Las Cruzadas I. El largo camino a Tierra Santa.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Saludos. Con éste artículo inauguramos una nueva serie sobre una serie de campañas organizadas, a partir del siglo XI, por diferentes estados europeos, en las tierras de Siria y Palestina, que estaban por entonces en manos musulmanas. Las Cruzadas tendrían una gran repercusión en la historia de las relaciones entre Oriente y Occidente, y, todavía hoy, su legado sigue atrayendo y atrapando la imaginación de muchos.
Bien, vamos “al turrón”. En primer lugar, echaremos un rápido vistazo a los protagonistas de esta historia. Comenzaremos por Europa.

EUROPA A FINALES DEL SIGLO XI
Recordemos que el imperio carolingio se había dividido en varios estados tras la muerte de Carlomagno en varios estados. El de los francos orientales, un siglo después de la muerte del gran monarca, y bajo el gobierno de Otón I, se convirtió en el Sacro Imperio Romano Germánico. Bien, algún día hablaremos con más detalle de Otón y los suyos, pero, a modo de resumen, podemos decir que el Sacro Imperio era en realidad un mosaico de estados con diferentes lenguas, gobernantes y naciones, y que englobaba los territorios de Alemana, Austria, Lienchenstein, Bélgica, Países Bajos, Suiza, norte de Italia, algo de Polonia y Francia, Bohemia alguno más. Este dispar conjunto estaba unido por una base común de cristianismo y legado romano. La coronación de Carlomagno, en el 800, inauguró la tradición de que el emperador del Sacro Imperio fuera coronado por el Papa. De hecho, hasta el siglo XI, los reyes del Sacro Imperio llegaron a elevar al papado a quienes ellos querían.
Unos lazos internos tan vagos tal vez fueran la clave de que la figura del Emperador del Sacro Imperio existiera hasta el siglo XIX. El Emperador no tenía mucho poder real sobre los territorios que gobernaba. Entre estos emperadores, se cuenta nuestro Carlos I de España, y V en el Sacro Imperio.
Además, estaba el reino de los francos occidentales (germen de la Francia actual), los normandos (vikingos “afrancesados”) en la costa norte de éstos, el reino normando de Inglaterra, fundado por Guillermo el Conquistador en 1066, también cristiano. Y más allá de los Pirineos, un conjunto de pequeños reinos cristianos que luchaban duramente, tanto entre ellos como con los musulmanes de Al-Ándalus.
Y en Europa oriental y nórdica, muchos nuevos reinos se incorporaron a la órbita cristiana. Pues a finales del siglo XI, los territorios , habitados por los llamados vikingos, de Dinamarca, Noruega y Suecia, tras unificarse cada uno por su cuenta, tienen reyes que se convierten al cristianismo. Y también lo hacen los eslavos de Bohemia, Moravia, los eslovacos, etc., quedando dentro de la iglesia occidental. Hungría fue el último país, gobernado por el que sería conocido como San Esteban, que se incorporó a este grupo. Sus magyares aseguraron el territorio, y por fin hubo una ruta completa y segura por tierra hasta el Bósforo. Más al este, la cristianización es llevada a cabo por misioneros ortodoxos.
Bien, como decíamos, hasta fines del siglo XI, los emperadores dominan a los Papas de Roma. El Emperador, el Protector de la Iglesia, cobraba cara esta “protección”. El papa Gregorio VII intentó sacudirse el yugo del Emperador, pero esto le acabó costando el pontificado. Sustituido por Clemente III, y luego éste sucedido por Urbano II, los papas mantuvieron aun así la intención de liberarse del poder secular y gobernar de forma efectiva sobre la cristiandad. Esta tensión sería uno de los ingredientes que dieron lugar a las Cruzadas.
Por otro lado, Venecia y Génova se habían hecho con el control del tráfico de mercancías hacia el Mediterráneo oriental, pero no podían competir con los mercaderes bizantinos. Deseaban abrir nuevos mercados y rutas alternativas. Tenían dinero, y barcos para transportar un ejército si llegara el caso.
Por lo tanto, se puede decir que en aquellos momentos, con toda una Europa “unida” bajo es estandarte de la cristiandad, había un enorme poder militar en relativa calma. Todo ello unido a una mejora en el clima y las cosechas, que permitió un importante aumento de población, provocó que ésta se concentrara en las ciudades, creando un capital humano, ocioso y sin herencia (sólo los primogénitos heredaban para evitar la división de las propiedades), sin oficio ni beneficio.

EL IMPERIO ROMANO ORIENTAL.
Ya vimos en los artículos sobre el Imperio Bizantino cómo llegaron al siglo XI. En 1071, Anatolia fue perdida casi en su totalidad tras la desastrosa batalla de Manzikert. Los turcos Selyúcidas estaban a las puertas de Europa, y el emperador bizantino no dudó en pedir ayuda al Papa de Roma, a pesar del cisma entre las dos iglesias de 1054. Aunque esta petición no tuvo mucho efecto, sentó un precedente. Nótese sin embargo que la lucha de los romanos orientales no era contra el Islam como concepto, sino contra el imperio turco selyúcida. Los emperadores bizantinos no dudarían en aliarse con los califas fatimíes de Egipto, con los que tenían excelentes relaciones, para luchar contra los selyúcidas. Por ello, toda la parafernalia religiosa de los Cruzados les causó sorpresa en un primer momento, y luego preocupación, como veremos más adelante.

SIRIA, PALESTINA Y EGIPTO.
Los califas fatimíes(recordemos que “califa” significa “sucesor”. Los fatimíes reclaman el poder del califato sobre todos los musulmanes, por razón de parentesco directo con el Profeta) procedían del norte de África. Desde Túnez conquistaron el Magreb, y luego se extendieron hacia Oriente. Tomaron Egipto en el 972, fundando El Cairo, y siguieron por el Levante, conquistando Siria y Palestina. A pesar de su tolerancia política y religiosa, el califa Al-Hakim, que fue enloqueciendo en el paso de los años, quemó la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén en 1009. Esta iglesia era objeto de peregrinación de los cristianos, y su destrucción terminó generando una visión muy hostil del Islam en Occidente. Aunque su nieto ordenó reconstruir esta iglesia, su destrucción previa hecho será mencionado en la proclamación de la Primera Cruzada, casi noventa años después.
Siria y Palestina había sido rápidamente conquistada por los árabes en el siglo VII, como ya vimos. En el siglo X, tras el declive de los abásidas y la aparición de numerosas dinastías locales, eran las dinastías beduinas las que se habían quedado en esta región, gobernando ciudades como Damasco, Aleppo, etc. Tuvieron que luchar contra el expansionismo fatimí, que tuvo cierto éxito, controlando finalmente la zona hacia la mitad del siglo XI.
Sin embargo, en aquel momento, el califato abasí, que desde hacía un siglo era una institución meramente formal, dominado por los reyes dailami de la dinastia Búyida, hizo un pacto con el sultán de los turcos selyúcidas, Toghrïl Beg. Los selyúcidas venían de las regiones orientales de Irán. Habían vencido a los turcos gaznávidas (que a su vez habían tomado el poder de los persas samánidas), que gobernaban desde La India e Irán, y se habían extendido hacia el oeste. Beg puso fin al gobierno de los búyidas, y salvó momentáneamente a los abásidas, incluso cuando en la propia Bagdad se empezó a hacer propaganda a favor de los fatimíes desde las mezquitas.
A la muerte de Toghrïl Beg, Alp Arslan le sucedió como sultán. Éste fue el que venció en la batalla de Manzikert. Finalmente fue sucedido por Malik Shah, que terminó la conquista de Anatolia y disputó por la Siria conquistada por los fatimíes. Tras su muerte, en el 1092, el enorme imperio selyúcida se dividió en cuatro partes. La de Anatolia se convertiría en el Sultanato de Rum. Siria sería otro reino Selyúcida, y las ciudades sirias serían gobernadas en su mayoría por dinastías turcas (Damasco, Aleppo, Antioquía y Jerusalén) , aunque todavía quedaron algunas dinastías beduinas, como Hama o Trípoli. Estas ciudades consiguieron rápidamente cierta independencia, pues el reino selyúcida de Siria no iba a perdurar mucho tiempo. De esta falta de unidad y de las disputas entre fatimíes y turcos se aprovecharon sin duda los participantes de la Primera Cruzada.

Bien, ya tenemos, a grandes rasgos, la información que necesitábamos. Ahora, vayamos a los hechos. Se sabe que la lucha contra los musulmanes, “motivadas” por la fe, no eran nuevas. En España, estaba en marcha la Reconquista, y ya los normandos habían conquistado la Sicilia musulmana. A mitad del siglo XI, los papas habían dado un matiz “sagrado” a estas luchas, y las llamaban abiertamente cruzadas.
Tras la deposición de Gregorio VII como Papa de mano del excomulgado Enrique IV, los papas se vieron en la necesidad de independizarse completamente de los poderes seculares. Como decíamos, la llamada de socorro del Imperio Romano de Oriente en 1074 dio la idea a Gregorio VII. Podría ponerse a la cabeza de la Cristiandad haciendo un llamamiento a las armas contra un enemigo común: el Islam, que, para colmo, habían quemado la Iglesia del Santo Sepulcro, y habían convertido la ruta de los peregrinos cristianos a Jerusalén en una aventura muy peligrosa (todo ello sin tener en cuenta que numerosos cristianos seguían viviendo tranquilamente en Siria y Palestina, pues para los musulmanes, eran “pueblo del libro”, y, por lo tanto, tenían un lugar en su sociedad). Gregorio VII fracasó en su llamamiento, pero entonces, cuando el nuevo Emperador Romano, Alejandro Conmeno, volvió a insistir en su petición de ayuda a Urbano II, en 1095, éste sí realizó una proclama más convincente. Los nobles europeos y el pueblo estaba más receptivo. Los turcos estaban en las puertas de Europa, y su imperio parecía amenazar a la religión cristiana. En el concilio de Clermont, convocado por Urbano II, su discurso terminó con un rugido que removió cielo y tierra: “¡Dios lo quiere!”. Ya nada podría parar aquel movimiento. Los que murieran luchando contra los musulmanes para liberar Jerusalén tendrían una entrada directa al Paraíso (tal vez esto os suene). Tierra Santa era “la tierra de la leche y la miel”. En Europa, sólo tenían hambre. En Tierra Santa, todos tendrían la oportunidad de ser algo más.
Pero también había un trasfondo económico. Como decíamos, había mucha población sin propiedades, muchos nobles no primogénitos que querían nuevos territorios, y, por supuesto, intereses mercantiles por parte de Génova y Venecia.

La primera respuesta al llamamiento papal no provino precisamente de la nobleza, sino del pueblo llano. En efecto, en marzo de 1096, seis meses antes de que la que sería conocida como Primera Cruzada se pusiera en marcha, un estrambótico ejército de pobres y vagabundos, capitaneados por nobles francos arruinados y el predicador Pedro el Ermitaño, se puso en marcha sin ninguna preparación. Por su camino causaron numerosas matanzas de judíos , un efecto colateral de la llamada a la Guerra Santa (los judíos eran enemigos de Cristo. “Casualmente”, los que vivían en Europa eran ricos), y al llegar a Hungría, ya sin provisiones ni orden ninguno, provocaron más matanzas y saqueos. La vanguardia de caballeros francos tuvo que ser repelida por Colomán de Hungría, y cuando llegó Pedro con el resto de las fuerzas, Colomán les asignó una escolta para “quitarles” las ganas de salirse del camino. Sin embargo, esta escolta fue atacada y destruida por estos cruzados. En una segunda oleada de caballeros de Lorena y Flandes, que sí participarían en la verdadera Primera Cruzada, viajaba Godofredo de Bouillon. Colomán pactó con él el paso de los restos de esta cruzada, y así siguieron viaje a Constantinopla.
Una vez allí, los bizantinos, teniendo noticia de sus actividades, les ayudaron a cruzar el Bósforo, y se internaron en territorio turco. De los 40.000 que se habían puesto en camino, sólo 30.000 llegaron a Anatolia. Pero allí fueron presa fácil de los turcos, que los derrotaron en pocas semanas. Pedro el Ermitaño, fue de los pocos que pudieron regresar a Constantinopla, donde se unió a la verdadera Primera Cruzada.

PRIMERA CRUZADA.
Fue llamada la Cruzada de los Nobles. Se componía de diversos contigentes. Godofredo de Bouillon, que comandaba el primero, y estaba acompañado por sus hermanos Balduino y Eustaquio, fue por tierra, como ya hemos dicho, y alcanzó en Hungría a los tumultuosos cruzados de Pedro. Pero Godofredo, no cruzó el Bósforo con ellos, si no que esperó a los demás contingentes.
El segundo contingente estaba compuestos por caballeros normandos al mando de Hugo de Vermandois, hermano del rey Felipe I de Francia, y que portaba el estandarte papal. Le acompañaban Estefano de Blois, Roberto II de Normandía y Roberto II de Flandes. Fueron por tierra hasta Bari y allí embarcaron a Constantinopla.
El tercer grupo eran normandos también, pero de Sicilia y sur de Italia. Viajaron con la misma flota de Hugo de Vermandois. Los comandaba Bohemundo de Tarento.
Finalmente, el cuarto grupo era de caballeros occitanos, comandados por Raimundo de Tolosa, acompañado del legado pontificio de Ademar de Le Puy, líder espiritual de la expedición. Éstos marcharon por tierra, por la ruta mediterránea, cruzando Eslovenia y Croacia, hasta Constantinopla.
En total, los cuatro grupos sumaban unos 30.000 hombres, de los cuales, unos 5.000 era caballeros medievales. Como dicen en el Discovery, con ese deje sensacionalista: “El equivalente medieval a un Abrhams M1. Diseñados para matarrrrrrr”.
Una vez allí, los cruzados y los bizantinos comenzaron a conocerse mejor. El emperador Alejo I, que desconfiaba enormemente de los normandos, y que era enemigo personal de Bohemundo de Tarento, aprovechó su necesidad de agua y comida para obligarles a hacer un juramento: lucharían para devolver las tierras conquistadas al Imperio Romano de Oriente. Los caballeros se miraron de reojo unos a otros. ¿Qué demonios era aquello? Se habían puesto en marcha para arrebatar los Santos Lugares a los musulmanes, pero no estaban dispuestos a arriesgar sus vidas para devolver las conquistas al Emperador, que, para colmo, era ortodoxo, es decir, casi un hereje, según su punto de vista. Sin embargo, la necesidad les obligó a aceptar a regañadientes el juramento (aunque con los dedos “cruzados”, claro). Sólo Raimundo eludió el juramento, pactando con Alejo de otra manera, pues también era enemigo de Bohemundo.
Bien, así comenzó el viaje por tierra hasta Jerusalén. Acompañados por un ejército bizantino, los cruzados se dirigieron a Nicea, antigua ciudad del imperio, convertida por los turcos en la capital del Sultanato de Rum. Comenzó el asedio, y los turcos intentaron romperlo sin éxito. Finalmente, ante la inminente rendición, el general bizantino Tatikios pactó la entrega en secreto con los turcos, pues temía que los avariciosos normandos y francos saquearan la ciudad. De modo que una mañana, los cruzados se despertaron para su sorpresa con la bandera imperial ondeando sobre Nicea, donde sólo se les permitiría entrar en grupos pequeños, para que no fueran capaces de armar jaleo.
Tras el subsiguiente cabreo, la desconfianza entre bizantinos y cruzados fue en aumento. Siguieron ruta hacia el sur, y se separaron en cuatro grupos para poder aprovisionarse adecuadamente. Era verano, y no tenían ni agua ni alimentos en abundancia, de modo que frecuentemente recurrían al saqueo, aunque a veces, eran aprovisionados por cristianos residentes en Anatolia. Y entonces, el 1 de julio de 1097, tuvo lugar la primera gran batalla de las cruzadas. El sultán de Rum, Kilij Arslan, se lanzó por sorpresa contra los cruzados de Bohemundo cerca de Dorilea. Rodeados por la caballería turca, y bajo una lluvia constante de flechas provenientes de los arqueros turcos y sus terribles arcos, Bohemundo comenzó a perder muchos hombres. Afortunadamente para él, Godofredo de Bouillón pudo acudir al rescate, y cayó por sorpresa sobre los arqueros a pie turcos. Ante la llegad de las fuerzas de Godofredo, los turcos, que no pensaban presentar batalla frontal, se retiraron rápidamente. Y así, unidos en un fraternal abrazo, las diferencias entre los líderes cruzados parecieron apaciguarse temporalmente, y siguieron su ruta hacia Tierra Santa, que será narrada en el siguiente artículo.

CRUZADAS EN DBA.
Comentaremos sólo algunos, y dejaremos el resto para los siguientes artículos.

III/65 Egipcios fatimíes. Sus ejércitos contenían tres etnias muy diferenciadas y rivales entre sí: los bereberes, los sudaneses, y los árabes y kurdos del este. Esta lista tiene cuatro peanas de Cv, siendo una de ellas el general. Representan a lanceros tipo Jund, muchos de ellos protegidos con armaduras, y étnicamente aŕabes, bereberes o kurdos. Luego hay una peana de LH, caballería ligera bereber equipada con jabalina, y tres peanas de 8Bw, que representan arqueros sudaneses protegidos por una primera fila de tropas equipadas con grandes escudos y lanzas cortas. La siguiente peana es opcional entre 4Ax (mercenarios dailami); 4Bd, que representan a sudaneses equipados con un pesado martillo-hacha, empleado para abatir específicamente caballeros cruzados, y entre 3/5 Wb, que representan a los Zanj sudaneses, feroces tropas equipadas con escudo y espada, o espada y daga. Luego hay dos peanas opcionales entre Cv, que representan a ghilmen mercenarios turcos, o bien Bw, que son más arqueros sudaneses, y una última peana de Ps, que puede ser tropas bereberes o arqueros sudaneses en formación abierta.

IV/1.- Bizantinos de Alejo Conmeno.
Tras perder Anatolia, los bizantinos tuvieron muchos problemas para reclutar tropas suficientes, y tuvieron que ir incorporando mercenarios occidentales. En la época de la Primera Cruzada, el ejército de Alejo se compone de una peana de 3Cv o 3Kn como general. Alejo debe usar la peana de Cv. Ésta y tres peanas más son lo que queda de la caballería étnicamente bizantina, los kavallaroi, equipados con lanza y escudo. Luego hay una peana de 4Bd, que representa a la Guardia Varega, ahora complementada con tropas de la Rus. Luego hay tres peanas de LH, que son turcopolos (turcos cristianizados en los límites del imperio) y Skythicon, que son pechenegos y cumanos (también pueblos turcos esteparios) contratados, y que luchan con sus tácticas tradicionales como arqueros ligeros a caballo. La siguiente peana es opcional entre LH (arqueros montados alanos) o 3Kn (caballeros mercenarios francos). Las últimas peanas son: dos de arqueros, opcionales entre Ps o Bw, y una última peana de Bw, que puede ser sustituida por una Sp (lanceros Kontaroi) o bien 3Ax, que representan a los herejes eslavos maniqueos, que lucharon con fanática devoción para Anna Conmeno.

Estos ejércitos pueden hacerse con multitud de marcas, ya que las Cruzadas con uno de los periodos más atrayentes de DBA. Que yo sepa, está Essex, Minifigs y Old Glory, pero seguro que hay muchos más.