Saludos. Hoy hablaremos del famoso reino de Lidia, del que Herodoto en su Historia nos cuenta muchas cosas. En efecto, este autor de Halicarnaso dedica buena parte de su primer libro a este valeroso pueblo y a su rey más famoso, Creso, que luchó contra Ciro el Grande en un intento de detener la expansión del imperio persa.
Lidia ocupaba a mediados del siglo VI a.d.C. la parte noroccidental de la actual Turquía, desde el Mediterráneo hasta el río Halis. Era un reino muy rico y su capital, Sardes (la que luego quemaran los jonios en su revuelta contra los persas) era una ciudad próspera y hermosa. Los lidios eran grandes mercaderes, disponiendo de un lujo con el que los demás pueblos no podían ni siquiera soñar. Herodoto nos cuenta muchas cosas curiosas de sus costumbres, como, por ejemplo, que las profesiones se organizaban en gremios, y cada gremio pagaba tributo al rey para hacer y mantener obras y monumentos. Curiosamente, las mayores sumas las aportaba el gremio de meretrices. Las muchachas casaderas se prostituían para hacerse su dote. Una vez habían ahorrado suficiente, se casaban y dejaban el trabajo.
También se nos dice que los lidios eran muy valientes, y los mejores jinetes del mundo. Habían desarrollado una caballería muy eficaz, siendo de los primeros pueblos en emplear una larga lanza para los jinetes para emplearla a la carga, en lugar de las habituales armas de proyectiles que empleaban los jinetes de otros lugares.
El rey Creso era el quinto de una dinastía comenzada por Giges, que asesinó a su rey Astiages instigado por la reina, para vengarse de una ofensa. Un oráculo predijo que al quinto descendiente de la dinastía de Giges le llegaría el pago por la traición de éste, como en efecto ocurrió. (Por cierto, lo de Giges fue en una ocasión la pregunta nº 12 en un programa del 50x15. Como veis, ser un friki a veces tiene premio). Se cuentan muchas cosas de Creso, de su sabiduría, su valor y, al mismo tiempo, su carácter cándido e inocente. En la obra de Herodoto se le presenta como un personaje bastante complejo y lleno de matices que no dejó indiferente a ninguno de sus coetáneos. En una ocasión, Solón de Atenas visitó a Creso. Éste, mostrándole la belleza de Sardes, el lujo de su palacio y su fortuna, le preguntó si no creía que el rey Creso era el hombre más feliz del mundo. Solón le contestó más o menos que hasta que la vida de un hombre no acaba, no puede juzgarse sobre este punto, ya que la suerte cambia de un día para otro. Creso se quedó disgustado y despidió a Solón, pero este episodio le salvaría la vida en su momento. Otra vez, Creso decidió conquistar a los pueblos de las islas del Egeo cercanas a Lidia y comenzó a construir una flota. Por aquel entonces recibía la visita de otro sabio griego (cuyo nombre no recuerdo), que observaba los preparativos de los lidios, y le dijo a Creso: “Oh, Creso, he oído que los isleños están reuniendo la caballería para marchar contra tí”. Creso sonrió, y respondió, sabiendo que su caballería era invencible: “¡Ay, sería el más feliz de los hombres los isleños vinieran con caballos contra mí!”. Entonces, el sabio le dijo: “Pues imagina lo felices que están sabiendo que son los lidios los que usarán barcos para marchar contra ellos”. Creso captó el mensaje del sabio, y decidió no seguir con su intento de ocupar las islas.
Creso tenía dos hijos: uno muy valiente, el mayor, y otro que era mudo. Un oráculo le anunció que el mayor moriría por una punta de hierro, y Creso ordenó que no hubiera armas cerca de él. Le obligó a dejar el ejército, y éste protestó. Por aquel tiempo Creso dio asilo a un hombre perseguido por otro rey, y le encomendó la protección del muchacho. Un día salieron a cazar, y por error, el hombre mató al hijo de Creso. Éste lloró amargamente por su querido hijo, pero perdonó la vida al hombre, que no obstante, se suicidó poco después. Entonces, intentó que su otro hijo siguiera los pasos del primero, pero una hablaba, hasta que otro oráculo le anunció que el día que su hijo hablara sería muy desgraciado para él.
El hecho de que Lidia ocupe tantas páginas en una obra dedicada a persas y griegos se debe a un motivo: el imperio persa estaba en plena expansión, ya que Ciro acababa de ascender al poder. Por aquel entonces, los persas seguían siendo un pueblo pobre y de costumbres sencillas. A Creso le llegaban noticias de la expansión de los persas, y esto le preocupaba mucho. Al final, decidió atacarles, para lo que buscó ayuda en las polis griegas, que en aquel momento no pudieron ayudarle mucho. Creso, no obstante, adoptó el modo hoplítico para la infantería de su ejército, ya que preveía que al cruzar el Halis, tendría que dejar su tierra llena de colinas y montes, y trabar combate a campo abierto. Con la ayuda de Tales de Mileto, construyó un canal que dividió en dos el caudal del río Halis, y lo vadeó hacia el este, adentrándose en el imperio persa. Los augurios (Creso era muy supersticioso) no eran favorables, y le aconsejaron que no lo hiciera, ya que los lidios eran muy ricos y si eran vencidos por los persas, éstos descubrirían su lujoso estilo de vida y ya no podrían deshacerse de ellos, mientras que los lidios no ganarían nada aunque vencieran a los persas. Aun así, Creso pensó que era mejor luchar contra ellos en aquel momento, antes de que siguieran aumentando su poder. También consultó al oráculo de Delfos, que le dijo que si atacaba a los persas, destruiría un gran imperio, lo que lo animó definitivamente a lanzarse contra Ciro.
Pero Ciro el Grande no se había ganado el sobrenombre en una tómbola. Sabiendo que la caballería lidia era temible, decidió emplear los camellos de carga como primera línea de ataque, ya que los caballos tenían miedo de ellos. La estratagema funcionó, en la batalla de los lidios tuvieron que desmontar y batallar a pie, pues los caballos se negaron a avanzar. Por ello fueron vencidos, retirándose rápidamente cruzando el río Halis hacia el oeste. Creso llegó a Sardes, comprendiendo que el oráculo de Delfos se refería a su propio imperio, no al persa. Entonces, pensando que ya estaba seguro, licenció a la mayoría de sus tropas para el invierno. Esto era lo que esperaba Ciro, que aprovechó el momento para penetrar astutamente en Lidia y llegar a Sardes. Aunque los ciudadanos lucharon valientemente, Sardes cayó. Durante la lucha, Creso peleaba en el palacio contra los soldados persas, cuando uno levantó el brazo para asestarle el golpe de gracia. En ese momento, su hijo el mudo gritó: “Detente, hombre, no mates a Creso”, cumpliendo el oráculo recibido sobre el día en que su hijo hablara.
Creso fue hecho prisionero e iba a ser quemado por Ciro, pero entonces se acordó de su conversación sobre la felicidad con Solón, y gritó que le gustaría pedir disculpas. Ciro le vio y pidió que le tradujeran. Creso le contó la historia y a Ciro le cayó bien, perdonándole la vida. Desde ese momento, Creso le juró lealtad, y cumplió su promesa, sirviendo no sólo a Ciro, sino a su hijo Cambises, que le sucedió en el trono, años más tarde. Creso se convirtió en un valioso consejero de Ciro, que siempre le tuvo en muy alta estima. Los persas estaban saqueando Sardes, y justo después de perdonarle la vida, Creso dijo a Ciro:” ¿Qué hacen tus soldados?”. Ciro le contestó: “Saquean tus tesoros, Creso, porque han vencido.”. Y Creso, sabiamente, le dijo: “No, Ciro, saquean TUS tesoros, pues ahora todo lo que hay en Sardes te pertenece.”. Ciro dio orden de detener los saqueos y la destrucción de inmediato, y de este modo, Creso salvó su amada Sardes.
Después de conquistar Lidia, los persas descubrieron el lujo y la opulencia de este valeroso pueblo, y esto contribuyó a cambiar su perspectiva de la vida, y la organización del imperio. Dicho de otro modo, los persas no hubieran sido lo que fueron si no hubieran conquistado Lidia. En cuanto a los lidios, Creso convenció a Ciro para que no matara o apresara a los jóvenes lidios (para evitar que se rebelaran y lucharan de nuevo contra él), sino que los reeducara como comerciantes y hombres de paz. Esta política fue adoptada desde entonces por los persas para los territorios conquistados. Por ello, décadas más tarde, en la época tardía de los persas, sus ejércitos tuvieron que ser de mercenarios procedentes de las fronteras del imperio (griegos, cálibes, escitas, etc.), ya que los habitantes del imperio no tuvieron acceso a formación militar.( ver post del imperio persa).
La lista que representa a los lidios es la I/50. En ella podemos ver que hay mucha caballería. Tres peanas son de Caballeros, siendo de los primeros en tener Kn a caballo, en lugar de Hch. También está la opción de Lch para el general, en lugar de Kn. Luego vemos dos peanas de Lh, y el resto es infantería. 4 peanas pueden ser Ax o Sp, representando la infantería lidia antes y después de la adopción del sistema hoplítico, y luego, y 3 peanas de Ps. Es una lista preciosa, con tropas muy contundentes. Los lanceros son un excelente muro contra todo tipo de tropa en campo abierto, o puedes usar Ax si esperas terreno difícil. En ambos casos, pueden ser apoyados por Ps para luchar contra montados enemigos. Los Kn son demoledores tanto contra caballería como contra infantería (excepto piqueros y Bw, ojo). Para las miniaturas, veo dos marcas: Magister militum tiene una gama de lidios bastante buena. Xyston tiene minis suficientes para representar a los lidios en otras gamas. Yo propongo: Hoplitas sin armadura para los Sp o Aux, (cambiando longitud de lanzas y poniendo escudo hoplita o pelta, según sea Sp o Aux.). Para la caballería, usaría la Paflagonian Light Horse para las LH (e incluso los Kn, ya que son muy exóticos) y la Paionian cavalry como alternativa a las Kn. Las minis de xyston vienen sin lanza, aunque vende la marca una bolsa con 50 lanzas de acero (las mejores del mercado). Cortando más o menos representaremos jabalinas para la LH o bien lanzas de caballería para los Kn.
Los lidios, señores de los caballos, y el rey Creso
jueves, 11 de octubre de 2007
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