Xoso nos ofrece este reportaje fruto de su viaje por Túnez. Esperamos que este sea el primero de una serie de artículos sobre lugares de interés histórico. Recordad que podéis participar con artículos tanto sobre DBA, como de Historia. Todas las colaboraciones son bienvenidas.
Con motivo de mi reciente visita a Túnez, y entre tanto viajecito por el desierto y visitas a camellos y bereberes (esos parientes lejanos que los vascos tienen en el sur), no podía dejar de visitar dos de las ciudades en ruinas mejor conservadas del antiguo imperio romano: Bulla Regia y Dougga. Dado que de Dougga estaréis aburridos de oír hablar (y el que no lo esté, que se interese más por los documentales de historia), centraré este artículo fotográfico en la primera de ellas.
Empecemos por el principio: Bulla Regia era un antiguo asentamiento del norte de África ya durante los años de auge del Imperio Cartaginés que llegó a darse de tortas con Roma por el control del Mediterráneo occidental. Durante la II Guerra Púnica, Escipión el Africano conquistó este asentamiento cartaginés, que luego pasó a estar bajo dominio del rey numida Massinissa. Con el tiempo, Bulla Regia volvió a manos romanas, y se vio grandemente beneficiada (junto a buena parte del norte de África) por las recompensas de Julio César en pago por haberle apoyado durante la guerra civil que enfrentó al gran Julio contra Pompeyo. Así, durante el s. I d.C., Bulla se convirtió en un Municipium y su población fue adquiriendo progresivamente la ciudadanía romana, llegando a designar libremente a los magistrados que la representarían ante el Senado Romano.
En el siglo II, bajo el reinado del emperador Adriano, la ciudad obtuvo el estatuto de colonia, con lo que la ciudadanía romana de sus habitantes se vio completada. El asentamiento vivió un gran auge durante los inicios del siglo III, cuándo fueron construidos la mayor parte de los edificios públicos, con la voluntad de satisfacer los deseos de la clase aristocrática de la zona, que gozaba de una excelente posición económica gracias al cultivo masivo del olivo (que todavía se puede observar tanto en la zona como por todo Túnez) y la producción de aceite de oliva.
Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, la ciudad fue atacada y saqueada por el pueblo de los Vándalos, y más tarde reconquistada (junto a buena parte del Norte de África) por el general bizantino Belisario. Bulla Regia vivió una segunda época de esplendor bajo la égida de Bizancio, lo cual se refleja en los mosaicos de calidad legados de esta época. Posteriormente, sería conquistada por los árabes durante la gran expansión de estos.
Actualmente, al igual que sucede en Dougga y otros grandes lugares de interés arqueológico, como Egipto, la mayor parte de la antigua ciudad de Bulla Regia permanece todavía bajo tierra. De hecho, aproximadamente en torno al 65% o más de la antigua ciudad todavía no ha sido desenterrado, y más de lo mismo se puede aplicar a Dougga. ¿La razón? Simple y llanamente, el gobierno tunecino no dispone de fondos para acometer nuevas excavaciones, por lo que los trabajos de los arqueólogos avanzan lentamente. Tan sólo cuándo llega alguna partida de dinero procedente de organismos culturales internacionales se puede dar un impulso importante al ritmo de las investigaciones.
Pero en fin, centrémonos ahora en la propia visita. Para acudir al lugar, la tropa de valientes exploradores salió de su hotel en Hammamed en torno a las seis de la madrugada, y después de un viajecito en mini-bus de tres horas nos plantamos en el lugar. Antes de nada quiero pedir disculpas porque buena parte de las fotos presentan la molesta fecha y hora en un margen, y es que no me di cuenta de quitarle la opción a la cámara hasta bien entrada la mañana.
Tras adquirir las entradas por el módico precio de cuatro dinares por cabeza (unos dos euros y medio) y atravesar la puerta de entrada al recinto, (flanqueada por una bandera tunecina a cada lado) enfilamos una pequeña calle, con las ruinas de las cisternas romanas a la izquierda y las termas a la derecha. La callejuela va a dar directamente a una importante calzada romana que antiguamente conectaba la ciudad con Dougga y Cartago, y por suerte este tramo se encuentra en bastante buen estado de conservación.
Como en las cisternas no se puede ver gran cosa, que digamos, es preferible entrar en el gran edificio que alberga las antiguas termas de Julia Memmi, que obviando los techos y recubrimientos marmóreos de las paredes, presentan un buen estado de conservación. Merece la pena recordar la enorme importancia de las termas en las antiguas ciudades romanas, pues no sólo eran lugares destinados a la higienge o el esparcimiento de los ciudadanos, sino también un importante centro para reuniones, donde a veces se fraguaban destacadas conversaciones y acuerdos políticos.
Tras deambular un rato en el interior de las termas, salimos del edificio y tomamos la calle con rumbo norte. Después de contemplar los restos de la Casa del Tesoro, que sólo conserva su parte subterránea, llegamos a la zona rica de la antigua ciudad romana. En las cercanías se encuentra un montículo, desde cuya cima pueden obtenerse excelentes vistas de las dos grandes casas patricias completamente excavadas hasta el momento: la Casa de la Nueva Caza y la Casa de la Pesca.
Tras descender a duras penas de la pequeña colina (había llovido bastante los días anteriores y la tierra estaba toda mojada) el guía nos invitó a entrar en la Casa de la Nueva Caza, probablemente la mejor conservada de toda la ciudad. En este punto, es necesario comentar un aspecto muy importante de las casas patricias de Bulla Regia, que las hace prácticamente únicas en el mundo romano. Las grandes residencias, dispuestas en torno a un gran patio central, se dividían en dos niveles distintos: uno a la altura de las calles y otro subterráneo. El primero de ellos se utilizaba como residencia de verano, y el segundo para el invierno, pues mediante la colocación de tubos de arcilla en su parte superior se obtenía un excelente efecto aislante. Obviamente, los pisos subterráneos presentan un grado de conservación mucho mejor que los de la superficie, mostrando algunas habitaciones con su estructura casi intacta.
Patio subterráneo y algunas de las estancias interiores. Aunque la mayor parte de las paredes están desnudas, se han conseguido recuperar algunos recubrimientos. También se conservan, bastante bien, algunos de los mosaicos del suelo.
Tras abandonar la Casa de la Nueva Caza, nos dirigimos un poco hacia el norte y visitamos otra gran residencia patricia (que por cierto no sale en el cutre mapa adjunto al principio). Se trata de una lujosa casa originaria de alrededor del siglo IV, que luego fue ampliada y engrandecida durante la época bizantina. De hecho, los mejores mosaicos conservados son precisamente bizantinos. La casa también presenta un nivel subterráneo, aunque resulta pequeño comparándolo con la suntuosidad de la Casa de la Nueva Caza.
Las calles de la zona rica de la ciudad están bien conservadas. Algunos tramos están flanqueados, en vez de construcciones, por jardines donde florecen llamativas flores de color azul. Se cree que ese mismo tipo de flores ya crecía allí en tiempos del Imperio Romano, pues cuántas más se arranquen, más fuertes y grandes crecen las siguientes.
Dirigiéndonos más hacia el norte, entramos en el sótano de la famosa Casa de Anfítrite, llamada así en honor del personaje femenino homónimo, perteneciente al grupo de las Nereidas en la mitología grecorromana. Esta lujosa residencia alberga los mosaicos más hermosos y mejor conservados de toda la ciudad y, posiblemente, unos de los más bellos de todo Túnez. Destacan especialmente el del "Triunfo de Venus" y el retrato del posible fundador de la casa, ambos gustosamente fotografiados por un servidor.
Tras salir del lugar, nos aproximamos hacia las viviendas destinadas a los esclavos y sirvientes de las familias patricias, situadas todavía más al norte del asentamiento, y que tampoco salen en el mapa. Al contrario que las versiones lujosas de sus señores, estos edificios eran lógicamente de carácter funcional, con gran cantidad de pequeñas dependencias para los dormitorios de sus habitantes.
De camino hacia el Teatro se encuentran las ruinas del Forum, el Capitolio y el Mercado, no demasiado bien conservadas y todavía a medio excavar. El antiguo Templo de Apolo sí corrió algo más de suerte, y presenta un aspecto un poco más reconocible, con el olivar de fondo.
Y ahora toca hablar del Teatro. Aunque no se puede comparar al colosal Anfiteatro de El Djem por su grandeza y majestuosidad, ni al propio Teatro de Dougga (mejor conservado) sin duda el Teatro de Bulla Regia es toda una pequeña reliquia. Situado justo al lado de la importante calzada que comunicaba la ciudad con Dougga y flanqueado al norte por algunas casas, es junto a las Termas de Julia Memmi la ruina más grande de la zona. A su lado también estaba situado un pequeño templo de Isis de época romana tardía, del que apenas quedan restos.
En un pequeño receptáculo de la puerta principal de entrada está situada la clásica estatua de emperador romano, de cabeza intercambiable para poder hacer las modificaciones pertinentes cada vez que un emperador nuevo subía al trono sin necesidad de fabricar una estatua nueva. En esta ocasión, ocupa el lugar de honor el Imperator Bilbainus Joseba I.
Por razones de limitación de hosting nos hemos visto obligados a "mutilar" el artículo de forma inexcusable limitando el número de fotos. Si queréis leer el artículo en toda su extensión y disfrutar de todas las magníficas fotografías de Xoso podéis hacerlo en su mensaje en el foro de La Armada.
Paseo por Bulla Regia
viernes, 18 de enero de 2008
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