la Historia: Justiniano.Justino murió en el 518, y Justiniano tomó el poder. Derogó una ley que le impedía casarse con una mujer de clase social inferior y desposó a una mujer apasionante, una personalidad fuerte y singular, y que jugó un papel fundamental en la política de Justiniano. Hablamos, por supuesto, de la emperatriz Teodora. Bailarina y artista circense, su pasado provocó un escándalo en la corte. Pero Teodora deslumbró a todos con su capacidad. Justiniano y Teodora heredaron muchos problemas, pero el emperador tenía una idea muy clara de lo que hacer con el imperio que había heredado. Dos ejes vertebraron su política: recuperar todos los territorios del imperio romano de occidente y propagar la fe ortodoxa como única y verdadera. Frente a él, los sasánidas presionaban su frontera oriental, y los eslavos, pueblo del que hablaremos en nuestro siguiente artículo, comenzaban a llegar a los Balcanes, desplazando a la población “romana” y empobreciendo enormemente la provincia. Hacia el oeste, los nuevos reinos germanos en África, península itálica y península ibérica.
Por lo tanto, el emperador pactó con el rey persa una paz un tanto desfavorable para él, pero que le permitía estabilizar las fronteras orientales. Hecho esto, lanzó a sus ejércitos por el Mediterráneo, al mando de dos generales míticos: Belisario y Narsés. Una pequeña fuerza desembarcó en el reino norteafricano de los vándalos, que se habían adueñado de la provincia romana africana. En pocos meses, los vándalos fueron expulsados. Lo mismo ocurrió en Córcega, Cerdeña y el sur de la península ibérica, donde cruzaron aceros con los visigodos. Sin embargo, el mayor reto de Justiniano fue la reconquista de Italia de manos de los ostrogodos. El ejército imperial desembarcó en Sicilia en el 532, pero tardaría casi treinta años en gobernar la península. Todas estas campañas tuvieron, además, la dificultad de que los reyes persas no respetaron el acuerdo de paz, y aguardaron a que los bizantinos tuvieran muchos frentes abiertos en el oeste, para irrumpir de nuevo y arrebatarles más tierras. Finalmente, una nueva paz indefinida se firmó en el 562. Los persas aumentaron sus territorios, y Justiniano se comprometía a detener las conversiones dentro del territorio persa, pero, a cambio, éstos renunciaban a la costa del Mar Negro.
Y dentro de sus fronteras, Justiniano y Teodora trataron de reestructurar el imperio para hacerlo más fuerte. Para empezar, trataron de acotar el poder de los grandes terratenientes. La propiedad de la tierra había caído con los años en manos de un reducido grupo de nobles, y esto dificultaba el comercio, y ponía en peligro la estabilidad del imperio, ya que el emperador debía apoyarse demasiado en ellos para obtener recursos y tropas.
También reorganizaron las fronteras. Como novedad principal, los gobernadores de dichos territorios, que hasta entonces sólo tenían autoridad civil, recibieron también competencias militares. Cada provincia debía disponer de un ejeŕcito propio y móvil, adecuadamente preparado. Esta reforma fue el germen de los “themas” o provincias militarizadas, protegidas mediante ejércitos “themáticos”, que veremos en la próxima entrega de esta serie.
Justiniano también cuidó el comercio, y ya que las Ruta de la Seda pasaba por Persia, intentó abrir otros caminos, sobre todo desde el Mar Negro. También envió agentes comerciales al Mar Rojo y estableció puestos en la costa oriental de África.
Pero no podemos dejar de mencionar también la importante tarea de recopilación de leyes en el Código de Justiniano. Éste fue un valioso códice legal que, en latín, reunía todas las leyes anteriores. Sin embargo, Justiniano prosiguió la tarea con nuevas leyes, escritas, ahora sí, en griego.
En cuanto al cristianismo, el emperador apoyaba abiertamente a los ortodoxos, que eran mayoría en el continente europeo, pero debía hacer precarios equilibrios políticos para no llevarse mal con los monofisitas, que se extendían por Próximo Oriente y Egipto. Hubo muchos sangrientos conflictos entre ortodoxos y monofisitas, y esas inestabilidades llegaron incluso a los partidos políticos del circo (ya sabéis: verdes, azules, albos y rojos). Justiniano sobrevivió por los pelos a una revuelta que se inició en dicho recinto mientras él estaba allí. Conocida como la revolución “niká”, puso al emperador contra las cuerdas. Ya tenía las maletas hechas cuando Teodora le hizo recapacitar y volver al palacio. La revuelta se cerró con un baño de sangre, pues Justiniano los encerró en el circo y metió al ejército dentro.Pero, después de una vida compleja y agotadora, el emperador falleció en el 565. En gran parte había cumplido sus objetivos, pero los ciudadanos del imperio habían pagado un alto precio por ello. Había causado fracturas religiosas que se volverían insalvables, y que, cuando seis décadas más tarde, los árabes irrumpieran en el imperio, le costarían cara. Sin embargo, vivió para conocer una de las mayores amenazas a las que sus descendientes harían frente. En el 558, una embajada de un kan desconocido de las llanuras llegó a Constantinopla. Para ojos inexpertos, podrían ser tomados como hunos, o más bien como sus descendientes, los utrigures. Pero su impedimenta era distinta, y sus armaduras y armas... Aquel fue el primer contacto con el kanato avaro. Este pueblo, expulsado de sus llanuras centroasiáticas por los feroces turcos, habían avanzado hacia el oeste, aprovechando el vacío de poder que la caída de los hunos había dejado en esta época. Llegaron a las tierras al norte del Danubio, y sometieron a muchas tribus eslavas. Y, cuando estuvieron listos, asaltaron los territorios imperiales, entrando por los Balcanes. Los eslavos formaban la infantería, y sus amos avaros, una excelente caballería que tuvo en jaque a los ejeŕcitos bizantinos durante décadas. Aunque hablaremos de este pueblo estepario en próximos artículos, podemos decir de ellos que no sólo eran grandes guerreros, sino que también se les daba bien la política. Siempre dispuestos a frenar una incursión a cambio de un pacto ventajoso y bien pagado, los avaros fueron también utilizados por los bizantinos para presionar a los francos, el nuevo reino germano que rápidamente crecía en el oeste.
Mauricio I sucedió a Justiniano. A Mauricio se le atribuye la redacción de uno de los textos militares más importantes: el “Strategikon”. Fue el texto básico de los generales bizantinos hasta el siglo XI, y en él se describe el equipamiento, tácticas, entrenamiento y organización de los cuerpos de caballería del ejército, y también tiene descripciones de los enemigos del imperio: avaros, francos, bereberes, persas, etc. A todos ellos hizo frente este gran emperador, pero las continuas guerras desembocaron en numerosas revueltas dentro del imperio, y Mauricio no pudo mantener las conquistas de Justiniano. A su muerte, comenzó la descomposición de los territorios occidentales. Sus sucesores tuvieron que pagar frecuentes y costosos tributos a los kanes avaros para que dieran media vuelta, pero también en numerosas ocasiones, los avaros y los eslavos arrasaron el norte de los Balcanes e incluso las costas del mar Adriático. La audacia de estos ejércitos alcanzó su cénit en el 626, cuando un enorme ejército equipado con grandes máquinas de guerra puso sitio a la capital, Bizancio. El enorme sistema defensivo, con muros sucesivos a distintas alturas, cerraba el istmo al norte de la ciudad. El ejército avaro-eslavo superaba los cien mil combatientes, y lanzaron terribles asaltos contra los defensores. Combinando ataques por tierra y por mar, el emperador, que por aquel entonces era Heraclio, vio como su imperio se tambaleaba. Sin embargo, el ataque por mar fue repelido por la eficaz flota bizantina, y los piratas eslavos huyeron a tierra despavoridos. En la persecución, las tropas bizantinas llegaron también a tierra y el pánico comenzó a propagarse por el campamento de los asediadores. Sergio y Bonos fueron los artífices de la victoria militar, y salvaron sin duda el imperio para la posteridad.
Después del asedio fracasado, el poder avaro se dispersó, pero los eslavos , como los serbios y los croatas, que descendieron de los Cárpatos, se quedaron, y transformaron la demografía y sociedad de la región de los Balcanes.
Y mientras los bizantinos luchaban a vida o muerte contra los avaros, en Arabia, un profeta comenzaba una expansión fulgurante. Nacía el Islam.
De las guerras de los árabes y los bizantinos tratará el siguiente capítulo de esta serie.EL IMPERIO BIZANTINO EN DBA
El reglamento incluye muchas listas para los bizantinos, pero las que representan el periodo aquí descrito serían las siguientes:
a) II/83, Romanos patricios, opción b). Éste representa a los ejércitos del último periodo de coexistencia de los imperios romanos occidental y oriental. La característica fundamental es la presencia de bárbaros luchando como “foederati” en el ejército, y una progresiva adopción de las tácticas de caballería de sus enemigos. Sobre todo, los hunos influyeron enormemente, y los jinetes equipados con arco fueron cada vez más frecuentes.
La lista tiene una peana de 3Cv o 3Kn como general, representando a los “Equites”, sobre todo de tipo lancero, al estilo germano. Luego hay una peana de 4Kn/3Kn. Los 4Kn representan catafractos y los 3Kn pueden representar más lanceros “equites”, o bien “equites” de tipo arquero acorazado, como los que ya se verán en los ejércitos bizantinos siguientes. Otras dos peanas de LH pueden representar a los “Equites Illiricani”, con jabalinas, o los “Equites Sagitarii”, con arco. Y en la infantería, encontramos peanas de 4 Bd, que representan a las legiones, compuestas en su mayoría por germanos entrenados al estilo romano, y peanas de 4Ax, que representan a las últimas tropas regulares romanas, tipo Auxilia Palatina, equipados con escudos, “spatha” y jabalinas. Por último, hay opciones de cambiar algunas Ax por Wb, que representarían a otros “foederati” luchando bajo el mando de sus propios líderes tribales, y por último, una peana de Ps, que puede representar a los “exculcatores”, feroces tropas de infantería ligera.
b) III/4. Bizantinos tempranos. Esta lista tiene dos variantes, y representan a los ejércitos bizantinos tras la caída de Roma. Los ejércitos se basan en la evolución de la caballería regular romana hacia el jinete tipo arquero acorazado, equipado también con lanza, capaz de cargar o de luchar a distancia. Éstos eran los “boukellaroi”. Otros cuerpos de jinetes estaban formados por los “equites” reformados. Se llamaban “kavalloroi”, y la evolución de sus tácticas marcan la división entre las opciones a y b de lista III/4, ya que podían luchar en formaciones de distinta cohesión.
La opción a) tiene dos peanas de Cv, siento una de ellas el general, que representan a los “boukellaroi”. Luego cinco peanas que pueden ser LH o Cv. Esta opción representa la flexibilidad de comportamiento de los “Kavallaroi”, cuyos jinetes iban parcialmente protegidos y estaban equipados con arcos. Luego hay una peana opcional de Kn (jinetes germanos)/LH (caballería mauritana) o 3Ax (eslavos). Por último, llegamos a la infantería: dos peanas de 4Bd, que representan a lo que queda de las legiones, los skutatoi, con muchos germanos entre sus filas, pero con mandos romanos; y los Ps, que representan a los guerreros isaurios de Anatolia.
La opción b) es muy parecida, pero las 5 peanas de Cv ya no tienen la opción de ser LH. Esto representa un cambio de táctica, más agresiva y decisiva. Luego, la peana de Kn puede desmontar como Sp o Ax. Esto representa a los jinetes germanos equipados con lanza, que podían desmontar y cubrir a la infantería bizantina contra caballería enemiga.
III/17. Bizantinos Mauricios. Esta lista representa la reorganización de los ejércitos según las indicaciones del "Strategikon". Es un ejeŕcito realmente espectacular.
Para empezar, el ejército tiene entre cuatro y seis peanas de 6Cv, que representan la evolución de los "boukellaroi". Combatían en densas formaciones mixtas, con la primera fila de caballería acorazada equipada con lanzas (recordemos que en el "Strategikon" se menciona por primera vez en Occidente el estribo), seguida por la caballería de arqueros acorazados. Estas densas formaciones son flanqueadas por caballería ligera equipada con arco, que están representadas por las peanas de LH (se llamaban "flanqueadores", y hay entre tres y cinco posibles). Se incluye también una peana de Kn, que representa caballería goda, y la opción de quitar algunas caballerías por dos peanas de skutatoi (4Bd) y dos de isaurios (2Ps).
En mi opinión, Essex tiene la mejor gama de bizantinos del mercado, y la de Mauricio es verdaderamente bonita.
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