A finales del siglo I a.d.C, el senado y el pueblo romano no parecía pasar graves apuros que amenazaran su supervivencia. Cartago había sido destruida hacía 30 años por Escipión Emiliano, al igual que Numancia, el último bastión de resistencia celtíbera. Las fronteras de la Galias, que mantenían una franja de territorio costero suficiente para comunicar por tierra la península itálica con la hispánica parecían estables y los pactos con los restantes pueblos itálicos eran respetados. Sin embargo, dos nuevos frentes a los que no se prestaba demasiada atención atenazaban a Roma, poniéndola al borde de su destrucción: por un lado, el conflicto sucesorio de Numidia, reino vecino de la provincia africana romana, y por otro, un misterioso pueblo que apareció de la nada desde el norte de Europa, llamados germanos.
En el reino de Numidia, que se había formado al haber sido destruida Cartago, con ayuda de Roma, se planteaba una disputa sucesoria entre los descendientes legítimos del primer rey númida Masinisa, y su nieto bastardo, el brillante Yugurta, que se las había apañado para conseguir el trono. Los demás herederos habían viajado a Roma y, sobornando a los senadores adecuados, habían conseguido que el senado se inmiscuyera en la cuestión sucesoria. Yugurta había viajado a Roma también, pero no consiguió sobornar a los adecuados, así que tuvo que huir rápidamente de vuelta a su país, y comenzó a preparar su ejército, ya que el Senado Romano le declaró la guerra. Pero esta vez, habiendo luchado codo con codo con Roma contra los celtíberos, comenzó a preparar sus númidas con tácticas y equipos al modo de las legiones, dispuesto a no ceder fácilmente y a vender caro su pellejo. Además, buscó ayuda de su suegro, el rey Boco o Bogus, de los mauritanos (lo que es actualmente Marruecos).
Los germanos ya habían destruido dos enormes ejércitos romanos. Estos ejércitos, formados por legiones tradicionales, se organizaban a partir de reclutamiento de propietarios romanos y de los aliados itálicos, pues eran los únicos con dinero suficiente para pagarse el equipo de soldado de la época, que consistía en sandalias, cota de maya, casco, un escudo grande y oval, lanza y/o gladius más una jabalina arrojadiza llamada “hasta” (que daba nombre a un cuerpo del ejército, los hastatii). Estos ejércitos, por lo tanto, se nutrían de un estrato social sumamente productivo, que mientras durara la campaña, dejaban de trabajar en sus negocios. Sorprendentemente, los germanos giraron grupas y retrocedieron después de destrozar a cada ejército, por lo que no parecían una amenaza inmediata. Al menos, eso pensaba la mayoría de los senadores, y, sobre todo, los patricios del senado, los nobles, que nunca llegaron a apreciar el terrible daño que la pérdida de cientos de miles de propietarios plebeyos suponía para Roma. Sin embargo, en el senado había un senador de origen plebeyo, pero muy rico, proveniente de los territorios itálicos, al que parecía haber pasado la edad para ser nombrado uno de los cónsules que se elegían cada año y dirigir ejércitos. Se llamaba Cayo Mario, y aunque ya había demostrado ser uno de los mejores soldados y líderes militares de Roma a lo largo de una vida dedicada al ejército, su falta de sangre patricia le había mantenido apartado de los principales puestos políticos.
Pero Cayo Mario sí vio el peligro que amenazaba a Roma. En el peor momento, tras perder cientos de soldados y equipos, dos frentes simultáneos se abrían. Cayo Mario se casó en segundas nupcias con una hija de Cayo Julio César, (el abuelo de “la criatura”, no el Julio César que todos conocemos) y así, consiguió ser incluido en el ejército del cónsul Quinto Cecilio Metelo, un patricio enemigo de Mario, que reunió tropas de propietarios suficientes para embarcarse hacia Numidia. Mario se encargaría de funciones logísticas, lo que se le daba muy bien. Además, contó con la ayuda de su amigo Publio Rutilio Rufo, también asignado a la campaña númida. Metelo comenzó la campaña pero pronto demostró no estar a la altura de Yugurta, cuyos movimientos siempre fueron por delante de él, y sólo la presencia de Mario y Rufo evitó el desastre del ejército consular. La guerra se estancó y Metelo pidió los poderes proconsulares para el año siguiente, ya que su mandato de cónsul terminaba en pocos meses. Mientras, en Roma, apoyado por la facción de Julio César, el nombre de Mario comenzó a sonar con fuerza para ser elegido cónsul el siguiente año. Metelo se enteró, y trató de retener a Mario en Numidia el tiempo suficiente para no llegar a presentar su candidatura, aunque no lo consiguió.
Mario fue elegido cónsul, y en una maniobra sin precedentes, consiguió que la Asamblea de la Plebe (el otro organismo que regía Roma, contrapuesto al Senado) censurara el mandato de Metelo al frente del ejército. Esto era grave, ya que normalmente el Senado se reservaba los poderes sobre las guerras externas. Metelo tuvo que volver a regañadientes, pero trató de fastidiar a Mario. Como las levas estaban a su nombre, tenía derecho a traer el ejército consular de vuelta a Roma, con lo que Mario, que pretendía seguir la campaña y terminarla rápidamente, se vio de súbito sin tropas que comandar. El ejército de Metelo fue reasignado a la defensa de las fronteras del norte, contra otra posible invasión germana. Sin embargo, Mario era un tipo muy especial. Todo esto ya había sido previsto por él. Conocedor de que ya no había propietarios suficientes en toda la península para organizar más legiones, comenzó una reforma histórica que levantaría ampollas entre los patricios, pero que salvaría a Roma e iniciaría el camino que conduciría a Roma a la conquista del mundo. Lo primero que hizo fue enrolar no a propietarios, sino a la clase más baja, improductiva y despreciada de Roma, el censo por cabezas (o proletarios, aunque no lo confundáis con “proletario” en su sentido actual): chulos, matones, bandidos, ociosos, aventureros… Malvivían en los arrabales y barrios populares de Roma de las migajas que el senado les daba, y sólo eran tenidos en cuenta cuando faltaba trigo, pues los senadores sabían que eran capaces de formar terribles revueltas, porque eran decenas de miles. Imaginaos la que se formó en el Senado cuando Mario reveló sus intenciones. Como esta clase no tenía dinero para pagarse el equipo, Mario aprovechó el tesoro de Roma para comprarlo y entregarlo a los soldados, junto a una paga como soldados profesionales, de la que se descontaba poco a poco el equipo suministrado.
El equipo, además, se estandarizó para toda las legiones. Desaparecieron los Princeps y triarii como cuerpo de lanceros. Todos los legionarios se equiparon con casco, cota de malla, gladius, escudo, pilum, puñal y capa para la lluvia. Es decir, Mario creó la figura del legionario profesional. Además, tendrían derecho a una parte el botín que se capturara. Y por si no fuera poco, el ejército se hacía cargo, mediante un fondo de compensación que salía de las pagas de los soldados, de los funerales de legionarios no muertos en batalla. Por lo tanto, Mario consiguió que enrolarse fuera atractivo, de modo que en un tiempo récord, consiguió reunir y entrenar a seis legiones totalmente nuevas.
También aprovechó la inexperiencia de los soldados para cambiar la estructura de mando. El manípulo, formado por dos centurias, se había quedado demasiado pequeño para ser efectivo contra la masa enloquecida y compacta de tribus bárbaras celtas y germanas, que habían sido los últimos enemigos de Roma, y desapareció, quedando como unidad táctica la cohorte, formada por seis centurias. Los mandos de adaptaron a esta nueva estructura. Las señales de mando tuvieron que ser modificadas, porque la mayoría de legionarios no sabían leer ni reconocer números, y se simplificaron. Además, Mario en persona diseño un estandarte que serviría de punto de reunión, portado por el mejor soldado del grupo: un águila de plata, (a que os suena), portada por el “aquilifer”. Por otro lado, Mario también previó el tipo de guerra que tendría que luchar en Numidia, una guerra de movilidad en un territorio inmenso, en el que Yugurta no sería encontrado si no deseaba serlo. Sistematizó la logística de su ejército, de manera que, si era necesario, las legiones podían organizarse de manera especial para marchar ligero. Cuando tal cosa ocurría, cada soldado cargaba con su cota, colgando de la cintura para distribuir su peso en la cadera; su gladius y puñal; el casco, que se había simplificado eliminando el penacho de crines de caballo; el escudo, que seguía siendo oval pero se había acortado hasta medir alrededor de un metro, con el único fin de poder cargarlo a la espalda y que no estorbara en los pies ni las piernas, y un palo con un hatillo en el que se disponían raciones para tres días de camino, productos para el cuidado de las armas y algunas herramientas. Los legionarios iban cargados pero el peso iba bien distribuido. Entre ellos, comenzaron a llamarse “las mulas de Mario”. Además, a cada grupo de ocho hombres se le asignó una mula, en la que llevaban los pila, más raciones de comida y ocho estacas, una de cada soldado, ya cortada y afilada para preparar el campamento cada noche. Además, cada centuria (ochenta combatienes y veinte no combatientes) recibió un carro de mulas con más equipo: tiendas, etc. Esta estructura dotó a la legión de una movilidad de la que carecía antes, ya que el transporte, al no estar organizado, dependía mucho de los medios personales que cada legionario pudiera aportar.
Por fin Mario invadió Numidia. Yugurta lo conocía bien y sabía que en una batalla campal no podría vencerle, así que, contando con la excelente caballería ligera de los gétulos, se dedicó a lanzar ataques sorpresas a las zonas habitadas donde los romanos pudieran abastecerse. Mario, a su vez, también fue atacando las ciudades númidas que fueran reservas de grano para el ejército de Yugurta. Los esfuerzos tácticos, políticos y estratégicos de Mario tuvieron como objetivo que el rey Boco de Mauritania se aliara con Yugurta. Aunque parezca absurdo, sólo esta alianza daría suficiente confianza a Yugurta para presentar batalla campal, el tipo de batalla rápida y definitiva que precisaba Mario. Al fin, Boco traicionó a Roma y se alió con Yugurta, y la batalla tuvo lugar. Las legiones marchaban hacia Cirta. Había anochecido y los romanos estaban terminando de construir su campamento, y de la nada surgieron Yugurta y Boco con sus terribles jinetes, que no usaban silla siquiera, y cargaron con sus jabalinas y largas y finas espadas, y asaltaron el campamento. Al principio, la batalla fue desfavorable para los romanos, pero una vez se hicieron con suficientes teas, la organización romana permitió reagrupar filas y cerrar huecos, y luego contraatacar. Al amanecer, los númidas se retiraron con bastantes bajas, pero sin perder el orden. Mario había sufrido muy pocas bajas, no obstante. Cuatro días después, volvieron a atacar por sorpresa, pero esta vez Mario ya lo esperaba. Ejecutando un despliegue de filas impecable a partir de una formación defensiva en cuadro, los romanos presentaron un formidable frente contra el que se estrellaron los númidas. Yugurta, desesperado, trató de mantener el combate más tiempo del adecuado antes de dar orden de retirada, y su ejército fue destruido, aunque Yugurta y Boco huyeron.
Desde ese momento, Mario, que había evaluado correctamente a Boco, contactó con él para que le entregara a Yugurta a cambio un tratado de paz con él. Boco accedió, y traicionó al rey númida, que terminó encadenado destino a Roma. Mario llegó a Roma victorioso, pero su mandato como cónsul no sería más que el primero de siete.
Sobre como Mario tuvo que marchar al norte a luchar contra los germanos tratará la segunda parte de este artículo.
Los ejércitos descritos en esta historia son: II/40 Númidas y moros tempranos, y la II/49, Romanos de Mario (nunca mejor dicho). La lista de Numidia consta de un gran número de elementos de caballería ligera, incluso para el general., y luego tropas ligeras armadas con jabalinas, que pueden ser representados por Ax o bien por Ps. Por último, hay una opción para incluir 1 elefante, y también un Bd. Esta peana representan los esfuerzos de Yugurta por entrenar en el modo romano a su ejército. Es un ejército de baja agresividad y terreno montañoso. Con los Ax puede dominar un campo con mucho terreno difícil, y la LH puede aprovechar los espacios abiertos que haya. Es un ejército muy bonito para pintar y jugar con él, por su alta movilidad. La lista de Mario es muy interesante si se compara con los ejércitos anteriores romanos, los Polybian Roman (II/33). Lo que vemos es que los Sp del polibian han desaparecido. Todos los legionarios de Mario son Bd. Por cierto, estas tropas lanzaban el pilum al enemigo antes de cargar con las espadas. Por ellos, las miniaturas podemos encontrarlas con pilum o gladius, pero tened en cuenta que los legionarios con pilum no se consideran Sp, sino Bd, su arma principal. Por otro lado, los equites alares (Cv) sigue estando presente, así como los Ps. Sin embargo, existe la opción para formar al general como Bd (un Bd general tiene +6/+4, una máquina de matar), y además puedes meter caballería ligera, que puede representar a aliados africanos en una época posterior a la campaña de Numidia. El alto número de Bd hace de este ejército una apisonadora, aunque contra ejércitos de mucha caballería y elefantes, puede llegar a pasarlo mal, ya que no es muy móvil. No obstante, cuanta con algunos Ps para apoyar a los Bd frente a montados enemigos. Corvus Belli tiene una gama EXCELENTE de miniaturas para representar a estos ejércitos. Y además, los soldados “Marian Roman” existen como tales, en una gama distinta a los Early Imperial Roman. Para que los reconozcáis, los Marian roman llevan cotas de malla y escudos ovalados
Cayo Mario I. Las nuevas legiones y la campaña de Numidia
jueves, 20 de septiembre de 2007
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1 comentarios:
El egocéntrico Sila capturó a Yugurta mediante un golpe de mano, aunque Mario se llevó la gloria, de la guerra de Yugurta, despreciando a un "afeminado" Sila, según el propio Mario.
Esto inició la rivalidad entre estos dos genios de la historia de Roma.
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