Las Cruzadas IV: Saladino y la Tercera Cruzada.

miércoles, 21 de abril de 2010

Saludos. Si habéis ido siguiendo esta serie de artículos, echaréis de menos la Segunda Cruzada. Lamentablemente, no tengo todo el tiempo que necesitaría para ir desgranando todos los temas en profundidad, de modo que sólo diremos sobre la segunda que se proclamó en 1145, 48 años después de la primera, con motivo de la caída en manos de los turcos Seljuk del condado de Edesa, que recordemos fue el primer estado cruzado en Oriente. Esta cruzada fue un fracaso. Los turcos dieron buena cuenta de los cruzados, y los que sobrevivieron llegaron a Jerusalén a duras penas, uniéndose a otra serie de desastrosas campañas lanzadas por el Rey de Jerusalén.

Bien, dicho esto, hablaremos ahora de una de las figuras más importantes de la Historia. Un hombre respetado por amigos y enemigos, un sabio y un gran general, posiblemente uno de los hombres más inteligentes de su época y que, al igual que Conan, “llegó a ser rey por sus propios méritos”. Se trata de Salah-al Din Yusuf, más conocido por estos lares como Saladino.

Salah-al Din nació en 1138, en Tikrit (en la actual Irak). Su padre se llamaba Ayyub, y luchaba al servicio de uno de los muchos gobernantes menores de Siria. Por algún motivo, Ayyub cayó en desgracia y marchó entonces a la corte del turco Zengi, señor de Mosul, y que a la sazón, acababa de conquistar el condado de Edesa. Ayyub y su hermano, Shirku, sirvieron lealmente a Zengi, pero cuando este murió, las luchas sucesorias se extendieron por sus tierras. Ayyub y Shirku tomaron partido por el hijo menor de Zengi, llamado Nur al-Din. La primera ver que Salah y Nur al-Din se vieron, el primero era un niño todavía que ya destacaba por sus aptitudes, mientras que el segundo ya era un guerrero experimentado y un hábil político. Probablemente Nur al-Din no dedicara más de unos instantes de atención al hijo de su general. Pero ninguno de los dos podría adivinar las repercusiones que tendría aquel encuentro en los siguientes años.

La familia de Ayyub tuvo suerte, pues apostaron al caballo ganador. Nur al Din ganó la lucha sucesoria, y la familia del todavía pequeño Salah-al Din fue recompensada por sus servicios: Ayyub se convirtió en el gobernador de Damasco. Shirku, en el comandante en jefe del ejército.

Bien, pasaron los años. Salah creció y estudió, destacando en Matemáticas, Teología y Astronomía. Al mismo tiempo, estaba cerca de su tío, y por lo tanto, cerca del ejército turco. Aquí tuvo la oportunidad de aprender su modo de lucha: el uso de los arqueros a caballo, las tácticas de caballería esteparia... Ningún detalle escapaba a su inquieta inteligencia. Mientras, Nur al-Din no dejaba de lanzar campañas contra los estados cruzados, convirtiéndose en una insigne referencia en el mundo islámico. Y no sólo estaba pendiente de los cristianos. Recordemos que, al otro lado del Sinaí, el califato fatimí se mantenía desafiante ante la ortodoxia religiosa que representaban los, ya únicamente representativos, califas abásidas. Egipto era todavía un país extremadamente rico, y también los cristianos no dejaban de medrar para apoderarse de él.

Pues bien, a su debido tiempo, en 1163, cuando Salah se convirtió en adulto y estaba listo para servir en el ejército, como por casualidad, llegó a la corte de Nur al-Din Shawar, antiguo visir del califato, depuesto por el nuevo visir, Dirgham. Recordemos que, aunque había un califa en aquel momento, llamado Al-Adid, era el visir, o Primer Ministro, quien gobernaba de facto. Debido a la fama del poder de Nur al-Din, Shawar le pidió tropas para recuperar su cargo. Nur al-Din supo enseguida lo que tenía que hacer. Llevaba mucho tiempo buscando la ocasión de entrar en Egipto, y Shawar le proporcionó un excelente “casus belli”. De modo que puso a su hombre de confianza, Shirku, al frente de un importante ejército, y lo envió a ayudar a Shawar. Salah acompañaría a su tío. Aquel día comenzó su leyenda.

Shirku no tardó mucho en deponer al enemigo de Shawar, y cuando éste tomó de nuevo e poder, quiso negociar la retirada de los turcos a cambio de dinero. Pero Shirku se negó. Tenía el permiso de Nur al-Din para decidir quedarse y conquistar el califato. Y Shawar, desesperado, se alió entonces con los cruzados, que también esperaban ansiosos una buena oportunidad para entrar con s ejército en Egipto.

El tío de Salah venció al ejército combinado cruzado-fatimí en una dura batalla en la que el propio Salah comandó el ala derecha. Tras ello, marcharon a Alejandría, donde la mayoría sunní les apoyaba (recordemos que los fatimíes eran chiíes) y se dispusieron a resistir un duro asedio. Nur al-Din atacó entonces desde el norte a los estados cruzados, y éstos tuvieron que abandonar Egipto. Finalmente, Nur al-Din firmó una paz con los cristianos que incluía la marcha de Egipto de Shirku y Salah. Shirku se sintió muy decepcionado, pues había estado a punto de lograr su objetivo.

Shirku intentó de nuevo conquistar Egipto cuatro años más tarde, y de nuevo las negociaciones de Nur al-Din con cruzados y con Shawar le impidieron quedarse. Sin embargo, la oportunidad definitiva llegó en 1168, cuando los cruzados, traicionando el pacto que tenían con Shawar, atacaron Egipto. Esto fue el fin del visir, ya que su alianza con los cristianos nunca había sido bien vista por la población. Esta vez, el propio califa tuvo que tomar las riendas. Al-Adid decidió pedir ayuda a Nur al-Din una vez más para expulsar a los cristianos y captuar a Shawar. En aquella ocasión consiguieron al fin hacer retroceder a los cruzados tras un combate indeciso y la posterior negociación. Shirku entregó en persona a Shawar al califa, que le condenó a muerte. En su lugar, nombró a Shirku visir del califato. Salah, mientras, atraía cada vez más miradas. Al año siguiente murió Shirku, y el propio al-Adid señaló a Salah al-Din como su sucesor. Así fue como un suní que debía lealtad al sultán turco de Siria se convirtió en visir del califato chií.

Pues bien, la elección de Salah no fue carente de controversia. Nur al-Din, tal vez consciente de que el sobrino era todavía más capaz que su tío, temió que adquiriera tanto poder. Presentó a un candidato más “controlable”, pero al-Adid se mostró inflexible. Salah al-Din se había ganado su confianza. La gente lo adoraba, y ante su nueva situación, el kurdo se comportó con dignidad, dejando todos los vicios, y tratando de corresponder al honor que le habían hecho.

Aquellos años fueron muy difíciles. Por un lado, en Egipto, las élites fatimíes estaban en contra suya por ser suní. Debía obediencia al mismo tiempo a dos señores, cada uno de diferente rama del Islam. Sufrió algunos atentados contra su vida, pero salió siempre ileso. Es de suponer que dormiría poco. Sufrió una terrible revuelta protagonizada por los soldados negros de los ejércitos fatimíes. Entonces, aprovechó para, una vez sofocarla, reformar el ejército califal, de modo que éste dejó de depender de los sudaneses y los mercenarios magrebíes para estar formado por tropas kurdas y turcas, absolutamente leales a él.

En ese momento comenzó una serie de exitosos ataques a plazas cristianas, que aumentaron su prestigio como líder islámico. Nur al-Din comenzó a temerse entonces que no podría controlar a su hijo indefinidamente. Después de todo, los estados cristianos separaban Siria de Egipto. Trató de reforzar su lealtad presionándole para que le asistiera en un asedio contra los Hospitalarios, con la amenaza de matar a su padre, pero Salah se retiró pronto. Nur al-Din le forzó entonces a desintegrar el califato fatimí como muestra de “sumisión” al califato abásida. Salah le dio largas, aduciendo que prefería esperar a que al-Adid muriera de forma natural. Esto ocurrió en 1171, y tras su muerte, Salah se convirtió en sultán de Egipto (nótese que “sultán” era un título que no tenía connotaciones religiosas, al contrario que “califa”), proclamando el sunismo como culto oficial de Egipto.

En teoría, Salah al-Din seguía siendo vasallo de Nur al-Din, pero en realidad, pronto se manejó de manera independiente. Comenzó a ampliar sus fronteras hacia Libia y llos dominios africanos de los almohades. También atacó y tomó parte de Yemen. Y continuamente se estuvo preparando para una posible invasión de Nur al-Din. Después de todo, sirios y cruzados le temían en aquel momento. Nada une más que un enemigo común. Y la verdad es que tal campaña se fraguó en 1174, pero el azar quiso que Nur al-Din falleciera antes de empezar. Su sucesor tenía sólo 11 años. Salah al-Din comprendió lo que debía hacer: reunió a sus tropas y se lanzó contra Siria.

Los defensores de la dinastía zénguida reunieron a sus tropas, y Salah se enfrentó a ellos en la batalla de Hama. Los derrotó contundentemente, y ya no tuvo más oposición. Con el “beneplácito” del califa-títere de Bagdad, Salah al-Din se convirtió en sultán de Siria y Egipto. Su reino rodeaba completamente a los estados cruzados. Su fama de hombre piadoso e invencible general le precedía. No tardarían entonces en empezar a temerle.

En los años siguientes se dedicó a reforzar sus dominios en Siria, en eliminar a los gobernadores y príncipes que aún se le oponían, y a extender su poder hacia los principados de Armenia y Kurdistán. A quien vencía, le obligaba a unirse a él en la “Guerra Santa” que parecía estar preparando. Incluso inició en 1175 una campaña contra la misteriosa secta de los Hashashin, pero la abandonó. Algunos cuentan que tomó la decisión tras despertar una mañana y encontrar una daga envenenada clavada en su cama con una nota de advertencia, sin que hubiera huellas el polvo de tiza con el que rodeó su cama, ni ningún guardia viera nada durante la noche.

Entre 1175 y 1180, Salah al-Din lanzó los primeros ataques a los estados cristianos: razzias, ataques por sorpresa. En 1179 ganó la primera batalla importante contra ellos, la del vado de Jacob. Pero finalmente volvió a establecer una tregua con ellos, pues sabía que no podía lanzar la guerra total que tenía en mente mientras no se asegurara el control de ciertas plazas en Mesopotamia, que le permitirán rodear completamente a los estados cruzados, al tiempo que mantener alejados a otros emires turcos que, desde Mosul o desde el sultanato de Rum, comenzaban a mirarle con desconfianza. De modo que en 1181 comenzó la conquista de dichas plazas, con enorme éxito. Tuvo noticias mientras de que los cruzados, en su ausencia, se dedicaban a saquear aldeas. Sin prisas, Salah se mantuvo fiel a su plan. Cuando ya sólo le quedaba Mosul por tomar, los turcos pidieron apoyo al califa de Bagdad para que convenciera a Salah al-Din de que levantara el asedio. Salah, ante el califa, les acusó de no luchar contra los cristianos, y de impedir que otros lucharan contra ellos. Le prometió que destruiría los reinos cristianos si los gobernantes zéngidas de Mosul no interferían. Finalmente, no la tomó, pero al menos se aseguró su neutralidad.

Por aquel entonces, Reinaldo de Chatillon, caballero franco, no cesaba de asaltar las caravanas sirias, violando la tregua con Salah. Se dice que en una de las asaltadas viajaba su propia hermana, aunque esto parece no ser del todo cierto. Se sabe que dirigió una flota corsaria que hundió un barco lleno de peregrinos con destino a La Meca. El caso es que Guido de Lusignan, rey de Jerusalén, sabía que Saladino no esperaría mucho más antes de lanzarse contra ellos. De modo que comenzó a reunir todo su ejército. Y en efecto, la respuesta de Salah al-Din se produjo en 1187. Atrajo a los cristianos, al mando de Guido, a una interminable marcha, evitando que usaran los pozos disponibles. . Medio muertos de sed, les plantó cara en la batalla de Hattim. En ella, provocó que los caballeros cristianos cargasen en el centro, y él dio instrucciones para que sus tropas se abrieran y les dejaran pasar. De este modo, los caballeros quedaron aislados del resto del ejército. Luego, un incendio provocado en las laderas del Hattim aisló a la infantería, mientras los arqueros montados turcos daban buena cuenta de los caballeros. Allí fue destruido el ejército cristiano. Sólo unos pocos caballeros lograron llegar a Jerusalén. Allí se dirigió Salah, y puso sitio a la capital de la Cristiandad en Tierra Santa. Allí, Balian de Ibelin, que había pedido permiso a Salah para entrar en Jerusalén y sacar a su familia, le pidió de nuevo permiso para romper su promesa y quedarse a defender la ciudad. Salah le liberó de su palabra. No obstante, a su debido tiempo, Balian capituló para evitar una masacre. Rindió la ciudad con condiciones el 2 de octubre de 1187. No hubo venganzas ni nada parecido a los desmanes que los cristianos cometieron cuando tomaron Jerusalén en la Primera Cruzada. Entró a orar en la mezquita de Al-Aqsa.

Así desapareció, ante el estupor de las cortes europeas, el reino de Jerusalén. Salah al-Din se convirtió en el más poderoso defensor del Islam, el que había devuelto la ciudad santa a los musulmanes.


LA TERCERA CRUZADA.

La conmoción que provocó la caída de Jerusalén provocó que en 1191 se lanzara una nueva cruzada con la intención de recuperarla. Esta cruzada amparó dos expediciones distintas: la de Federico I Barbarroja, emperador del Sacro Imperio, y la de Ricardo Corazón de León, rey de Inglaterra; Felipe Augusto, rey de Francia y Leopoldo, duque de Austria. El emperador fue por tierra, pero se ahogó cruzando un río, y su ejército dio media vuelta en Anatolia.

La segunda, en cambio, llegó por mar. Desembarcaron y pusieron sitio a San Juan de Acre. Se cuenta que Ricardo pidió a cada uno de sus soldados una piedra de la muralla. Para sorpresa de todos, tomaron la ciudad antes de que Salah al-Din tuviera tiempo para socorrerla. Después de su éxito, los otros líderes discutierono con Ricardo, y le abandonaron, dando media vuelta, de modo que se quedó solo. Ricardo avanzó y tomó Jaffa. Ejecutó a los que habían resistido sus asedios, para desprestigio de Salah al-Din, pues se dijo que éste retrasaba el pago del rescate una y otra vez. Además, con la ayuda de los caballeros Templarios y Hospitalarios, le venció en la batalla de Arsuff, terminando con el aura de invencibilidad que tenía Salah al-Din.

Ricardo incluso marchó hacia Jerusalén con su ejército, y venció al sultán en otra batalla, pero supo que con las fuerzas de que disponía, no podría mantener el asedio.

Para colmo, llegaron noticias de su país. Su hermano Juan Sin Tierra pretendía usurpar el trono, por lo que Ricardo se vio obligado a negociar con Salah. De modo que reconoció que Jerusalén seguía siendo musulmana, pero conseguía a cambio el paso franco a los peregrinos cristianos que quisieran ir a la ciudad. En 1192, Ricardo abandonó Tierra Santa, y fue capturado por Leopoldo de Austria, que lo retendría un año (tiempo en el que transcurre la historia de Robin Hood en el floclore inglés).

Salah al-Din murió al año siguiente. Sus descendientes gobernaron los territorios que habían conquistado, dando lugar a la dinastía ayyubí. Finalmente, el sultanato ayyubí fue depuesto por los mamelucos.

Salah al-Din será siempre recordado como un hombre justo y piadoso. Aparece incluso en la Divina Comedia, en el limbo, con otros Justos paganos, de donde no podía ascender al Cielo sólo por ser musulmán. A pesar de su religión, se convertiría en un ejemplo de caballero medieval por su moral, su piedad y su valor. También, fue sin duda uno de los mejores estrategas de su era. Reverenciado entre sus enemigos, incluso recibió un sarcófago de mármol desde el Sacro Imperio para que fuera enterrado en él.


SALADINO EN DBA.

La lista de los ejércitos de Salah al-Din es la IV/20, Ayyubid Egiptian. Esta lista refleja los ejércitos de Egipto desde que fue reformado por él tras la revuelta de los Zanj, o esclavos negros del sudán. Su ejército se basa en seis peanas de Cv, una de ellas general, que representan, a partes iguales, a mamelucos (tipo ghilmen, arqueros acorazados) y a la caballería kurda (lanceros acorazados). Después hay dos peanas de LH, que representan arqueros turcomanos a caballo; una peana opcional entre 3Ax (infantería kurda), 3Wb (ghazis o guerreros fanáticos religiosos) u Hd (mutawia, paisanos que luchaban por el botín y por la fe; dos peanas de Bw o Ps, que representan arqueros sudaneses, y una peana opcional de Ps (naffatum, o lanzabombas de mano) o LH (tropas beduinas).

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Podrías haber mencionado al rey leproso. Consiguió derrotar un par de veces a Saladino, creo.
Disculpa si el comentario te disgusta; me encanta el blog.

caliban66 dijo...

En absoluto. Me encanta que haya comentarios y sugerencias. Saladino da para un libro, pero yo no tengo tanto tiempo. Como al final venció en Hattim, he resumido, resaltando a Ricardo Corazón de León como el gran enemigo.

Malkavoran dijo...

lastima no continuaras con las entradas. exelente blog

NAPOLEONIC-SPAIN dijo...

dios q guapada de blog, es todo antiguedad no?

yo llevo un blog napoleonico pero me estoy flipando con esto.
por cierto alguien sabe una buena marca en 15mm de egipcios antiguedad y todo ese rollo me encantan

un abrazo.

http://napoleonic-spain.blogspot.com.es/

caliban66 dijo...

Napoleonic, disculpa por no haber visto tu comentario antes. Minis de 15 mm. de egipcios tiene Essex miniatures y Magister Militum. Te dejo un link con más links para suministradores.
http://www.fanaticus.org/DBA/Bazaar/minisources.html