Una Edad Oscura V: La gran Babilonia

lunes, 3 de noviembre de 2008

Saludos. Esta semana cerraremos esta serie dedicada a la primera mitad del primer milenio a.d.C. En esta ocasión trataremos de posiblemente la ciudad más mítica de toda la Historia, epicentro del mundo antiguo, y cuyo esplendor tiñó los sueños de generaciones enteras. Visitaremos la Babilonia imperial.
Si recordamos lo que leímos en el artículo de Sumer y Acad, habíamos dejado a Babilonia, en el siglo XV a.d.C., como capital de un amplio territorio en la mitad norte del valle del Tigris y el Eúfrates, dominada por las dinastías casitas que irrumpieron en Mesopotamia. La antigua Sumer quedaba pues bajo el dominio de los Reyes del País del Mar. Pasaremos rápido por este periodo. Baste mencionar que durante los años en los que Mitanni, Egipto y el imperio hitita luchaba por el control de Siria y Palestina, los reyes casitas de Babilonia se limitaron a observar y mediar diplomáticamente con la intención de que ningún bando prevaleciera claramente sobre los demás. Sin embargo, el nuevo poder asirio que emergió en el siglo XIII a.d.C., y que tenía frontera al sur con Babilonia, obligó a centrar en ellos la política casita. Hubo numerosos enfrentamientos fronterizos entre ellos. Reyes de ambos bandos fueron asesinados, y otros ascendieron a sus respectivos tronos con la ayuda de sus enemigos. Las fronteras se movieron mucho.
También afectó a Babilonia las intromisiones del imperio elamita. Este pueblo era autóctono de lo que sería Persia, mucho antes de la llegada de medos y persas y los demás indoeuropeos. Los elamitas hicieron frecuentes incursiones, y fueron ellos los que en el siglo XII a.d.C. consiguieron derrocar al último rey casita. En este momento, recordemos que Asiria ha entrado en una cierta decadencia, y Siria y Palestina están siendo invadidas por los Pueblos del Mar. Los grandes imperios hitita y egipcio desaparecen de esta región, y nacen en su lugar pequeños reinos arameos, fenicios y neo-hititas.
Es en este momento, en las puertas del primer milenio a.d.C., cuando comienza a gestarse muy lentamente un nuevo poder babilónico. Desde Arabia y el Levante, comienzan a llegar a la región de Babilonia algunas tribus semitas, entre las que destacaron los arameos y los caldeos.
En principio, estas tribus aprovecharon el vacío de poder, y se asentaron en lugares poco protegidos. Los arameos, nómadas y organizados en grandes clanes, formaron un grupo diferenciado culturalmente en las regiones más septentrionales del territorio babilonio, en la frontera contra asiria. La presencia aramea fue tan importante y tan ubicua que su idioma comenzó a extenderse y a ser utilizado, con el paso de los siglos, por la mayor parte del pueblo como “lengua franca”. El arameo fue la lengua en la que se escribió la Biblia. La hablaban los judios, y la tomaron los persas como lengua común de su imperio.
Los caldeos fueron más sutiles. Consiguieron integrarse en la vida de la capital, e introducirse en los círculos de poder.

La presión de los arameos asfixió a los asirios hasta que se recuperaron en el siglo X a.d.C. Pero a Babilonia, esta presencia le fue mucho peor. Tras la caída de la dinastía casita, nació una nueva dinastía autóctona de Isin II. A pesar de que su cuarto rey, Nabucodonosor I venció a los elamitas e hizo retroceder a arameos, asirios y pueblos de las montañas, sus sucesores no pudieron mantener su poder. El reino se despedazaba entre los poderes vecinos. Aunque la dinastía siguió existiendo, su papel fue más representativo. Cuando Asiria comenzó a recuperarse en el siglo X a.d.C., avanzó sobre el territorio de Babilonia, y éstos fueron incapaces de responder. El norte cayó, y los babilonios sólo conservaron el control de su capital y de los territorios del sur. Allí es donde habitaban la mayoría de los caldeos. Su hora se acercaba
Entre el siglo X y el VII a.d.C., Asiria llega a la cima de su poder. En el 690 a.d.C., el rey Teglatfalas toma Babilonia. De este modo, el reino pasa de ser “dependiente” de Asiria a pertenecer en su totalidad al rey de los Asirios. Es un cambio fundamental en sus estamentos.
Este rey modificó el sistema de campañas militares, reorganizando el modo en que los asirios mantenían el control de sus territorios conquistados, como pudimos leer en el excelente trabajo de Xoso. Sin embargo, las regiones súbditas de Asiria no cesaban de conspirar para su liberación. En Babilonia hubo algunos intentos que fueron sangrientamente frustrados. Pero desde el siglo VIII a.d.C., los pueblos iranios comienzan a despuntar al este de Asiria, como vimos en el artículo de los medos. Babilonia observa con atención como los medos se van haciendo con el control de los pueblos de alrededor. Se convierten en la gran amenaza para sus dominadores.
En el año 627 a.d.C., Asiria está gobernada por el genial Assurbanipal, y Babilonia está bajo reinado de su protegido, Kandalanu. Ciaxares es ya rey de los medos. En ese momento, mueren los dos primeros, creando un pequeño vacío de poder en Asiria, ya que los sucesores de Assurbanipal no están a su altura. Entonces es cuando los caldeos, apoyados por numerosas facciones babilónicas antiasirias, toman el poder en la ciudad. Nabopolasar se declara rey de Babilonia, y se convierte en el primer miembro de la dinastía caldea.
Nabopolasar se alió con Ciaxares, y ese mismo año, la alianza tomó Assur. En el 612 a.d.C., Nínive es demolida. Los últimos focos de resistencia son aplastados en el 609 por Nabopolasar, y los asirios desaparecen así de la Historia. En este momento, la dinastía caldea tiene la habilidad diplomática y el poder militar, cuya estructura básica ha heredado de los asirios, para tener todo el futuro a sus pies. Tienen una tradición milenaria de conocimientos astronómicos y matemáticos, y nuevas estructuras gubernamentales también inspiradas por el imperio asirio.
Medos y babilonios se toman un respiro y se reparten oriente. Los medos avanzan hacia el reino lidio, dejando la costa del Mediterráneo para los babilonios. Egipto, que había sido dominada también por los asirios, parece presa fácil. Sin embargo, a la muerte de Nabopolasar, en el 610 a.d.C., las campañas contra ellos han fracasado. Sin embargo, las luchas entre egipcios y babilonios por el control de Siria y Palestina continuaron.
Nabopolasar murió en el año 605, pero vivió lo suficiente como para asistir a la gran batalla de su época: la batalla de Karkemish contra los egipcios, en la que el control del Levante estaba en juego. Acudió a la batalla junto a su hijo, Nabucodonosor. Tres meses después de la victoria, Nabopolasar expiró, y el joven príncipe subió al trono con el nombre de Nabucodonosor II. Éste Nabucodonosor es la figura de la obra “Nabuco” de Verdi, como veremos más adelante. Por cierto, Nabucodonosor es el nombre “latinizado”. En arameo, su nombre sonaba algo así como Nebucanedzar. Sí, en efecto. Es el nombre de la nave de Morfeo, en “Mátrix”.
El reinado de Nabucodonosor II comienza de este modo tan favorable: Siria y Palestina están a sus pies. Avanza imparable sobre los reinos judíos de Israel y Judea. En el 597 capturó Jerusalén por primera vez, pero los egipcios siguieron instigando junto a los judíos para que se rebelaran contra el poder babilonio. Por lo tanto, hubo una larga guerra que terminó en el 587, con la nueva toma de Jerusalén, y, atentos a este hecho, la deportación masiva, al más puro estilo asirio, de judíos a Babilonia. La añoranza de este pueblo hacia su tierra es el tema central del coro más conocido de “Nabuco” de Verdi, ya sabéis, el “Ma pensiero…”.
También llegó a dominar a gran parte de las ciudades fenicias, magníficos comerciantes rápidamente entendieron que la nueva situación podía ser extremadamente ventajosa para sus negocios.
Pero Nabucodonosor no sólo fue un rey guerrero. Bajo su dominio, Babilonia llegó a ser la ciudad por la que los persas y luego, Alejandro Magno, suspirarían. Para empezar, realizó una enorme campaña de reconstrucción de su reino, que estaba bastante destrozado después de siglos de guerra. En este momento, los grandes templos fueron restaurados, y se terminó un inmenso zigurat de siete niveles, que los judíos plasmaron en la Biblia como la Torre de Babel. El rey, además, se casó con una princesa meda, Amitis, que añoraba las floridas laderas de su tierra. Por amor, el rey le construyó una de las maravillas del mundo: los jardines colgantes de Babilonia. Se reconstruyeron también tres cinturones de murallas alrededor de la ciudad, y se construyeron nuevos puentes sobre el Eúfrates, que unían los dos barrios de la ciudad. Herodoto nos dice que los estribos eran de ladrillo y asfalto, pero que las pasarelas eran de madera y se recogían por la noche. También construyó un puerto en el Golfo Pérsico, y una línea de murallas, al norte de Babilonia, que protegían la tierra entre el Tigris y el Eúfrates de cualquier invasor que entrara en Mesopotamia desde el norte. Esta muralla es la que menciona Jenofontes en el libro III de la “Anábasis”, cuando los griegos avanzan hacia el norte, buscando un vado para cruzar el Eúfrates. Por todo el territorio de Babilonia aparecen las nuevas construcciones del rey, levantadas con el esfuerzo de los numerosísimos esclavos que sus recientes conquistas habían aportado.

Nabucodonosor II reinó durante 43 prósperos y brillantes años. A su muerte, en el 562 a.d.C., no hubo herederos a su altura. Durante doce turbulentos años, ascendió al trono el último rey caldeo, Nabónides. Con este rey, la expansión babilonia se detendría tras la conquista del último territorio, el oasis arábigo de Teima, que permitió controlar todas las caravanas comerciales en dirección a Egipto. Luego, llegaría la revolución religiosa. Nabónides quiso apoyar su poder en la facción aramea que había en su reino. Por ello, propugnó una reforma que trataba de eliminar el antiguo culto de Istar y Marduk por el de la nueva diosa lunar Sin, de origen arameo. No hace falta decir que a los sacerdotes principales de Babilonia, aquello no les hizo mucha gracia. La situación se deterioró y el rey veía que su autoridad se debilitaba. Tomó entonces la valiente decisión de abdicar a favor de su hijo Baltasar. Nabónides se retiró entonces a su oasis, donde permaneció durante diez años.
En este periodo, en Persia, el hijo de Cambises y Mandane, Ciro el Grande, se rebeló contra los medos y los conquistó. Creso, rey de los lidios, los atacó y fue derrotado, y Ciro se lanzó contra Lidia. Después, el Gran Rey puso sus ojos en Babilonia.
Nabónides, informado de los últimos acontecimientos, y consciente de que su sucesor no estaba preparado para hacer frente a Ciro, volvió una última vez a la ciudad para intentar hacer frente a los persas. Babilonia acaparó armas y provisiones para resistir años de asedio. Sus muros eran altos y tan anchos que dos carros podían cruzarse sin chocar. Si no hubiera sido por las artimañas de Ciro, los persas no hubieran podido tomar la ciudad. Sin embargo, cuando llegó el momento de asediar la ciudad, Ciro consiguió desviar parte del Eúfrates, permitiendo que su ejército penetrara por el cauce del río bajo, y luego atacaran los dos barrios de la ciudad desde el interior. Así cayó Babilonia bajo el poder del naciente imperio persa. Como primera medida, Ciro ordenó fortificar las puertas de los extremos de los puentes, por las que los persas penetraron desde el Eúfrates, para que no les pasara igual en el futuro.

El reino de Babilonia englobaba numerosas tierras y ciudades. La actividad económica y productiva fue muy intensa, y es bien conocida porque ni los persas ni Alejandro la destruyeron. En la sociedad, se distinguían tres estamentos: los ricos propietarios, los hombres libres o “semidependientes” y los esclavos. Los esclavos eran una minoría, y la mayor parte de las labores productivas eran llevadas a cabo por hombres libres.
La fuente principal de la riqueza era la agricultura en las tierras mesopotámicas. Encontramos un interesante retrato de la disposición de este territorio en la Anábasis. Los Diez Mil, en su retirada hacia el norte, se ven obligados a cruzar numerosísimos canales, y cada día llegan a distintas aldeas, de reducido tamaño, pero con grandes reservas de provisiones. La feracidad del suelo, y lo avanzado del sistema de regadío por canales sólo era comparable con Egipto y las tierras regadas por el Nilo.
El suelo era casi totalmente propiedad del Estado, de templos o de nobles propietarios. Todos solían arrendar las tierras a hombres libres. Como la tierra era muy cara, la agricultura de huerta intensiva era bastante común. Aun así, existían pequeñas propiedades en manos de hombres libres, con un tamaño aproximado de una hectárea. Un cuadrado de 100x100 metros daba un rendimiento asombroso para aquella época.
Pero el reino también destacó por su intensa actividad comercial. Con acceso a los puertos fenicios del Mediterráneo y a las tierras del este, en manos de elamitas, persas y medos, los babilonios explotaron las redes comerciales mediante numerosas caravanas. Materias primas como la madera, el hierro, el oro, el hierro o el bronce eran transportadas de un extremo al otro de Asia. Además, exportaban exquisitos tejidos, y las factorías de lana babilonias eran muy reputadas. La actividad comercial creció enormemente, e hicieron su aparición las primeras familias de banqueros, como los Egibi, que financiaban las empresas, y que tenían agentes en La India, China, Egipto y Asia Menor.
Bajo el reinado de la dinastía caldea, Babilonia se convirtió en una ciudad esplendorosa y poderosa. Su exuberancia era conocida por todos los pueblos. Herodoto dedica algunos párrafos a las costumbres de los babilonios durante esta época, como la subasta de doncellas en edad de casarse, y otra costumbre todavía más “escandalosa”: la prostitución sagrada. Antes de casarse, toda mujer debía ingresar en el gran templo de Inana (también llamada Istar, equivalente a la Afrodita de los griegos o a la Anahíta de los persas y medos), y no podían salir de allí hasta que algún extranjero entrara en el templo, y dejando cualquier cantidad de dinero a sus pies, pronunciara una plegaria a Istar y yaciera con ellas fuera del templo. Herodoto dice que las más hermosas se veían “liberadas” en pocos días, mientras que las menos agraciadas podían pasar hasta tres o cuatro años allí en el templo. También había otra clase de sacerdotisas, llamadas hieródulas, que eran prostitutas sagradas, que se entregaban según las instrucciones de los sacerdotes. La más famosa de las hieródulas es sin duda el personaje de Samkat, del poema “Gilgamesh”. Aunque este poema fue escrito dos mil años antes del periodo que nos atañe, indica que el culto a la diosa Inana es extremadamente antiguo. Samkat es la hieródula que seduce al bárbaro Enkidu, que vivía entre las bestas “y con ellas se satisfacía”, y lo convence para que rete a Gilgamesh. Poco después de combatir, se hacen amigos, y viven muchas aventuras.
En el zigurat del culto a Marduk, cada noche, una de las hieródulas era elegida para subir a la habitación más alta del templo y allí unirse “al dios”, que “casualmente”, tomaba el aspecto de los sacerdotes.
En nuestra cultura judeo-cristiana, tenemos dos referencias muy distintas de Babilonia. Por un lado, la tradición helenística nos la muestra como una ciudad maravillosa y llena de encantos, y a su vez, poseedora de una gran tradición científica. Sin embargo, para la tradición judia, Babilonia es un nido de pecado y lujuria. Debemos entender que los judíos allí deportados tras ser derrotados por Nabucodonosor, verían pronto con preocupación que una nueva generación de su pueblo iba a crecer en aquella cultura, tan diferente a la suya, y que podrían adoptar cultos politeístas o cometer idolatría. Más allá de las implicaciones religiosas, que no son tema de este artículo, el efecto de esto hubiera sido la pérdida de su identidad como pueblo. Es por ello por lo que la tradición judía muestra una imagen tan negativa del estilo de vida de los babilonios.

En fin, vamos ahora con el ejército. La lista de DBA que representa a Babilonia en este periodo es la I/44, Neo-babilonios.
La variante a) comienza en el momento en que Babilonia se convirtió en parte de la corona Asiria. Esto se debe a que fue en ese momento cuando la ciudad adquirió una nueva estructura en su ejército, obviamente influenciada por este imperio. La lista se compone de un núcleo de soldados estatales ( 1 general en carro pesado, otro carro pesado, dos peanas de caballería y una de Ax) profesionales, a imagen y semejanza del ejército asirio. Está complementado por siete peanas de arqueros, que representan a las levas organizadas entre las distintas tribus de Babilonia, sobre todo arameos y caldeos.
La variante b) comienza con la subida de Nabopolasar al trono. Los reyes caldeos mantuvieron un núcleo de soldados al estilo asirio, aunque más reducido, al tiempo que incorporaban tropas de los nuevos territorios conquistasdos. El general va en carro pesado, y hay otra peana del mismo tipo. Luego, una peana de caballería estatal. También hay cuatro peanas de 8 Bw, que representan a guerreros arameos y caldeos, cuyas tácticas de arqueros mejoraron, a imagen y semejanza del modelo elamita (que también acabaría influenciando a los sparabara persas). Una peana de Sp representa a hoplitas mercenarios carios, jonios o incluso lidios. El resto del ejército son levas más o menos forzosas: una peana de camellería procedente de los territorios de Arabia, dos peanas de hordas procedentes de todo el territorio babilonio, y una peana de Ps, que representa también a exploradores de distintas regiones.

Chariot tiene una gama maravillosa de babilonios. La de Essex tampoco está nada mal, no obstante.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola
El link con los sumerios no presenta más que la cabecera, el cuerpo parece que ha desaparecido...
Saludos
Antonio

caliban66 dijo...

Saludos. Cuando subí al artículo sólo lo podía leer con el Mozilla. Visto que hay muchos que no lo pueden leer, en los próximos días volveré a subir el artículo.

caliban66 dijo...

Bueno, ya está. A ver qué tal lo véis ahora.