Romanos vs Seleucidas

jueves, 29 de noviembre de 2007

Presentamos el primer informe de batalla en DBA Hispano. Y estrenamos a lo grande, con los ejércitos romanos de Polibio enfrentándose al poderoso Imperio Seleucida. Sin más demora os dejo con la narración de Caliban, espero que lo disfrutéis.

Por fin otro informe de las batallas que jugamos en Territorio Troll.
Esta vez fueron Polibyan Roman (Manu) contra Seleúcidas (un servidor).
El campo de batalla, desde mi punto de vista, (y desde donde están tomadas mis fotos), tenía una colina difícil en mi flanco derecho (flanco izquierdo de Manu), y dos colinas fáciles en las esquinas opuestas. Un camino quedaba en la retaguardia de Manu. Yo salí atacante. Manu desplegó muy bien. Sus Bd en el flanco izquierdo romano, cerca de la colina difícil. Luego puso sus Triari (Sp romanos) y la caballería en su flanco derecho, donde tenía mucho espacio para galopar libremente.

Tras estudiar su despliegue, puse mis psilois en el flanco derecho para avanzar rápidamente y ocupar el terreno difícil Luego formé el frente. De mi derecha a mi izquierda: elefantes, piqueros, caballeros, Carro falcado y caballería ligera en el extremo del flanco izquierdo. Los elefantes estaban en el extremo derecho porque supuse que Manu intentaría sobrepasarme por mi lado izquierdo. Por eso, si necesitaba maniobrar mi frente pivotando hacia la izquierda, los elefantes serían una carga muy pesada. Dejándolos ahí, podría dejarlos atrás, y no tener que gastar más PIP´s de los necesarios (mover elefantes vale 2 pips). Mi centro, hecho de piqueros y caballería, me venía muy bien para enfrentarme a los legionarios romanos. Por último, el carro falcado (que puede mover dos veces si carga en el segundo movimiento) y la ligera (500 pasos de movimiento) esperaba ganar por maniobrabilidad el flanco derecho de Manu.
En mi primer turno, gasté mis dos únicos PIPs en colocar los psilois en la colina (el primer turno, los psilois pueden moverse cuantas veces quieras mientras tengas PIPs). En los turnos siguientes los colocaría en fila, uno junto al otro. Con la colina en mi poder, escoltaría el avance de los elefantes.
Manu comenzó su avance magníficamente. Su frente era algo mayor, y rápidamente intentó desbordarme por su derecha, es decir, mi flanco izquierdo. Además, en su flanco izquierdo, decidió no avanzar su Bd y mantenerse alejado de los elefantes, pivotando, eso sí, hacia la colina. Los Bd lucharían con un +3 contra los Ps, lo que los convertía en una tropa respetable. Los Bd son algo más flexibles en terreno difícil que otras infanterías pesadas, como Sp.

Mi respuesta fue pivotar una peana de caballeros, el carro y la ligera hacia la caballería de Manu. Él, que ya se había posicionado estupendamente a pesar de que su centro había quedado algo retrasado, decidió aguardar a su infantería para formar un frente mayor que el mío.


Manu siguió formando su frente en su flanco derecho, y en su flanco izquierdo, avanzó sus Bd hacia la colina. Yo tuve en ese momento una buena tirada de Pips, y terminé de perfilar mi plan. En mi flanco derecho, avancé los elefantes hacia los Bd de Manu, que me ofrecían su flanco irresistiblemente. También pivoté mi centro hacia mi izquierda, para tratar de igualar mi frente al que formaba Manu.

En este flanco, el izquierdo, decidí adoptar una estrategia defensiva, mientras esperaba cargarme sus Bd de la colina con mis elefantes devoradores de PIPs y los psilois. Sin embargo, la posición extrema del cónsul romano me sugirió un experimento arriesgado, pero interesante. Llegado el momento, saqué tres pips, suficientes para mover los caballeros, el carro y la ligera. Podría haber retrocedido hasta el frente central de picas que venía detrás. Pero también, ya que todavía no estaba zoqueado, debido a que Manu estaba todavía formando su frente, tenía una última oportunidad de eliminar a su general. El caballero retrocedió hacia el frente, pero el carro falcado se estrelló contra el general romano, mientras los ágiles arqueros a caballo partos (LH) se deslizaban contra su flanco. Debido a los solapes, ambos estábamos +3 a +3, pero si le vencía al simple, el general moriría. Si yo perdía, el carro desaparecería (sin contar para las bajas), y mi ligera quedaría sola, donde posiblemente la perdería. Pero como mi plan B eran los elefantes, decidí que merecía la pena asumir ese riesgo antes de lanzar mis elefantes contra los legionarios.

Al final, el impacto de los carros pareció desorganizar a su caballería, que, sin formación, fueron presa fácil de los arqueros a caballo partos. El cónsul romano murió, decidiéndose la batalla a favor de los seleúcidas.

Alejandro. Capítulo III. Hacia los confines de la tierra.

Le ordenó conducir sus tropas al centro enemigo porque estaba el rey. “Si le damos muerte a él -afirmó-, el resto está hecho”.

La mañana del 29 de septiembre del 331 a.d.C., este pasaje de de la “Anábasis” no paraba de dar vueltas en la cabeza de Alejandro mientras se estiraba en el camastro de su tienda. El sol llevaba un buen rato en el cielo, iluminando la llanura de Gaugamela. Parmenio y sus hombres entraron en la tienda con las armaduras puestas. “Mi señor- le dijeron.- El ejército os aguarda”.
Alejandro se vistió sin prisa, y sus ayudantes el trajeron su armadura y su yelmo. Colgó su afilado kopis del cinto y salió al exterior. Parpadeó ligeramente deslumbrado por el sol. Ante él, su ejército de cuarenta mil guerreros abandonaba el campamento en perfecto orden y comenzó a desplegar según sus instrucciones del día anterior. Montó a Bucéfalo y salió con ellos. A los pocos kilómetros se detuvo. Darío ya había formado su ejército al otro extremo de la llanura. No le sorprendió, ya que había conseguido hacer creer al Gran Rey que atacaría de noche, y éste había mantenido en vela a la mayoría de sus tropas. Por otro lado, era el ejército más inmenso que había visto en su vida. Pero era lo que él quería. En lugar de una guerra de pequeños enfrentamientos, Alejandro dejó que Darío reuniera todas las tropas que le quedaban para intentar vencer de una vez por todas.

Alejandro había retornado desde Egipto con sus tropas en los meses anteriores, buscando un lugar adecuado para cruzar el Eúfrates. Darío había intentado enfrentarse con él en Cunaxa, donde el ejército de Ciro el Joven había sido derrotado por Artajerjes, tal y como describía la Anábasis. Sin embargo, Alejandro se movió más al norte, hacia Carrhae. Finalmente, Darío movió su inmenso ejército hasta las proximidades de la ciudad de Arbela, hacia la llanura de Gaugamela. Alejandro había aceptado la tácita invitación al enfrentamiento. Darío tuvo tiempo de rellenar la llanura, dejando el camino expedito para su caballería y sus carros falcados. Era el lugar ideal para aprovechar su superioridad numérica. Su caballería era 10 a 1 superior en número a la de Alejandro. El macedonio estaba perdido. En la llanura, Darío desplegó toda la caballería bactriana y escita en su flanco izquierdo, al mando del sátrapa Bessos. Su centro lo ocupó con una primera fila de carros falcados, y luego el grueso de la infantería: mercenarios griegos, kardakes, takabara… Una guardia de Inmortales le protegía directamente, mientras él, desde su carro, daba órdenes. En su flanco derecho puso a su numerosa caballería persa y meda, y arqueros a caballo de diferentes provincias. Desde su posición, Darío pudo ver el despliegue macedonio. De repente, una pequeña figura sobre un caballo negro recorrió el frente. Debía ser Alejandro arengando a sus tropas. Luego, la pequeña figura se reunió con el resto de sus escasos jinetes, y comenzaron a galopar. Pronto se levantó una nube de polvo que indicaba la dirección de su movimiento. Darío murmuró sus primeras órdenes, y así comenzó la batalla que decidiría el destino de todo el imperio persa.

Al anochecer, Alejandro volvía a entrar en su tienda, y sus sirvientes comenzaron a quitarle la armadura. Pero él apenas se percató de su presencia. Sus ojos tenían el brillo febril de la victoria, y su mirada andaba perdida en su memoria. Repasaba mentalmente el desarrollo de la batalla una y otra vez, cada movimiento, cada orden… “… y el resto está hecho”, murmuró para sí.
Había tomado el mando del ala derecha macedonia, donde situó todos los escuadrones de Hetairoi y el grueso de los jinetes tesalios. A la izquierda de estos, desplegó todos sus hoplitas mercenarios y caballería ligera agriana. A continuación, en el centro, desplegó a los piqueros. Pero como su frente era mucho más pequeño que el persa, tuvo que desplegarlos en media falange, reduciendo a la mitad el fondo de la formación. Y detrás del frente, dispuso otra media falange, con objeto de proteger la retaguardia. Sabía que si la batalla se prolongaba, terminarían rodeados, y era vital que aguantaran. En el extremo izquierdo, con Parmenio al mando, dispuso lo que le quedaba de falange y las tropas auxiliares de tracios y tribalos. Había dado a Parmenio la misión más delicada: darle tiempo para conseguir la victoria.

Entonces Alejandro inició la marcha. Toda la caballería comenzó a galopar abriéndose hacia la derecha, alejándose del campo de batalla. Los tesalios iban por delante, y los Hetairoi, detrás, y entre ellos, el escuadrón de Alejandro, que cabalgaba manteniendo un tenso trote observando a los persas. Desde su caballo, Alejandro vio como toda la caballería del ala izquierda persa se lanzaba hacia ellos, separándose del ejército, y el corazón le comenzó a latir en las sienes cuando vio lo que había estado buscando: en su movimiento de interceptación, la caballería dirigida por el sátrapa Bessos había abierto un hueco en el frente persa, y se podía trazar una línea directa hacia la posición de Darío. Porque ése era su plan. “…hacia el centro enemigo porque ahí estaba el rey…”-pensó.

Mientras, los carros falcados persas habían iniciado su mortífera carga. Precedidos de jinetes persas que arrastraban ramas para levantar polvo, la falange macedonia apenas tenía tiempo para maniobrar. Alejandro había adiestrado a sus tropas para que se abrieran. Según la Anábasis, los caballos se metían por los corredores creados entre la falange inofensivamente. Lamentablemente, el polvo impidió que todo el frente reaccionara igual. La mayoría de los carros pasaron por los pasillos que abrieron los piqueros, pero muchos otros se estrellaron contra las líneas y segaron cientos de vidas con sus guadañas. No obstante, los aurigas fueron rápidamente neutralizados, a tiempo para que la falange absorbiera el grueso del ataque de la infantería persa.
Al mismo tiempo, la caballería persa y meda del ala derecha persa se estrelló contra el frente de Parmenio, y como eran muchos más, superó el frente y un gran número de jinetes avanzó hacia el campamento macedonio. Sus órdenes eran, como comprendió Parmenio entonces, rescatar a la familia real. Movilizó entonces a su última reserva de jinetes tesalios para interceptarlos, pero aun así, los persas arrasaron y saquearon el campamento. Parmenio estaba en apuros, y envió un mensaje a Alejandro para que acudiera en su ayuda.

El tiempo pareció detenerse cuando la caballería escita y bactriana de Bessos cargó contra los tesalios. El corazón de Alejandro batió como un martillo cuando dio la orden: en una impresionante conversión, los Hetairoi de Alejando giraron a la izquierda casi al unísono y se lanzaron a un desesperado galope, pasando como una exhalación por el flanco de la caballería de Bessos. Aferrándose a su plan, Alejandro cargaba directamente al centro del frente persa, donde estaba Darío. “Si le damos muerte…”.

El frente macedonio aguanta una enorme presión, pero aguantó. La caballería de Bessos expuso su flanco derecho a los aliados griegos, que cargaron en falange, trabándoles durante largo tiempo. Parmenio, no obstante, y todo el frente de picas, a media falange, había agotado sus reservas y comenzaba a peligrar. Entonces Alejandro cargó como la furia de los dioses contra los Inmortales que protegían a Darío. Por doquier se escuchaba el terrible crujido de los xystoi al romperse en las cargas, y los gritos, ahogados en sangre, y los golpes secos, sordos, y el terrible crujido de los huesos rotos. En la confusión, Alejandro quedó a pocos metros de Darío. Si la Muerte hubiera querido elegir un rostro para aterrorizar a los hombres, podría sin duda haber escogido el de Alejandro en aquel momento. Consiguió empuñar una jabalina e irguiéndose sobre su montura, armó el brazo y la lanzó directamente hacia el Gran Rey. “el resto está hecho…”.
Durante los dos segundos, que parecieron una eternidad, en los que la jabalina recorrió la distancia de Alejandro al carro de Darío, éste palideció. Al fin, el proyectil se desvió, atravesando el corazón de su auriga. Esto fue demasiado para el Gran Rey, que de nuevo dio media vuelta al carro y huyó, dejando su ejército atrás. Aquello fue el fin de la resistencia persa. Bessos se enteró y dio orden de retroceder para cubrir la retirada del Rey. Por otro lado, la caballería persa y meda, al mando de Mazeius, que había llegado al campamento persa, se encontró con la súbita aparición de refuerzos macedonios provenientes del río. Rápidamente se replegaron, pero al retroceder, se encontró con Alejandro en persona y sus Hetairoi. Tras la huída de Darío, el mensajero de Parmenio le advirtió del peligro del flanco izquierdo, y decidiendo en segundos entre ganar un imperio o salvar su ejército, dio media vuelta y se lanzó a auxiliar a Parmenio.

La victoria en Gaugamela valía el imperio persa. Con Darío huido, Alejandro ya no tuvo oposición. Entró en Babilonia, que lo recibió como a un libertador, siguió hasta Susa, Ecbatana, Persépolis. Allí quemó el palacio de Darío en una tormentosa noche de borrachera y antorchas, aunque la destrucción de Persépolis (una de las pocas ciudades que Alejandro destruyó) parecía tener otras implicaciones políticas. Persiguió a Darío, no obstante, hacia oriente. Al final lo encontró moribundo, traicionado por sus generales. Alejandro los capturó y ajustició por traidores, y a Darío le dio el funeral de un rey.
Ahora era el nuevo Gran Rey. Sus tropas comenzaron a descubrir cómo era realmente Alejandro. Porque él no llegó como un conquistador. A diferencia de sus tropas, Alejandro no consideraba bárbaros a los persas, ni a ningún otro pueblo de los que conquistaría. Siempre encontró motivos de admiración en cada uno de los pueblos que dominaba. Su conquista le permitía poner en práctica el gobierno que tenía en mente. Un gobierno que uniera a los pueblos por encima de sus religiones y costumbres. Alejandro no aspiraba al dominio tiránico, sino a la universalidad, y dio muchas muestras de ello. Se tomó unos meses para organizar su imperio, dedicándose a asignar nuevos gobernadores y sátrapas a sus territorios, y los designó según su proceder o su fama, usando tanto a macedonios como medos, persas o egipcios. Alejandro buscaba la valía de cada persona. Este trato de igualdad, que incluso hizo que Alejandro adoptara algunas costumbres persas, era visto con repulsión por parte de los sectores más reaccionarios de su ejército, que consideraban a los derrotados como meros bárbaros indignos de ningún honor o reconocimiento. No obstante, le seguían con el mismo fervor. Era su rey, combatía con ellos, sangraba con ellos, y no había sido jamás derrotado. Además, los botines de guerra superaban todo lo que hubieran soñado jamás. Cada soldado llegó a tener la fortuna de un pequeño rey.

Poco después Alejandro inició si siguiente campaña. El mundo no parecía ser suficiente para él. Se dirigió hacia el río Indo, siguiendo los legendarios pasos del dios Dionisos, otra de las figuras míticas admiradas por él. Según la leyenda, Dionisos nació mortal, y llegó a adquirir condición divina a lo largo de sus viajes a La India. Por aquella época, estos territorios se estaban articulados por fortalezas aisladas donde vivían tribus enteras, y el resto de la tierra estaba vacía. Alejandro siguió fundando ciudades en lugares elegidos por él mismo. Por el camino atravesó Bactriana y la tierra de los Sogdianos. Tuvo que asediar y vencer a cada tribu y fortaleza, pero su voluntad era inflexible. En una de esas fortalezas, cuando se entregaron, le ofrecieron un espectáculo de danza. Entre las bailarinas estaba la hija del jefe de la tribu, Roxana, y Alejandro se enamoró de ella. Ante la indignación de los nobles macedonios, se casó con la hija de un bárbaro. Si le daba hijos, aquella salvaje sería la reina del Imperio de Alejandro. Esto los incomodaba más todavía. Sin embargo, Alejandro estaba muy seguro de su política de unión de pueblos. Incluso después de que se desbaratara una conspiración entre algunos de los Hetairoi más jóvenes para matarle. Finalmente, Calístenes, que educaba a los nuevos Hetairoi, fue hallado culpable de la conspiración. También le costó el pellejo a Filotas, hijo de Parmenio, ya que se había enterado de la conspiración pero no advirtió a Alejandro. Esto también obligó a Alejandro a tomar una terrible decisión. Parmenio se había quedado en Babilonia y se encargaba de los suministros. La muerte de su hijo Filotas podría hacer que también les traicionara, dejándoles en una situación muy precaria. Aquella misma noche, Alejandro mandó asesinar a Parmenio. Así comenzaba el lento despertar del sueño de Alejandro.

Tras una travesía difícil, llegaron a La India bordeando por la ladera sur las montañas del Himalaya. Lo primero que encontraron fueron las fortalezas de los estados montañeses hindúes. Alejandro fue sometiéndolas una a una. Frecuentemente, una vez tomada la fortaleza, la devolvía su anterior líder para que la siguiera gobernando si le habían jurado lealtad. Su política parecía decir: “ Por encima de ti y de mí, de tus dioses y de los míos, hay algo que nos une. Eso es lo que yo represento, y si me juras lealtad, si aceptas esta visión del mundo y respetas al resto de los pueblos, podrás seguir con tus costumbres y modo de vida.”. Sin embargo, si una vez juramentados le traicionaban, Alejandro no mostraba piedad.
Poco a poco llegó a las tierras bajas que circundaban el Indo. A cada paso descubrían nuevos animales y plantas. Allí había cientos de pequeños estados en estado perpetuo de lucha, y esto fue lo que él aprovechó. Aliándose con algunos reyes, luchó contra otros y los venció.

Uno de sus aliados fue el rey indio Onfis, al que juró apoyar en su lucha contra el rey Poros. Tomando un pequeño ejército de unos ocho mil soldados, se dirigió al río Hidaspes para trabar batalla contra Poros. Éste había formado sus tropas al otro lado. Tenía pesados carros de guerra, una nutrida caballería a las órdenes del hijo de Poros, miles de arqueros armados con enormes espadas a dos manos y contaba además con animales que los macedonios no habían visto en combate: elefantes de guerra.
Alejandro simuló durante quince días maniobras con gran estruendo de trompas y tambores, e hizo creer a Poros que esperaría a la estación seca para cruzar el río. Sin embargo, en una noche de tormenta, cruzó con su caballería y buena parte de la infantería, y dejó a Crátero en el campamento para que aguantara la posición. Poros se enteró y envió a su propio hijo a atacar, pero los Hetairoi destrozaron a los indios. Poros entonces formó para enfrentarse. El resto de su caballería la puso en ambos flancos, y en el centro, sus pesados carros y detrás, los elefantes. Mientras la caballería macedonia hacía frente a la india en ambos flancos, la falange se enfrentó al centro indio. Los carros de guerra se quedaron atascados en el barro, pero los elefantes cargaron enloquecidos contra los piqueros. Muchos macedonios murieron aplastados bajo los paquidermos, pero también acertaron a abrir pasillos para que los elefantes pasaran, y luego la caballería ligera y los hostigadores los rodearon, asaeteando a los conductores. Los elefantes perdieron el control, y salieron en estampida, causando daño tanto a macedonios como indios. Por fin, Alejandro y la caballería derrotó a la india, y cargaron contra los flancos del centro indio, decidiendo la batalla. La batalla de Hidaspes era la primera gran batalla campal después de Gaugamela, y Alejandro la ganó de nuevo brillantemente. Se dice que cuando el elefante de Poros se dio cuenta de que su dueño estaba herido, se agachó y con su trompa lo depositó en el suelo, e incluso intentó, para asombro de los macedonios, extraerle la jabalina que lo había herido. Finalmente, Alejandro reconoció en él a un gran hombre. Se juraron amistad eterna, y Poros siguió gobernando la zona. Regaló a Alejandro un gran número de elefantes de guerra, que acabarían usando, aunque con prudencia.


Y siguió adelante. Su ejército, la corte y la impedimenta conformaban una enorme columna. Sin embargo, aunque Alejandro no se cansaba, y se había fijado como objetivo llegar al Ganges, a las tierras gobernadas por los brahmanes, pero sus agotados soldados, que lo habían seguido por casi medio mundo, comenzaron a mostrar deseos de regresar. Alejandro les habló en distintas asambleas, y se dio cuenta de que les estaba perdiendo. Los macedonios habían dejado familias en su tierra, y tenían botines que gastar. Los monzones les atacaban los nervios. Morían de mordeduras de serpientes, de fiebres, de agotamiento…Aunque ahora disponía de muchas tropas persas entrenadas al modo macedonio, el joven Gran Rey tuvo que claudicar amargamente. Con el corazón roto por no poder llegar hasta el confín del mundo, decidió regresar, bajando el Indo hasta la costa, hasta el Océano Circundante. Según la Geografía que le había enseñado Aristóteles, dicho mar se comunicaba con el Nilo. Por el camino todavía quedarían ciudades que tomar y ejércitos que vencer. En el punto más oriental al que llegó, Alejandro erigió doce altares como testimonio de su paso. El camino hacia el mar fue a partes iguales emocionante y peligroso. Alejandro sufrió una grave herida de flecha mientras asaltaba una muralla que casi lo mató. Sus tropas, que durante unas horas lo dieron por muerto, cuando tomaron la ciudad mataron a todos, incluidos mujeres y niños. Ya no luchaban igual. Se habían vuelto impacientes y despiadados. Y por fin, llegaron al mar, donde Nearco construyó una flota. Ésta era insuficiente para transportar a todos, de modo que la expedición se dividió en dos. Así comenzó la penosa marcha de regreso a Babilonia.

Los ejércitos de Alejandro tras la conquista del imperio persa y La India cambiaron en cuanto a origen de las tropas. Aunque siguió recibiendo refuerzos de Macedonia, Alejandro mandó adiestrar tropas persas al modo macedonio, tanto para caballería como para infantería. Usó las magníficas cuadras persas de caballos niseanos, más grandes que los caballos griegos. También llegó a emplear elefantes. Por ello, en DBA tienen una lista diferente. Se trata de la II/15, alejandrinos imperiales. Hay dos peanas de Kn, que representan a los Hetairoi, aunque la segunda bien podría representar a los Xystophoroi persas, es decir, jinetes persas entrenados al modo de los Hetairoi. Hay una peana de caballeria ligera, que puede ser bactriana o agriana o de otra provincia del imperio. Luego encontramos las clásicas seis peanas de Pk. Entre estas peanas debemos encontrar piqueros persas. Se distinguen estas miniaturas porque llevan pantalones, al estilo medo, aunque llevan armadura de lino y yelmo helenístico. Los piqueros macedonios no llevan pantalones. Luego hay una opción para meter un elefante o bien, artillería como la que usó en sus numerosos asedios nuestro protagonista. El resto de las peanas son Ax y Ps, procedentes de cualquier región del imperio. Los Ax pueden tracios o incluso montañeses indios. Los Ps pueden ser arqueros caspios, que marchan junto a Darío, o de cualquier otra tribu conquistada por Alejandro.
También encontramos en DBA listas de todos los ejércitos indios a los que se enfrentó Alejandro. Son las listas II/1, Estados Republicanos Hindúes, que responden al ejército de Onfis, por ejemplo. Tienen carros pesados, caballería y algún Bd, y el resto son arqueros hindúes.
También está la II/2, montañeses indios, que representan a los ejércitos de las laderas de la cordillera del Himalaya. Tienen el mismo núcleo de generales sobre carros y caballería, y luego Ax y Ps hindúes.
Por último, II/3 Indios Clásicos, que tienen un montón de elefantes (¡tres peanas de elefantes!), carros pesados y algunos arqueros y auxiliares. Este ejército puede representar al del rey Poros.
Todas las marcas tienen tropas para los alejandrinos imperiales, pero Xyston tiene las mejores sin duda para los ejércitos indios y tardíos alejandrinos.

Alejandro. Capítulo II. La conquista de las satrapías occidentales.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Saludos. Nuestro joven rey acababa de desembarcar en Asia Menor, en suelo del imperio persa, con una fuerza de unos cuarenta mil soldados aproximadamente. La infantería por sí sola sumaba treinta mil efectivos, incluyendo los pezetairoi macedonios, seis mil hoplitas griegos y auxiliares montañeses ilirios y tracios. La caballería, además de los Hetairoi macedonios, contaba con caballería tesalia y caballería ligera mercenaria que servía básicamente de exploradores. Pero Alejandro no era un mero conquistador. En su expedición incluyó un enorme número de ingenieros capacitados para tender puentes y construir máquinas de guerra. También llevaba numerosos médicos. Cada guerrero macedonio era enormemente valioso y no podía permitirse perderlos por falta de asistencia. Enroló igualmente a filósofos, naturalistas e historiadores para que llevaran un cuidadoso registro de todo lo que descubrieran y encontraran en sus viajes. Entre ellos llevó a Calístenes, sobrino de Aristóteles e historiador personal de Alejandro. Además, encargó un enorme tambor, “El trueno de Queronea”, que hacía sonar durante la batalla al paso de su infantería.

Merece la pena que nos detengamos a analizar qué tipo de liderazgo ejercía sobre su ejército Alejandro. Desde que empezó su formación militar, compartió todas las incomodidades, fatigas y privaciones con sus soldados. Era capaz de llamar por su nombre a más de mil de sus guerreros, de saber si tenían parientes enrolados en el ejército, o si los habían perdido en acción. En combate, encabezaba su escuadrón de caballería en las cargas y era siempre el último en retirarse. Equipado con un llamativo yelmo de tres cimeras y plumas y crines de caballo, se le podía reconocer en cualquier punto del campo de batalla. En los asedios, iba siempre con el primer grupo que atravesara las murallas enemigas. No descansaba de la batalla hasta después de haber visitado a los heridos, y muchos de éstos fueron atendidos por Alejandro en persona, pues Aristóteles había hecho de él un médico competente. Esto provocaba en su ejército una admiración y abnegación sin igual, y una lealtad inquebrantable, a pesar de que muchos guerreros eran veteranos curtidos, y el joven rey tenía la edad de sus hijos o incluso nietos. Si Alejandro hubiera cargado contra las llamas del infierno, su ejército le hubiera seguido sin pestañear.
Junto a Alejandro marchaban sus generales: Filotas, Hefestión, Tolomeo, Casandro, el viejo Parmenio, padre de Filotas, Klito el “Negro”, Eumenes el griego, Seleuco, Crátero, Lisímaco… Tal vez os suenen algunos de estos nombres. Recordadlos, porque jugarán un importantísimo papel en esta historia.

Una vez en Asia Menor, el joven Alejandro comenzó a desarrollar su plan. Éste había sido esbozado por Filipo y perfeccionado por Alejandro. La estrategia de avance hacia el interior del imperio estaba condicionada por poder apoderarse de todos los puertos en manos de los persas. Éstos estaban situados en la orilla sur del Mar Negro y en la costa mediterránea de Asia Menor, Palestina y Egipto. Y esto era así porque la flota persa era enorme, y los macedonios no podían hacerle frente. Si se reorganizaba y cortaba las líneas de comunicaciones con Macedonia, el ejército estaría atrapado en Asia. Además, la flota podría mover ejércitos persas rápidamente y desembarcarlos donde les viniera mejor para cortar el avance macedonio. El inconveniente de la flota es que no podía permanecer mucho tiempo en el mar. Las trirremes y similares, como todos los barcos a remos, apenas tenían espacio para víveres. Una flota así, aunque llevara barcos de suministro, no podría estar más de unos días sin abastecerse en tierra. Por ello, la guerra contra la flota persa se libró en cada puerto.
El primer objetivo de Alejandro fue la costa sur del Mar Negro. Su ejército avanzó por el territorio sin oposición, aunque pronto detectaron a los batidores persas. Si recordamos del artículo de los persas, la paz de Kalias obligaba a los reyes persas a no desplegar su ejército real más al oeste del río Halis. Aunque la invasión invalidaba el tratado, la realidad era que los persas no estaban preparados. Por ello, la primera línea de defensa contra Alejandro fueron los ejércitos del sátrapa de Lidia y Jonia, Espitrídates, así como el de los gobernadores de Frigia y Panfilia . Dichos ejércitos contaban con numerosa caballería y al menos diez mil mercenarios griegos al mando de Memnón de Rodas, un brillante general griego al servicio del Gran Rey. Esto era muy habitual en las satrapías occidentales, ya que dependían de sí mismos para su defensa, y los hoplitas griegos eran muy valorados. Memnón, además, fue un hombre de honor, y cumplió con el Gran Rey hasta el final de sus días. Por encima de sus honorarios, estaba la palabra dada.

Los sátrapas persas y Memnón deliberaban sobre qué hacer. Memnón, que conocía el ejército de Filipo y Alejandro, lo vio claro. Los persas no podían contar con más de treinta y cinco mil guerreros, menos que Alejandro, y los refuerzos de Persia tardarían en venir. Por lo tanto, Memnón propuso retirarse dejando tierra quemada de por medio, hasta recibir estos refuerzos, y atacar a Alejandro cuando sus tropas hubieran pasado penalidades y todo estuviera en contra. Pero los sátrapas persas no se atrevieron a arrasar sus territorios. Subestimaron sin duda el poderío militar macedonio y confiaron en cortarle el paso en un emplazamiento favorable: la orilla este del río Gránico.

Alejandro estudiaba sus mapas y decidió avanzar rápidamente, intentando obligar a los persas a presentar batalla, y supuso correctamente que le estarían esperando en el Gránico. Cuando los macedonios llegaron a la orilla occidental, debieron quedar casi todos descorazonados. El río venía bastante crecido, y la orilla persa estaba formada por pegajosa arcilla roja en pronunciada pendiente. La orilla estaba vigilada por algunas tropas persas, y el grueso del ejército estaba acampado a algo más de medio kilómetro del río, en una pendiente que dominaba la zona. Pero Alejandro se mostró tranquilo y confiado en la victoria.
Esa noche, él y sus Hetairoi y caballería tesalia, ascendieron el curso y cruzaron a algo más de un kilómetro más arriba poco antes del amanecer, formando para la carga. Tal y como esperaba, fueron detectados y los vigías avisaron a la caballería persa, que se puso en movimiento hacia Alejandro. En ese momento, toda la falange macedonia se lanzó ordenadamente al río. Alejandro sabía que los ejércitos persas tardaban en reaccionar después de la noche, pues lo había leído en la Anábasis, debido al sistema con el que guardaban los caballos y sus arreos cada noche. Por ello, mientras la atención del ejército persa era distraía por dos puntos, la falange comenzaba a ascender, bajo una moderada lluvia de proyectiles, por la orilla opuesta del Gránico, antes de que el grueso del ejército persa pudiera llegar a las pendientes para defenderlas. Cuando la falange terminó de cruzar, sonaron las trompetas, y esa fue la señal para que Alejandro se lanzara hacia los persas. Espitrídates se puso al mando de la nutrida caballería persa que avanzó contra Alejandro, mientras los mercenarios griegos se enfrentaron a la falange.
Los Hetairoi y la caballería tesalia se lanzaron a la carga. El choque fue brutal, y Alejandro y sus generales no dudaron en trabarse con los generales enemigos. El joven rey buscó a Espitrídates y se lanzó desafiante contra él, hiriéndolo de gravedad. De este modo, al ver los persas que sus líderes caían, comenzaron a retroceder y fragmentarse, hasta que comenzaron a huir, perseguidos por los macedonios.
Mientras, los hoplitas mercenarios y la falange luchaban. Al grito de “Alalalai”, ambas falanges chocaron. Los piqueros bajaron las puntas de sus armas. Por contra, las primeras filas de hoplitas habían arrojado sus lanzas a los piqueros con objeto de abrir pequeñas brechas en su formación, para, espada en mano, lanzarse al combate, cortando las astas de las picas a mandoblazos. Los piqueros tuvieron que realizar un gran esfuerzo, y Parmenio, que mandaba las falanges, lanzó tropas auxiliares contra los flancos de los hoplitas. En un combate de empujes y retrocesos, los hoplitas tuvieron que reorganizarse y retroceder, pero su disciplina y profesionalidad estaban a la altura de los macedonios. Por ello, sólo la llegada de Alejandro por su retaguardia, que ya había vencido a la caballería persa, desequilibró la balanza a favor de los macedonios. Al final de la batalla, las tropas de Alejandro le aclamaban mientras él hacía revista e sus tropas montando a Bucéfalo, su amado caballo. Aquella era la primera victoria sobre los persas en su propio territorio, y había conseguido que ya no hubiera ningún ejército enemigo al oeste del Halis. Podía avanzar a su antojo. Y tenía entonces veintidós años.

Alejandro prosiguió con su plan. Una vez dominada la costa del Mar Negro, se lanzó contra las ciudades mediterráneas. Muchas de ellas se entregaron voluntariamente. Después de todo, era una zona culturalmente griega, y Alejandro usaba un astuta táctica de negociación, luego empleada por su tocayo Alejandro Farnesio al frente de nuestros tercios en Flandes: puño de hierro en guante de seda. Si las ciudades se rendían a Alejandro y prometían amistad, éste les permitía que siguieran gobernándose según sus costumbres, rindiendo pleitesía al trono macedonio. Sin embargo, si se resistían, Alejandro las asediaba inflexiblemente hasta tomarlas, y ésta capacidad militar, unida a su férrea voluntad, era el aval de sus negociaciones. Si traicionaban a Alejandro, él no mostraba piedad. A las pocas ciudades que presentaron mucha resistencia, Alejandro las asedió brillantemente. Su cuerpo de ingenieros construyó catapultas, torres de asedio, tanto en tierra como sobre barcos. En esta zona, Mileto y Halicarnaso fueron las más difíciles. Memnón de Rodas, que tras sobrevivir en el Gránico, llegó a Halicarnaso, dirigió la enconada defensa, pero finalmente fue vencido de nuevo en una desesperada carrera de ingeniería. Las tácticas de asedio macedonias merecen un artículo independiente, ya que tardaría mucho en describirlas adecuadamente, así que os remito a bibliografía especializada (o a que tengáis algo de paciencia hasta que escriba tal artículo).

El Gran Rey Darío III no había estado ocioso mientras Alejandro recorría la costa mediterránea de Asia Menor. Reunió un gran ejército con tropas de las satrapías orientales, y marchó con toda su corte a eliminar al atrevido invasor que osaba desafiarle. Alejandro ya había recorrido Licia para el otoño del 333 a.d.C, y estaba en territorio costero de Siria, cuando sus exploradores le avisaron: el Gran Rey había situado un ejército enorme a sus espaldas (casi doscientos mil efectivos), cortando su ruta de suministro. Darío esperó a Alejandro en la desembocadura del Pínaro, y éste volvió rápidamente sobre sus pasos y así comenzó la batalla de Issos, la primera vez que Darío y Alejandro se verían las caras.

Los persas tenían el mar en el flanco derecho, y allí colocaron el grueso de su caballería. En el centro dispusieron hoplitas griegos y lanceros kardakes, soldados regulares persas equipados al modo hoplita, e Inmortales, la guardia personal del Gran Rey, además de una gran masa de Takabara, o peltastas persas al estilo tracio, una tropa de infantería auxiliar. En el flanco izquierdo persa, al extremo del valle formado por la desembocadura, en un terreno que comenzaba a tener bastante pendiente, situó lo que quedaba de caballería y algunos carros de guerra pesados. La ubicación del ejército no era la adecuada para aprovechar su superioridad numérica. Además, el flanco derecho, que limitaba con el mar, era demasiado pequeño para que la numerosa caballería persa pudiera maniobrar.
Alejandro desplegó al grueso de los Hetairoi y jinetes tesalios en su flanco izquierdo, junto al mar. En el centro, situó a la falange, y en el flanco derecho, sobre el abrupto terreno, dispuso sus tropas auxiliares montañeses de tribalos, tracios y agrianos, en un terreno que les favorecía. Luego, mientras su ejército se aproximaba al lugar de la batalla, decidió reforzar su ala derecha desplazando hasta allí dos pequeños escuadrones de Hetairoi, a los que se unió él en persona.

Darío hizo avanzar a su caballería del flanco izquierdo, en terreno abrupto, en una maniobra envolvente, y se enfrentaron a los auxiliares de Alejandro. Los carros persas también atacaron, pero el terreno provocó que perdieran ímpetu o volcaran, de manera que el combate fue entre auxiliares y caballería.
Alejandro lanzó al resto de su ejército hacia delante. Antes de que la caballería persa pudiera reaccionar, había cruzado el río, y se lanzó a la carga. Los tesalios, en oleadas, fueron los primeros en contactar con los persas, sus Hetairoi maniobraban también buscando impactar en el punto más adecuado: el flanco de la caballería persa. Como un relámpago, los Hetairoi rompieron sus xystoi contra los persas, y en su brutal choque muchos jinetes persas cayeron, pero el combate tuvo que prolongarse, hasta que las formaciones se entremezclaron, y los caballos acabaron pisoteando una terrible e informe pulpa compuesta de una mezcla de carne, huesos, arena y sangre.

En el centro, mientras, los hoplitas mercenarios aprovecharon que los pezetairoi macedonios desordenaron su formación al ascender por las orillas del Pínaro, y cargaron en formación compacta, impidiendo que la falange recuperara su formación. Los piqueros tuvieron que tirar las picas y desenfundar sus espadas cortas. Fueron unos minutos angustiosos, porque toda la línea peligraba si no se reorganizaba. Crátero, que mandaba la infantería, tuvo que llamar a la reserva: los hipaspistas avanzaron entre las filas de piqueros y cerraron los huecos, el tiempo justo para hacer dar un respiro a los piqueros y que, con Crátero y los oficiales desgañitándose dando órdenes y blasfemando, formaran de nuevo. Cuando estuvieron listos, el grito de guerra sonó como un trueno: “¡Alalalai!”, y coreado por el fabuloso “Trueno de Queronea”. Fue la señal para que los hispaspistas rompieran la formación y se colaran entre las filas de piqueros, y todo el muro de picas cargó contra los hoplitas griegos. Con el combate igualado, la batalla por todo el campo pareció estancarse. Los persas tenían la ventaja de contar con más reservas, y fueron renovando los soldados de primera línea.

La batalla se prolongó todo el día, pero por fin, en el flanco derecho macedonio, Alejandro, sus dos escuadrones de Hetariori y los montañeses pusieron en fuga a la caballería persa, y se lanzaron contra el centro enemigo. Por su lado, Crátero había dirigido a los hipaspistas en un temerario avance por los flancos de la falange griega, y ésta tuvo que retroceder, mientras los macedonios avanzaban. Al fin, agotados dentro de sus pesadas corazas, los hoplitas mercenarios se dieron a la fuga, pero los Inmortales, formado escudo con escudo y con las lanzas en ristre, ya habían formado para el combate cuerpo a cuerpo. El choque de ambas líneas fue terrible. Los pezetairoi estaban exhaustos y cubiertos de barro y sangre, pero Crátero consiguió que siguieran agrupados. Entonces, desde el flanco llegaron los auxiliares y Alejandro, y la balanza se inclinó del lado macedonio. Alejandro, localizó el carro de Darío y galopó como un poseso hacia él. La imagen del rey, con su imponente yelmo, cubierto de sangre y gritando fue demasiado para Darío, que dio media vuelta y huyó. Los mercenarios griegos que se habían reagrupado detuvieron al grupo de Alejandro el tiempo suficiente para que Darío huyera. La batalla estaba ganada, no obstante, aunque Alejandro sufrió numerosas heridas. El colapso del centro persa provocó la estampida de la caballería del flanco derecho, cercana al mar, y los tesalios los persiguieron durante un buen trayecto.
El botín del campamento persa estaba más allá de los sueños más disparatados de los macedonios. Sólo en la tienda real, había oro para pagar cuatro ejércitos macedonios durante cinco años. Además, Darío había huido dejando atrás a su esposa, a su madre y a todo su harén. Alejandro las trató con deferencia exquisita, otorgándoles el rango que tenían, como si fueran de su propia familia.

La derrota de Darío dejó de nuevo el camino libre a Alejandro, quien prosiguió con su plan. Avanzó tomando todos los puertos del Mediterráneo. El más dificultoso fue el asedio de Tiro, en Fenicia (uff, esto es otro artículo). A modo de resumen, os diré que Alejandro ordenó hacer un dique desde la costa hasta la isla que era la ciudadela de Tiro, unos cuatrocientos metros de distancia, rellenando el mar con troncos y piedras, para llevar las máquinas de guerra hasta las murallas de la ciudad, todo ello mientras la flota tiria asaeteaba y quemaba dichas máquinas de guerra una y otra vez desde el mar. Tuvo que hacer el dique dos veces, pero su voluntad de hierro triunfó, y Tiro cayó.

Luego se dirigió a Egipto, donde fue muy bien recibido. Allí tendrían lugar dos acontecimientos principales: la fundación de Alejandría (la que hay ahora en Egipto, aunque en realidad es sólo una de la veintitantas alejandrías que fundó nuestro protagonista), perla del mundo helenístico, y su visita al santuario de Siva. Allí marchó Alejandro, y el oráculo le nombró Hijo de Amón, legitimando por lo tanto su domino faraónico sobre Egipto, que, por otro lado, deseaba sacudirse del poderío persa desde hacía tiempo.

Hacia el verano del 331 a.d.C., Alejandro había ascendido de nuevo hasta el Eúfrates, y planeaba ya su avance hacia Babilonia. Había cortado el acceso al mar a los persas, y se dirigía al corazón de su imperio, donde no podían esconderse de él.
Poco después recibió una carta de Darío. El Gran Rey lo ofrecía la paz, concediéndole los territorios al oeste del Eúfrates, a cambio de la devolución de la familia real. Sus generales, sobre todo Parmenio, insistió en que aceptara. Ningún griego ni macedonio había conseguido tanto. Pero Alejandro despreció la misiva, y respondió a Darío:“No me concedes más de lo que ya he tomado por mí mismo. En cuanto a tu familia, son mis huéspedes, no mis prisioneros. Ven a por ellos, y podrás llevártelos en paz”.
Alejandro sabía que no podría haber dos reyes en Asia. Si Darío no venía, iría él en persona a buscarle.

Los ejércitos persas de la época están representados por la lista II/7, Persas aqueménidas tardíos. En dicha lista encontramos una mayor presencia de Cv y LH que en los tempranos. Por esta época, los persas ya desarrollaron una caballería acorazada bastante competente, apoyada por numerosos arqueros a caballo bactrianos y sacas. Luego hay psilois, una opción para carros falcados y cuatro opciones para cualquier combinación de Sp o Aux. Los Sp representan hoplitas mercenarios griegos, lanceros egipcios o Kardakes persas, y los Aux representan a los Takabara persas.
Casi todas las marcas tienen una buena gama de persas aqueménidas tardíos: Magíster Mílitum, Xyston, Essex… Xyston vende una magnífica caja con este ejército con todas sus opciones.

Alejandro. Capítulo I. La forja.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Saludos. En el año 356 a.d.C. nacía un príncipe macedonio en una desapacible noche de tormenta. Hijo de Filipo de Macedonia y Olimpia, de cuyo linaje se decía que ascendía hasta el propio Aquiles, la pequeña criatura que lloraba impregnada todavía de sangre y trozos de placenta de su madre, en manos de la comadrona, cambiaría la Historia para siempre. En sus treinta y tres años de vida, aquel niño sería educado por su padre para ser rey y general, pero también sería discípulo del mismísimo Aristóteles. Sometería a Grecia y al mundo helénico y asaltaría Asia. Fundaría cientos de ciudades, sería nombrado Hijo de Amón en el santuario de Siva, resolvería el enigma de nudo gordiano, conversaría sentado en un tonel con otro gran filósofo, Diógenes. Tomaría Tiro, Halicarnaso y muchas otras. Babilonia, la Gran Prostituta, se rendiría a sus pies. Vería arder con el fuego sagrado de Zaratustra la propia Persépolis. Atravesaría las satrapías del imperio persa y seguiría hasta La India, donde descubriría animales nunca vistos ni imaginados por los sabios griegos. Finalmente, moriría en misteriosas circunstancias en Babilonia, y sus generales se lanzarían como alimañas sobre los rescoldos de su imperio, iniciándose así la era helenística, la expansión casi universal del pensamiento griego. Y todo ello en poco más de tres décadas.

Pero no vayamos tan deprisa, queridos lectores. Si queremos saber quién era Alejandro de Macedonia, no podemos entender su figura si no nos detenemos antes a saber dónde estaba Macedonia (ya que Alejandro, contrariamente a lo que se cree, no era griego), y, sobre todo, debemos conocer a su padre, Filipo.

Macedonia era un pequeño reino montañoso al norte de Tesalia, es decir, al noreste de Grecia. Limitaba al este con Tracia y al norte con la llanura escita. Poblado por pastores y campesinos, Macedonia era, ante los ojos de las polis griegas, un reino de bárbaros (es decir, extranjeros), con una lengua totalmente distinta a la griega. Los contactos griegos con Macedonia comenzaron a intensificarse durante las guerras del Peloponeso, ya que el conflicto llegó a las colonias griegas de la península calcídica, que limitaba con Macedonia. Los reyes macedonios se aliaron a veces con los atenienses y a veces con los espartanos.

La guerra entre las polis griegas se prolongó a lo largo de los siglos V y IV a.d.C., para beneficio del imperio persa, que mantuvo así la paz en sus satrapías más occidentales y su dominio sobre las ciudades griegas de la costa de la actual Turquía, es decir, las ciudades jonias.

Uno de los múltiples tratados de paz entre los bandos hizo que Filipo, siendo adolescente y príncipe de Macedonia, fuera como rehén a la ciudad de Tebas, que en aquel momento, era la más poderosa de Grecia. En aquellos doce meses, Filipo tomó contacto con el mundo griego, tan diferente al suyo. También pudo observar las tácticas de los ejércitos griegos, los diferentes tipos de tropas que fueron usando y su funcionamiento en el campo de batalla. Aquel mundo nuevo impregnó los sueños de Filipo, y, cuando volvió a Macedonia, ya no era la misma persona. Porque Filipo decidió que todo aquello debía ser llevado a su país. Además, adquirió la consciencia del peligro que corría el mundo griego de polis enfrentadas unas contra otras frente a un enemigo que ya había intentado la invasión una vez: el imperio persa. Filipo tenía la perspectiva suficiente para apreciar que había más motivos de unión entre las polis que de división, y que de aquella unión dependía el que la cultura helénica sobreviviera.

En el año 358 a.d.C., Filipo se convirtió en rey de Macedonia,, y pronto su política tuvo dos directrices básicas: la obtención de la hegemonía sobre los griegos, y la reforma de su ejército. Afirmando sus dominios sobre las minas de oro del Pangeo, Filipo inició una serie de reformas que cambiarían Macedonia: trajo ingenieros griegos que introdujeron técnicas de riego en los valles y escasas llanuras de Macedonia, aumentando el rendimiento de las cosechas, y comenzó a diseñar un nuevo tipo de ejército. Éste fue el ejército que heredaría Alejandro, y merece la pena que nos detengamos a analizarlo.

Antes de Filipo, los ejércitos macedonios se componían de tropas irregulares, montañeses a pie al estilo tracio y algunas fuerzas de caballería formada por lo nobles de la tierra. Filipo cambió esto aportando lo que no tenían: disciplina.
Con el respaldo del oro del Pangeo, Filipo profesionalizó el ejército. Por un lado, mantuvo la caballería formado por los nobles macedonios. Pero impuso en ella estructura, doctrina y método, consiguiendo escuadrones de caballería muy móvil, entrenada en tácticas de choque. Además, Filipo introdujo la formación en cuña. Con esta formación, los escuadrones de caballería podían cambiar de dirección rápidamente, y dirigirse a los puntos débiles de las formaciones enemigas. La caballería macedonia se armó con una larga lanza, llamada xyston, y una espada corta de hoja recta. No portaban escudos, apenas llevaban armaduras y no conocían los estribos, pero las cargas eran igualmente temibles. El xyston era largo y flexible, y no se usaba sosteniéndola bajo el brazo, (como los caballeros medievales, por ejemplo), sino que se sostenía con una mano y se usaba para apuñalar al enemigo a distancia mientras se seguía al galope. Tenía tendencia a romperse, por lo que el contrapeso del extremo posterior también era una punta. De esta manera, al romperse, podía seguir usándose como una lanza estándar. El mayor alcance del xyston daba una gran ventaja al cargar contra caballería enemiga si ésta usaba lanzas más cortas, como era el caso de las caballerías clásicas persas o griegas. Estos escuadrones de caballería recibieron el nombre de “Hetairoi”, o “Compañeros”, y bajo el mando de Alejandro, adquirirían fama inmortal.

Además, los caballeros, el otro gran cambio se produjo en la infantería. Filipo había observado la evolución de los hoplitas griegos: desde la época de las guerras médicas (479 a.d.C.), equipados con pesadas corazas, hacia un aligeramiento del equipo: las corazas se comenzaron a hacer de lino, y durante las últimas fases de las guerras entre polis, ni siguiera se usaban. Los hoplitas se habían aligerado, y Filipo decidió equipar con corazas metálicas a su infantería, para darles ventaja en el combate cuerpo a cuerpo. Como arma principal, además, no adoptó la lanza habitual. Filipo había visto en Tebas a los peltastas ificratenses. Esta tropa fue creada por el general mercenario Ifícrates al servicio de los persas, para la reconquista de Egipto. Los peltastas de Ifícrates llevaban el escudo en forma de media luna, el pelta, pero estaban armados con una lanza de 4 metros de longitud, que se blandía con dos manos. Esta lanza se alargaría un poco más en Macedonia, y se uniría al equipo pesado del soldado macedonio. Así nacieron los pezetairoi, los compañeros a pie, es decir, la famosa falange macedónica.

Las falanges de piqueros macedónicos se organizaban en unidades de 32 soldados de frente y 16 de fondo, capaces de dividirse en dos cuadros o sintagmas de 16x16 soldados. Estaban entrenados para marchar en modo abierto, con un soldado ocupando un cuadrado imaginario de un metro de lado, o y cerrar filas para las cargas, manteniendo el frente pero reduciendo el fondo a la mitad. Llevaban escudos redondos, pero debido a que la pica se blandía con dos manos, éstos se colgaban del cuello, por lo que su tamaño tuvo que reducirse.
En combate, las tres o cuatro primeras filas bajaban las lanzas, de longitud creciente, de manera que todas las puntas quedaban a la misma distancia, y las filas traseras aportaban “peso” a la formación. También podían formar de a ocho, formando medias falanges, para extender el frente, o quedar en 16x16, estando las últimas filas preparadas para girarse y formar un cuadro defensivo si la falange era rodeada por la retaguardia.

También se creó el cuerpo de hipaspistas, o “portadores del escudo”. Este regimiento de infantería parece haber tenido la función de enlace entre la posición retrasada de la falange y la adelantada de la caballería. Tenían equipo más ligero, con armaduras de lino, y escudos más grandes, aunque su estilo de combate varía según los autores y las interpretaciones. En muchas ocasiones se representan como lanceros al estilo hoplita, aunque parece que en fases posteriores del gobierno de Alejandro, adoptaron las formaciones y panoplia de los piqueros.

En el campo de batalla, Filipo desarrolló con estas herramientas una de las tácticas más efectivas nunca creadas: el frente oblicuo. La falange ocupaba el centro, y trababa al enemigo. Mientras, la caballería avanzaba por un flanco eliminando carga tras carga a los enemigos. Una vez despejado el flanco, volvían grupas y destrozaban a las tropas enemigas trabadas por la falange. Es decir, la falange era el yunque y la caballería el martillo.

Además, Filipo sí desarrolló con efectividad tácticas de asedio. Pagaba un nutrido cuerpo de ingenieros que construía máquinas nunca vistas antes en Grecia. En efecto, los griegos no habían sido especialmente buenos en los asedios. Sin embargo, el ejército profesional de Filipo sí estaba diseñado para mantener los asedios mucho tiempo.

Con este ejército, Filipo dominó Tracia, destrozó al ejército escita del nonagenario Ateas y puso fin a la Guerra Sagrada contra Focea. Esto le permitió heredar los votos a los que polis focense tenía derecho en el Consejo panhelénico del santuario de Delfos. Así pudo comenzar a dominar la política de las polis griegas.


Volvemos ahora a nuestro protagonista. Alejandro fue adiestrado en las artes de la guerra junto a un grupo de amigos, todos hijos de la nobleza macedonia. Además, todos aprendieron griego, y fueron educados en la cultura clásica de sus vecinos. Entre sus amigos, encontramos por ejemplo a Tolomeo, Casandro, Lisandro, Filotas, y su más querido amigo y amante: Hefestión. La generación de nobles macedonios estaba siendo preparada para convertirse en la cabeza del mundo griego y conquistadores del mundo. Y todavía Filipo guardó un as en la manga. Aristóteles, que había abandonado la Academia en Atenas, aceptó convertirse en el preceptor del joven Alejandro. De esta manera, el príncipe macedonio recibió una completísima formación en Ciencias Naturales, Geografía, Medicina y Filosofía, de manos de uno de los mayores pensadores de la Antigüedad. Paralelamente, Alejando leía con fruición: La Iliada, la Odisea, la Historia de Herodoto, las Guerras del Peloponeso, de Tucídides, y toda la obra de Jenofontes, en especial dos: Ciropedia (La educación de Ciro) y la Anábasis.
Estas obras serían muy influyentes en Alejandro.

En “Ciropedia”, Jenofontes cuenta la historia de Ciro el Grande, el fundador del imperio persa. Aunque su veracidad histórica es más que dudosa, Jenofontes también pudo documentarse sobre muchos otros aspectos más verídicos de la vida de Ciro durante sus años como hoplita mercenario en Persia. El retrato de Ciro esbozado por Jenofontes impresionó e inspiró a Alejandro enormemente. Después de todo, Ciro fue un gran general, pero consiguió que todos sus enemigos se convirtieran en fieles aliados depués de derrotarles. Ciro se mostró magnánimo y clemente en muchas ocasiones, y aspiró a unir a todos los pueblos respetando las diferentes creencias de cada uno. Esta actitud caló hondo en el corazón del joven macedonio.

La “Anábasis”, en cambio, es un relato histórico y autobiográfico del propio Jenofontes. Algún día escribiré un artículo sobre esta IMPRESIONANTE obra, pero ahora basta con que os cuente que describe el viaje de 10.000 mercenarios griegos junto al ejército del sátrapa Ciro el Joven (otro Ciro), que se rebeló contra el Gran Rey Artajerjes. Ciro el joven fue vencido y muerto en la batalla de Cunaxa, pero sus mercenarios griegos no fueron derrotados. Cuando todos los demás rebeldes se entregaron a Artajerjes, los diez mil griegos se quedaron tirados en el corazón del imperio, temiendo que la ira de Artajerjes cayera contra ellos. Iniciaron así una penosa pero épica retirada en la que cruzaron el imperio hacia el norte, esquivando peligros y haciendo frente a los ejércitos que Artajerjes les enviaba para matarlos. Jenofontes llegó a tomar el mando de la expedición, y consiguió traer de vuelta a la mayoría de las tropas. Es curioso ver, como haremos más adelante, qué parecidos fueron los planteamientos de la batalla de Cunaxa y Gaugamela, una de las batallas de Alejandro contra los persas.
Pero lo más importante de la Anábasis es que Jenofontes describió con gran detalle las rutas y pueblos del corazón del imperio persa, y potencial militar. Mediante la Anábasis, Filipo y Alejandro adquirieron datos suficientes para planear cómo debía ser la invasión del imperio persa.

Mientras, la situación en Grecia se hizo cada vez más tensa. Atenas, desde donde Demóstenes soltaba exquisitas arengas en contra de Filipo, presentándolo como un tirano y un bárbaro, y Tebas, se aliaron contra Macedonia. Incluso aceptaron dinero del Gran Rey de Persia para pagar a 10.000 mercenarios. Filipo agotó su paciencia y llamó a Alejandro para ponerlo al mando del escuadron de élite de la caballería, “La punta”, mientras él mandaba a la infantería. El viejo zorro macedonio empujó al ejército griego hasta Queronea, y allí tuvo lugar la famosa batalla del mismo nombre. Filipo comenzó el asalto a la infantería griega en el ala derecha. Tras un rato luchando, fingió una huida que hizo que los atenienses se precipitaran tras ellos, abriendo un hueco entre ellos y el resto de los griegos. Entonces, la falange macedónica avanzó y cargó contra los griegos. De este modo, los atenienses avanzaron en solitario. Mientras, Alejandro, en el flanco izquierdo, lanzaba a los Hetairoi contra el legendario Batallón Sagrado de Tebas, formado por los mejores hoplitas, que habían hecho un voto sagrado de cuidar unos de otros y no abandonarse hasta la muerte. Alejandro se lanzó en tres oleadas contra los hoplitas. A cada baja, el Batallón Sagrado volvía a cerrarse manteniendo la formación. Cumplieron su voto sagrado, y tuvieron que matarlos uno a uno, porque en ningún momento trataron de huir. Entonces, con los Hetairoi libres, Alejandro cargó la retaguardia de los restantes guerreros trabados con los piqueros macedonios, y así terminó de decidirse la batalla.
La derrota de la coalición griega fue total. Alejandro buscó a su padre, al que no veía desde el principio de la batalla, y lo encontró con un aspecto terrible, cubierto de sangre seca de sus enemigos de la cabeza a los pies, bailando con los ojos cerrados entre los cadáveres de los griegos.

A partir de ahí, todo parecía ir a pedir de boca para los macedonios. Alejandro recorrió Grecia como embajador, tratando con las polis. En su visita a Corinto conoció al Diógenes, creador de la corriente de pensamiento Cínica, y que vivía como un perro (esto es lo que significa Cínico, en griego) dentro de una tinaja. No me atrevo a explicar en dos líneas la filosofía de los cínicos, así que os remito a los libros de los expertos. Prefiero eso a escribir una parida comprensible al estilo americano (como “el campo magnético terrestre es nuestro amigo”, tal y como se llega a afirmar en la terrible “El núcleo”).
Se dice que Diógenes tomaba el sol desnudo y Alejandro se puso delante. Se presentó y le dijo que podía pedirle lo que quisiera. Diógenes respondió que en tal caso, pedía que se apartara para poder seguir tomando el sol. Luego Alejandro se sentó a su lado, y estuvieron charlando un buen rato.

Pero pocos meses después, Filipo, mientras recibía a los dignatarios griegos en Macedonia, fue asesinado por Pausanias, jefe de la Guardia Real, en público, delante de todos los dignatarios. Entonces se formó un gran tumulto. Alejandro estaba abrazado al cadáver de su padre cuando sus compañeros le tomaron del brazo y le proclamaron rey. Y así fue como llegó al trono.
El asesinato de Filipo nunca fue esclarecido, porque no faltaban intereses para matarle: Olimpia, esposa y madre de Alejandro, podía estar interesada en eliminarle ahora que Filipo había embarazado a la hija de un general, y su heredero podía comprometer la sucesión en Alejandro; los griegos por su parte, podrían estar interesados al no resignarse a ser dominados por los macedonios, y confiar que el sucesor de Filipo no fuera tan capaz como él; los persas también tenían interés, ya que sabían que Filipo les estaba sopesando y que podía estar preparando una invasión ahora que había unificado el mando griego. Además, el nuevo rey Arsés, títere del eunuco Bagoas, había rechazado una petición de Filipo de indemnización por dar dinero a los griegos para contratar mercenarios. Esta petición era claramente una excusa para iniciar la guerra con el imperio persa.

La ascensión de Alejandro al trono fue rápidamente conocida, y en seguida, el joven rey fue puesto a prueba. Las tribus del norte de Macedonia y los ilirios, que habían pactado con Filipo, se rebelaron de nuevo. Y los griegos al sur volvieron a conspirar y reunir tropas para sacudirse el yugo macedónico. Pero no conocían a Alejandro: como un rayo descendió hacia Grecia. Le habían bloqueado el paso a la salida de un valle, pero él hizo excavar una escalera en la piedra en la montaña, fuera de la vista de sus enemigos, y en siete días estuvo lista. De este modo, rodeó a las tropas griegas que se rindieron sin luchar siquiera. Ésta era una de las características de Alejandro: veía como posibles tareas que los demás calificaban de imposibles. A lo largo de sus campañas daría muchas muestras de este rasgo de su carácter.
Luego marchó hacia Tebas. Los tebanos empezaban a entender el carácter del muchacho, y con un mal presentimiento salieron decididos a presentar batalla. Éste fue un combate desesperado. Los tebanos sabían que haber traicionado a Alejandro implicaba que no habría clemencia. Sin nada que perder, lucharon con un arrojo sin igual, pero perdieron. El ejército macedonio era simplemente imparable. Alejandro, para dar un escarmiento al resto de los griegos, arrasó Tebas hasta sus cimientos, y vendió como esclavos a mujeres y niños. Tebas, ciudad milenaria y legendaria, dejaba así de existir. En Tebas había gobernado Edipo, que mató a su padre y se casó con su madre. Era en Tebas donde la esfinge planteaba sus enigmas hasta que fue vencida por el mismo Edipo. Todo eso desapareció, y la ciudad sólo siguió existiendo en la memoria y en las leyendas. Alejandro tenía entonces dieciocho años.
Poco después los ilirios eran de nuevo “convencidos” para que dejaran de atacar, y así Alejandro tuvo el camino libre para seguir el plan de su padre. Reuniendo tropas de caballería tesalia, caballería ligera mercenaria de otras ciudades, y algunos batallones de hoplitas, el reforzado ejército macedonio cruzó el Helesponto y puso el pie en Asia. Así comenzaba la leyenda.

En DBA, los ejércitos macedonios tienen varias listas. Comentaremos primero la lista antes de las reformas de Filipo:
I /54, Macedonios tempranos. Esta lista se compone de dos peanas de Kn. Ésta lista es la segunda en orden cronológico en usar Kn en lugar de Hch. (La primera era la de los lidios). Es decir, los macedonios ya usaban tácticas de choque con la caballería, formada por los nobles macedónicos. Luego hay dos peanas de Sp, que representan a un cuerpo más o menos regular de lanceros, y el resto del ejército son peanas de auxiliares, tropas de montañeses al estilo tracio,y psilois.
Observemos ahora las reformas de Filipo en la lista II/12, Macedonios Alejandrinos. A pesar del nombre, no olvidemos que dicha lista comienza el año 355 a.d.C., justo un año después de que Filipo sea coronado rey de Macedonia:
El general es una peana de Kn. Éstos son los Hetairoi, los caballeros armados con xyston. Luego hay una peana de Cv, que representa caballería tesalia, de tipo clásico, y una de LH, que puede ser jinetes tracios o incluso tesalios. Llegamos así a la infantería: 6 peanas de piqueros. La falange macedónica. Luego hay una peana de Ps, que pueden ser honderos griegos o peltastas ligeros tracios. Por último, hay una opción para introducir: una peana de Sp, que pueden ser los hipaspistas macedonios o los hoplitas griegos; o bien una peana de 4Ax, que pueden ser auxiliares regulares tracios o macedonios; más Ps o una peana de artillería. No olvidemos que Filipo y luego Alejandro contaron siempre con máquinas de guerra para asediar ciudades.

Prácticamente todas las marcas tienen la gama de alejandrinos. A mí me gustan sobretodo los de Xyston y los de Old Glory. Y os diré por qué. Las picas hechas de plomo se doblan con mucha facilidad y las tropas pierden mucho con las picas dobladas. Sin embargo, Xyston vende picas de acero por separado para las miniaturas, que no se doblan ni a la de tres, y Old Glory también suministra picas separadas de sus minis. Os podéis imaginar el impresionante aspecto que tienen las minis de piqueros sobre la mesa.

El Imperio Romano Tardío 307-425

viernes, 9 de noviembre de 2007

Articulo para DBAH y La Armada escrito por Iratxe Costa y Raúl Mendo (Raúl-ToW)

Seguimos con la serie de artículos que están sirviendo para desmitificar a Roma... o al menos a la idea que nos intentan vender desde Hollywood. Y más ahora con películas como “La ultima Legión”.
Hoy nos centramos en una época muy importante, ya que marca el final de la Época Clásica, y además es un ejército que en DBA suele llamar la atención, por lo agradecido de pintar que es, y la bonita visión que de en conjunto, y más si es en un Big Battle DBA.
Esperamos que disfrutéis con él, y ansiosos de oír vuestros comentarios.

Constantino el Grande
Tras los años de la Tetrarquía, que parecieron mantener un poco en pie el Imperio, un romano que vive en la zona Oriental, pide permiso a Galerio para visitar y unirse a su padre, que estaba en Britania. Este hombre era Constantino, y su padre no era otro que Constancio, uno de los Césares. En el año 305, los dos Augustos abdican, y los dos Césares se enfrentan por el control de Roma.
Constancio muere en York, en el año 306. Su hijo Constantino fue proclamado Augusto por sus soldados. En Oriente Galerio había muerto, le sucedió Licinio, que compartía el poder con Maximino. Constantino y Licinio se reúnen en Milán y acuerdan la paz entre Oriente y Occidente. Licinio vence ante Maximino y se convierte en Emperador de Oriente.En este momento, tenemos dos emperadores, Constantino en Occidente y Licinio en Oriente, y además estaban en paz... que duró hasta el 316, cuando Constantino ataca los Balcanes, que pertenecen a los dominios de Licinio. En el 324 Constantino dirige sus ejércitos contra Licinio, que es derrotado, proclamándose Constantino Emperador. Constantino consiguió reunir de nuevo a todos los territorios del Imperio bajo un solo Emperador. A su vez, nombra como Césares a sus tres hijos: Constantino, Constancio y Constante.
El ascenso de Constantino tiene mucha importancia no solo militarmente, sino religiosamente, ya que con él el Cristianismo goza de libertad de culto, y no sería perseguido.
Constantino murió el 337. Los hijos de Constantino, que ejercían de Césares, se convierten así en Augustos: Constantino II en la Galia, Hispania y Britania; Constancio II en Oriente y Constante en Italia. Constantino II fue asesinado por Constante, a su vez Constante fue derrocado en el 350 por un usurpador militar, Magnesio. Este último fue derrotado por Constancio en las batallas de Mursa y de Mons Selecus, convirtiéndose en el único soberano del imperio.

Juliano el Apóstata
Cuando Constancio toma el poder, los germanos aprietan en las fronteras de Occidente, y así, nombra a Juliano César de la Galia. De esta manera se le otorgaba poder militar y civil en toda la zona occidental del Imperio. Juliano acepta y vence a los Alamanes en Estrasburgo en el 357.
Pero las intenciones de Juliano eran otras.
Constancio al frente de sus ejércitos en Oriente intenta detener un ejército persa, pero necesitas más efectivos. Pide ayuda a Juliano, que se niega y se autoproclama Augusto de Occidente, y marcha con sus ejércitos contra Constancio. Otra guerra civil, otra vez romanos enfrentándose entre si. Pero la guerra civil se detiene; Constancio muere a los 43 años de edad.
El reinado de Juliano fue muy corto pero uno de los más frenéticos y desequilibrados, recordando a los reinados de Cómodo, Calígula o Caracalla. Algunas de sus excentricidades fueron la reducción del personal del palacio y de la burocracia. Pero si por algo se recuerda a Juliano es por su odio a el Cristianismo, y la restauración de los cultos a los dioses antiguos, y la realización de grandes sacrificios ante la crítica de sus seguidores.
Juliano, el Apostata, muere en Persia, luchando contra los persas. El sucesor de Juliano fue Joviano que fue proclamado por el ejército en Mesopotamia en el 363 durante la crisis que siguió después de la muerte de Juliano. Para asegurar la salida del ejército de los territorios de Persia, Joviano les cede a los persas territorios del norte de la Mesopotamia; esta acción recibió las críticas que merecía su predecesor. Joviano fue un cristiano aparentemente moderado; pero antes de que pudiera demostrar su política murió en el 364.
A Joviano le sucedió Valentiniano I que fue nombrado por las altas esferas de Roma y fue aceptada por el ejército. Valentiniano se percató de la necesidad de dividir el Imperio y escogió como gobernador del Occidente a su hermano Valente. Entre el 364 y 365, los emperadores se dividieron las provincias, el ejército y la administración. El reinado de Valentiniano estuvo centrado en la defensa militar de la frontera del Rin y el Danubio de la invasión bárbara. Debido a este estilo de gobierno, sufrió rebeliones en Illiria y en África las cuales fueron sofocadas por el general Flavio Teodosio. Valentiniano murió en el 375 por una apoplejía.
A Valentiniano lo sucedió su hermano Valente. Su reinado se vio afectado por guerras en el exterior contra los godos y contra el Imperio Persa. En el año376 el Emperador fue convencido y admitió a los visigodos en el Imperio, ya que estos eran empujados por los hunos en su invasión de todos los territorios posibles. Pero los godos entraron violentamente, lo que llevó al ejército romano a combatir contra ellos.
En el 378 Valente presenta batalla en Andrinópolis, con un dramático resultado, perdió la batalla, murió y dos tercios de su ejército quedaron destrozados. Desde los tiempos de las guerras Púnicas, Roma no había sufrido una derrota tan grande.

Teodosio

Teodosio, hijo del general de Valentiniano, Flavio Teodosio, fue nombrado Emperador de Oriente 379. Sus primeros años de gobierno estuvieron dedicados al problema de los godos. En el año 382, firmó un tratado de alianza por el cual los godos podrían entrar al territorio romano, pero debían integrarse en el ejército romano como federados. En Occidente a Valentiniano le sucedieron sus hijos Graciano y Valentiniano II, que entonces constaban con 16 y 4 años. Ambos fueron controlados por sus consejeros y Valentiano por su madre.
Estos gobiernos no fueron lo suficiente fuertes y Magno Clemente Máximo asesinó a Graciano en Lyon e instaló su corte en Tréveris, esperando el reconocimiento de su poder por parte de Teodosio. En el 387 invadió Italia y destronó a Valentiniano II que huyó a refugiarse con Teodosio. En respuesta, el Emperador de Oriente marchó contra Máximo en el 388, le dio muerte y le devolvió el poder a Valentiniano. De regreso a Constantinopla, Teodosio dejó a Valentiniano en Tréveris bajo la supervisión de un general franco, Arbogasto. Al año siguiente Valentiniano apareció ahorcado, supuestamente por suicidio y Arbogasto elevó a Flavio Eugenio como Emperador.
Eugenio quiso restaurar el culto pagano en Roma. Teodosio respondió y venció con sus tropas al este de Aquilea. Teodosio volvió a Milán y asentó su corte allí.Teodosio muere en Milán en el 395, no sin antes instaurar el Cristianismo como religión oficial del Imperio. A su muerte dejó el poder en manos de sus hijos Arcadio, que gobernó en Oriente y Honorio, que a su vez gobernó en Occidente.
Arcadio murió en el 408 y lo sucedió su hijo Teodosio II que había sido proclamado co-augusto en el 402 con sólo un año. En el 423 murió Honorio después de un reinado de nula actividad. Entre el 423 y el 425 el usurpador Juan entró en la política del Imperio y proclamó como Emperador de Oriente a Valentiniano III de sólo 4 años de edad y de Occidente al general Flavio Constancio.

Las reformas de Constantino


Quizás lo más importante en este periodo, militarmente hablando, son las conocidas como reformas de Constantino.
El ejército romano de Constantino se basa en dos pilares, la defensa de las fronteras y una fuerza móvil, a imitación de la creada por Diocleciano. Este ejercito móvil tendría aproximadamente unos 100.000 hombres, cifra que se conseguiría desplazando hombres desde los limes, dejando estos en una situación muy precaria. Constantino aposto por la fuerza móvil, y quizás por este motivo el Imperio cedió ente el empuje bárbaro. Este ejercito móvil (o Comitatenses) en su mayoría estaba formado por las Legiones Comitatenses, el ejército regular, que redujo sus efectivos hasta 1500 hombres por cada legión, pero también contaba con unas tropas de élite, los Palatini, tanto a caballo, los conocidos como Vexillationes Palatinae, como a pie, las legiones Palatinae, formadas cada una por 1500 hombres y 5000 auxiliares agrupados en unidades de 500, formando las Auxilia Palatinae.El ejercito estático o de fronteras era conocido como los Limitanei o Riparienses, y en su mayoría eran soldados de infantería.
Cuando una unidad de frontera se trasladaba al ejército de campo se le daba el nombre de Pseudocomitatenses.
Era un ejército muy especializado, quizás el más especializado de toda la historia de Roma, ya que incluía Catafractii, Clibanarii, Dromedarii, Sagitarii, Lanciarii, Ballistiarii.

El Imperio se dividía en dos zonas, Oriente y Occidente, a su vez divididas en cinco zonas cada una, cada una de estas zonas tenía un administrador militar, siendo llamado Maestre en Oriente y Conde en Occidente.Es en este momento cuando tenemos que nombrar al códice Notitia Dignitatum.

Esta copia medieval que se conserva es un inventario de todos los recursos del Imperio, de sus unidades militares, su situación en el año 395, y lo más interesante, del diseño de sus escudos.En esta dirección podéis encontrar información y el diseño de los escudos:http://www.ne.jp/asahi/luke/ueda-sarson/NotitiaPatterns.html

El armamento no sufrió muchos cambios con respecto al Imperio Romano Medio, siguió con la barbarización que se llevo a cabo en los años anteriores.El casco Imperial Tardío es típicamente germano, y los oficiales llevaban una aleta en la parte superior para reconocerlos. Son cascos baratos y fáciles de fabricar. La loricae hamata fue poco a poco convirtiéndose en un objeto de lujo, ya que la mayoría de los soldados de infantería luchaban sin ella, a excepción de los Legio Palatinae, y quizás las primeras filas de las legiones Comitatenses. La caballería utilizaba tanto la segmentata como la hamata. La caballería ligera no disponía de ningún tipo de protección, a excepción del escudo.El modelo de escudo que se utiliza es el mismo que en el periodo anterior, aunque en algunas fuentes nos muestran soldados de caballería con escudos redondos.La espada sigue siendo la spatha de caballería de tipo germánico. Se siguen utilizando tanto las lanzas de carga como las jabalinas ligeras y los dardos pesados.

Definición de las tropas
• 3Cv (Gen): El general del ejército, Scholae.
• 3Cv: Scholae, con cotas de malla o de escamas y escudos.
• 4Kn: Equites Clibanarii, lanceros con cota de malla o de escamas, con o sin rodela, y con caballos protegidos con cota de malla o de escamas, pudiendo llevar arcos. Se piensa que su misión era la de destruir la caballería enemiga, cayendo luego sobre los flanco de la infantería enemiga.
• 2Lh: Equites sagitarii, arqueros a caballo, Equites Illyricanii, Mauri, Dalmatae y Cetrati, caballería ligera con jabalinas y escudo redondo.
• 4Bd: legionarios con armadura de escamas, cotas de malla o incluso sin armaduras, pudiendo ser tanto de las tropas de frontera como parte del ejército móvil.• 4Ax: auxiliares, pudiendo ser Auxilia Palatinae.
• 2Ps: arqueros auxiliares, dando apoyo a la infantería media o pesada, o como hostigadores.• Art: lanza virotes, tanto en carretas como estáticos.

Enemigos
La lista de Occidente tiene como enemigos a 54a- Escoto Irlandeses, 57- Moros tardíos, 58-Alanos, 64ab- Imperio Romano Medio, 65b- Visigodos Tempranos, 66- Vándalos tempranos, 67ab- Ostrogodos, 68a- Pictos, 70a- Burgundios, 72abcd- Francos y Alamanes, 73- Sajones Antiguos, 78b- Imperio Romano Tardío, 80d- Hunos, 82a- Visigodos Tardíos.

Oeste tiene como enemigos a 26- Sármatas, 28c- Armenios, 52- Dacios y Carpi, 55b- Blemmies, 58- Alanos, 65ab- Visigodo temprano, 67b- Ostrogodos, 69- Persas Sasánidas, 70b- Limigantes, 72a- Cuados, 78a- Imperio Romano Tardío y 80d- Hunos. MiniaturasEssex posee una amplia gama de romanos tardíos, y Old Glory, aunque el problema que tiene esta es quizás su formato de venta.

Nota de Endakil: Las miniaturas que podéis ver en este artículo pertenecen a la colección personal de Barry Scarlett y son modelos de Essex. Vistas en Fanaticus.
Lecturas recomendadas: Contra los Galileos, del puño y letra del Emperador Juliano. Una extraordinaria denuncia de los abusos, las posturas fariseas y las contradicciones del cristianismo que tanto se afanó en perseguir a quienes aun practicaban sus religiones populares y no se plegaban a cultos monoteistas totalitarios extranjeros. Publicado por la Editorial Gredos.
Juliano el Apóstata
, de Gore Vidal. Vidal nos compone con su magistral prosa un cuadro de la vida de Juliano, un hombre ilustrado y justo que tuvo el coraje de brillar en una época de oscuridad propiciada por los bárbaros, las conjuras internas y el cristianismo. Una de las 5 mejores novelas históricas jamás escritas.

El Imperio Romano Medio

Articulo para DBAH y La Armada escrito por Raúl Mendo (raul-ToW) e Iratxe Costa.

Todos cuando nos acordamos de Roma pensamos en valientes filas de legionarios con sus loricae segmentata, sus escudos de torre y sus uniformes en color rojo...O al menos esa es la idea que se nos ha intentado vender desde Hollywood. Pero la realidad es otra, y muy distinta. Por eso en esta serie de artículos sobre la equipación romana y sus formas de hacer la guerra aplicadas a DBA, intentare desmitificar algunas cosas.


El Imperio Romano Medio.
Toda esta época comienza más o menos cuando está ambientada la película Gladiator, sobre el año 180, tras la muerte de Marco Aurelio, también conocido como el filósofo.
Les sucede su hijo Cómodo, rompiendo con la tradición iniciada por Nerva.
Cómodo es la viva imagen de la opulencia romana, pues en los años que duro su reinado, se dedico a divertirse con los juegos, orgías y todo tipo de pasatiempos bélicos y obscenos que a proseguir con la política de su padre, con la cual se habrían anexionado otras 2 provincias al Imperio, Marcomania y Sarmatia. Pero Cómodo fue asesinado, iniciando así la etapa que nos ocupa.

Después de la muerte de Cómodo, el senado rápidamente eligió a Pertinax como Emperador, que fue asesinado por los oficiales de la guardia Pretoriana. Cada grupo de legiones elegían a su propio Emperador, siendo el más poderoso Séptimo Severo, que avanzo sobre Roma venciendo a Didius Julianus, que fue el elegido por la guardia Pretoriana. En oriente se hizo poderoso Niger. Severo poco a poco fue imponiéndose sobre el resto de los elegidos, pero Bizancio se negó a abrir sus murallas, y fue sitiada. En el 195 sus murallas por fin cayeron bajo el poder de Severo.
Con el Imperio ya pacificado, Severo fijo su atención en Mesopotamia y sus reinos tribales que apoyaron a su adversario Niger en su lucha por el poder. Estos pequeños reinos fueron obligados a aceptar el nuevo estatus que imponía Roma, pasando a ser tributarios de ésta.
Séptimo Severo muere en el 211 en Britania, mientras guerreaba. Le sucede su hijo Caracalla, cuya mejor acción fue el conceder la ciudadanía romana en todo el Imperio, por que por lo demás su vida no fue un ejemplo de virtud ni fue buen estadista. Tan excéntrico como Cómodo, fue asesinado por sus legionarios.
Le sucedió Heliogábalo en el 218. Este Emperador se creía la reencarnación del Sol (Helios) y acabo degollado.
A éste le sucede Alejandro Severo, hombre que quería la paz, tanto que ofreció cualquier concesión a los bárbaros e incluso un tributo. Sus propios soldados, no podían soportar la deshonra de pagar un tributo a los bárbaros, así que le asesinan en el 235.

Lo peor, acaba de empezar. 50 largos años de anarquía asolaron el Imperio.
50 años en los que se nombraron 24 Emperadores. Estos Emperadores son conocidos como los Emperadores-Soldados, porque eran elegidos de entre los generales de las legiones. De entre estos nombrar a Valeriano, que en el año 260 sufre una gran derrota ante los persas y es capturado. Es en esta época cuando Palmira adquiere gran poder y llega a controlar todo el Oriente romano, y ejerce influencia sobre Egipto y Asia menor, con su reina Zenobia. En el 272, Roma, ante el estupor generado por estos años oscuros, empieza a construir unas murallas de ladrillo por orden de Aureliano.

Este periodo de anarquía se termino con Diocleciano, con su nombramiento en el 286. Trasladó la capital desde Roma a Nicomedia, en Asia menor. Compartió el poder con otro general, Maximiano, que a su vez se instaló en Milán, Mediolanum para los romanos. Estos dos hombres se otorgaron el titulo de Augustos, y eligieron a dos sucesores a los que llamaron Césares. Los Augustos abdicarían en favor de ellos tras 20 años.
Durante esta época se fijó lo que en la edad media seria los gremios y el régimen feudal, ya que se prohibió el abandono de las tierras por parte de los campesinos, se nacionalizaron industrias y los oficios pasaban de padres a hijos y no se podían abandonar.En este sistema el Senado no tenía ningún poder, ya que el Emperador se añadió dos nuevos títulos, dominus et deus, señor y dios. Mientras, los dos Césares Constancio y Galerio se dedicaban a asegurar las fronteras del Imperio. El Imperio fue dividido en 4 partes, en cada una de ellas un tetrarca era el gobernador, por este motivo esta época es también conocida como la Tetrarquía.

Los Augustos abdican según lo acordado en el 305, pero los dos Césares se enfrentaron entre sí en una guerra civil que no hizo más que herir de muerte a un Imperio ya de por si agonizante. Las principales reformas en esta época militarmente hablando fueron las llevadas a cabo por Diocleciano. Roma yo no ataca, solo puede defenderse. El Imperio fue reestructurado en 12 diócesis y separo el poder militar del civil, creando la figura de los duces, o duque, que solo respondían ante el Emperador.También se creó un cuerpo móvil situado en el Norte de Italia, que acudiría rápidamente a cualquier punto de la línea Rin-Danubio, frontera natural que se utilizaba desde la época de Trajano.

El armamento cambio significativamente. Pasó de ser de apariencia gálica, que era un forma que se había mantenido desde las reformas de Mario, a ser profundamente germánico. El casco gálico del Imperio Temprano fue sustituyéndose por un modelo más germánico, que era más fácil y barato de producir. Recordemos que el Imperio está en crisis, y esto no es bueno para el ejército. La loricae segmentata fue poco a poco desapareciendo hasta principios del siglo II, donde ya fue reemplazada por las cotas de malla y de escamas (hamata y squamata).Ya no todos los legionarios tenían armadura, siendo equipo de tan solo los más pudientes. El scutum italiano fue reemplazándose por otros más ovalados y en el siglo III dieron lugar a unos escudos totalmente planos, pudiendo ser estos ovalados o redondos. El gladius se dejo de utilizar a finales del siglo II, y fue sustituido por espadas rectas de tipo germánico, como las que llevaban la caballería y se empezó a colocar en el lado izquierdo. El pilum se dejo de utilizar también a finales del siglo II, siendo reemplazado por unas lanzas de carga de unos 2 metros de longitud. Los legionarios y Auxiliares tenían jabalinas ligeras y unos dardos pesados (plumbatas) que guardaban en el interior del escudo.

Definición de las tropas
• 3Cv (Gen): El general del ejército, Equites Alares.
• 3Cv: Equites Alares, con cotas de malla o de escamas y escudos.
• 3Kn: Equites Catafractarii, lanceros con cota de malla o de escamas, sin escudo (quizás una pequeña rodela), en caballos sin armadura.
• 4Kn: Equites Clibanarii, lanceros con cota de malla o de escamas, con o sin rodela, y con caballos protegidos con cota de malla o de escamas.
• 2Lh: Equites sagitarii, que son arqueros a caballo, Equites sagitarii indigenae, arqueros a caballo autóctonos o Equites Illyricanii, caballería ligera con jabalinas y escudo redondo.• 3Bd: Legio Lanciarii, tropas de elite equipadas con pequeños escudos ovales o redondos y jabalinas. Se cree que se utilizaban con los legionarios como tropas de choque.
• 4Bd: legionarios con armadura de escamas, cotas de malla o incluso armaduras de transición.• 4Ax: auxiliares y marinos.
• 4Bw: arqueros auxiliares.
• 2Ps: arqueros auxiliares, dando apoyo a la infantería media o pesada, o como hostigadores.• Art: lanza virotes, tanto en carretas como estáticos

Enemigos
La lista del Oeste tiene como enemigos a los Sármatas (II/26), Los germanos tempranos (II/47efg), Escoto-Irlandeses (II/54a), Moros tardíos (II/57), Caledonios (II/60), Romanos (II/64ab), Vándalos (II/66), Pictos (II/68a), Burdundios (II/70a), Germanos tardíos (II/72abcd), Sajones (II/73), e Imperio Romano Tardío (78a).
Los enemigos del Este son los Tracios (I/48), Hatra (II/22c) y Characenes (II/22d), los Armenios and Gordianos (II/28bc), Partos (II/37), Carpi (II/52), Blemmies (II/55ab), los partidarios de Niger, Imperio Romano Temprano (II/56) y otros Romanos (II/64ab), Visigodos (II/65b), Vándalos (II/66), Gépidos (II/71), Palmira (II/74b), y el Imperio Romano Tardío, ya bajo las reformas de Constantino (II/78a).

Miniaturas
Como ya hemos comentado, la loricae segmentata fue sucesivamente abandonándose, por otras formas más ligeras de armadura, como la cota de malla. El escudo también cambio.Las mejores figuras de Imperio Romano Medio son las de Essex, que posee una gama de esta época, peri cualquier figura de Imperio Romano Tardío puede utilizarse sin ningún problema. De toda maneras, con figuras de Corvus se puede hacer tranquilamente un ejército Romano Imperial Medio

Nota de Endakil: Las miniaturas que podéis ver en este artículo pertenecen a la colección personal de Roberto Bagna y son modelos de la marca Donnington Miniatures. Vistas en Fanaticus.