La dinastía Sasánida de Persia

jueves, 1 de mayo de 2008

Saludos. Hoy hablaremos de uno de los imperios más fabulosos de Oriente, cuyo esplendor y legado ha sobrevivido al paso del tiempo en los cuentos y narraciones que desde Persia se han hecho populares en todo el mundo. Se trata, además, de una cultura espléndida, creativa e imaginativa, a la que debemos muchos juegos y deportes actuales. Hablaremos, pues, del imperio que creó la dinastía persa de los Sasánidas.

Recordemos que, después de la caída del reino seleúcida frente a los partos, éstos gobernaron los actuales territorios de Armenia, Iraq e Irán, y desde el 250 a.d.C. hasta el 224 de nuestra era, el imperio parto fue una amenaza constante en la frontera oriental del imperio romano. El imperio parto se organizó de manera feudal, adelantándose en su estructura a nuestra vieja Europa varios siglos. Esto quiere decir que el dominio de los partos se fundamentaba en la preponderancia de siete grandes clanes feudales, que se repartían el poder y la tierra.
Al principio del siglo III, el poder de la dinastía parta de los arsácidas está en franca decadencia. Los reyes partos ya no son capaces de defender competentemente el imperio. El imperio romano lanza poderosos ataques más allá del Eúfrates en varias ocasiones, llegando incluso hasta Media.
Mientras, en Persia, durante el periodo parto, la nobleza persa había ido regresando lentamente hacia las tradiciones aqueménidas en busca de su identidad cultural perdida tras la conquista de Alejandro Magno. Cuando la dinastía arsácida comenzó a dar signos de debilidad, los nobles persas fueron iniciando algunos levantamientos, que fueron aplastados con mucho esfuerzo. Sin embargo, en el 224, los partos lanzaron una campaña hacia el oeste, que pronto topó con gran resistencia romana. Y en ese momento de apuro, hubo un noble persa, llamado Ardashir, nieto de Sasán, que encabezó la revuelta que desplazó definitivamente a los arsácidas partos del poder. Los persas, encabezados por Ardashir, vencieron a los partos en la batalla de Firuzabad. Con la estructura de gobierno que habían creado los partos, los persas sasánidas desplazaron así al estrato gobernante y ocuparon su lugar.

La primera parte de la era sasánida, la política exterior trató de recuperar para Persia el imperio que gobernó la dinastía aqueménida vencida por Alejandro Magno. Con un fuerte sentido de la identidad, los persas se lanzaron si dudarlo a la guerra. Ardashir tomó para sí el título de “Shahansha”, Rey de Reyes. Los romanos fueron repelidos hasta el Eúfrates y más allá. Armenia fue añadida al imperio sasánida. Por el sur, llegaron hasta el límite de Arabia, en Bahrein. Al este, llegaron terminaron llegando prácticamente hasta el Indo.
Esta primera parte del imperio, entre los siglos III y IV, tuvo otros dos grandes dirigentes. Muy pocos reyes guerreros pudieron proclamar haber vencido a tres emperadores romanos. Shapur I, hijo de Ardashir, lo hizo. A lo largo de su reinado, el brillante Shapur I venció sistemáticamente a los ejércitos romanos de oriente, llegando a saquear Antioquia. Un emperador murió en batalla contra él: Gordiano III. Su sucesor, Filipo el Árabe tuvo que aceptar el pago de un tributo exorbitante al rey persa. Por último, Valeriano fue capturado en la batalla de Odessa (podéis leer algo de esto en “El Imperio de los Dragones”, de Manfredi).
Las fronteras sasánidas avanzaron y retrocedieron ligeramente durante este periodo. Shapur II reinó entre el 309 y el 379, setenta largos años, en los que se esforzó por construir una frontera defendible contra romanos y contra las incursiones árabes, mediante un sistema de fortalezas estratégicamente situadas, dando una gran estabilidad a los límites occidentales del imperio. El emperador romano Juliano, llamado el Apóstata, realizó una campaña que le llevó al corazón del imperio. Los persas utilizaron una estrategia de tierra quemada, permitiéndole avanzar de manera controlada, y cuando Juliando dividió su ejército, y entraron en un terreno favorable para los persas, éstos atacaron. Juliano murió en aquella batalla, aunque no se sabe si por una lanzada persa o por mano de alguno de sus soldados cristianos, ya que Juliano había hecho que el cristianismo dejara de ser la religión oficial del imperio romano (de ahí lo de “Apóstata, vamos). De nuevo, Persia devoraba a otro emperador romano.

Sin embargo, por el este, al final del reinado de Shapur II comenzó una amenaza que trastocaría el imperio de los sasánidas durante algo más de un siglo. Los hunos (entre los que estaban los Xiong gu o chionitas. Ver Hijos de las Llanuras IV: los hunos) entraron desde las estepas centrales deAsia a finales del siglo IV, comenzando así el periodo intermedio del imperio sasánida.
Este periodo se caracteriza por la amarga lucha de los persas contra los invasores extranjeros. Inicialmente, el heroico rey Bahram V los tuvo controlados, pero a su muerte, sus sucesores no tuvieron mucho éxito. Peroz murió luchando contra los hunos que se quedaron en el imperio, los denominados heftalíes. Su sucesor, Valajsh, tuvo que aceptar la humillación de pagar tributos a estos hunos, y esto revolvió a los nobles persas, que en los años siguientes restarían estabilidad a la monarquía debido a su descontento para con los reyes incapaces de reestablecer el orden. El rey Kavad, en un intento de controlar el poder de los nobles, apoyó una doctrina social que trataba de eliminar en cierto sentido la propiedad privada. Inmediatamente, Kavad fue depuesto por los nobles sasánidas, pero huyó entre los heftalíes, y los convenció para que le ayudaran a recuperar el trono, cosa que consiguió. Reformó el sistema de propiedad de la tierra, y los grandes nobles perdieron muchos privilegios, sobre todo en cuanto a los impuestos. A continuación, inició una dura guerra con Bizancio. Recordemos que estos hechos ocurrían a final del siglo V, por lo que ya el imperio romano se había dividido.

Este caótico periodo termina con la subida al trono de Corroes I, en el 531, que inauguró la era de máximo esplendor sasánida. Corroes dividió el imperio en cuatro provincias militares, y siguió reformando los impuestos, de manera que ahora, todos, incluso los nobles, comenzaron a pagar a la corona. De esta manera, Corroes reformó el ejército, que pasó de ser aportado por los nobles, a ser organizado y pagado directamente por el rey. El equipo también lo suministró la corona, y dado que se hizo un fuerte énfasis en mantener una caballería bien equipada, el ejército fue la gran oportunidad para un gran número de nuevos “nobles”, que recibieron pequeños territorios en pago a sus servicios militares. El ejército persa de esta época era una máquina militar brillante.
Mientras reinaba Cosroes, los turcos llegaron desde el centro de Asia, pero Corroes se alió con ellos, y con su ayuda consiguió vencer a los heftalíes. Turcos y hunos, ahora debiéndoles vasallaje, fueron asentados al este con territorios propios, más allá de Sogdiana. Los persas se aseguraron así de tener controlada la Ruta de la Seda, que entraba en el imperio por el norte.
Los sucesores de Cosroes, Bahram Chobin y Bagratunin fueron los que vencieron definitivamente a los turcos y heftalíes, después de que éstos volvieran a invadir Persia con la intención de controlar la entrada de la ruta de la seda. Las guerras contra turcos y heftalíes hicieron evolucionar los ejércitos sasánidas, y al vencerlos, el imperio se hizo extraordinariamente poderoso.

Se acercaba el fin de la dinastía. Cosroes II subió al trono en el 603, tras arrebatarle el trono a Bahran Chobin con el apoyo de los bizantinos. Durante los siguientes veinticinco años, Corroes II traicionaría a sus antiguos aliados, y aprovechando la guerra civil que carcomía al imperio bizantino, se lanzó a una guerra terrible contra ellos, una guerra en la que degeneró en rivalidades entre el rey persa y sus generales. Los bizantinos, que estuvieron a punto de caer, se recuperaron, y su general Heracles expulsó a los persas. Durante la guerra, la monarquía persa perdió muchos y grandes guerreros, y otros contingentes, fieles a sus generales, desertaron cuando éstos cayeron en desgracia frente al rey sasánida. De este modo, las fronteras occidental y sur del imperio quedaron desprotegidas.

En el 622 se produce el inicio de la era islámica. La expansión arábiga coincidió con el momento de mayor debilidad del imperio, y superion hacer sangre. El último rey sasánida, Yazdegird III, fue asesinado por sus propios hombres en el 653, luchando contra los árabes. Así, éstos vencieron a los sasánidas, y su imperio quedó dentro del califato Ummayad (los Omeyas de toda la vida, vamos). Por supuesto, no desapareció. Más bien, fue el califato el que absorbió lo mejor del imperio sasánida, su esplendor, sus tácticas militares, su opulencia… Esa aura exótica y esplendorosa que evocamos al imaginar la gloria de los califas omeyas de Oriente fue tomada de la dinastía sasánida. Incluso el nombre de “Visir”, el primer ministro de los reyes, y que siempre asociamos a los califas musulmanes, era un término persa. El componente iranio del califato se hizo patente en siglos posteriores. Por supuesto, la esplendorosa Persia islámica (leer “El Médico”, de Noah Gordon) retuvo muchas características de la época sasánida, la era de la gloria irania.

Durante la era sasánida, la vida se organizaba en cuatro estamentos: nobles, sacerdotes, funcionarios y el pueblo llano. La sociedad sasánida tenía características claramente feudales, heredadas de la era de los partos. El imperio estaba divido en provincias gobernados por los nobles, de manera bastante independiente de la corona, al menos inicialmente. Este equilibrio cambiaría con Cosroes I, como hemos visto. Sin embargo, este feudalismo no derivó en un empobrecimiento de la población. Desde Shapur I, los persas iniciaron crearon una intensa vida urbana. Las ciudades, concebidas desde una perspectiva heredada de la era helenística, crecieron, y se realizaron grandes obras de ingeniería para su desarrollo: saneamiento, abastecimiento de agua, regadíos. Además, los reyes sasánidas lograron crear un conjunto de leyes que favorecieron la creación de una extensa red comercial, y el dinero entraba en el imperio a raudales: comercio de seda, de manufacturas, de arte. Los nobles y hombres adinerados de las ciudades, además, eran una fuente de demanda continua de bienes y servicios, y su vida era altamente sofisticada. El ajedrez, tomado de la India, evolucionó en Persia. Muchos de nuestros términos ajedrecísticos actuales proceden del persa. También inventaron el polo, como entrenamiento para la caballería noble. Y por supuesto, las mujeres nobles jugaban y luchaban a caballo, como los hombres.

Las artes también prosperaron en la sociedad persa: el flujo del comercio de la seda permitió la creación de avanzados talleres textiles. Se crearon maravillosos tejidos y estampados. Se trabajó el vidrio de manera exquisita. Nos han quedado también maravillosos y grandiosos relieves en paredes de roca, conmemorando las victorias de los reyes sasánidas sobre sus enemigos romanos, bizantinos y nómadas.
Pero sobre todo, hay que destacar los artesanos del metal de la era sasánida. Los herreros persas refinaron su arte hasta límites increíbles. Las armas y armaduras que la caballería sasánida eran auténticas obras de arte. Aunque fueron evolucionando a través del tiempo, estaban un paso por delante en todas las técnicas. Los catafractos persas llevaban complejas armaduras lamelares y laminares. Hechas con láminas de metal unidas a una vestimenta de cuero, no era un diseño nuevo. Sin embargo, los persas las perfeccionaron, sobre todo combinando láminas de distinto tamaño según la zona del cuerpo que protegieran, aumentando la movilidad que permitían este tipo de armaduras. Los caballos llevaban bardas igualmente elaboradas. Al principio, su barda era completa. En la época de Cosroes II la armadura había evolucionado, y sólo protegía el frontal del caballo contra disparos de arqueros, aumentando la velocidad de la montura y su maniobrabilidad.
Mención aparte merecen las espadas sasánidas. Inicialmente mantuvieron el diseño de hoja ancha y recta de los partos, con guarda metálica y como redondo, pero el estilo de esgrima sasánida evolucionó y se estilizó enormemente. Las espadas tardías se hicieron más esbeltas y largas, hasta 1,1 m., y las empuñaduras estaban diseñadas para que el índice estuviera más adelantado que el resto de la mano (casi como si tuvieran un “gatillo”), y con un ángulo muy sutil respecto a la hoja, que adelantaba el centro de gravedad de la hoja respecto a la mano. Esto da idea un eficiente estilo de esgrima basado en la acometida frontal caballo y en el corte “de revés” desde la posición elevada de la montura. Además, esta larga espada comenzó a usarse con un sistema de suspensión en dos puntos, lo que permitió que esta larga espada fuera usada por la infantería (para que os hagáis una idea, la espada de Elrond/Arwen que se ve en “El Señor de los Anillos” es de clara inspiración persa, a falta de la muesca para la presa del dedo índice.). Estas espadas no tenían pomo, así que os podéis hacer una idea del exquisito equilibrio que poseían estas armas para no necesitar estos elementos.
En el periodo tardío también evolucionó la armadura del jinete, produciéndose cierto aligeramiento. Se cambió a la cota de malla de anillos, combinada con placas metálicas de protección adicional. Este jinete era capaz de moverse libremente, y por lo tanto, incorporar el arco compuesto a su completa panoplia.

Como ya hemos dicho, el ejército sasánida fue evolucionando con el tiempo, pero siempre se basó en una caballería bien equipada y entrenada, compuesta por nobles. Estos caballeros dejarían su nombre para la Historia. Se llamaban Savaran. Asawira fue como los nombraron los árabes. Este ejército respondía a la necesidad de defender fronteras muy lejanas con tropas relativamente escasas. Fueron estos móviles ejércitos los que permitieron que el imperio se mantuviera y prosperara. Además, en su intento de volver al esplendor aqueménida, los reyes sasánidas crearon incluso un cuerpo de élite de 10.000 savaran denominado Inmortales, por supuesto. Los savaran lucían preciosos ropajes y espléndidos estandartes dinásticos e insignias familiares, que se podían ver tanto en sus ropajes y libreas como en los herrajes y refuerzos de las armaduras.
En el periodo inicial, los ejércitos sasánidas heredaron la estructura y composición de los partos. Predominaba la caballería ligera con arco, compuesta de pueblos partos, corasmios, etc., de estirpe indoeuropea, y luego había un núcleo de catafractos pesados. Las proporciones eran diez a uno a favor de la caballería ligera.
Con los sucesivos enfrentamientos con los romanos, y con la incorporación de éstos de más caballería, los persas comenzaron a reducir la presencia de los arqueros montados de la caballería ligera. Estas tropas se equiparon con una ligera cota de malla y pasaron a ser auxiliares. Entonces se aumentó espectacularmente el número de caballeros savaran de tipo súper-pesado. Estas tropas eran catafractos equipados con pesados contos, armadura completa impenetrable por los arqueros enemigos, y luego espadas, mazas para romper armaduras enemigas, etc. El número de guerreros capaces de equiparse con este caro equipo era muy elevado en el próspero imperio sasánida, de manera que siempre dispusieron de tropas suficientes de este tipo. Además, perfeccionaron las tácticas de carga frontales, siendo capaces de coordinarse y concentrarse en puntos determinados del frente enemigo, o incluso siendo capaces de detenerse y fingir una retirada. Con el tiempo, la lanza pasó de usarse a dos manos a ser empleada con uno sólo, mientras que el otro brazo podía llevar un escudo redondo.
A pesar de ser caballería extremadamente pesada, los sasánidas todavía no empleaban estribos. Usaban una silla con cuatro cuernos y se sostenían con las rodillas.

La guerra en la frontera estaba controlada, pero cuando llegaron los hunos y los turcos por el este, el catafracto comenzó a estar en desventaja. Los hunos habían desarrollado un potente arco que sí podía tumbar a los catafractos. Además, la movilidad de los ligeros arqueros montados esteparios les permitía estar a salvo de las precisas y brutales cargas sasánidas. Fue entonces cuando los savaran evolucionaron a un tipo de caballería acorazada todo-terreno. El aligeramiento de las armaduras y el cambio a la cota de malla con refuerzos les permitió usar el arco compuesto a caballo, dejando la lanza de lado. Capaces de perseguir y trabar combate con la caballería ligera enemiga, la balanza comenzó a inclinarse a su favor. Además, desarrollaron una especie de ballesta de repetición, llamada “panjagan”, que disparaba flechas de cinco en cinco mediante “cargadores” especiales. Esto permitía crear una densa y concentrada lluvia de proyectiles. En esta época, la silla de cuernos se cambió a una que disponía de un arco frontal. Los jinetes, no obstante, seguían siendo capaces de sostenerse en las cargas, lo que da idea de la excelencia de su formación en equitación.
Entre las filas de los ejércitos sasánidas también encontramos otras tropas. Para empezar, llevaban una infantería “pesada”, de tipo lancero, llamada Pagadán, hecha mediante levas. Llevaban un gorro ridículo, un escudo grande parecido al spara y lanzas. No eran muy buenas, pero ejercían importantes funciones en los campamentos y en los asedios, arte en el que los sasánidas, a diferencia de los partos, sí fueron muy muy buenos.
También emplearon arqueros, tanto de tipo hostigador como en formaciones cerradas. Por supuesto, las técnicas de tiro persas permitían una mayor cadencia de disparo. Los arqueros sostenían tres flechas en la mano del arco y eran capaces de lanzarlas a gran velocidad.
Los sasánidas retomaron, para terror de los romanos, que no veían elefantes desde las campañas contra los seleúcidas, casi tres siglos antes, el uso de los paquidermos en combate, equipados con torres y arqueros. Además, mejoraron las tácticas de lucha con estos animales.
Además, dispusieron de una infantería de élite, los montañeses Dailami. Eran tropas de infantería media, equipadas con arcos, espadas largas, lanzas y escudo. Los dailami eran terriblemente feroces, y causaban auténtico pavor (algo así como nuestros almogávares, vamos).

La lista de DBA para los sasánidas es la II/69. En este caso debo aclarar algunas cosas. Mientras me documentaba para el artículo, estuve estudianto las listas sasánidas en DBM y FOG, e incluso consulté en el foro de Slitherine, consiguiendo una respuesta de Bodley Scott que os transmitiré.
Resulta que la lista de DBA actual (y la de DBM, y la de prueba de FoG) sólo refleja los ejércitos sasánidas desde el siglo V, tras los conflictos con los heftalíes. Como veréis, hay un claro predominio de tropas Cv, con muy pocos Kn tipo catafractos, mientras que claramente se ve que eran las tropas que predominaban en la era inicial sasánida. Incluso las miniaturas que hay por ahí están equipadas con grandes lanzas. Bueno, por si os interesa, la lista sasánida de FoG va a incorporar las opciones de los periodos iniciales, siendo ésta una de las listas que más va a cambiar desde la fase Beta-Test hasta su forma definitiva. Todo esto se debe a que el estudio de la era sasánida ha avanzado mucho en los últimos años.
En fin, vamos “al turrón”. La lista tiene entre cinco y ocho elementos de Cv, los savaran, siendo uno de ellos el general. Luego hay dos peanas de Hd que representan a los mediocres Pagadán; una de LH, que representa a los arqueros montados con armadura ligera sasánidas, y una peana de Ps, los arqueros persas. Por último, hay tres peanas que son opcionales con la Cv savaran. A saber: una peana de elefantes, una peana de Ax, que representa a los feroces Dailami y una peana de catafractos, que, en el periodo que cubre la lista, representa más bien a la caballería pesada armenia, aliada de los sasánidas. No olvidemos que hemos dicho que en este momento, los savaran ya no eran catafractos, sino una caballería acorazada polivalente.

Donnintong, Old Glory y Essex tienen miniaturas para representar estos ejércitos. No he visto las de Donnintong y Old Glory, pero las de Essex están bastante bien.

Nota: Las miniaturas que ilustran estas líneas forman parte de un trabajo comisionado de Raúl, unos sásanidas que mezclan miniaturas de Essex y Miniature Wars.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Dejo aquí enlace a algunas fotos de mi ejército sasánida.

http://img383.imageshack.us/img383/4112/007zi2.jpg
http://img293.imageshack.us/img293/1146/0031rw1.jpg
http://img383.imageshack.us/img383/3143/006ph9.jpg
http://img390.imageshack.us/img390/3852/001rv0.jpg
http://img383.imageshack.us/img383/3466/002ra6.jpg

Anónimo dijo...

Que grande es el Gomar I

Cuñao a ver cuando me respondeis una visita...

caliban66 dijo...

¿Quién ehhhh?
Álvaro? Antonio? Edu?