El imperio asirio, parte VI

jueves, 20 de marzo de 2008


8. Nínive

8.1: Una ciudad antigua.
Nínive (del nombre asirio Ninua) constituyó una de las ciudades asirias más importantes de toda la historia del reino. Descrita en la Biblia como una “ciudad grande sobremanera”, Nínive se alzaba en la confluencia de los ríos Tigris y Khosr, extendiéndose al lado de la orilla este del Tigris a lo largo de unos 50 kilómetros, y con una anchura media de 20 kilómetros o más desde el río hasta las colinas del este. Hoy en día, toda esa zona es una inmensa área en ruinas, fácilmente visibles desde la vecina ciudad de Mosul (Irak).
Los primeros documentos conservados que hacen referencia a Nínive datan de en torno al 1800 a.C. la mencionan como un gran templo dedicado a la diosa Ishtar, quizás una importante razón que explicaría el temprano auge que experimentó la ciudad. Sabemos que durante el Periodo Asirio Antiguo la capital Assur era el centro del gobierno y el comercio, mientras que Nínive desempeñaba el rol de núcleo del control agrícola y ganadero. De todas formas, el comercio y el tránsito de mercancías siempre jugaron un papel importante en la vida de la ciudad, lo que se extrae de su estratégica posición en el mapa, ocupando un lugar privilegiado como punto de paso de las rutas comerciales que cruzaban el Tigris.

8.2: Ascenso como capital del reino.
Cuándo a finales del siglo VIII a.C., el monarca asirio Senaquerib decidió trasladar la capitalidad desde la vecina Dur-Sharrukin a Nínive, se dio cuenta de que la ciudad necesitaba un lavado de cara importante. Así, se acometieron grandes reformas, incluyendo la construcción de amplias calles y plazas, fortificación y agrandado de sus murallas y además la construcción de un grandioso acueducto y un complejo sistema de 18 canales que surtían de agua a la población.

Pero sin duda la mayor de las obras de Senaquerib es su omnipresente “palacio sin rival”, cuyo plano original ha sido recuperado en su mayor parte. Sabemos con precisión de la increíble grandeza y dimensiones de esta gran construcción, que probablemente ocupaba un área de más de 40000 metros cuadrados y poseía hasta 80 grandes habitaciones, bastantes de ellas repletas de esculturas y con las paredes cubiertas de relieves escultóricos y crónicas acerca de las grandes victorias militares de su constructor. Las entradas al complejo real estaban flanqueadas por grandes estatuas de toros con alas y cabezas humanas. Sin duda, debía de resultar impresionante a la vista.
A parte del gran palacio de Senaquerib, la otra gran construcción que destaca en Nínive es la famosa biblioteca del palacio del rey Assurbanipal, uno de los tesoros arqueológicos más valiosos del mundo antiguo. En los restos de la gran estancia se han encontrado más de diez mil tablillas en escritura cuneiforme en las que se describían las leyes, historia y religión de Asiria. Así mismo, la biblioteca contaba con un archivo de antiguos documentos en el que se hallaron antiguos textos acadios, que probablemente se remonten incluso a la época del imperio de Sargón de Akkad, lo que los convierte en los documentos existentes más antiguos jamás encontrados.

Y sin embargo, a pesar de su grandeza, mientras otras importantes ciudades de la antigüedad se mantienen (a duras penas) en pie, de Nínive tan sólo conservamos sus ruinas y cimientos. La gran ciudad y capital asiria fue olvidada muy pronto tras su violenta caída a manos de Medas y Babilonios, hasta el punto de que cuándo el historiador griego Jenofonte pasa cerca de su emplazamiento con los famosos 10.000 soldados helenos, ni siquiera la menciona. Habría que esperar incluso a la época moderna para volver a desenterrar sus secretos.


9. El Gran Imperio Asirio

9.1: Expansión del Imperio.
En 681 a.C., Senaquerib es finalmente víctima de una conspiración palaciega (de las que tanto se había precavido) y se desata una corta guerra civil en la que finalmente se impone el hijo del monarca, Assarhadón. A diferencia de su extremadamente violento padre, Assarhadón resultará ser un monarca menos cruel y devastador con los conquistados, aunque igualmente inflexible con sus enemigos. Para dar muestras de buena voluntad a la población de Babilonia, que estaba constantemente al borde de la revuelta, ayuda a reconstruir la ciudad santa y repara en gran medida los daños provocados por su antecesor.

Sin embargo, otro asunto es el que de verdad inquietaba a Assarhadón. Una vez pacificado el sur de Mesopotamia y sus habitantes tranquilizados (al menos en parte) la mirada del soberano más poderoso del mundo se posa sobre Egipto, un rival antiguo de Asiria al que ninguno de los soberanos asirios anteriores había conseguido castigar severamente.

Así, retomando el proyecto de su padre, Assarhadón se prepara con calma y precisión. Para empezar, marcha sobre la costa fenicia (tradicional aliada de Egipto) y va sometiendo una a una a todas las ciudades-estado que se le oponen. Cabe destacar quizás el asedio de Sidón, que se prolongó durante tres largos años. En 671 a.C., una vez conquistada toda Fenicia, Assarhadón invade la península del Sinaí y, sin detenerse, cruza el delta del Nilo. Los ejércitos asirios se enfrentan a los defensores egipcios y los derrotan en dos grandes batallas consecutivas. El ejército del Faraón se reagrupa en Menfis, donde decide plantar cara al invasor. Pero sus esfuerzos son en vano: una vez más, la victoria corresponde a Assarhadón. Como consecuencia, la ciudad milenaria de Menfis es saqueada y destruida. Lejos de detenerse, el ejército asirio avanza hasta Tebas, que se ve obligada a rendirse ante la imposibilidad de resistir el asalto inmediato que se avecina. El Faraón, mientras tanto, escapa hacia el sur y se refugia en Nubia.

La conquista de la mayor parte de Egipto se había completado. La “tierra de los faraones” fue dividida en 22 provincias, cada una con un gobernador asirio, siguiendo el clásico esquema del sistema de gobierno de los reyes asirios. Sin embargo, no tardará demasiado en rebelarse y en el 668 a.C. Assarhadón en persona se ve obligado a regresar al delta del Nilo para sofocar la revuelta. Sin embargo, el monarca morirá durante el viaje, lo que hará respirar de satisfacción a los rebeldes. Craso error, ya que todavía no sabían lo que les esperaba.

9.2: El reinado de Assurbanipal.
Tras la muerte de Assarhadón, el cetro de Asiria pasa a manos de su hijo y heredero Assurbanipal, que se convertirá en una de las figuras más extrañas e interesantes de la historia antigua. Los monarcas asirios anteriores a él habían tratado de dejar un recuerdo imperecedero de su reinado levantando cada uno un grandioso palacio, suntuosamente decorado e impresionante a todas luces por sus dimensiones; y así hicieron en Assur, Nimrud, Khorsabad y Nínive. Sin embargo, aunque el de Assurbanipal en Nínive no desmerece en absoluto a los anteriores como monumento, destacaba sobremanera por su riquísima y extensa biblioteca.

El propio Assurbanipal se interesó, durante todo su reinado, en llevar a cabo una gran recopilación de textos y documentos por toda Mesopotamia, lo que le permitió reunir una colosal colección de tablillas que constituye el mayor archivo de documentos de toda la Antigüedad. De la biblioteca de Nínive proceden documentos incluso en la lengua antigua de Sumer, grandes relatos épicos (como el poema de Gilgamesh) y otros muchos tipos de textos que vienen a confirmar que el gusto literario del monarca era diverso y variado. El número total de tablillas encontradas en la biblioteca alcanza la increíble cantidad de treinta mil ejemplares, lo que demuestra un enorme interés por la escritura y la literatura.

Sin embargo, aunque el hecho de ser un gran príncipe bibliófilo le hace merecer el respeto de la posteridad, su gusto por la literatura no convierte a Assurbanipal en un ser demasiado distinto a los monarcas asirios anteriores. Teniendo en cuenta los relatos de sus crónicas, este gran monarca resulta ser tan cruel como Tiglath-Pileser I. Han pasado quinientos o seiscientos años desde la época de conquistas de este soberano y el rey de Asiria sigue sin dar una sola muestra de piedad. En los escritos y crónicas de Assurbanipal se dice claramente: Yo teñí los ríos del color de la sangre y saqueé todo el país. Los rebeldes egipcios, aliviados inicialmente por la muerte de Assarhadón, pronto comprenderán el significado de la palabra “miedo”.



Assurbanipal no se limita a aplastar violentamente la revuelta (como venía siendo habitual) sino que además desata toda su ira y crueldad sobre los vencidos. Los soldados enemigos son despellejados y sus pieles clavadas en las murallas de las ciudades como recordatorio, otras víctimas son empaladas cruelmente y dejadas pudrirse al sol. En uno de los relieves de su palacio en Nínive, Assurbanipal aparece en su jardín, comiendo con su esposa la reina y sirviéndole los esclavos bebidas y manjares, en tanto que de la rama de un árbol cercano cuelga la cabeza de un jefe rebelde que uno de sus generales le había enviado como trofeo.

Tras restaurar el orden en Egipto, Assurbanipal dirige sus pasos hacia el otro gran foco rebelde que se resiste a la dominación asiria: el Elam, al este de Mesopotamia. No hace falta abundar en detalles: los ejércitos asirios invaden el Elam, derrotan a los defensores, destruyen su capital Susa y se ceban violentamente con la población. En este momento, el Imperio Asirio es más grande, poderoso y extenso de lo que ha sido antes y será jamás. Los dominios de Assurbanipal se extienden desde Tebas y Menfis al suroeste hasta Susa en el extremo oriental del Imperio, pasando por toda Fenicia, el sureste de Anatolia y Mesopotamia al completo. Los ejércitos asirios llegan a realizar incursiones incluso en Arabia, aunque no con ánimo de conquista sino por puro espíritu de saqueo y devastación.

Y sin embargo, pese a su gran extensión, el Imperio Asirio es tan sólo militar. Asiria no daba nada a cambio de sus conquistas o de los tributos que se ven obligadas a pagar las naciones sojuzgadas. Su economía basa su fuerza en los botines e impuestos que se imponen a los vencidos. Ni siquiera las frecuentes deportaciones en masa servían para mucho, ya que aunque un pueblo sea trasladado de su tierra y trate de anularse su identidad nacional, seguirá siendo hostil a Asiria. Todo esto, unido a un sistema de sucesiones dinásticas poco claro y seguro, harán que el gran Imperio construido por los reyes asirios no resultará ser algo duradero.

10. Decadencia y Final

A finales del reinado de Assurbanipal comenzó a hacerse patente una situación de crisis y pérdida de poder por parte de Asiria. Y tras la muerte del monarca en el año 627 a.C., estalló una nueva revuelta en la corte, lo que condujo a un estado de guerra civil. En medio de las luchas internas entre las distintas casas nobiliarias, los territorios pertenecientes al gran reino comenzaron a sublevarse unos detrás de otros y a proclamarse independientes.

En Babilonia, la dinastía caldea encabeza una gran revolución que se salda con la expulsión del gobernador de Asiria y el ascenso al trono de la ciudad santa del rey Nabopolasar. En Egipto, viendo claramente la debilidad de los asirios, el Faraón regresa de Nubia, reconquista Tebas y aprovecha la situación para incitar a la rebelión a todas las poblaciones del delta del Nilo, con lo que muy pronto todo Egipto se independiza. Y, para colmo de males, al noreste de los territorios originales asirios los medas recobran ánimos y comienzan de nuevo a hostigar a Asiria.

La crisis del Imperio Asirio aumenta por momentos. El Faraón egipcio, lejos de conformarse con independizar sus territorios del delta, recupera también la península del Sinaí y más tarde invade y emancipa Siria y Palestina. Mientras tanto, Nabopolasar consigue arrebatar a Asiria todas las tierras del sur de Mesopotamia que antes habían pertenecido a los babilonios. Además, el rey caldeo presta su apoyo a los rebeldes elamitas que consiguen expulsar también a sus dominadores asirios.

La situación ha dado un vuelco tan espectacular que el Faraón egipcio, viendo con recelo el creciente poder de la dinastía caldea en Babilonia, decide cambiarse de bando y pasar a apoyar a Asiria. Pero el destino está ya sellado para los asirios, y Nabopolasar comienza a hostigar peligrosamente, al tiempo que el rey Ciaxares de la Media ataca desde el norte. Las incursiones de los medas (que asimismo cuentan con el apoyo de los nómadas escitas) cada vez se hacen más ambiciosas, hasta el punto de que en 614 a.C. Ciaxares avanza saqueando el interior de Asiria hasta llegar a las puertas de Nínive, donde es rechazado por las altas murallas y la obstinación de los defensores asirios. Sin embargo, el ejército meda no regresa a sus tierras, sino que continúa su campaña de saqueo y destrucción y toma la antigua ciudad de Assur, reduciéndola a escombros.

Es en ese mismo momento cuándo desde el sur llega Nabopolasar con su ejército babilónico. Sobre las ruinas de Assur, ambos líderes rubricarán la alianza entre los dos pueblos. En 612, ambos ejércitos avanzan unidos hacia Nínive y ponen sitio a la ciudad. Durante el largo y penoso asedio se emplearán todo tipo de tácticas, desde desviar el caudal del río Khosr hasta atacar la ciudad por varios frentes a la vez para minar la resistencia asiria. Tras varios meses de asedio, se realiza el asalto final, probablemente a través del curso seco del Khosr. Nínive, la grandiosa capital de Asiria, cae en manos de sus enemigos y es saqueada, incendiada y arrasada hasta los cimientos. Los asaltantes tampoco se toman la molestia de hacer esclavos y cautivos: la población al completo, incluido el rey Sin-shar-ishkun, es pasada a cuchillo sin el menor miramiento.

En esa época, y contando con el apoyo de Egipto, un general del ejército asirio accede al trono adoptando el nombre de Assur-Uballit II, y se atrinchera con su ejército en Harrán para esperar los refuerzos que le ha prometido el Faraón. Alertados, Ciaxares y Nabopolasar vuelven a reunir sus ejércitos y marchan sobre Harrán rápidamente en el 610 a.C. Pese a contar con tropas aliadas egipcias, la moral del ejército asirio está por los suelos y la mayor parte de los soldados comienza a huir nada más iniciarse la batalla. La victoria es total para medas y babilonios. Y la derrota es también completa para Asiria.

Durante los próximos años, Mesopotamia vivirá el auge del Imperio Neo-babilónico durante el reinado de Nabucodonosor II, hijo de Nabopolasar. Finalmente, y tras una serie de cruentas guerras, el bisnieto de Ciaxares, conocido como Ciro II el Grande, establecería el gran imperio persa aqueménida. Mientras tanto, nadie llora la suerte de Asiria.

Los primeros días I: Sumer y Acad

Saludos. Comenzamos aquí un apasionante viaje hasta los primeros días de lo que ahora conocemos como Historia, es decir, ese fascinante y crucial paso desde el fin de la Prehistoria, el periodo final del Neolítico, hacia las primeras civilizaciones con registro escrito. Os prometo un recorrido lleno de sorpresas, y que nos dará una perspectiva totalmente nueva sobre nuestra “modernidad”. Se trata de un periodo verdaderamente fascinante, donde nuestros antepasados tuvieron que empezar realmente desde cero, sin referencias escritas, sin modelos anteriores de civilizaciones en las que inspirarse, sin héroes legendarios con los que compararse. Asistiremos al nacimiento del primer rey, el primer imperio, el primer ejército, la primera guerra y los primeros genios y los primeros héroes. Bienvenidos pues (*sonido de tambores del principio de “Conan el Bárbaro”*) a la Primera Edad del Mundo.


Imaginad esto. Entre el décimo y el cuarto milenio antes de Cristo, la tierra estaba prácticamente vacía de seres humanos. Los últimos neandertales se habían extinguido hacía seis mil años, desplazados por el Homo Sapiens, es decir, nuestra especie. Había grupos dispersos de la especie humana, en muy diferentes estados de avance. En el en el norte de Asia y Europa persisten los grupos de cazadores recolectores, habitantes de las cuevas. En las llanuras habitan las tribus esteparias, pastores de los primeros rebaños. Sin embargo, en el corazón de Oriente, Mesopotamia dos grandes ríos, el Tigris y el Eúfrates, han ido rellenando los valles por los que transcurren con un suelo arcilloso extremadamente rico en minerales esenciales. Estos ríos se unen antes de desembocar en el golfo pérsico, y en el delta de esta desembocadura, comienza aflorar un pantanoso terreno, extremadamente fértil. Fue aquí donde se dio el paso al Neolítico, donde diferentes tribus habían conseguido domesticar algunos animales y cultivar distintos tipos de cereales. No conocían aún los metales, pero sí dominaban la tecnología de la piedra y cocían recipientes cerámicos, hecho con la maravillosa arcilla que había junto a los ríos, decorados con distintos pigmentos. Estas tribus que ocuparon la tierra emergida del sur del delta procedían del este, y por la cerámica pueden emparentarse con los elamitas (ya hablaremos de ellos en otro artículo). De esta manera, estos emigrantes ocuparon una región que se conocería más tarde como Sumer. Tenían un idioma propio, no emparentado con ninguno de los que conocemos actualmente.

Sin embargo, aguas arriba del delta, una ola de inmigrantes de estirpe semita se asentó en el curso medio del Tigris y Eúfrates. Estos semitas fundaron así la tierra de Acad.

Estos dos grupos comenzaron a tener relaciones comerciales entre ellos. Los semitas de Acad no eran tan avanzados tecnológicamente como los sumerios, y éstos comerciaban con su cerámica y sus herramientas de piedra y arcilla con ellos.

El tiempo pasaba. Las técnicas agrarias y de regadío se perfeccionaron y pronto las cosechas comenzaron a dar enormes excedentes. Esto, unido a un clima benigno, permitió crear las condiciones para que se establecieran las primeras sociedades modernas, es decir, aquellas en las que la preocupación por la supervivencia pasa a un segundo plano al tener las necesidades primarias suficientemente cubiertas. Las aldeas fueron creciendo al aumentar la población. Los mercados aumentaron de tamaño. La población tuvo que empezar a tomar decisiones y a idear maneras de convivir, de medir y de valorar las mercancías. Eridú fue la primera ciudad, fundada en Sumer, a la que siguieron muchas más, como Ur. Nació así la primera escitura, conocida como cuneiforme, debido a que estaba escrita con una herramienta en forma de cuña sobre tablillas de barro. Comenzó así también el desarrollo matemático. Ya desde los primeros registros encontramos métodos de cálculo para conocer sobre todo, superficies y volúmenes, que son las primeras preocupaciones de un pueblo que cultiva la tierra y almacena su fruto.

Pero entonces, algo ocurrió. El mundo cambiaba a pasos agigantados. Los hielos de la última glaciación retrocedían, y el clima cambiante provocó una enorme inundación que destruyó la mayoría de los prósperos asentamientos mesopotámicos, tales como El Obeid. Sólo algunas ciudades, como Ur, que estaba fundada en un montículo, sobrevivió, y la mayor parte de la población pereció. Este hecho singular causó tanta impresión en los supervivientes que por siempre sería recordada, y sus ecos permanecerían en los textos que escribirían incluso miles de años después.

Cuando las aguas retrocedieron, los supervivientes se centraron en la reconstrucción de su sociedad, pero entonces llegó la primera invasión de bárbaros del norte. Actualmente los llamamos el pueblo de Uruk. Procedentes de tierras montañosas, este pueblo introdujo en la sociedad establecida el torno para la cerámica, la rueda y el conocimiento de la metalurgia del cobre. Estas técnicas no eran conocidas por los pueblos agricultores ya que habitaban terrenos aluviales, donde no hay minerales que explotar. Paradójicamente, los pueblos bárbaros e incivilizados de las laderas fueron los primeros en usar los metales. Estos invasores se amalgamaron con los supervivientes de Sumer y Acad.

Y el último ingrediente de la civilización sumeria llegó en forma de nueva invasión, alrededor del año 3000 a.d.C., por otro pueblo, denominado de Dsemdet-Naser (el nombre del yacimiento en el que se les identificó por primera vez). La inclusión en la cultura sumeria fue pacífica y se realizó de manera gradual, pero este pueblo aportó muchas cosas: mejoras en las construcciones, elaboraciones más complejas y ricas en cerámicas y edificios, perfeccionamiento y generalización de la escritura, etc.

Cuando este pueblo, que trató de unificar el poder político de Sumer y Acad, fue derrotado y expulsado, comenzó un periodo en el que Sumer fue asumiendo todo el poder, pero de manera centrífuga. Se organizó en un sistema de ciudades estado enormemente prósperas. La iniciativa individual en diferentes empresas y la apertura de rutas comerciales, así como el desarrollo de los sistemas de canales para el regadío, permitió un fluido intercambio de ideas y desarrollo tecnológico, aspecto en el que los sumerios destacaron más que los acadios. El aumento de poder y la dependencia de la tierra dio como resultado la organización de los primeros ejércitos, que lucharon en las primeras batallas entre estados: las guerras por el derecho al agua y la tierra se extendieron por la fértil tierra sumeria. Obviamente, las prósperas ciudades sumerias se implicaron en un feroz estado de guerra en pos de la hegemonía, y alrededor del 2600 a.d.C., la ciudad de Ur, la consiguió, estableciendo así su primera dinastía, aunque tras cinco generaciones, la hegemonía fue circulando por diferentes estados.

Mientras, en Acad, sometidos al mayor poder sumerio, aguardan su oportunidad. Habían estado aprendiendo todo lo que pudieron sobre la guerra y la organización política y militar de sus vecinos. Culturalmente estaban subordinados a los sumerios, pero habían mantenido su propio idioma. Y el largo periodo de guerras entre los divididos estados sumerios los debilitó lo suficiente para que los acadios encontraran su momento. Fue Sargón de Acad, en el siglo XXIV a.d.C. (sí, habéis contado bien: el dos mil trescientos y pico a.d.C.) quien lanzó a su pueblo a la mayor guerra de conquista conocida hasta aquel momento. Sargón llegó como una marea inexorable, y en cierto modo, consiguió establecer el primer imperio moderno: el reino unificado de Sumer y Acad. Los acadios desplazaron al estrato gobernante sumerio, aunque la vida urbana como tal continuó. Es decir, la cultura sumeria no fue erradicada bajo el domino de Acad, aunque sí se estancó.

Sin embargo, el poder no era fácil de mantener. Una nueva invasión de las fieras tribus de las montañas, que codiciaban la riqueza ubicua en el imperio de los acadios. Marcharon contra Acad y vencieron, derrocando a la dinastía de Sargón. Estas tribus, el pueblo guti, fracasó no obstante en su intento de asentarse como clase dominante. Carecían del conocimiento político para mantener una organización como la que habían creado los sargónidas. De modo que se mantuvieron a duras penas en el norte, en Acad, mientras las ciudades sumerias encontraron inesperadamente la libertad suficiente para volver a tomar las riendas. Siglo y medio después, expulsaron a los invasores, y Sumer y Acad volvieron a ser libres, y se unieron más que nunca bajo el dominio de la III dinastía de Ur.

Esta situación hasta el 2000 a.d.C., cuando una nueva invasión desde el este, por parte de los elamitas y los amorritas, atacando directamente a las ciudades de Sumer, el centro de poder del reino unificado, derrocó a la III dinastía de Ur. Esta victoria extranjera fue acompañada por una posterior devolución de la libertad de los ciudadanos. Es decir, los gobernantes extranjeros dejaron que la vida ciudadana y económica siguiera su curso, y relajaron la implicación del estado en la vida diaria (impuestos, etc.), lo que sirvió para que se mantuviera la intensa vida económica de Sumer. Aun así, Ur y otras ciudades habían sido destruidas, y esas pérdidas fueron terribles.

Al norte, sin embargo, alejados de los núcleos de poder amorrita, los semitas acadios no estaban dispuestos a ser gobernados por extranjeros. Fue entonces cuando la dinastía local de Babilona aglutinó el apoyo del resto de los acadios, y así nació el primer imperio babilonio.

En 1783 a.d.C, el rey de Babilonia era Hammurabi, creador del código legal escrito más antiguo que conocemos. Sumer seguía en manos extranjeras, pues una nueva invasión elamita había situado a un rey de este pueblo a la cabeza de los sumerios, y Hammurabi le declaró la guerra, una guerra antigua y terrible, que terminó con la victoria de Babilonia y la reunificación de Sumer y Acad. A continuación, Hammurabi extendió su dominio hacia el norte y el este, hasta las fronteras de los montes de Elam y más allá de Nínive. Babilonia se convirtió en el centro del mundo.

La dinastía de Hammurabi perduró dos siglos más, pero fue un periodo de lenta decadencia. A su hijo, Samsu-Iluna, se le declaró una rebelión interna que debilitó al imperio lo suficiente para que las tribus indoeuropeas de los casitas fueran asentándose al norte de su imperio, amenazando directamente su poder. Y finalmente, alrededor del 1600 ad.C, una nueva invasión indoeuropea, los hititas, con su rey Mursil al frente, entró a hierro (metal prácticamente desconocido para los babilonios) y fuego en Babilonia, saqueando la ciudad y robando la imagen del dios Bel-Marduk. Así se desintegró el imperio. Al norte, los casitas aprovecharon la incursión hitita para establecerse como dominadores de Acad. Al sur, Sumer quedó aislada, pero pudo mantenerse a salvo concentrándose en las tierras pantanosas, desde donde sus nuevos “Reyes del País del Mar” establecieron una férrea defensa. Sus días de gloria, no obstante, acabaron.


Las ciudades estado de Sumer y Acad se organizaron del siguiente modo: para empezar, cada una de las ciudades estados tomó un dios del panteón común como poder tutelar de la ciudad. De este dios emanaba la autoridad de los reyes de cada ciudad-estado. Las ciudades tenían una morfología similar: un centro religioso político cerrado, llamado “temenos”. Alrededor, la ciudad amurallada, y en el exterior, la villa de extramuros, lugar por donde terminaban creciendo las poblaciones. Las casas sumerias no nos resultarían nada extrañas: alrededor de un patio central, pavimentado con ladrillos de barro, se elevaban dos plantas, con paredes de adobe y madera. Los tejados eran de tejas de arcilla, por supuesto. Los canalones y pendientes dirigían el agua de la lluvia al patio, donde se almacenaba en aljibes.

La sociedad puede conocerse gracias al código de Hammurabi. En él se legisla para tres estamentos distintos: nobles, plebeyos y esclavos. Se supone que los nobles eran los principales propietarios de tierras, bienes y esclavos. Los plebeyos solían trabajar en diferentes oficios y profesiones liberales, y formaban el núcleo del ejército. Podían incluso tener esclavos.

Por último, los esclavos eran muy numerosos. Las continuas guerras entre ciudades-estado proporcionaban abundantes prisioneros que eran esclavizados. Éstos eran la principal mano de obra en los trabajos más duros, y por lo tanto, el estado tenía mucho interés en ellos. En cierto modo, las mismas leyes que los condenaban a muerte en caso de rebelión también los protegían del daño que pudieran causarle un mal amo, ya fuer

a noble o plebeyo.

EJÉRCITOS SUMERIOS Y ACADIOS PARA DBA.

Hay numerosas listas de sumerios y acadios para este juego, que muestran la evolución de estas sociedades:

  1. I/1: Sumerios tempranos. En este ejército, con cuatro opciones distintas según el periodo elegido, se encuentran los ejércitos sumerios hasta el imperio de Sargón. La opción más antigua representa a un núcleo de 8 peanas de Bw, las primeras tropas, con el general y su escolta como Bd y 3 peanas de Ps, representando a los exploradores y habitantes de los pantanos. Sin embargo, en las listas siguientes ya se ve la regularización del ejército. Para empezar, el general va a la batalla en un carro tirado por cuatro asnos (los caballos todavía no eran usados), junto a los nobles. Los carros tenían un auriga y un guerrero equipado con hachas y jabalinas. Estas penas son HCH. Luego, el núcleo del ejército. La falange de ciudadanos enrolados para el combate. Los ejécitos, si bien eran irregulares, formados por los ciudadanos, la capa productiva de la ciudad, solían tener alguna preparación. La falange estaba formada por soldados equipados con casco de bronce, grandes escudos rectangulares y largas lanzas, y se clasifican como Pk. La falange era una opción adecuada para soldados con escasa habilidad individual y que no podían permitirse muchas bajas, ya que la misma formación proporcionaba protección. Luego hay una élite de guerreros protegidos con capas de piel y cascos de bronce, equipados con espadas curvas y hachas, clasificados como Bd. Por último, hay tres peanas de tropas Ax y Ps, luchadores en formación abierta y hostigadores.

  2. I/11: Acadios y III dinastía de Ur. En principio, esta lista es parecida. El general y la falange de Pk forman el núcleo. Sin embargo, los acadios sí funcionaron como ejército regular bajo el mando de Sargón, que creó un cuerpo regular de guerreros, representados por las dos peanas de Sp. El resto del ejército son Ax y Ps, ya que los acadios apostaron por la lucha en formación abierta, más adecuada en los terrenos difíciles en los que lucharon. Por último, hay una peana de Hd, levas obligatorias entre los pueblos dominados.

  3. I/12: Estados sumerios sucesores: Esta lista representa la evolución de Sumer bajo dominio amorrita y elamita, mientras al norte nacía el imperio babilónico, también reflejado en esta lista. Los generales son distintos: son elamitas, y luchan en carros ligeros o como arqueros. Luego hay un núcleo de falange ciudadana como Pk o Sp, y el resto del ejército son Bw, clara reminiscencia elamita, y Ax y Ps, tropas montañeses de los amorritas y habitantes de los pantanos. También, por el lado babilonio, representan a las tropas acadias que ya encontrábamos con Sargón.

  4. I/21: Casitas y babilonios tardíos. Esta lista representa la última etapa del imperio babilonio antes de caer, y la dominación de los casitas tras la acometida hitita. Las tropas más profesionales invasoras desplazan del ejército a los ciudadanos dominados. Así encontramos unos generales que ya luchan en carros ligeros (influencia indoeuropea) y las tropas auxiliares de montañeses casitas o guerreros acadios, según el ejército que se intente representar. La opción b de esta lista queda fuera del periodo estudiado en este artículo.

Que yo sepa, hay minis de Essex y Chariot para estos ejércitos. Las de Chariot son verdaderamente bonitas, aunque el carro de asnos de Essex también es francamente bueno.


Nota: Las miniaturas de este artículo pertenecen a la colección de Greg Kelleher. Representan un ejército de los Estados Sucesores Sumerios y son de la marca Essex.

el imperio asirio, parte V

sábado, 15 de marzo de 2008

7. Periodo Neo-Asirio

7.1: Expansión del dominio asirio.

A la muerte de Tukulti-Ninurta II, llegará al trono de Asiria uno de los monarcas más importantes y carismáticos de la historia del reino: Assurnasirpal II, que se hace con el poder tras la muerte de su padre en 884 a.C. Los objetivos del nuevo soberano son claros: sacar a Asiria de la época de cierta oscuridad que se vivía desde la muerte de Tiglath-Pileser I y salvaguardar de una vez por todas las fronteras de su reino. Así, los ejércitos asirios inician una serie de brutales y terribles campañas con el objetivo de devastar las tierras de sus enemigos circundantes. A pesar de la ferocidad que muestra Assurnasirpal, podría decirse que también fue cauto en cierta medida, ya que renunció a atacar a sus vecinos verdaderamente fuertes: el recuperado reino de Urartu al norte, Babilonia al sur y Aram al noroeste. Sin embargo, las tribus nómadas y pequeños estados que antaño habían puesto en peligro a Asiria no recibirán el mínimo resquicio de piedad. En su ímpetu, el ejército de Assurnasirpal alcanza incluso las costas del Mediterráneo.A su regreso a Asiria, Assurnasirpal, que nunca se había sentido demasiado cómodo en Assur, construye la ciudad de Nimrud (la Calach bíblica) y traslada allí la capitalidad. Así mismo, lleva a cabo ciertas tareas de restauración en Nínive y dedica los últimos años de su fructífero reinado a fortalecer y asegurar las fronteras de su reino.A la muerte de Assurnasirpal II en 859 a.C. le sucederá en el trono su hijo Salmanasar III, que se ganó la fama de ser uno de los monarcas asirios más batalladores de todos los tiempos (algo con cierto mérito en un estado tan militar como Asiria). A lo largo de sus 35 años que duró su reinado, realizó un total de 32 campañas militares, la mayoría de las cuales se dirigieron contra el poderoso reino de Aram, al oeste del curso del Éufrates, que su padre había respetado. Sin embargo, a pesar de haber obtenido evidentes victorias y recibido considerables tributos de los arameos, Salmanasar fracasó en su objetivo principal de conquistar el propio Aram.Dejando los asuntos orientales a un lado, Salmanasar tuvo que prepararse para hacer frente a otros problemas. En concreto, hablamos de la gran coalición de diversos pequeños estados y ciudades que, encabezadas por Hamath, Damasco e Israel, se sublevaron contra el poder asirio. A juzgar por los hallazgos arqueológicos y los documentos de la época, los ejércitos se encontraron en Karkar, junto al río Orontes, y la victoria recayó del lado asirio aunque por un margen quizás bastante ajustado. Salmanasar, en la inscripción de su famoso obelisco negro, se jacta de haber matado a 14.000 soldados enemigos, una cifra que podría ser en cierta medida verdadera, pero omite el número de pérdidas, que probablemente debió resultar bastante elevado.Sea como fuere, a pesar de esta victoria junto al río Orontes, Salmanasar III no consiguió volver a imponer su autoridad sobre Siria y Palestina. Parece evidente que si continuó cobrando tributos, pero los reyes de Damasco, Samaria y Jerusalén continuaron gobernando sus estados de forma independiente. Este ligero revés, sin embargo, se vio compensado con la situación en el sur de Mesopotamia. Salmanasar estaba en buenas relaciones con el rey de Babilonia, de forma que a la muerte de este, su hijo y sucesor Marduk-Sakir-Shum llamó a Asiria para ayudarle a someter a su hermano, que se le había rebelado. Con gran satisfacción, en 852 a.C. Salmanasar entra en Babilonia como un aliado y defensor del dios Marduk y a continuación procede a pacificar el sur de Mesopotamia aniquilando a los rebeldes. A partir de entonces, Salmanasar pasó a ser el “protector” del joven rey babilonia, lo que en términos claros significaba que Babilonia pasaba a convertirse en estado dependiente de Asiria.
7.2: Surgimiento de un Imperio.
En los últimos años del reinado de Salmanasar III se inicia la enésima revuelta en el interior de la fragmentada corte asiria, lo que conducirá a una dura y larga guerra civil. De nuevo, el destino parece precipitar a Asiria en el pozo de una época sombría, durante la cual su poder se reduce y sus fronteras vuelven a verse atacadas por las incursiones de los nómadas arameos, que se abalanzan sobre el reino asirio al mínimo síntoma de debilidad. Sus ataques sólo podrán ser contenidos con gran esfuerzo por parte de un estado fragmentado y decadente.En medio del caos y la confusión, una nueva revolución permite la llegada al trono de un advenedizo, que para adjudicarse categoría real adopta el nombre de Tiglath-Pileser III. Aunque en un primer momento parezca difícil de creer, este hombre que probablemente fuera un simple jefe del ejército va a salvar a Asiria y a devolverle todo su antiguo esplendor. Inmediatamente, Tiglath-Pileser III se dedica a la ardua tarea de afianzar la autoridad del trono, eliminando a todos sus posibles rivales y tranquilizando a la corte, y parece que lo consigue con eficacia en un periodo de tiempo increíblemente corto. Habiendo sido coronado en mayo del 745 a.C., en septiembre del mismo año ya inicia su primera campaña militar. Y esta vez, el objetivo de sus conquistas no serán los arameos, si no la propia Babilonia.Tiglath-Pileser III creará y perfeccionará una de las máquinas militares más prolíficas de toda la historia, fundando un ejército potente y permanente, y centrando sus objetivos expansionistas en anexionar territorios enemigos. Así, tras convertirse en gobernante de Babilonia, su siguiente meta es aplastar a las tribus arameas que amenazaban el valle del Tigris, cosa que realiza como todo buen monarca asirio, sin el mínimo resquicio de piedad. Más tarde, expulsa a los pobladores urarteos que se habían asentado en Siria, anexiona los estados de Arpad y Damasco (donde se vanagloria de haber destruido hasta 591 ciudades) y finalmente sojuzga a la mayor parte de ciudades y pequeños estados de Palestina. Para evitar posibles revueltas, Tiglath-Pileser comienza una política de deportaciones que más tarde será imitada por sus sucesores. Los habitantes de los pueblos conquistados no permanecen en sus territorios originales, sino que son trasladados al interior de Asiria para romper su conciencia y cohesión nacionales. Este sistema de deportaciones en masa y exilios forzosos funcionará bien durante un tiempo, pero con el transcurso de la historia de Asiria se comprobará que no resultó una buena solución a largo plazo.
7.3: Un Imperio mundial.
A la muerte de Tiglath-Pileser III en 727 a.C., el trono pasa a manos de su inmediato sucesor, Salmanasar V. Sin embargo, el nuevo monarca no pareció contar nunca con demasiadas simpatías por parte de sus súbditos, lo que desembocó en una nueva revolución (posiblemente encabezada por la clase sacerdotal) que lo echó del poder tan sólo cinco años después de subir al trono. La revuelta coloca en su lugar a otro jefe militar sin sangre real que adoptará el nombre de Sargón II (llamado así para no confundirlo con Sargón de Akkad, fundador del primer imperio semítico del que ya hemos hablado). Sargón II no esperaría demasiado tiempo para dar rienda suelta a sus aspiraciones imperiales. En su primer año de reinado, el 722 a.C., el nuevo monarca asirio dirige a su gran ejército contra Palestina, ataca el reino de Israel y toma Samaria, su capital, deportando a casi 28000 de sus habitantes (se supone que el resto debió de morir en las sangrientas ejecuciones en masa). La ira de Sargón se ceba también con los rebeldes sirios, y la ciudades de Hamath, Karkar y Gaza son tomadas, saqueadas e incendiadas. El único que se libra del terrible castigo es el reino de Judá, que ante las noticias llegadas de territorios vecinos decide someterse a Asiria y evita ser arrasado.Tras “pacificar” y ampliar sus territorios orientales, Sargón vuelve su mirada hacia las tierras al noreste de Asiria. Sin perder demasiado tiempo, avanza rápidamente contra lo poco que quedaba del antiguo reino de Urartu, sometiéndolo sin demasiada dificultad, y se enfrenta así mismo a los medas, un nuevo pueblo nómada que había comenzado a hostigar las fronteras de Asiria. A continuación, Sargón se vuelve hacia el sur y aplasta con singular crueldad a las tribus arameas del valle del Tigris y, tras una larga y penosa campaña, derrota a los caldeos en el valle del Éufrates inferior, extendiendo sus dominios hasta las costas del Golfo Pérsico. Así, Sargón se proclama rey titular de Babilonia en 709 a.C.En lo que a administración se refiere, Sargón II percibió claramente que el antiguo sistema de control interno de su reino se había quedado obsoleto e ineficiente, por lo que reorganizó su Imperio en unas 70 provincias, cada una de ellas dirigida por un gobernador que era responsable directo ante el rey. A finales de su reinado, sintiéndose inseguro en las ciudades de Assur y Nimrud (probablemente ante la amenaza de intrigas cortesanas) Sargón decidió construir un palacio de nueva planta junto a Nínive. Los textos cuneiformes se refieren a esta gran construcción como Dur-Sharrukin, y en el árabe actual se la denomina Khorsabad. A pesar de que el soberano asirio se adjudica todo el mérito de la construcción (en sus crónicas, Sargón señala que “Yo medité el plano de la ciudad día y noche y escogí para empezar la construcción un mes y un día con favorables augurios...”) sabemos con certeza que, al igual que otros grandes monarcas “constructores” de la Antigüedad, como el emperador Adriano, el arquitecto de Sargón se llamaba Tabsar-Assur.A estas alturas, podría decirse que Mesopotamia había sido pacificada e integrada con cierta normalidad dentro del Imperio Asirio. Sin embargo, Sargón pronto comprendió que un nuevo y mayor peligro le acechaba desde el Turquestán, al noreste de Asiria, de forma que se embarcó en otra campaña militar y marchó contra los escitas. En el año 705 a.C., el propio Sargón II cayó muerto en una escaramuza contra estos bárbaros nómadas. A pesar del varapalo que esto supuso para Asiria, su cuerpo consiguió ser rescatado y probablemente enviado a Nínive, donde fue enterrado con todos los honores.Si los enemigos de Asiria pensaron que con la muerte de Sargón podrían comenzar a respirar tranquilos, se equivocaban. El hijo y heredero del difunto monarca, Senaquerib, demostró ser un soberano aún más inflexible y cruel que su padre. A su llegada al trono se encontró con dos problemas que ponían en peligro el futuro de Asiria. El primero era que trato debía dispensarse a Babilonia, anexionada a Asiria por Sargón. Y el segundo pasaba por castigar a Egipto, nación que no ocultaba su apoyo a los rebeldes occidentales del Imperio Asirio.Antes de nada, Senaquerib abandonó el palacio de Dur-Sharrukin construido por su padre y reconstruyó y modernizó la vecina ciudad de Nínive, convirtiéndola en su capital y en una de las ciudades más grandiosas de toda Mesopotamia. A continuación, el monarca asirio pasó a centrarse en sus objetivos militares. Para con Babilonia, Senaquerib decidió adoptar una política brutal, sin miramientos, desposeyendo a la ciudad santa de toda consideración especial sin tener en cuenta su glorioso pasado. Nada de establecer una monarquía doble o ir a estrechar las manos de Marduk, como hiciera su padre.La rebelión en Babilonia no tardó en estallar. Senaquerib, tras construir una poderosa armada de guerra, atacó la ciudad santa y obligó a huir a los rebeldes caldeos, persiguiéndolos luego hasta el delta y derrotándolos, si bien sus principales líderes consiguieron escapar a Susa. En cuanto a Babilonia, fue saqueada y el ejército asirio acumuló enorme botín, pero la pacificación se consiguió solo a medias y el descontento creció más y más.En este momento, Senaquerib se ve obligado a abandonar la baja Mesopotamia y regresar a toda prisa a las fronteras occidentales de su Imperio, donde las ciudades de Siria y Palestina se habían declarado en rebelión con el apoyo de Egipto. La coalición, dirigida por el rey Ezequías de Jerusalén, salió a enfrentarse con el ejército asirio a campo abierto, y sólo gracias a grandes pérdidas pudo triunfar Senaquerib y expulsar a los egipcios de vuelta a sus tierras. Los asirios marcharon enseguida hacia Jerusalem, donde Ezequías se vio obligado a rendirse y pagar un gran tributo de guerra al monarca Asirio, aunque se resistió a entregar la ciudad. Es probable que Senaquerib hubiera gustado de asaltar Jerusalem y despellejar personalmente a Ezequías, pero se tuvo que quedar con las ganas porque, en pleno año 700 a.C., Babilonia había vuelto a rebelarse.Esta vez el soberano asirio decidió mostrarse condescendiente con los babilonios, enviando a su propio hijo como gobernador de la ciudad. Sin embargo, los caldeos no lo aceptaron y continuaron con la revuelta, ante lo cual Senaquerib se enfureció y juró destruir la ciudad santa. A pesar de la ayuda proveniente del Elam, los ejércitos babilonios fueron vencidos y en 689 a.C. Babilonia fue tomada y destruida por completo, hasta el punto de que todos los restos arqueológicos que hoy pueden observarse en el emplazamiento de la ciudad pertenecen a las reconstrucciones de Nabopolasar durante el periodo Neo-babilónico.

El imperio asirio, parte IV

6. Periodo Medio Asirio

6.1: Época de Dependencia.
Tras la caída del Primer Imperio Asirio de Shamshi-Adad I, Asiria se vería relegada como potencia secundaria y, especialmente, provincia dependiente de otros estados de la zona. El Imperio amorreo fundado por Hammurabi también se caracterizaría por ser bastante efímero. Los casitas, un pueblo de origen no semítico, invaden Babilonia en el siglo XVI a.C., derriban a la dinastía amorrita y se hacen con el poder político de la región. Otro pueblo no semítico venido del norte, los hurritas, ocupan la mayor parte del norte de Mesopotamia para finalmente acabar dando origen al reino de Mittani, al este de Asiria y cercano a Anatolia.Tenemos constancia que el territorio de Asiria se hizo dependiente de Mittani a comienzos del siglo XV a.C. Hacia esta época, el estado hurrita de Mittani ya había adquirido proporciones imperiales y había extendido su influencia por todo el norte de Mesopotamia. Es probable que a Asiria no le fue del todo mal con este dominio extranjero, ya que aunque se vio sometida al control de otro reino, en cierto sentido su agricultura y su comercio pudieron medrar más o menos en paz. Pero esta situación no duraría demasiado.

6.2: Resurgir del poderío asirio.
Asiria permaneció como territorio dependiente de Mittani hasta comienzos del siglo XIV, cuándo el reino hurrita sufrió una dura derrota a manos del naciente Imperio Hitita en Anatolia. El rey asirio Eriba-Adad I aprovechó entonces la debilidad de Mittani para conseguir algo más de autonomía para Asiria. Sin embargo, sería su inmediato sucesor Ashur-Uballit I quién daría un importante golpe de mano al aprovechar la confusión en la que estaba inmerso el estado mittanio, liberando e independizando Asiria del yugo de los hurritas e incluso atacando a su anterior dominador, logrando arrebatarle algunos de sus territorios orientales.Ashur-Uballit se procuró de mantener siempre unas relaciones amistosas con Egipto, por aquella época el estado más poderoso de Oriente Próximo. Sin embargo, si mantuvo algunos roces (que no llegaron a la guerra) con el Imperio Hitita, a causa de los territorios del debilitado estado de Mittani. A pesar de todo, parece que finalmente Asiria pudo conservar los territorios originalmente arrebatados al reino hurrita. El poderío de este monarca queda bien patente en sus intentos expansionistas, al parecer sobre Babilonia, donde se enfrenta a la dinastía casita y, a pesar de que no consigue anexiones territoriales, si logra adquirir cierta influencia en la región.A la muerte de Ashur-Uballit en 1328 a.C., Asiria ya no es simplemente un punto en las rutas comerciales entre Anatolia y Mesopotamia, sino que se ha convertido en toda una potencia regional. Sin embargo, y a pesar de las sólidas bases asentadas de Ashur-Uballit, sus inmediatos sucesores no logran mantener la ventajosa situación del reino y su poderío se reducirá considerablemente. No será hasta el reinado de Adad-Nirari I (que accede al trono en 1306 a.C.) cuándo se produzca un nuevo resurgir de Asiria en la escena internacional. Parece ser este monarca quien retome los afanes de expansionismo hacia el Oeste, esta vez ya en detrimento de los Hititas. Su hijo Salmanasar I se enfrentará a un nuevo y emergente estado del norte: Urartu. Tras algunas campañas militares contra el reino urarteo, que le reportaron al monarca asirio buenas cantidades de metales y caballos, Salmanasar se ve obligado a volver y “pacificar” los territorios anteriormente conquistados por su padre, que se habían sublevado, desencadenando una represión brutal sobre los rebeldes.

6.3: Esplendor del Reino Medio Asirio:
Siguiendo la política exterior agresiva de Salmanasar, su sucesor Tukulti-Ninurta I (llegado al poder en 1244 a.C.), se dedica a consolidar primero las fronteras de su reino para luego atacar con ferocidad y precisión a Urartu. La victoria del rey asirio parece total: se someten más de 40 ciudades urarteas y Tukulti-Ninurta recibe grandes tributos del nuevo pueblo sometido. Más tarde, el soberano asirio inicia una nueva ofensiva expansionista atacando Babilonia, donde obtiene otro gran triunfo, lo que le permite anexionarse seguidamente Mari, Khana y algunos territorios amorreos. Al oeste, se hace evidente la inquietud del Imperio Hitita ante el poder de sus vecinos y Tukulti-Ninurta debe volver a toda prisa a la frontera occidental de su reino para rechazar las incursiones hititas. El monarca asirio parece imparable: el Elam tampoco escapa a su ofensiva y es incorporado como un territorio más al poderoso e implacable estado asirio.Durante esta época se alcanza el máximo esplendor del Reino Medio Asirio. Finalmente, Tukulti-Ninurta parece conformarse con sus grandes victorias militares y, tras reforzar de nuevo las fronteras de su reino, emprende una intensa labor constructiva, que culminará con la construcción de todo un complejo residencial (incluyendo tanto edificios religiosos como profanos) junto a Assur, y que servirá de modelo para las obras de reyes asirios posteriores. Sin embargo, y una vez más, el gran poderío de Asiria no durará demasiado. A finales del reinado de Tukulti-Ninurta I se comienza a vislumbrar el desgaste que está sufriendo el estado asirio, cosa que se hará más evidente tras su muerte en 1207 a.C. Babilonia y el Elam no tardan en sublevarse y conseguir su independencia. Mientras Asiria decae lentamente, los monarcas babilonios crecen en poder e influencia, hasta el punto de que se considera probable que incluso terminasen por llegar a imponer un tributo a sus anteriores dominadores. Sin embargo, su época de prosperidad tampoco durará demasiado, ya que a mediados del s. XII a.C. el poderoso estado de Elam invadirá los territorios del sur de Mesopotamia acabando con el poderío babilónico. Mientras tanto, Asiria sobrevive como un estado menor.

6.4: Un nuevo mapa político.
Hacia el 1200 a.C. una nueva ola de migraciones procedentes del norte de Europa cambiarán profundamente la composición política y regional de todo Oriente Próximo. En Grecia, los poderosos micénicos son expulsados o sometidos por los Dorios. En Anatolia, el Imperio Hitita es borrado de la faz de la tierra por el gran conglomerado de invasores conocidos como “Pueblos del Mar”, que se introducen en Siria y Palestina y llegarán incluso a Egipto, donde serán rechazados a duras penas por el faraón Ramsés III. Uno de estos pueblos indoeuropeos, los mushki, se asientan al este de Anatolia y se convierten en una amenaza permanente para Asiria, que además se ve amenazada también por las incursiones de los arameos (grupo semítico nómada) desde el noroeste. Asiria resistió estos ataques ferozmente, en muchas ocasiones con gran éxito, manteniendo a raya a sus nuevos enemigos. Acuciados por la necesidad, los reyes Asirios comienzan a desarrollar una máquina militar implacable y capaz de no sólo rechazar a sus rivales, sino de imponerse a ellos con autoridad y manifiesta brutalidad.En esta época difícil y dura aparece la figura de Tiglath-Pileser I, que accede al trono de Asiria en 1115 a.C. A estas alturas de la historia, el poder de Egipto en Oriente Medio es puramente nominal, pues sus propios problemas impiden a los Faraones pensar en expandir sus dominios por territorios extranjeros. Babilonia, por su parte, vive una época de tranquilidad, y los antaño poderosos hititas han desaparecido. Una vez Tiglath-Pileser consuma la tarea de sus antecesores de asegurar sus fronteras, se da cuenta de que el campo estaba libre para un nuevo conquistador.Después de aplastar convenientemente nuevas incursiones de mushkis y arameos, Tiglath-Pileser comienza a realizar incursiones hacia el norte, llegando hasta el lago Van y devastando las tierras del reino de Urartu. A continuación el ejército asirio se dirige hacia el oeste y prosigue su campaña de saqueo y devastación hasta llegar a Palmira (en la actual Siria). Las noticias acerca de la crueldad y la brutalidad de los conquistadores Asirios hacían que muchos de los pueblos amenazados huyeran al conocer que se aproximaban sus ejércitos, lo que sin duda facilitó la tarea de expansión. Es probable que estas noticias no fueran recibidas con demasiada buena acogida por parte de Marduk-Nadin-Akhi, soberano de Babilonia, que decide emprender una expedición de castigo contra el temerario Tiglath-Pileser. A juzgar por los documentos hallados, el monarca babilonio sorprende a los asirios y derrota a su ejército, aprovechando para saquear algunas de las ciudades del sur de Asiria y llevarse algunas valiosas estatuas a Babilonia. Tiglath-Pileser no se toma demasiado bien esta derrota, de forma que se prepara para un nuevo asalto. Su oportunidad llegará en poco tiempo, cuándo Marduk-Nadin-Akhi lanza otro ataque contra Asiria, aunque en esta ocasión el ejército asirio está preparado para su llegada y rechaza contundentemente a los babilonios. La venganza de Tiglath-Pileser no se hará espera, ya que aprovecha el momento para atacar furibundamente a Babilonia en una serie de rápidas y duras campañas, mediante las cuales conseguirá someter parcialmente a su vecino. Esta victoria final sobre su odiado enemigo no constituirá un éxito demasiado gran de para Asiria, ya que la población residente en los alrededores y territorios adjuntos a Babilonia no soportarán del todo bien el cruel y tiránico dominio asirio, de forma que las revueltas comenzarán al poco de terminarse la conquista.A la muerte de Tiglath-Pileser I en 1076 a.C., Asiria se sumergirá nuevamente en una etapa de oscuridad por circunstancias que no se pueden precisar con claridad, y las renovadas incursiones de los arameos se harán notar en sus fronteras. Sin embargo, parece evidente que los sucesores de Tiglath-Pileser logran mantener un poder considerable y evitan que el estado vuelva a diluirse como había sucedido en épocas anteriores. La política exterior asiria se vuelve cauta: los monarcas se contentan con conservar sus territorios y realizar puntuales ataques contra regiones enemigas, especialmente los molestos arameos, que continúan constituyendo el principal foco de agresiones exteriores de asiria. Hacia finales del siglo X a.C., Adad-Nirari II anexiona el estado arameo de Nisibis tras una serie de violentas incursiones, y su hijo Tukulti-Ninurta II se apodera de varios pequeños reinos arameos alrededor de la ciudad de Harrán y el valle central del Éufrates.

El imperio asirio, parte III

viernes, 14 de marzo de 2008

5. Arte Asirio


5.1: El arte primitivo.
La historia de los orígenes del arte asirio, en el periodo temporal que se extiende entre los siglos XVIII (época del primer ascenso de Asiria a potencia mundial) y XIV a.C. (resurgir del poderío asirio tras varios cientos de años de decadencia) nos es desconocida en su mayor parte. Sabemos, por los hallazgos arqueológicos en las ciudades asirias más antiguas, que en los comienzos de su historia el arte estaba profundamente influenciado por la cultura y civilización sumeria del sur de Mesopotamia, hasta el punto de que varios siglos más tarde de la caída de Sumer todavía se seguían utilizando sus obras como fuente de inspiración.El estilo sumerio sería más tarde asimilado por el pueblo acadio durante su gran expansión. Gracias a la fusión de pueblos y culturas en toda Mesopotamia, las características del arte sumerio permanecerían siendo utilizadas por los artistas y artesanos tanto de Asiria como de Babilonia para realizar sus obras, llegando a su apogeo entre los siglos XI y VII a.C.
5.2: Temáticas religiosas y profanas.
Durante el resurgir de las artes durante la época del Imperio Mesoasirio (siglos XIV al XIX a.C.) el estilo y las formas del arte asirio se verán fuertemente influenciadas por las tradiciones estilísticas babilonias. Así, se hace una clara distinción entre obras de temática religiosa y profana, representándose los temas religiosos de una forma, por lo general, solemne y austera, mientras que las escenas profanas adquirían unos modos y un estilo mucho más naturalistas.La principal construcción religiosa, tanto en Asiria como en el resto de la antigua Mesopotamia, fue sin duda el Zigurat, una construcción piramidal escalonada en distintos niveles o alturas, a las cuales se accedía mediante grandes escaleras exteriores. Por lo general, estos zigurats se construían con arcilla o barro cocidos al sol (material conocido como adobe) y luego se decoraban exteriormente con ladrillos vidriados policromos, de distintos colores y formas. Con el paso del tiempo, este tipo de decoración se convirtió en algo bastante común en Mesopotamia, especialmente durante la época neobabilónica, y gran parte de las fachadas de los edificios se recubrían con esta cerámica policromada.Es innegable que gran parte del arte asirio conservado no parece ser explícitamente oriundo de la propia región Asiria. Al igual que la costumbre de recubrir las grandes construcciones con ladrillos vidriados, muchas otras representaciones parecen tener un origen extranjero. De esta forma, el árbol de la vida y los grifos (animales mitológicos con cabeza, alas y patas de águila y cuerpo de león) que aparecen con bastante frecuencia en los sellos cilíndricos y en las pinturas murales de los palacios, pueden tener su origen en el arte hurrita de Mittani, un reino al noroeste de Mesopotamia.
5.3: La cima del arte asirio: los relieves.
Si hubo un arte decorativa en la cual los hábiles escultores contratados por los reyes de Asiria sobresalieron por encima de todas las demás, sin duda se trata de las dos técnicas conocidas como “bajorrelieve” y “altorrelieve”. A pesar de que por lo general adolecían de una gran uniformidad esquemática en cuánto a temas y posturas (la mayor parte de los relieves representan escenas de guerra y batalla, caza, o bien del monarca de turno estableciendo contacto con diversos genios y divinidades), la técnica escultórica llegó a alcanzar un grado del altísima calidad, hasta el punto de que algunas de las obras resultan prácticamente impecables. Los reyes asirios gustaban mucho de adornar las paredes de sus palacios con este tipo de brillantes decoraciones. Una parte importante del auge de este tipo de esculturas se debe a la gran abundancia de alabastro verdadero en la parte más alta del río Tigris. Este material se podía tallar mucho más fácilmente que las piedras duras utilizadas por sumerios y acadios, lo que sin duda fomentó su uso y la proliferación de muchos artistas en el campo del relieve escultórico.En la mayoría de las ocasiones, los soberanos asirios mandaban tallar, en escritura cuneiforme, crónicas que relataban su evidente superioridad en las cacerías o sobre los campos de batalla. Este tipo de documentos muchas veces se tallaban sobre bandas horizontales por gran parte de la superficie de los muros de palacio, acompañando y complementando la información dada por los relieves, para impresionar a los visitantes y realzar su poder ante los ojos de todos sus súbditos.Las obras escultóricas de más calidad que se pueden encontrar entre los relieves asirios son, sin duda, las excelentes escenas de caza que fueron talladas por orden expresa de los monarcas, ya que las fieras se representaban con mucho más esmero que los seres imaginarios antropomórficos, tales como los grifos (ya mencionados anteriormente) los genios con cabezas de animales o las esfinges. Los expertos consideran que algunas de las escenas de caza del palacio de Assurbanipal en Nínive, especialmente una en la que aparecen un león y una leona moribundos, merecen ser consideradas como los más hermosos estudios de animales del mundo antiguo.Los relieves nos han servido también como importante fuente de información acerca de muchos otros aspectos de la sociedad asiria. Por ejemplo, algunos de ellos presentan escenas militares de lo más variadas (batallas, asedios, asaltos, vida cotidiana de los soldados, capturas de prisioneros o, frecuentemente, tratos violentos, mutilaciones y ejecuciones en masa de rebeldes). También pueden verse conjuntos escultóricos que representan ciudades, vistas marinas y paisajes, aunque podría decirse que la técnica escultórica siempre se esmera mucho más con cosas más relacionadas con el mundo militar, tales como construcciones fortificadas, barcos, carros, trampas y sistemas de caza y distintos tipos de armamento. Igualmente, se representa con gran realismo a los distintos tipos de pueblos enemigos a los que el Imperio Asirio se enfrentó a lo largo de su historia.Tampoco se puede decir que no haya existido ninguna evolución en la técnica escultórica de los relieves asirios; más bien todo lo contrario. Así, observando conjuntamente relieves del palacio de Nimrud (siglo IX a.C.) y los de Nínive del siglo VII. a.C. se puede llegar fácilmente a la conclusión de que existen bastantes diferencias estilísticas. En las escenas más antiguas, las batallas se representan de una forma menos realista, con pocos soldados, y se tiene poco cuidado a la hora de considerar los diferentes tamaños entre carros, soldados y mismo edificios. En los relieves de Nínive, las figuras talladas en bajorrelieve presentan un estudio mucho más preciso y mayor de los detalles, y algunas veces la calidad de la técnica del escultor es tan grande que incluso sobresalen de la piedra y parecen ocupar un espacio tridimensional.
continuará

El imperio asirio, parte II

jueves, 13 de marzo de 2008

3. Sociedad y Cultura

3.1: Una sociedad estamental y autoritaria.
Toda la vida del pueblo asirio obedecía y giraba en torno a la figura del rey, que a su vez estaba considerado como el sumo sacerdote del gran dios Assur. Además, como venía siendo habitual en las monarquías absolutistas de la antigüedad, el soberano era el comandante en jefe de todos los ejércitos, y tenía plenos poderes para la toma de decisiones. En teoría, hablamos de una monarquía absoluta, pero convendría remarcar ciertos matices. En toda la historia de Asiria, ninguno de sus reyes ejerció un poder absoluto, ya que el propio modelo de estado centralizado y dividido en provincias y distritos reservaba cierta autonomía a cada uno de los nobles y gobernantes de las distintas regiones que conformaban el Imperio Asirio. Esto condujo en bastante ocasiones a una serie de pequeñas rebeliones, guerras civiles, golpes de estado e incluso grandes purgas de la nobleza palaciega. Así, no es de extrañar que algunos de los más grandes soberanos de toda Asiria accedieran al trono mediante conspiraciones que acostumbraban a terminar en baños de sangre de los demás aspirantes. Algunos ejemplos bastante claros podrían ser Tiglath-Pileser III o Sargón II.Por lo demás, sabemos que los sacerdotes del dios Assur gozaban también de cierta preponderancia social, incluso más que muchos de los nobles. Al igual que en el antiguo Egipto, el “poder de los Dioses” siempre tuvo mucha relevancia dentro de la política interior asiria. Cabe destacar que algunos de los reyes que accedieron al trono mediante un golpe de estado tuvieron que pactar con los sacerdotes el ser abiertamente reconocidos como verdaderos elegidos de Assur.En lo tocante a la vida social y familiar, a las costumbres matrimoniales y a las leyes de propiedad, estas se asemejaban bastante a la legislación babilónica. Sin embargo, a pesar de que gran parte de los documentos legislativos que se conservan indican una clara inspiración o similitud en los códigos de leyes sumerio primero y babilónico después, no cabe duda de que los castigos establecidos para los infractores de la legislación asiria eran, por lo general, mucho más bárbaros, brutales y con el claro objetivo de causar escarmientos entre la población. Quizás esto pueda deberse a que el estado asirio se pasó gran parte de su historia batallando contra unos u otros enemigos externos, pero no cabe duda de que este carácter de sociedad agresiva y brutal causaría evidente repercusión en algunos de los hechos más desagradables de las campañas militares.

3.2: Religión.
Al igual que muchos otros aspectos de la sociedad asiria, su panteón de divinidades se vio influenciado y ampliado por las diferentes culturas y naciones que surgieron a su alrededor. Así, su dios principal Assur fue sustituido a finales del último Imperio Asirio por el dios babilónico Marduk. De todas formas, es innegable que Assur fue, durante casi toda la historia de Asiria, la divinidad preponderante. En la gran ciudad de Assur (cuyo nombre fue tomado en honor del dios) se erigía un gran templo denominado como Ekarsagukurkura, cuya traducción literal sería “casa de la montaña de toda la tierra”, nombre que en principio podría parecer como excesivamente orgullosa, pero que los monarcas asirios posteriores justificarían después. De este templo tampoco se ha obtenido mucha información; analizando sus restos arqueológicos se ha llegado a la conclusión de que en su estructura comprendía una alta pirámide escalonada (probablemente al estilo zigurat) y que se encontraba cerca del palacio real.Assur, originalmente deificado como un dios de la vida vegetal (y cuyo símbolo era el Árbol de la vida), fue cambiando sus acepciones con el paso del tiempo. En la época en que Asiria se convirtió en un gran imperio militar, pasará a convertirse en un dios guerrero y será identificado con el Sol, además de que su símbolo más representativo será entonces un disco alado en cuyo interior aparece una figura que dispara un arco, probablemente importado de la religión hitita. A parte de Assur, el panteón del pueblo asirio estaba integrado por una enorme cantidad de diferentes dioses, muchos de ellos de carácter local o incluso familiar. Entre los más importantes, podríamos señalar a Ishtar, diosa de origen babilónico e identificada con el amor, la guerra y la fecundidad; Enlil, señor de los vientos y las tempestades; Ea, considerado como dios de las aguas y los mares; Shamash, señor de la luz y la justicia. Pero sobre todo, hay que hacer referencia a los dioses Anu y Adad.Estas dos divinidades son bastante conocidas por la excelente conservación de su templo doble en la ciudad de Assur. En dicho santuario, cuya estructura principal es bastante clara (a juzgar por sus restos arqueológicos), ambos dioses compartían el patio común y principal, pero cada uno su cella separada, prácticamente incomunicables, y cada uno su pirámide escalonada o zigurat. Esta separación es claramente comprensible y significativa, a juzgar por el origen de ambos dioses.El culto al dios Anu era procedente de Sumer, concretamente de Uruk, donde se le consideraba patrón de la ciudad y tenía una enorme importancia dentro del panteón sumerio, hasta el punto de que llegó a ser adoptado como hijo de Marduk y considerado la divinidad de la medicina y el protocolo. En la época del antiguo imperio sumerio, formaba parte de la tríada principal de dioses, y se le identificaba especialmente con el cielo (precisamente, su nombre procede del sumerio An, que significa “cielo”). En cuánto a Adad, su origen parece ser claramente extranjero, posiblemente ario y no mesopotámico, importado por los semitas asirios procedentes de la vecina región montañosa de Capadocia. Por lo general, se le consideraba dios del trueno y los rayos y se le representaba montado sobre un gran toro. Estas dos divinidades formaban, junto a Assur, la gran tríada de dioses asirios, los tres procedentes de distintos pueblos: Assur, el dios solar, era semítico; Anu tenía un origen sumerio y Adad tal vez fuera originalmente ario o incluso hitita. En nombre de estos tres dioses se llevarían a cabo algunas de las matanzas más escalofriantes de la historia antigua.
3.3: Escritura y literatura.
Hoy en día, la mayor parte de las cosas que sabemos acerca de las características del pueblo asirio nos han sido legadas por los documentos literarios que han sido hallados en las ruinas de sus templos y zigurats y, sobre todo, en la biblioteca del rey Assurbanipal en Nínive. Al igual que en el caso babilonio, los asirios narraron en crónicas los principales acontecimientos que sucedieron en su tiempo, desde prácticamente los orígenes de su civilización. Todos los textos asirios y babilonios que han llegado hasta nuestras manos se encuentran escritos sobre tablillas de arcilla en caracteres cuneiformes. Esto se debe precisamente a que el material utilizado para su escritura es la arcilla, por lo que los escritos han resistido bien todos los agentes de destrucción del paso del tiempo, no así otros materiales como la madera, el cuero o mismamente el papiro, material de escritura más frecuente en la antigüedad.No se puede decir que la interpretación de los textos y documentos halla sido tarea fácil. Uno de los principales inconvenientes de la escritura cuneiforme es que cada uno de los signos que usa está formado por una o varias unidades semejantes a una cuña, de forma que resulta mucho menos sencilla de descifrar que textos escritos en papiros o pergaminos. De todas formas, el disponer de estas tablas de arcilla ha permitido a los arqueólogos conocer de una forma mucho más clara y concisa los hechos y sucesos de la historia antigua.

4. Ejército
4.1: La necesidad de un ejército permanente.
Desde el resurgir del poderío asirio durante los siglos XII y XI a.C. hasta aproximadamente mediados del s. VIII a.C., Asiria se vio permanentemente envuelta en una serie de guerras continuas, tanto para defender su propio territorio contra las peligrosas incursiones de turbulentos pueblos nómadas como por los ataques y ofensivas de las otras grandes potencias de la zona. En parte, gracias a todo el ambiente de violencia, muerte y destrucción que acompañó a la historia de Asiria desde prácticamente sus comienzos, se forjó el duro y guerrero carácter del pueblo asirio. Sin unas defensas naturales demasiado consistentes, rodeados de enemigos y en un punto de cruce entre la gran mayoría de migraciones de la zona, los monarcas asirios se verían obligados a mantener un buen ejército con el que protegerse.Hasta mediados del s. VIII a.C., los ejércitos asirios se habían basado en el reclutamiento de levas ciudadanas y campesinas así como de tribus nómadas afines que vivían en los alrededores del reino. El sentido imperante de la guerra no era otro que efectuar incursiones en territorios extranjeros con el objetivo de obtener botines de guerra, esclavos y lograr un enriquecimiento fácil. Sin embargo, con el ascenso al poder del rey Tiglath-Pileser III las cosas cambiarían drásticamente. Llegado al trono merced a un golpe de estado tras una cruel guerra interna, Tiglath-Pileser III reorganizó completamente las bases del ejército asirio y restauró la autoridad y el poderío del estado. Formó un potente ejército mercenario, en donde no importaban las etnias o los lugares de procedencia sino las aptitudes para la lucha de cada uno (hasta tal punto que llegó a haber una gran cantidad de oficiales extranjeros). Tiglath-Pileser también logró cambiar la mentalidad asiria en torno a la utilidad de la guerra, de forma que a partir de entonces la política exterior del reino asirio se basó en la conquista y ocupación de nuevos territorios, saqueándolos como hasta entonces, pero manteniendo el control sobre ellos y evitando muchos problemas futuros.

4.2: Composición del ejército.
La composición de los ejércitos de los reyes asirios no fue, en general, demasiado distinta a la de otras naciones y estados mesopotámicos de aquella época. Sin embargo, una serie de pequeños pero importantes detalles son los que le dieron una ventaja tan significativa sobre los demás, llegando al punto de que desde el resurgir del Imperio Asirio bajo las órdenes de Tiglath-Pileser I (no confundir con el III, citado anteriormente) hasta la muerte del último gran soberano, Assurbanipal, se le consideró prácticamente invencible. Uno de estos “detalles” radica en la utilización, por primera vez en la historia, de armas de hierro.Básicamente, el conjunto de las tropas se dividía en infantería, caballería y carros de guerra. La infantería, a su vez, se repartía en distintas unidades ligeras o pesadas. Los soldados de infantería pesada iban bien equipados para el combate cuerpo a cuerpo; vestían una coraza generalmente compuesta por láminas de cuero superpuestas, pantalón, botas altas de cuero, túnica y además protegían la cabeza con un casco metálico coronado con una cimera (a veces adornada con plumas) y con dos piezas metálicas que cubrían las orejas. Esta infantería pesada se dividía en arqueros y piqueros. Los primeros portaban una espada corta para usarla en el cuerpo a cuerpo, un arco y un carcaj con flechas colgando a la espalda. Los piqueros, elemento completamente original del ejército asirio y que era totalmente inexistente en los demás de la época, llevaban también una espada corta y además una lanza larga y un escudo de metal o mimbre (generalmente redondo u ovalado). En cuánto a las tropas de infantería ligera, vestían de forma similar a la infantería pesada, pero sus armaduras estaban fabricadas con materiales más ligeros y sus armas eran más pequeñas y manejables, a fin de conferirles más agilidad y movilidad. Por lo general, la infantería pesada era la encargada de llevar el peso del combate, mientras la ligera hostigaba sin cesar al enemigo. La inclusión de la caballería al ejército asirio se dio en un momento relativamente tardío, durante el reinado de Sargón II. En un principio, el elemento de choque de los ejércitos asirios eran los devastadores carros de guerra, capaces de destrozar literalmente filas y filas de soldados enemigos, causando impresionantes mutilaciones y desmembramientos con sus temidas cuchillas de las ruedas. Sobre él iban tres tripulantes: el cochero, encargado de conducir a los dos o cuatro caballos; el guerrero, provisto de lanza y arco, que acosaba al enemigo; y el servidor, que con un escudo protegía los cuerpos de sus compañeros. El carro, a pesar de todo, resultaba bastante rápido y manejable, ya que poseía una estructura ligera, cerrado tan sólo por delante.La caballería, mientras tanto, adoptaba el rol de hostigar, emboscar, distraer y flanquear al enemigo. Los jinetes iban provistos de arco y lanza, pero no llevaban escudo ni protección tanto para ellos como para sus monturas. No fue hasta las campañas de Assarhadón y Assurbanipal cuándo se comenzó a proteger a los caballos con un sencillo caparazón. Es precisamente en esta época tardía cuándo los carros pasan a convertirse en centros de acción de los diversos grupos de combate y la caballería asume el papel de fuerza de choque.

4.3: Campañas y asedios.
Las expediciones guerreras se iniciaban en primavera todos los años, con el rey al frente. Por lo general, las incursiones partían con el objetivo claro de invadir un reino, someterlo, destruir sus ciudades, convertir a sus habitantes en esclavos e incendiar y talar sus campos y cosechas, con el objetivo de que la repoblación de la zona resultara lo más difícil posible. Cuándo se desplazaban a grandes distancias, los ejércitos asirios construían campamentos fortificados, que rodeaban de muros de tierra. En el interior del muro, montaban sus tiendas de campaña sostenidas por palos.En los asedios, el ejército asirio actuaba de una forma igual de profesional que en las grandes batallas. Los soldados empleaban máquinas de guerra tales como el ariete (generalmente vigas gruesas que terminaban en una figura de cabeza de monstruo) y torres de asedio de forma cuadrada (construidas con madera y de gran altura). Los sitiadores asirios siempre actuaban de dos en dos, uno disparando con el arco y el otro cubriéndolo con un escudo. Los zapadores, equipados con cotas de malla, excavaban trincheras en frente de la fortaleza y abrían galerías subterráneas para llegar a la base de la muralla hasta lograr destruirla o abrir un boquete que permita la entrada.Una vez se lograba el objetivo de tomar la ciudad sitiada, los soldados del ejército asirio daban rienda suelta a sus peores instintos, muchas veces siguiendo órdenes directas de sus reyes o generales. Los cadáveres de los defensores eran decapitados, y aquellos desgraciados que eran capturados sufrían horribles torturas, incluyendo lapidaciones, desmembramientos y empalamientos. Las mujeres eran violadas y, junto a los niños, llevadas como cautivas y esclavas a Asiria. Además, el ejército asirio se encargaba de saquear y desvalijar las ciudades, incluyendo la quema de las cosechas. Todo esto reportaba a Asiria un arma nueva, mucho más temible y poderosa que las convencionales: el miedo. Ante los rumores del destino de aquellos que osaban interponerse en el camino de los soberanos asirios, muchos pequeños estados o ciudades se rendían sin presentar batalla.Por si quedaba alguna duda de estos acontecimientos, los propios monarcas asirios dejaban, con deleite, clara constancia de estos actos en sus anales. Así, en palabras del propio Sargón II, “destruí siete plazas fuertes en las que no dejé piedra sobre piedra; quemé las vigas de sus tejados hasta convertirlas en llamas; abrí sus graneros y repartí el alimento entre mis tropas; quemé en una pira la cosecha que iba a ser el sustento de su pueblo y el forraje que aseguraba la vida de sus ganados; talé todos sus bosques...”. En ocasiones, los relatos incluyen descripciones muy exactas de los métodos de tortura y las ejecuciones en masa. En parte gracias a los efectos psicológicos de estas matanzas y al enorme poderío de su ejército, el Imperio Asirio se mantendría durante siglos como una fuerza intocable e invencible en todo Oriente Medio. Aunque también es innegable que el gusto por el saqueo y los desmadres no llevarían civilización ni cultura alguna a los lugares conquistados, de forma que los pueblos sometidos no guardarían ningún buen recuerdo de Asiria.

El imperio asirio, parte I.

Esta semana, Xoso nos presenta un trabajo sobre los asirios para un 10.

1. Introducción
Mesopotamia es, para la mayor parte de la gente, un nombre que invita a pensar en la región donde nació la civilización. De hecho, por lo general lo que muchas personas piensan es que un buen día, alrededor del año 3500 a.C., algún sumerio iluminado por momentos de cruel aburrimiento cogió una tablilla de barro, una pequeña cuña de cobre e inventó lo que hoy llamamos escritura. A parte de eso, lo poco que el individuo medio de la sociedad actual sabe de la Tierra entre ríos es que allí se encuentran las ruinas de algunas pirámides escalonadas (o Zigurats) y una gran puerta revestida de azulejos. Bueno, también hay petróleo, pero ese es otro asunto.A menudo, una gran confusión surge cuándo se relacionan las palabras “Mesopotamia” y “Babilonia”. En muchas ocasiones ambos conceptos se relacionan de tal manera que llegan a confundirse, y uno puede tomar erróneamente el término “Babilonia” y utilizarlo, por extensión, para nombrar a toda la región que se extiende entre los ríos Tigris y Éufrates, allá en el lejano (o no tanto) Oriente Medio. Los que saben un poco más acerca del tema son capaces de distinguir a Babilonia como una de las ciudades más importantes y prósperas de la antigüedad, encuadrarla más o menos en el complejo mapa de la Mesopotamia antigua y nombrar a otras ciudades vecinas (y también rivales) de la ciudad santa, como Ur, Uruk, Sumer... etc. Y, sin embargo, casi nadie se acuerda de Asiria. Entre los siglos XIX y XVII a.C., desde el norte de la famosa Mesopotamia, surgiría un gran reino que haría temblar por completo a todas las naciones vecinas. En su momento de máximo apogeo, el gran Imperio Asirio llegó a dominar no sólo todos los territorios entre los ríos Tigris y Éufrates, sino que sus conquistas llevaron a los grandes monarcas de Nínive a gobernar desde el sureste de Anatolia hasta el Golfo Pérsico, extendiendo su poder sobre toda Fenicia, Chipre, Palestina, el Sinaí, Egipto entero y, por la otra punta del mapa, hasta los Montes Zagros. Fueron años que conocieron un terror y una violencia inusitados, cuándo parecía que nada ni nadie podía hacer frente a los implacables ejércitos asirios. Por avatares del destino, casi nadie los recuerda en la actualidad. ¿Cuál es el motivo de este olvido? ¿Por qué otros grandes imperios como el Hitita, el Romano o el Persa, e incluso otros menores como el Egipcio, son nombrados con asiduidad, mientras que Asiria permanece desconocida? El motivo principal es el odio.El adjetivo más suave que la Biblia utiliza para referirse a Nínive, última y más grandiosa capital del Imperio Asirio, es “Madriguera de leones”. Probablemente esto se deba al hecho de todo el sufrimiento que la población hebrea de Palestina sufrió a manos de los asirios, pero al menos sirve para darnos una referencia. Ninguno de los antiguos textos antiguos que hablan acerca de la caída final de Nínive expresan el más mínimo lamento por su destrucción. Mientras que el final de otros grandes imperios es relatado con pesar por sus aliados, nadie llora la pérdida de Asiria. Este hecho suele sorprender a la mayor parte de la gente que comienza a leer acerca de la historia antigua. ¿Cuánto odio y rencor se necesita para que una floreciente civilización y un todopoderoso imperio sean barridos de la faz de la tierra y ningún texto, de tipo alguno, lo lamente? A pesar de su implacable resentimiento sobre Cartago, Roma habla de su enemigo vencido. Los autores y literatos romanos mencionan al gran rival en sus escritos, incluso alaban algunas de sus cualidades, y esto a pesar de que la nación púnica y la gran loba romana eran enemigos irreconciliables a más no poder. Entonces... ¿hasta qué punto tiene que llegar a ser odiado alguien para acabar completamente desterrado de la memoria de sus vencedores? La respuesta es, a todas luces, evidente.

2. Orígenes de Asiria
2.1: El comienzo.
Al parecer, los territorios que más tarde conformarían el reino asirio estuvieron poblados desde la época paleolítica. Diversas excavaciones arqueológicas han hallado pruebas de la verdad de estas afirmaciones, especialmente con el descubrimiento de varios cráneos neandertales en cuevas del noroeste de la región. De todas formas, se piensa que la fecha aproximada del establecimiento de comunidades agrícolas y sedentarias podría fijarse al rededor del año 7000 a.C. La identidad de estos primeros pobladores de Asiria es prácticamente desconocida, aunque hay teorías que apuntan a pueblos subarios o subarteos, inicialmente procedentes de zonas más al Norte. Sabemos que aquella gente vivía principalmente de la agricultura y la ganadería, ya que cultivaban trigo y cebada y poseían ganado de diversos tipos, destacando el vacuno, ovejas, cabras y cerdos. Vivían en pequeñas poblados de casas construidas con arcilla compacta, y almacenaban sus cosechas de grano en grandes tinajas recubiertas de betún. Poseían un notable dominio de la utilización de la arcilla, ya que hay pruebas de cerámica de notable calidad, empleada para usos decorativos.En lo tocante a los habitantes en si, uno de los pocos rasgos conocidos acerca de estos primitivos asirios es que hablaban un tipo de lengua aglutinante, en lugar de la característica lengua flexional que más tarde se impondría con el dominio semítico. Además, parece ser que no tenían cementerios, ya que a juzgar por los hallazgos arqueológicos enterraban a sus muertos en pequeñas parcelas de tierra al lado de las casas.Más tarde, alrededor del III milenio a.C., la región se vio afectada por las grandes oleadas invasoras de nómadas semíticos, que pasaron a convertirse en la etnia dominante de la zona y sustituyeron la antigua lengua aglutinante por la suya propia, parecida al idioma babilónico. Su propia escritura se asemejaba mucho a la cuneiforme babilonia, aplicando apenas unas ligeras modificaciones. De todas formas, la imposición de la etnia semita sobre los pobladores anteriores no fue total, sino que ambas estirpes se fusionaron y fueron ocupando progresivamente el territorio.
2.2: Los primeros reyes.
Se considera como fundador mítico de la primera dinastía de los reyes de Asiria a un tal Puzurassur, si bien pocos hechos indican que este personaje haya existido en la realidad, ya que su historia se mezcla con leyendas posteriores de tal forma que resulta imposible esclarecer cuánto tiene de real este individuo. La opinión de los expertos acostumbra a considerar a Puzurassur uno más de la larga lista de supuestos fundadores de grandes ciudades, como podrían ser Rómulo y Remo o la princesa Dido.La lista con los nombres de todos y cada uno de los reyes asirios se remonta a la época en que Asiria comenzó a considerarse una especie de “nación” primitiva. Así pues, a los primeros monarcas del periodo Paleoasirio se les denomina Reyes que vivían en tiendas de campaña, de los cuales algunos de los más destacados son Tudia, Adamu, Nuabu, Ushpia o Apiashal. Precisamente es a Ushpia a quien se atribuye la mítica fundación de la ciudad de Assur, y desde aquel momento esta pasaría a convertirse en la capital en honor al principal dios del panteón asirio. Algunos de los reyes posteriores que gobernaron desde Assur vienen nombrados en la lista como Sulili, Puzur-Ashur I, Ilushurna o Erishum I. A pesar de que la historia de estos primeros soberanos se pierde entre las brumas del tiempo y no sabemos prácticamente nada de ellos a parte de sus nombres (del propio Ushpia lo único que se conoce es que probablemente era de origen extranjero), si se han hallado algunas pistas de como iba evolucionando la actividad política y militar en la región. Al parecer, durante la gran época del apogeo del reino de Sumer, en la baja Mesopotamia, Asiria estableció frecuentes contactos con la civilización sumeria, y probablemente durante algunos periodos de tiempo formó parte del gran reino sumerio que se extendía por toda la cuenca de los ríos Tigris y Éufrates. Más tarde, cuándo aconteció la caída de Sumer bajo el empuje del creciente Imperio Acadio, los monarcas asirios vieron como su lista de aliados se reducía drásticamente y comenzaron a adoptar políticas exteriores más agresivas. De esta época parecen datar los primeros intentos de la realeza asiria por ampliar sus dominios algo más allá de los territorios originales del reino.La tierra de la región norte de Mesopotamia (donde se ubicaba Asiria) no tenía una productividad agrícola excesivamente alta, y podría decirse que los gobernantes asirios nunca intentaron hacer que esto cambiase demasiado. Al contrario, parece ser que en esta época primitiva la principal fuente de ingresos del reino era el comercio derivado de su estratégica posición en el mapa, al norte de Mesopotamia, relativamente cerca de Anatolia y bien situada en las rutas comerciales procedentes del Este. De hecho, los propios monarcas dan una imagen más de grandes y todopoderosos comerciantes que de reyes absolutistas. Assur se convirtió en una de las mayores sedes mercantiles de Mesopotamia, mientras que la por entonces pequeña ciudad de Nínive parece señalada como centro regulador de las actividades agrícolas. De todas formas, y a pesar del evidente auge de Asiria en aquellos años, también resulta innegable que los monarcas asirios siempre sintieron especial predilección por conseguir las riquezas de los demás sin efectuar previo pago o intercambio. Así, sabemos que Ilushurna realizó incursiones militares hacia el sur de Mesopotamia, probablemente con intenciones de pillaje. Sin embargo, la situación política de esta Asiria primitiva pronto cambiaría ante los acontecimientos que se avecinaban.
2.3: El Imperio Acadio.
Ya se ha mencionado con anterioridad en este texto la caída del gran imperio sumerio a manos de sus vecinos los acadios. En concreto, hablamos de la época del rey Sargón I de Akkad, el mayor de todos los monarcas acadios. Nada más terminar la construcción de su nueva capital, Agadé, Sargón lanzó a su colosal ejército sobre el sur de Mesopotamia, más concretamente la región de Sumer. Tras vencer al rey sumerio Lugal-zage-si de Uruk, el todopoderoso soberano acadio apenas encontró resistencia para unificar los territorios de Akkad y Sumer y, a continuación, crear un gran imperio que se extendía desde el Mar Mediterráneo y Anatolia hasta la desembocadura de los ríos Tigris y Éufrates. Sargón no sólo consolidó y agilizó las rutas de abastecimiento de su reino, sino que además procedió a ocupar y anexionar otros poderosos estados como el Elam o Ebla. Asiria, por su parte, también es conquistada, de forma que pasa a formar parte del nuevo imperio de Akkad.A pesar de su poderío, el Imperio Acadio será más bien efímero. El primero de los sucesores de Sargón, Rimush, se vio obligado a reprimir una violenta sublevación en varias ciudades sumerias antes de ser asesinado por una conspiración palaciega. Su hermano Manishtusu, que le sucedió en el trono, tuvo que apresurarse a aplastar otra revuelta en Elam antes de sufrir un destino similar a su antecesor. Finalmente, Akkad viviría unos cuántos años de aparente tranquilidad bajo el reinado del nieto de Sargón, Naram-Sim, que conseguirá llevar las fronteras de su imperio a su máxima expansión. De todas formas, la inestabilidad política de un imperio construido con demasiada rapidez pasará factura tras la muerte de Naram-Sim. Sus sucesores se verán atacados por diversos frentes, y pronto el Imperio Acadio se desmembrará en diversos pequeños estados, incapaces de recuperar la unidad. Esto no hará más que favorecer el regreso de Asiria a un primer plano de la escena política.
2.4: Primer Imperio Asirio.
En medio de la época convulsa que se vivía en todo Oriente Medio, una nueva serie de acontecimientos cambiarían drásticamente el reparto de poderes de la región. Es en esta época cuándo surge la figura de Shamshi-Adad, hijo de un caudillo amorreo expulsado de sus territorios originales y que se había refugiado en Babilonia. Al parecer, nos encontramos también con que su hermano mayor, Aminum, se había enfrentado en batalla al emperador acadio Naram-Sim, probablemente contando con la ayuda de Babilonia.Lo primero que hace Shamshi-Adad una vez se ha asegurado el apoyo de los babilonios es avanzar hacia Asiria y tomar la ciudad de Ekallatum, situada al norte de Assur. Desde allí, reorganiza su ejército y se prepara para enfrentarse a los dos hijos y herederos de Naram-Sim. Aprovechando una época de creciente debilidad y crisis en el Imperio Acadio, Shamshi-Adad se abalanza sobre Assur y expulsa al rey acadio Erishum II. A continuación, avanza rápidamente hacia el Sur y detiene a las tropas que Dadusha, otro de los hijos de Naram-Sim, ha enviado para ayudar a su hermano Erishum. Además, persigue a los acadios en su retirada y arrebata algunos nuevos territorios al mermado reino de Akkad.Durante los años siguientes, Shamshi-Adad se dedicará a expandir su reino, anexionándose otros pequeños estados de los alrededores (como el reino de Mari, antiguo enemigo de su padre) y crea un Imperio que se extiende desde los montes Zagros hasta las costas del Mar Mediterráneo. Sin embargo, su mayor mérito es el establecimiento de un estado completamente centralizado, algo innovador en aquella época del Oriente Medio. Shamshi-Adad divide sus territorios en varios distritos al frente de los cuales coloca a una serie de gobernadores y administradores para hacer más fácil las tareas de gobierno. Así mismo, se preocupa en mejorar las comunicaciones de Asiria, creando un eficaz sistema de correos, y también vigilia y controla el creciente número de población mediante frecuentes censos. Debido a que sus campañas militares fueron frecuentes, se vio obligado a nombrar a su hijo Ishme-Dagan regente de Asiria.Y a pesar de todo esto, el primer Imperio Asirio no durará mucho. Durante los últimos años de su reinado, Shamshi-Adad I se verá amenazado tanto como por ataques y agresiones externos como por las conspiraciones de la nobleza asiria, un grupo muy poco heterogéneo formado tanto por antiguas casas dinásticas como por jefes de clanes nómadas, que muy pronto harán visibles sus disidencias, haciendo peligrar la unidad del reino asirio. Por si eso fuera poco, los territorios conquistados, viendo la debilidad de Asiria, no dudan en lanzarse a una lucha por la independencia. Tras sufrir algunos importantes reveses militares, Shamshi-Adad I morirá en el 1780-81 a.C. Tras su muerte, la gran crisis que atenaza al Imperio Asirio se vuelve evidente por momentos. Su hijo mayor no tardará demasiado en perder los territorios de Mari, mientras que Ishme-Dagan se verá confinado en los territorios originales de Asiria, en el triángulo formado por los ríos Pequeño Zab y Gran Zab.Pero ni siquiera esta nueva situación se mantendrá por demasiado tiempo, ya que apenas dos décadas después de la muerte de Shamshi-Adad, sobrevendrá la caída del débil Ishme-Dagan a manos del soberano de un nuevo y poderoso estado amorrita: Hammurabi de Babilonia. Asiria, que hacía tan sólo treinta años se había convertido en el reino más poderoso de Mesopotamia, se integra en el Imperio Babilónico.
continuará.