El imperio persa

jueves, 30 de agosto de 2007

La historia del imperio persa comienza a mitad del siglo VI a.d.C. Los persas eran un pueblo ario (ojo, no confundir "ario" con rubios de ojos azules. Eso era pura propaganda), es decir, hablaban una lengua indoeuropea (árabes, judios, por contra, eran pueblo semitas, que usaban una familia de lengua semíticas). Los persas ocupaban, desde el siglo VII a.d.C., una zona árida llamada Parsua, y estaban sometidos a los medos. Entonces, Ciaxares, el rey medo, entregó su hija Mandane al lider persa Astiages, y de su unión nació Ciro el Grande, el primer "Rey de Reyes". Herodoto en su "Historia" nos cuenta numerosos detalles sobre los persas, mezclando datos históricos con otros mitológicos. Según Herodoto, a los persas se les enseñaba sólo tres cosas: a disparar con arco, a montar a caballo y a no mentir. Los persas se mostraron muy capaces en las labores de ingeniería. Excavando canales subterráneos, llamados "qanats", irrigaron su yerma tierra hasta convertira en una tierra fértil. De hecho, inventaron unos jardines llamados "Paradaizos" (En efecto, nuesta palabra paraíso tiene origen persa), en los que soltaban animales para la caza, para disfrute del rey. Desarrollaron los pesos y medidas y las transacciones comerciales (nuestra palabra "cheque" también es de origen persa, por ejemplo). La expansión persa derivaba en una pacificación sumamente rentable para el comercio, lo que hizo que tanto los mercaderes fenicios de la costa de Oriente Próximo hasta las grandes familias de banqueros como los Egibi, de Babilonia, recibieran el dominio persa con sumo agrado.
Además, se difundieron también los conocimientos de Matemáticas, Astronomía y Arquitectura procedentes de lugares tan dispares como Egipto, Mesopotamia y las ciudades griegas de Jonia.
La sociedad persa se estableció de manera estamental: nobles, sacerdotes (magos), funcionarios y hombres libres. Todas las tierras pertenecían en teoría al rey, pero éste las regalaba a sus nobles para su explotación. Los trabajadores eran en su mayoría hombres libres asalariados, aunque también había cierto número de esclavos.
Por otro lado, se desarrolló una muy rica artesanía del metal y textil, con empleados asalariados en ambos ámbitos.
La administración persa se organizó en veintitrés satrapías, al mando de un sátrapa, que dirigía el territorio, y un representante del rey que dirigía al ejército. Esta división de poderes dificultaba las revueltas de los sátrapas. Los persas fueron muy flexibles y tolerantes, gobernando territorios muy distintos: prósperas ciudades, fértiles valles, desiertos habitados por pueblos nómadas. El gran respeto mostrado a las costumbres locales y la política de pacificación daban estabilidad al gobierno. Se estableció así durante un tiempo una "Pax pérsica" por todo Oriente.

El modo de batalla persa fue evolucionando conforme su imperio se extendía. Al principio, contaban con poca caballería, e, influenciados por el entonces extinto imperio elamita, desarrollaron tácticas basadas en los arqueros a pie. Éste era el modo tradicional de lucha en oriente, pero los persas lo refinaron hasta hacer aparecer la mítica figura del "Sparabara". La formación clásica persa consistía en una primera fila de soldados con lanza corta y un gran escudo de mimbre, el spara, o guerro, con el que formaban un parapeto. Detrás de ellos, había nueve filas más de arqueros. Además, el spara podía mantenerse erguido con un soporte adicional, por lo que la primera fila también podía disparar. De este modo, los persas eran capaces de mantener densos intercambio de proyectiles, siendo especialmente dañinos para las tropas de caballería enemigas. Por lo demás, no tenían mucho equipo. Algunos disponían de corazas de escamas, que llevaban bajo la ropa, y cuchillos llamados "Akinakes" a lo largo del muslo. Más tarde, los persas incorporaron caballería a sus filas, de magníficos caballos niseanos de negro pelaje. El jinete persa clásico estaba armado igual que la infantería, aunque sin escudo. Eran capaces de cargar o bien de mantenerse a distancia disparando con los arcos. Entre los nobles persas, era una deshonor ser vistos a pie.

Este modo de batalla les llevó a ampliar su imperio muy rápidamente. Tras la toma de Babilonia, liberó a los judios a los que dejó volver a su tierra (habían sido deportados por Nabucodonosor), por lo que Ciro figura en el Libro de los Justos de los judíos. Ciro llevó a los persas y aliados victoriosos hasta Lidia y Jonia (en la actual costa mediterránea de Turquía). No obstante, Ciro murió durante la campaña contra los Maságetas, un pueblo escita. La reina de los maságetas buscó el cadáver de Ciro y metió su cabeza en un saco lleno de sangre, pues tras la muerte de su hijo, juró que Ciro moriría ahogado en sangre. Le sucedió Cambises, que conquistó Egipto, parte de Libia y parte de Kush, llegando en su expansión hasta el mítico reino de los Etíopes de Larga Vida. Luego Cambises se volvió loco, y tras algunos años caóticos, Darío ascendió al trono.

Darío, entre otras cosas, construyó un canal que unía el Nilo con el Mar Rojo, y coincidía en algunos tramos con el actual Canal de Suez. Imaginad la cara de los trabajadores del Canal de Suez cuando excavando, encontraron una piedra que, traducida decía. "Por orden de Darío, Rey de Reyes, se excavó este canal, etc."
Los persas incorporaron a su ejército tropas de los reinos conquistados. Algunos adoptaron el modo persa y otros mantuvieron el suyo propio. Darío también avanzó hacia la India, incorporando a sus filas muchos magníficos arqueros. Entonces llegó la revuelta jonia.

Las ciudades jonias (Halicarnaso, Mileto, etc.) de la costa de Turquía habían sido colonias de las polis griegas. Culturalmente eran helenas, y científicamente mucho más avanzadas. Los jonios conquistados ayudaron a Darío con sus barcos a cruzar el Danubio en su fallida campaña contra los escitas. Histieo, un general Jonio, fue el favorito de Darío mucho tiempo, y lo llevó a su capital, Susa. No obstante, Histieo deseaba volver a su tierra, y sabía que el camino pasaba por hacer defección de los persas. Rapó la cabeza de un esclavo y tatuó el mensaje. Luego esperó a que le creciera el pelo y lo envió a Aritágoras de Mileto, que entendió el mensaje. Entonces, éste viajó a Esparta y Atenas, buscando apoyo para sus tropas. A Cleómenes, rey de Esparta, le enseñó algo prodigioso: un mapa grabado en bronce del imperio persa, para convencerle de que era fácil llegar hasta su capital. Los griegos no habían visto nada igual nunca. Como he dicho, los jonios eran mucho más avanzados. No obstante, Cleómenes no le ayudó. Sí lo hicieron, sin embargo, los atenienses, que enviaron veinte trirremes equipadas. Las ciudades jonias se rebelaron y tuvieron un gran éxito inicial.
Atacaron Sardes, la antigua capital lidia y ahora, la favorita de Darío, y la incendiaron. Dicen que Darío lloró amargas lágrimas, y tuvo la primera noticia de quienes eran los atenienses, que habían ayudado en la quema. En ese momento comenzó a odiarlos, y encargó a un criado suyo que todos los días le dijera: "Señor, acuérdate de los atenienses". No obstante, los jonios no pudieron mantener su revuelta mucho tiempo y fueron aplastados por los persas. Entonces, Darío decidió atacar la misma Grecia y quemar Atenas, en venganza de los acontecimientos de Sardes.

LA PRIMERA GUERRA MÉDICA
Darío envía a Mardonio por tierra, haciendo un puente de barcos sobre el Helesponto, para llegar a Grecia por tierra. Éste avanza hasta la península calcídica conquistando a diversas tribus de Tracia, pero pierde la flota en una tormenta en el monte Atos, y vuelve. Entonces Darío envía una flota para tomar Eretria y Atenas. Eretria es tomada con facilidad, pero para llegar a Atenas, desembarcan en Maratón. Los atenienses, asistidos por los plateos, marchan contra ellos.

En aquel tiempo, el ejército ateniense estaba formado casi exclusivamente por hoplitas, infantería pesada armada con lanza y escudo, con coraza metálica y yelmo cerrado, que luchaba en formación compacta llamada "falange". En Maratón, con Milcíades como estratego, desplegaron con un centro de menos filas de profundidad pero más largo, y dos flancos con más filas. Los persas, mientras, tenían los sparabara en el centro, y flancos más débiles de caballería. Era la primera vez que los griegos y los persas se encontraban en el campo de batalla. Entonces, los griegos hicieron algo que los persas consideraron estúpido: cargaron a la carrera, ¡desde 1600 metros y armados hasta los dientes!. Los sparabara comenzaron a disparar, pero las ligeras flechas persas y las armaduras griegas, así como su velocidad inicial, les permitieron salir más o menos indemnes. En efecto, los griegos querían estar expuestos el mínimo posible a los disparos persas. Así, se llegó al combate cerrado. Los persas apenas tenían armaduras y armas apropiadas, así que, aunque en el centro superaron a los griegos, sus flancos cayeron, y desde ahí, los griegos terminaron de rodear a los persas. Éstos huyeron entonces hacia sus barcos, pero Milcíades supo prever lo que pasaría. En efecto, si los persas embarcaban, podrían terminar de navegar alrededor de la Ática y llegar a Atenas, que estaba vacía de soldados en aquel momento. Así que, después de la batalla y sin dar un respiro a sus hombres, comenzaron una durísima marcha de 40 km., todavía armados, para llegar antes que los barcos persas, y lo consiguieron. Así terminó la Primera Guerra Médica.

Hasta entonces, los griegos temían a los persas, pero la victoria de Maratón significó un cambio de mentalidad. Los griegos descubrieron que podían vencer. No obstante, para los persas, esta derrota no supuso más que un pequeño revés, ya que no perdieron muchas tropas, y se trataba de una expedición casi de tanteo. Lo grande vendría en la Segunda Guerra Médica, 10 años después.

LA SEGUNDA GUERRA MÉDICA
Los persas esperaron algunos años haciendo preparativos para invadir de nuevo Grecia. Darío murió, y su hijo Jerjes le sucedió, conservando las pretensiones de conquista sobre los helenos. Finalmente, se cruzó de nuevo el Helesponto con puentes hechos con barcos uno junto a otro, y un ejército de 1.000.000 de efectivos marchó de nuevo contra Grecia. Dicho ejército estaba compuestos por tropas persas y medas, indios, mesenios, paflagonios, macrones, asirios, fenicios, libios y etíopes, entre otros. Herodoto los describe con bastante detalle. Además, iban los Inmortales, que no son demonios ninja, como sugiere "300", la peli, sino la élite regular de los sparabara persas. Se llamaban así porque siempre eran 10.000. Sólo entraban nuevos soldados en el regimiento para sustituir bajas. Eran ricos y lucían mucho oro en el campo de batalla. También les acompañaba una enorme flota que abastecía al ejército, que avanzaba por la costa.

Por el camino, los tebanos y los tesalios se les unieron contra los propios griegos (tened en cuenta que Tebas y Tesalia eran helenas). Esto puede parecernos traición, pero por aquel entonces, las polis eran lo más importante. Nunca existió una nación griega en sí. Sólo alianzas temporales entre estados independientes, con una lengua común, fragmentada en diversos dialectos. Otras polis fueron partidarias de los persas: Argos, vecina de los espartanos, etc. Los atenienses y espartanos se aliaron, y muchas otras polis griegas fueron con ellos contra los persas.

La primera batalla fue Las Termópilas. 5000 hoplitas, entre los que se encontraban los 300 espartanos de Leónidas, detuvieron a los persas en un estrecho desfiladero. Era el terreno perfecto para el estilo de lucha griego. No obstante, Epialtes de Tesalia informó a los persas de otro camino que rodearía a los griegos. Cuando éstos supieron que serían rodeados, Leónidas despidió a todos y se quedó con sus 300 para aguantar el máximo tiempo posible, y, desde luego, murieron, pero entraron en la Historia a lo grande. Luego, la flota aliada griega venció a la persa en la batalla de Salamina. Los griegos no se ponían de acuerdo para atacar o retirarse, pero el ateniense Temístocles, a escondidas, envió un mensaje a Jerjes con información falsa para que se decidiera a atacar, de manera que los griegos no tuvieron más remedio que presentar batalla. Fue arriesgado, pero funcionó, y los persas se quedaron sin flota para abastecerse.

Entonces, Jerjes, que ya había quemado Atenas, se volvió, y su general Mardonio se quedó con 300.000 hombres, invernando en Tesalia, al norte de Atenas. En la primavera del 479 a.d.C., persas y griegos se volvieron a enfrentar en la batalla de Platea. Los mejores guerreros persas se colocaron frente a los espartanos. Luego formaron los otros pueblos. La batalla empezó con la caballería persa hostigando al flanco izquierdo griego, a los atenienses y mesenios, cortando el apoyo a los espartanos. Entonces, éstos marcharon contra los sparabara persas. Cuenta Herodoto que mientras el muro frontal de escudos de los sparabara aguantó, los espartanos se llevaron la peor parte, debido al enorme volumen de disparo que podían lanzar los persas. Pero los espartanos, con mejor armadura y lanzas más largas, eran imbatibles en combate cerrado. La primera fila de los sparabara se rompió, y los hoplitas espartanos consiguieron meterse entre los arqueros persas, y aquello se convirtió en una carnicería. Con gran descalabro, los persas se retiraron. Aquello fue el comienzo del fin de los sparabara. Los persas se dieron cuenta de que los arqueros estaban demasiado desprotegidos para el combate cuerpo a cuerpo, y en los años siguientes se comenzó a equipar a cada uno con un escudo individual más pequeño, en forma de luna creciente. Las formaciones de arqueros se hicieron más flexibles, y se introdujeron más tropas aptas para el combate cuerpo a cuerpo.

Las lista para representar el ejército persa en su primera época, incluido las Guerras Médicas y hasta 20 años después, es la I/60, que presenta 3 variantes: la b) representa el ejército que Jenofonte describe, aunque con dudoso acierto histórico, en su libro "Ciropedia", o "La educación de Ciro". La a) y la c) son más históricas, y en ellas podemos ver fielmente representadas, una vez más, las tropas que ya hemos comentado. En la variante "a", vemos peanas de Cv, es decir, caballería persa clásica, 1 de LH, caballería ligera, de la descrita por Herodoto, una muy peculiar: jinetes laceros de Sagartia. Luchaban acercándose a sus enemigos y enredándolos con un lazo corredizo, y espoleando el caballo para descoyuntar a su víctima. Luego hay 4 peanas de 8Bw, que representan a los sparabara, tanto Inmortales como otros sparabara más humildes. A continuación, tropas conquistadas: 3Bw que representan a los indios, 1 de Ax, que representan a los tracios o a los peonios o a los marines fenicios, Ps que representan a los libios y etíopes, Sp, que representan hoplitas jonios o lanceros egipcios, y Hd, que representa a la masa de otros pueblos como macrones, sin mucha experiencia ni equipo para la guerra. En la variante "c", que representa otra etapa más tardía, posterior a las Guerras Médicas se ve la progresiva desaparición de los sparabara. En lugar de 4 peanas obligatorias, pasan a ser 2 obligatorias y otras dos que son opciones para meter Bw con escudos en forma de luna creciente, o Ax, que representan una evolución del peltasta en Persia, el Takabara, armado con escudo y jabalinas, más preparado para el combate cuerpo a cuerpo. El ejército persa se desenvuelve tanto en terrenos accidentados como en campo abierto. Los Bw no se ven perjudicados por combatir en terreno difícil, y contra caballería, forman un formidable frente, ya que la mitad del ejército está formado por Bw de uno u otro tipo, al menos en su variante "a". Sin duda, su némesis con los ejércitos de infantería pesada luchando en campo abierto (como los hoplitas griegos, compuestos en su mayor parte por Sp). Y esto es muy real, desde el punto de vista histórico. Los Bw lo pasan mal luchando contra infantería competente.

EL EJÉRCITO PERSA AQUEMÉNIDA TARDÍO
Realmente, el hecho que obliga a hacer esta distinción entre periodos aqueménidas es la paz que firmaron con los griegos, la Paz de Kalias. Por este tratado, los griegos renunciaban a atacar el Imperio Persa, y el Gran Rey se comprometía a no llevar su ejército más al oeste del río Halys. Esto obligó a que las satrapías o provincias más occidentales del imperio (al de Asia Menor, la actual Turquía), tuvieron que defenderse solas. Los sátrapas tuvieron acceso entonces a parte del tributo que las provincias mandaban a la capital para mantener un ejército mercenario. Además, a pesar de los esfuerzos,el imperio carecía de una base social apropiada para la aparición de soldados de tipo hoplita, y no tenían equipo ni entrenamiento para combatir cuerpo a cuerpo. Por ello, se aumentó el potencial de la caballería persa, añadiendo coraza, pantalones y bardas acorazadas a jinetes y monturas respectivamente, y se desarrollaron las primeras tácticas de choque de caballería, estableciendo las bases de la caballería pesada posterior. Además, se buscaron soldados mercenarios en las regiones no pacificadas por los persas: Escitia, Grecia, etc. En este periodo, numerosos mercenarios griegos combatieron junto a los persas, y distinguidos generales griegos ascendieron hasta convertirse en hombres de confianza de los reyes persas.
Gran parte de los esfuerzos bélicos de este periodo estaban dirigidos a aplacar las continuas revueltas en Egipto. Los persas, viendo que su infantería carecía de tropas de calidad, recurrieron a soldados y generales griegos mercenarios. Estos mercenarios introdujeron nuevas tácticas y tropas en el ejército, como los peltastas ificratenses. También hubo otras reformas, como la de Datamanes, que creó un cuerpo de 120.000 hoplitas regulares llamados kardakes.

También fue una época de revueltas intestinas. Los sátrapas, que ya tenían ejército, y los nobles, se aliaban a veces para derrocar al rey. Una de estas revueltas es el comienzo de la maravillosa autobiográfica obra de Jenofonte, la "Anábasis", de la que os hablaré otro día. Los reyes persas se las arreglaron desde el corazón de su imperio para mantener a los griegos en lucha constante unos contra otros, y mediante el soborno y la diplomacia pudieron mantener sus fronteras. Pero, hacia el año 330, un joven rey macedonio, Alejandro, que sería llamdo el Magno, fijó su ojos en Asia. Alejandro conquistaría el imperio más grande jamás conocido, pero esa, es otra historia. El ejército de DBA de este periodo es el II/7, Later achaemenid Persian. Vemos grandes diferencias con el del periodo anterior: los Bw han desaparecido, y se ha incrementado la presencia de Cv y LH. Hay una opción para introducir carros falcados, como los que lucharon contra Alejandro en la batalla de Gaugamela. También hay más hostigadores, y hasta 4 peanas en las que pueden distribuirse Sp, que representan mercenarios griegos, o Aux, que representan más Takabara persas o auxiliares "ificratenses", que fueron una tropa experimental creada por el general mercenario griego Ifícrates para la expedición persa que iba a reconquistar Egipto. Eran tropas ligeras, peltastas (es decir, con escudo pequeño en forma de luna creciente, o "pelta") , pero con una lanza de más de 4 metros. La expedición falló, pero estas tropas funcionaron muy bien. Posteriormente, se extendió por Grecia, y Filipo, padre de Alejandro Magno, la adoptó y perfeccionó hasta convertirla en los famosos piqueros macedonios. Este ejército está pensado para luchar a campo abierto (los persas siempre buscaron luchar a campo abierto contra Alejandro Magno), aunque los hostigadores y Aux le permiten cierta capacidad de capturar y mantener al menos algo de terreno difícil. Hay que usar combinadamente sus elementos, porque hay pocas tropas de choque, y son lentas, y las más rápidas no son decisivas. Sin embargo, su movilidad es una gran ventaja.

Sobre las miniaturas, Xyston tiene una magnífica gama de persas tardíos, con una caja con todas la opciones del Late Achaemenid. Sólo hay que comprar una bolsita de lanzas, que siempre vienen bien. Para las de Early, que yo sepa, sólo tienen Essex y Chariot (también conocido como Magister Militum).

Hijos de las llanuras I. Los escitas.

Saludos. Inauguramos una nueva serie sobre los pueblos de las llanuras y las estepas. Porque es un hecho que algunos de los mayores cambios en la Historia se forjaron en los infinitos páramos del centro y este de Europa, y centro y norte de Asia.
Nuestra primera edición tratará de los escitas, un pueblo que dejó una profunda huella en la Historia. Hasta casi mil años después de haber desaparecido, la región que ocuparon siguió llamándose Escitia, por ejemplo.

Los escitas eran un pueblo ario procedente de las llanuras de Asia. Irrumpieron violentamente en las crónicas en el siglo VII a.d.C. Como pueblo se organizaban en tribus dirigidas por reyes, auténticos y legendarios soberanos de las llanuras. Dice Herodoto que los maságetas presionaron a los escitas hacia el oeste, y éstos a su vez, desplazaron a otra tribu cuyo nombre seguro que nos pone los pelos de punta: los cimerios. En otras fuentes he encontrado a los maságetas listados entre las tribus escitas. En la descripción de Herodoto, también distingue entre “escitas” y otras tribus que hablaban y vestían como los escitas. Lo que no sé es por qué las diferencia, entonces. Por las máscaras funerarias se sabe que su aspecto no debía diferir mucho del europeo medio.
Los escitas eran grandes jinetes, y en la guerra, eran temibles arqueros a caballo. El arco escita, más bien pequeño para poder ser utilizado cómodamente a caballo, compuesto de madera, hueso y tendones de animales, recurvo, era un arma formidable. Los jinetes, además, portaban un característico carcaj llamado “gorytos”, que contenía tanto las flechas como el pequeño pero potente arco. Además, los nobles escitas formaban una élite de caballería, con mejores armaduras y ciertas piezas precursoras de futuras bardas de caballería. Se equipaban con lanzas, jabalinas, hachas “sagaris” (que fue adoptada por muchos persas y luego por los macedonios) y escudos, y con el tiempo fueron desarrollando tácticas de choque, aunque nunca abandonaron los arcos como arma. La armadura típica escita consistía en un corselete de cuero con piezas de hierro para los arqueros a caballo. Además, los escitas desarrollaron las primeras cotas de escamas de hierro o bronce cosidas solapadamente sobre los corseletes de cuero. Como yelmos, tenían tanto yelmos de láminas de bronce como sus tradicionales gorros de fieltro picudos (gorros frigios, similares a los de los tracios, por ejemplo), reforzados con escamas metálicas. También solían adornarse con abundante orfebrería, tanto ellos como sus monturas.
Las espadas escitas medían unos 70 cm. de largo en total, y fueron evolucionando con el tiempo: de una hoja recta de dos filos se fue cambiando a una hoja en forma de triángulo isósceles, de un solo filo. Las empuñaduras y las hojas estaban profusamente decoradas. Algunas eran auténticas obras de arte.
Posteriormente, algunas tribus escitas se asentaron y se volvieron agricultores alrededor del Mar Negro. Estas tribus redujeron su caballería y comenzaron a aportar infantería competente, básicamente arqueros y tropas auxiliares.
La cultura escita estaba muy ligada a la guerra. Aunque rendían culto a “Zeus” y “Hera” (sus equivalentes escitas, quiero decir), su culto principal era al dios de la Guerra. Por la llanura erigían terribles y misteriosos altares: amontonaban matorrales secos haciendo una precaria plataforma elevada de planta cuadrada de varias decenas de metros de lado, y en su centro, clavaban una espada. Cuando cogían prisioneros, uno de cada cien era degollado y su sangre se vertía a la espada, y luego se le despedazaba y se arrojaban sus miembros por ahí.
Cuando un escita mataba a su primer enemigo, debía beber su sangre. Como trofeos tomaban cabelleras y caras de sus enemigos. Herodoto describe con detalle los cortes que practicaba los escitas en la piel detrás de las orejas para sacar el pellejo de la cara de una sola pieza. Luego, estos sangrientos trofeos los colgaban de sus sillas. Las miniaturas de Chariot (Magíster Millitum) tienen dos pequeños trofeos de estos acertadamente representados. Los cráneos de sus enemigos muertos eran vaciados, y una vez retirada la “tapa”, servían de macabras copas para el vino.
Cultivaban cáñamo (cannabis) para hacer sus ropas, que, según Herodoto, no se diferenciaba apenas del lino. Además, con sus semillas, quemadas en saunas, se daban baños de humo que, según el autor de Halicarnaso, “les hacía proferir exclamaciones de placer”. No se lavaban de otra manera. Y para vestir, teñían sus ropas y portaban abalorios. Sus escudos se decoraban con estilizados motivos de ciervos y otros animales de las llanuras.
Cuando un rey escita moría, era vaciado y rellenado de incienso y especias, y embalsamado de esta guisa, se hacía una gran fosa y se le enterraba con sus armas y luego se tapaban, haciendo montículos de barro. Además, hasta cincuenta de sus sirvientes eran estrangulados junto a sus caballos. Luego se vaciaban sus tripas y se rellenaban con paja, y se les empalaba a soportes, de manera que quedaban como “guardianes” de ultratumba alrededor del túmulo de su rey.
Las mujeres solían luchar junto a los hombres, y no era infrecuente que hubiera reinas guerreras entre los escitas (en el artículo de los persas leíamos que Ciro el Grande fue derrotado y muerto por la reina de los maságetas). En un sistema táctico que no dependía de la fuerza física propia, sino más bien de la maestría como jinetes, todos los miembros de las tribus, acostumbrados a disparar el arco desde pequeños, eran útiles.
El caso es que los cimerios ocupaban las praderas situadas al norte del Mar Negro. También era un pueblo organizado en tribus, de economía ganadera, y eran grandes jinetes. No he encontrado mucha más información sobre ellos, pero Herodoto sí dice que en su época, podían verse murallas cimerias en las tierras de los escitas, lo que parece indicar que tenían algunos asentamientos estables.
Pues bien, en el siglo VII a.d.C. los escitas eran empujados hacia el oeste, y los cimerios decidieron poner tierra de por medio, y se largaron hacia el oeste de Asia, conquistando Urartu. Los escitas, en su persecución erraron el camino y penetraron en Media, por entonces gobernada por Ciaxares, abuelo del futuro Ciro el Grande. Los escitas vencieron a todos los ejércitos que marcharon contra ellos. Dominando la política de Media, marcharon junto a sus ejércitos contra los asirios, destruyendo su civilización, y llegaron a saquear Nínive. Luego siguieron hacia Egipto, y sólo tras arduas negociaciones y un enorme tributo, el faraón Samético I los convenció para que dieran media vuelta.
Durante veintiocho años, Oriente fue un caos. Los escitas impusieron tributos, pero luego no dudaban en saquear a los mismos tributarios. Iban y venían a su antojo y finalmente, Ciaxares tuvo que recurrir a una trampa mortal durante un banquete para eliminar de un golpe de mano a los principales dirigentes. Los escitas se marcharon de nuevo a la misteriosa estepa, y esto dio pie al principio del dominio medo. Herodoto cuenta que cuando los escitas regresaron sus casas, sus mujeres habían tenido hijos con los esclavos, y éstos mostraron resistencia mientras los escitas los atacaron con armas. Pero entonces, uno de los nobles decidió tratarlos como lo que eran, esclavos, y, desmontando, cogió el látigo y caminó decididamente hacia ellos, y éstos huyeron o se arrodillaron pidiendo clemencia. Luego, las tribus desaparecieron en la llanura.

Tres generaciones más tarde, Darío I, una vez expandido el imperio persa por Asia, planeó la invasión del país de los escitas entrando desde Europa, lo que exigía cruzar el Danubio. Los jonios hicieron un puente de barcos para Darío, y el ejército persa entró en las llanuras. Los reyes escitas sabían que no podrían vencerles, así que se unieron y se dedicaron a hacer marchar a Darío tras ellos, siempre a un día de viaje por delante, hacia el interior de la estepa. Atrajeron a Darío hasta territorio de tribus reticentes a aliarse con los escitas, para forzarles a que lo hicieran, y todo funcionó.
Tras varios meses, los escitas por fin formaron para la batalla frente al cansado y desmoralizado ejército de Darío. Entonces, dice Herodoto que apareció una liebre y algunos jinetes escitas desmontaron para correr despreocupadamente como niños tras la liebre. Darío se convenció de que no se podía vencer a gente así, de modo que dio la vuelta. Los escitas, como conocían mejor su territorio, se adelantaron hasta el puente sobre el Danubio, e intentaron convencer a los jonios para que se largaran. Éstos fingieron hacerles caso y se escondieron en la orilla sur. Cuando Darío llegó con sus famélicas tropas al río, se le cayó el alma a los pies, pero entonces, un griego de potente voz les gritó desde la otra orilla, y los persas respondieron. Esto era una verdadera proeza, porque por la zona donde cruzaron, el Danubio tiene varios kilómetros de ancho. (Si no habéis visto del Danubio no podréis entender lo que es un WW. Eso sí que es un río).
Muchos escitas entraron en contacto con los griegos, y sirvieron de mercenarios. En la lista de hoplitas tempranos atenienses hay una opción de 4Bw que representan los arqueros mercenarios de Pisístrato, tirano de Atenas, por ejemplo.

Después de la campaña persa, pareció que los escitas se agitaban como si hubieran movido un avispero. Se envalentonaron y comenzaron una larga serie de ataques y pequeñas invasiones sobre Tracia a lo largo de los dos siglos siguientes, llegando hasta el Quersoneso. Tras las guerras médicas, se aliaron con el rey espartano Cleómenes para invadir el imperio persa, aunque sus planes no llegaron a fructificar. Y a mediados del siglo IV a.d.C., cuando Macedonia comenzaba a surgir con fuerza bajo el mando de Filipo II, el interés sobre Tracia hizo que Macedonia y los escitas se enfrentaran en una gran batalla, dirigidos por un legendario rey de las llanuras: Ateas, el de larga vida. Murió con noventa años luchando al frente de sus jinetes, vencido por los macedonios. Esto comenzó una lenta decadencia de los escitas, aunque sólo nueve años más tarde, un jovencísimo Alejandro Magno envió una expedición de 30.000 soldados contra un aliado de los escitas, Olbia. Los escitas no desaprovecharon la oportunidad de renovar la vajilla, y ninguno de los macedonios regreso jamás de las llanuras.Intentaron no obstante, mantener cierta influencia en la zona del Bósforo, llegando incluso a participar en guerras civiles de dichos reinos entre los herederos.

Después, aparecieron los sármatas, que vinieron del este, y paulatinamente fueron ganando terreno a los escitas. Éstos se fueron debilitando y desapareciendo en las llanuras ante la presión sármata

La lista que representa a los escitas es la I/43. La misma lista nos sirve para muchos grupos tribales emparentados: cimerios, Hu, getas, maságetas,etc. Como era de esperar, su agresividad es altísima, con un valor de 4.
Las listas se componen básicamente de arqueros a caballo, es decir, LH. Los generales son los nobles, y, como decíamos poseen más equipo para el combate cercano, por lo que son Cv en la primera variante, y Kn en el último periodo escita, el tardío. Además, siempre hay opciones para meter hasta tres peanas de infantería, representando éstas a los escitas asentados en las tierras fértiles del mar Negro, que aprendieron a luchara pie: se trata de 2 peanas de psilois (arqueros a pie) y una peana bien de Aux o bien de Hd.
Casi todas las marcas tienen arqueros escitas a caballo dentro de la gama helenística, persa o macedonia. Magíster Millitum tiene buenos arqueros. Essex tiene la gama completa de escitas (infantería y caballería) dentro de la gama de macedonios. Xyston tiene también miniaturas para toda la gama con más o menos ajuste: Skytian horse archer para las Lh. Persian colonist cavalry para las Cv o Kn de los generales, aunque están preparando minis de nobles maságetas, que nos también nos valdrán perfectamente. Para los psilois podemos usar los Elymaian archers, y para Aux o bien Hd, podemos usar las Persian levies in eastern dress, con escudos “peltas” y lanzas, por ejemplo.

A campo abierto son un ejército terrible. Aunque la Lh no tiene factores elevados en el combate, sí ganan de mano en el apartado táctico. Extremadamente rápido, el ejército escita debe aprovechar su movilidad para aislar partes duras del ejército enemigo y eliminar mientras a las más débiles, o bien asaltar campamentos, o rodear por la espalda, etc. En terreno difícil pueden tener dificultades, pero tienen la opción de meter psilois y Aux, si se prevé terreno difícil.

La Britania del Rey Arturo

miércoles, 29 de agosto de 2007

Conquistada con esfuerzo Britania era una de las provincias más leales del Imperio Romano (si exceptuamos la región al norte del Muro de Adriano) y contribuía al bienestar económico del Imperio aportando, entre otros productos, valiosa plata y estaño.
La población de la isla había sido romanizada y posteriormente cristianizada en torno a las principales ciudades, aunque en el campo el sustrato pagano celta sobrevivía, pero ambas comunidades habían aprendido a convivir más o menos pacíficamente.
Las cosas pintaban así de idílicas en Britania cuando en 383aD el emperador de origen hispano Magno Clemente Máximo ordena la salida de la isla de algunas de las tropas allí ubicadas. En un primer momento nadie pareció darle mucha importancia al asunto, hasta que en 407 los nativos contemplaron con asombro y profunda preocupación como todas las tropas regulares romanas eran retiradas de la provincia de Britania. Las incursiones navales de diversos pueblos germánicos en el este, las rapiñas de los irlandeses en el oeste y el miedo a un colapso administrativo hace que los britanos supliquen al nuevo emperador que envíe allí una guarnición para hacerse cargo del orden y la defensa, y cual sería su estremecedor sentimiento de desamparo cuando recibieron la respuesta: "defendeos solos".

Afortunadamente el desastre no sobrevino súbitamente tras la retirada de las tropas romanas; las ciudades (aunque en cierto declive en esta última época del Imperio Romano) siguieron subsistiendo, la sociedad nativa celta en sus colinas fortificadas siguió conviviendo en paz con los britanorromanos, el comercio con el continente siguió vivo y, en la ahora extensa zona fortificada de los Muros de Adriano y Antonino, un pequeño estamento de oficiales de origen romano seguía manteniendo el poder y el orden.
Y esa era la situación social: los britanorromanos mantenían el control de las ciudades y sus alrededores, los caudillos celtas se enseñoreaban de sus colinas fortificadas y los "romanos" de los muros seguían fieles a su Dux Britanniarum en York, y todos ellos aceptaban ser al menos "coordinados" por una autoridad central -el antiguo Comes Britanniarum- que mantenía el orden y la paz... al menos hasta la misteriosa figura de Vortigern.

Vortigern, desde su centro de poder en Wroxester, mantuvo operativa la administración legada por los romanos e hizo que los ciudadanos reparan y cuidaran tanto las viejas fortificaciones romanas como las antiquísimas colinas fortificadas celtas. El comercio con el continente seguía vivo y el cristianismo se afianzaba en la sociedad, a pesar de que el pelagianismo (una herejía predicada por un sacerdote britano que apostaba por la responsabilidad y la propia voluntad del individuo) se extendía entre las clases populares y las gentes de las colinas mantenían su religión celta ancestral.

Vortigern había estado reclutando mercenarios anglosajones para hacerse cargo del Comis Litoris Saxoni, una antigua linea de fortificaciones a lo largo de la costa oriental de Britania, para contener la amenaza de sus hermanos continentales.
El plan parecía ser ciertamente exitoso, pero alrededor de 446aD una fatídica plaga y una serie de malas cosechas impidieron a Vortigern contar con dinero o especie para pagar a sus federados germánicos y, como suele ocurrir siempre que tenemos mercenarios que no han recibido su sueldo, la situación fue complicándose hasta desembocar en una revuelta abierta.
Estos desórdenes sociales terminaron con el establecimiento de un domino anglosajón de facto de la zona sureste de la isla. Los habitantes nativos decidieron, o bien cargar con todo cuanto podían llevar consigo y establecerse más al oeste, o permanecer en sus hogares, donde se mezclaron sin demasiadas complicaciones con la minoría guerrera anglosajona convertida ahora en élite dominante.
Tan desesperada era la situación que los britanos volvieron a dirigir sus miradas a lo que quedaba de Roma y pidieron ayuda al general Aecio, héroe de los Campos Cataláunicos. Y también en esta ocasión las súplicas de los aun leales britanos volvieron a ser desoídas.

Esta desastrosa crisis provocó una confrontación de pareceres entre el Dux, el Comes y las autoridades urbanas que desembocó en la desaparición de la cohesión britana ahora que la unificadora presencia de Roma los había abandonado para siempre.

Fue en ese momento cuando apareció la nebulosa figura de Ambrosius, un nativo celta de las colinas. Muchos de los celtas, profundamente preocupados por lo alarmante de la situación, decidieron emigrar a la región de Armórica, en la actual Francia, fundando lo que aun hoy conocemos como Bretaña.
Los que se quedaron con Ambrosius decidieron luchar por su tierra. Consiguieron contener a los anglosajones y repararon parte del Muro de Adriano, aunque este estaba casi abandonado en su zona occidental y en torno a Yorkshire y la Comis Litoris Saxonis estaba perdida para siempre.

Tras la encomiable pero no demasiado decisiva labor de Ambrosius surge otro misterioso héroe llamado a permanecer vivo en las tradiciones orales y escritas hasta nuestro días: Arturo.
Entre los documentos en los que aparece Arturo y que han llegado hasta nuestros días los más importantes son el poema épico Y Gododdin, en el siglo VII e Historia Brittonorum redactada por Nennius en el sigo VIII. Posteriormente el interés por su figura se reviviría en el siglo XII se le mencionaría en Historia Regnum Britanniae de Geoffrey de Monmouth y Le Morte d'Arthur, de Chrétien de Troyes, inspirados ambos en los relatos que aun se mantenían vivos en las memorias de los exiliados en Bretaña.

Se ha identificado a Arturo con diferentes origenes: el hijo de un britanorromano y una celta, el hijo de un celta y una britanorromana, el descendiente del Dux o varios héroes galeses como Owain Ddathgwyn.
Presumiblemente la teoría del héroe mestizo (con las últimas investigaciones está cobrando mucha fuerza la postura que defiende su origen de madre romana y padre celta) podría explicar el éxito que logró unificando intereses en contra del enemigo común anglosajón. Y, al parecer, su postura más que permisiva con la población que se mantenía fiel a su paganismo y algún expolio a iglesias y conventos para financiar sus actividades militares, pueden ser la causa de que no se le mencione en Excidio Britanniae y que Gildas lo situe entre los "superbus tyrannus" epíteto que dedica a los nobles britanos.

El liderazgo de Arturo parece haber conseguido no solo establecer un vínculo de unidad entre los britanorromanos y los celtas nativos, si no que logró una serie de decisivas victorias -siendo la más recordada la famosa Batalla de Baddon Hill en 516- sobre los anglosajones. Tras su muerte en 537 durante la Batalla de Camlann (Gueith camlann in qua Arthur et Medraut corruerunt) sus azañas aseguraron una paz que duraría casi un siglo y le labraron un hogar en la memoria de la humanidad y le elevaron al nivel de mito.

Las guerras anglosajonas (o el Exordio Britanniae, que queda más espectacular) pueden ser un excelente trasfondo de campaña para DBA y deja un abanico muy amplio a la hora de escoger ejército además del II/81. Sub-Roman British. 407AD-945AD su lista de enemigos y aliados es amplísima E= (a) II/54a, 68a, 73, 81a. (b) II/54ab, 68a, 73, 81b. (c) II/54b, 65b, 68ab, 73, 81c, 82a. (d) II/54b, 68b, 73, 81d, III/19a, 24ab, 40ab, 45a. A= (a) II/78a. (b) II/73 o II/83a. (d) III/40ab. Un escenario de campaña similar a Ard Ri podría ser una buenísima opción.
Existen varias marcas de miniaturas que tienen en stock miniaturas para representar los ejércitos britanorromanos en DBA, como Donnington o Essex, con un amplísimo catálogo tanto para los britanos como para sus numerosos enemigos. Las miniaturas que podéis ver en este artículo son Essex. También tenéis todo un artículo sobre la construcción y el pintado de un ejército Sub-Roman British en esta misma página.

Fuentes:
- Osprey. Men At Arms 154. Arthur and the Anglo-Saxon Wars, por David Nicholle.
- Crónicas del Señor de la Guerra, de Bernard Cornwell.
- Wikipedia, por varios wikiautores.
- Imágenes de mi colección personal o tomadas prestadas de la red de redes.

Regla de Pasos

lunes, 27 de agosto de 2007

Esta semana Tycho00 colabora con la comunidad DBA hispana aportándonos una fantabulosa regla multi-propósito para nuestro juego favorito. Click en la imagen para descargarlo.No tenéis más que imprimirlo y recortarlo para empezar a usarlo. Si queréis que quede más apañado siempre podéis pegarlo sobre una cartulina y plastificarlo.
Muchas gracias a Tycho00 por su colaboración.

Micénicos, minoicos y la Guerra de Troya

jueves, 23 de agosto de 2007

Imaginad por un momento que sois pequeños y vuestro abuelo tiene por costumbre leeros “El Señor de los Anillos” y “El Silmarillion”, así que crecéis oyendo las gestas de Fëanor, Turín, Aragorn, Frodo y Gandalf. Imaginad que crecéis y os convertís en comerciantes de éxito, y ahorráis mucho dinero, y entonces, os vais de vuestra ciudad con el propósito de encontrar las ruinas de Minas Tirith, porque estáis seguros de que La Tierra Media existió en realidad. Imaginad que superáis las risas y desprecios del gremio arqueológico y vais a un exótico país y comenzáis a excavar en determinados lugares que coinciden con las detalladas descripciones que vienen en esas obras. ¿Friki, no?
Imaginad ahora que encontráis Minas Tirith.

Pues esto hizo Heinrich Von Schliemann en el siglo XIX (en mi opinión, el primer antecesor de friki) , sólo que no se trataba de la Tierra Media, sino de “La Iliada” y “La Odisea”, y no buscaba Minas Tirith, sino Troya. En efecto, inspirado por la lectura de dichas obras, se convenció de que Troya y el pueblo aqueo debió haber existido en realidad, en contra de la opinión del momento, que consideraba todo una maravillosa invención.
Así que un buen día, Schlieman reunió su capital y se fue a la costa mediterránea de Turquía. Tras consultar a ciertos estudiosos locales, comenzó a excavar sobre una colina que dominaba una extensa llanura, en la que se veía también otra colina (que se parecía mucho a la famosa colina de Batiea descrita en la Iliada, al pie de la cual se enfrentaron Menelao y Paris. ¿Y sabéis qué? Encontró Troya. Y no una sola Troya, sino nueve ciudades sucesivas, edificadas una sobre otra a lo largo de los años. Diversas pruebas parecen confirmar que la Troya de Homero estaba situada en el nivel VII. No satisfecho con esto, Schileman se fue a Grecia, al Peloponeso, y buscó la antigua Micenas, la ciudad del rey Agamenón. ¿Y sabéis? También la encontró.

Lo que Schliemann encontró eran los restos de una antigua civilización, la de los pueblos micénicos (ligeramente posterior a la de los pueblos minoicos de Creta, pero muy relacionadas). Estas culturas de la edad de Bronce prosperaron a lo largo del segundo milenios antes de Cristo por Grecia, las islas del mar Egeo y la costa de Turquía. Esta civilización compartió su parcela de poder con los hititas, civilización también olvidada hasta las excavaciones del siglo XX, y con Egipto.
Todos estos pueblos, cuya civilización fue verdaderamente notable, desapareció en una sola generación, debido a la hecatombe causado por los Pueblos del Mar, pero esta es otra historia que será contada en otro post.
Los pueblos micénicos y minoicos hablaban un antiguo dialecto del griego y tenían una escritura pictórica llamada lineal B. No tenían letras, sino algo más parecido a los ideogramas, como los chinos (un signo escrito= a una idea). Estaban divididos en muchos reinos, gobernados desde un palacio, y su economía se basaba en el comercio marítimo. Este tipo de reinos son denominados “Talasocracia”, gobiernos basados en el control del comercio marítimo de mercancías.
Las excavaciones de los palacios (como el de Cnosos en Creta, o el de Micenas) , han revelado que estos pueblos eran enormemente avanzados, disponiendo de redes de abastecimiento de agua y de saneamiento de aguas fecales, baños, amplios salones etc. Poseían grandes archivos de población, medidas, producción y tratos comerciales, centralizados en palacios y un gran número de funcionarios. Por las pinturas de dichos palacios y esculturas recuperadas se aprecia verdadera sofisticación en su vestimenta y en su forma de vida. En concreto, la civilización Minoica, que se desarrolló en la isla de Creta, fue muy influyente en los micénicos. A este pueblo debemos el mito del rey Minos, el laberinto y el Minotauro. Se sabe que ya por aquella época celebraban festejos sagrados en los que los jóvenes saltaban sobre feroces toros, siendo este la primera referencia a la tauromaquia, que se mantiene en la península ibérica.
Dentro de estos pueblos, se distinguen tres periodos, pero en DBA sólo se recogen los dos últimos: era pre-palaciega, era antigua de los palacios (2000 a.c. a 1600 a.c) y era tardía de los palacios (1600 a 1200 a.d.C.). La era antigua termina con el violento terremoto de Santrlini, que destruyó numerosos palacios insulares, pasando desde ese momento el peso del poder a los micénicos continentales (Micenas, Esparta, etc.). Este cataclismo se supone que pudo inspirar el mito platónico de la Atlántida, ya que los pueblos que perecieron eran enormemente avanzados.
Homero escribió la Iliada y la Odisea en el siglo VIII a.d.C, por lo que a veces no es fácil discernir qué aspectos de su historia responden a la realidad de su época y qué otras partes son realmente descripciones de estos antiguos pueblos, pero por lo que se sabe, los micénicos, como todas las civilizaciones de su época, tenían una élite guerrera que luchaba básicamente desde carros ligeros, con armas y armaduras de bronce, asistidos por filas de lanceros escasamente protegidos, pero con grandes escudos en forma de torre o en forma de ocho. Los aurigas se dedicaban a lanzar jabalinas y en ocasiones, bajaban de los carros para luchar a pie con sus espadas y lanzas. No obstante, las armaduras de los aurigas, la llamada armadura “dendra” o dendrítica, hecha de pesadas láminas de bronce de gran tamaño, era demasiado pesada para ser práctica en el combate a pie, sobre todo si se prolongaba. En cuanto a los lanceros, Homero describe sus formaciones como cerradas, con largas lanzas y muros e escudos impenetrables. Los escudos estaban hechos con pieles de buey sobre bastidores de madera, reforzados con bronce en el contorno y en el centro.

La Iliada cuenta la guerra de Troya, aunque actualmente se piensa que no hubo una sola, sino varios ataques desde los reinos de Grecia a Troya, porque dicha ciudad, situada cerca del Helesponto, el estrecho que une el Mediterráneo con el Mar Negro, controlaba el tráfico marítimo por él, por lo que era de vital importancia para el comercio, por más que nos atraiga la idea de una guerra iniciada por una mujer. Es una obra maravillosa, en la que tanto mortales como dioses toman partido en la guerra en uno u otro bando, con personajes increíbles en ambos bandos. Sobre todo llama la atención la complejidad de los personajes. A Agamenón, Menéalo, Paris, Patroclo, Aquiles, Héctor, Paris, los vemos llorar, temblar de miedo, huir, sobreponerse y seguir adelante luchando como jabatos, dotándoles de una profundidad manifiesta, que convierte a esta obra en un clásico, es decir, que si se lee ahora, 2700 años después de escribirse, sigue pareciendo moderna y que refleja a los mismos tipos de personas que conocemos hoy en día. Me gustó sobre todo el que se deje entrever cierta amargura en los héroes conforme van muriendo unos y otros. La historia es más o menos conocida (y tergiversada por el cine), así que me limito a recomendar encarecidamente su lectura.

Las listas que representan los ejércitos de estos pueblos en DBA son la “I/18, Micénicos y minoicos tempranos”, y la “I/26, micénicos tardíos y la Guerra de Troya”.
En la primera se ven carros pesados en alternativa con carros ligeros, conducidos por la élite guerrera, y piqueros, guardias y soldados profesionales, equipados con grandes escudos y lanzas largas ya que representan la época dorada del sistema talasocrático, con palacios en su apogeo y una estructura militar más regular y profesional. También hay algunas peanas de Ps, que representan a los pastores y honderos insulares.
La segunda de ellas representa el periodo tardío y en decadencia de los micénicos, justo antes de desaparecer. El ejército responde a las descripciones de Homero, así que vemos carros ligeros, que pueden desmontar como Bd. Estos elementos son la tercera parte del ejército. Luego vemos lanceros (ya no Pk, que requieren un ejército más profesional) equipados con los escudos y las largas lanzas, tal y como los describe la Iliada, y Ps, siempre útiles. Además, hay algunas variantes para diferenciar troyanos y aqueos. Los aqueos pueden meter 2 elementos de Wb, que representan a los mirmidones de Aquiles o bien dos elementos de Pk, que representan a los soldados del viejo y sabio Néstor, herederos de la estructura militar del micénico temprano. Los troyanos pueden meter una peada de Aux y otra de Bd, representanto a auxiliares asiáticos y a los temibles guerreros Lukka.

Que yo sepa, Essex, Museum y Magíster Militum tienen miniaturas para estos ejércitos. La infantería suele ir desnuda, y las de Magíster son las más fieles, además de las más bonitas con diferencia. Además, ahora he visto un pack que puedes pedir para tener todas las opciones. En el futuro me haré un ejército de micénicos, sin duda, y en el campamento pienso poner un par de barcos varados pintados de negro, tal y como los describe la Iliada.

Pasajes de las Guerras del Peloponeso I. Pilos y el desastre de Esfacteria.

Saludos. Inauguramos una serie sobre algunas operaciones de la guerra del Peloponeso. Estas guerras fueron tratadas por Tucídides en una obra magistral, que combina temas historiográficos con una profunda reflexión ética, política y militar, y todo ello en un texto muy accesible y atractivo, perfectamente actual, y que, si lo leéis, seguramente os parecerá escrito hace algunos días, en lugar de hacer 2400 años de su creación. Yo tengo, gracias a un oportuno mensaje de Endakil en La Armada, la edición de Gredos, profusamente anotada con exquisito detalle (la nota que describe con diagramas el mecanismo de cierre de una puerta mencionada de pasada por el texto de Tucídides me dejó atónito).


Para empezar nos ocuparemos de la campaña ateniense en Pilos y el desastre espartano de Esfacteria. He elegido este pasaje porque creo que refleja muy bien el carácter de esta guerra: comienza con una audaz improvisación, que llevó a la temeridad, que llevó al despropósito y al desastre, que pudo traer la paz pero que terminó provocando una terrible y premeditada matanza.

Para resumir la situación anterior, os diré que estamos en el 425 a.d.C., el séptimo año de la guerra iniciada entre Atenas y Esparta. Las primeras invasiones espartanas en el Ática, la región controlada por Atenas, no hacen mucho daño, ya que los atenientes, guiados por Pericles, se volcaron en la guerra marítima, apoyándose en su magnífica flota para abastecerse y atacar en lugares estratégicos. No obstante, en Atenas se declara una peste allá por el tercer año de la guerra, y se debilita. Además, los espartanos se hacen con una flota apoyados por los corintios. Las polis se organizan en dos bandos, aliados con Atenas o Esparta y la guerra se extiende a muchos escenarios distintos.
Corcira, polis situada en la actual isla de Corfú, sufre una rebelión. El bando que apoyaba a los atenienses cerca de un grupo de aristócratas proespartanos. Esparta despacha una flota hacia Corcira, y Atenas envía otra flota, comandada por Demóstenes, para ayudar a los corcíreos, y luego marchar a invadir Sicilia. En esto, cuando la flota ateniente está en el extremo suroeste del Peloponeso, encuentran los acantilados abandonados de Pilos. Una tempestad obliga a la flota a guarecerse en la bahía dominada por Pilos y protegida por la isla de Esfacteria. Demóstenes estudia el lugar y decide que es un lugar magnífico para establecer una base. Esparta quedaba sólo a unos 75 km hacia el noreste.


Pilos fue un asentamiento muy importante durante la era de los pueblos micénicos. Néstor, el viejo que aburría a los héroes de Troya con sus batallitas, fue el rey de Pilos. Desde que los dorios invadieron el Peloponeso sometiendo a los mesenios, Pilos estaba abandonado. Demóstenes, además, sabía que el grueso del ejército espartano estaba invadiendo el Ática, y contaba con que el conocimiento del terreno de los mesenios expatriados a Naupacto, base ateniense del golfo de Corinto, por los espartanos (novela relacionada: Talos de Esparta, de Manfredi), les sería muy útil.
De los sesenta barcos de Demóstenes, cinco se quedaron con él para fortificar la zona. El resto se dirigió hacia Corcira y Sicilia, según el plan original. Demóstenes contaba con alrededor de 100 hoplitas y algunas decenas de marineros armados muy a la ligera, improvisando escudos de mimbre. Con piedras y mortero, fortificaron el pétreo acantilado de Pilos (ver mapa, posición 2) en una semana, y se dedicaron a esperar, por si los espartanos los atacaban.
En pocos días, la expedición espartana al Ática regresó, y los peloponesios empezaron de verdad a preocuparse por la base que estaban construyendo los atenienses en su territorio, y organizaron un espectacular asalto por tierra y por mar. Hicieron volverse a la flota espartana que iba hacia Corcira, y las tropas de tierra se dirigieron hacia la bahía. Demóstenes se enteró de los preparativos, tal vez mediante espías mesenios, y consiguió enviar dos naves en busca de la flota ateniense para pedir refuerzos.
Mientras los atenienses regresaban, los espartanos llegaron primero, y tomaron posiciones a lo largo de toda la costa antes de lanzar su asalto. Además, destacaron unos 420 hoplitas al mando de Epitadas, con sus respectivos hilotas, a la boscosa isla de Esfacteria, que protegía la bahía. El fin era impedir que los atenienses se reubicaran ahí. Además, Esfacteria hacía que las entradas a la bahía fueran estrechas y fácilmente defendibles para una flota que bloqueara el acceso a la bahía. Los espartanos pensaron que si, por casualidad, los atenienses intentaran un rescate por mar, la flota ática no podría entrar en la bahía y tendrían que buscar otro refugio, lo que les impediría mantener una batalla naval mucho tiempo.

Observando los preparativos espartanos desde su privilegiada situación, Demóstenes organizó la defensa. Las tropas peor armadas y cuarenta hoplitas fueron desplegados en la muralla que daba al estrecho brazo de tierra que unía la roca de Pilos al continente. Además, otros sesenta hoplitas se desplegaron en la estrecha playa que daba el mar, en un sitio que había sido peor fortificado por haber estimado que era demasiado difícil de asaltar desde el mar. No obstante, Demóstenes demostró prudencia y sabiduría desplegando sus hoplitas ahí. Luego, apretaron los dientes prestos a resistir. El asalto no se hizo esperar mucho. Por mar, la flota de sesenta naves se organizó para, por turnos, acercarse a la playa lo suficiente para desembarcar. Por tierra, los hoplitas espartanos se lanzaron contra las defensas recién levantadas. Este asalto fue el más fácil de detener. Los atenienses, aunque habían tenido poco tiempo, habían hecho un buen trabajo, y los espartanos, en su precipitación, ni siguiera disponían de escaleras para asaltar el muro. Los pocos hoplitas y las tropas peor armadas no tuvieron mucha dificultad en hacer retroceder una y otra vez a los espartanos.
Por mar, sin embargo, la cosa era muy distinta. Los barcos espartanos, aunque maniobrando con dificultad, trataban de arrimarse a la playa y a las rocas cercanas y, lanzando pasarelas, desembarcar. Los hoplitas atenienses tuvieron que resistir saltando de roca en roca, empujando cada pasarela, impidiendo que los espartanos descendieran de los barcos, y, mientras, esquivando los proyectiles que les lanzaban desde los barcos. Aun así, peleaban con bravura y mantuvieron la posición. Entonces se distinguió un valiente capitán espartano, Brásidas, valiente guerrero que en su tiempo fue comparado en fiereza y maestría al mismísimo Aquiles. Brásidas, irritado por el cuidado que los capitanes de los barcos ponían en sus maniobras, obligó a su tripulación a lanzarse hacia las rocas a la máxima velocidad posible. Los hoplitas atenienses que estaban en su camino, con el agua por la cintura, apenas pudieron apartarse a tiempo. Con un terrible crujido, la nave de Brásidas se encalló en la playa. Se lanzaron las pasarelas y con un terrible grito de guerra, el mismo Brásidas encabezó el desembarco. Mas Demóstenes mantuvo el orden. Los espartanos no pudieron mantener su precaria cabeza de playa. Brásidas fue herido numerosas veces, y tuvo que retirarse, perdiendo su escudo en el camino. Los atenienses le hostigaron hasta que el agua fue demasiado profunda para seguir luchando. Los demás barcos espartanos tuvieron que arrastrar la nave de Brásidas, averiada aunque no destruida, y por aquel día tuvieron que retirarse.
Los atenienses tuvieron que soportar estoicamente dos días más de asedio, hasta que al atardecer del tercer día, los espartanos de tierra se retiraron en busca de madera para construir ingenios (concepto que para los poco imaginativos espartanos quería decir “escalas”). La flota mientras entró en la bahía. Sin embargo, nadie pareció darse cuenta de que la avanzadilla de la flota ateniense se había acercado por la costa, observando la batalla. Volvieron para informar, y los estrategos decidieron pasar la noche en una isla cercana y al día siguiente, muy temprano, trabar a la flota espartana.
Imagino que, siendo de noche, los vigías de Epitadas, en Esfacteria, serían capaces de oír el chapoteo de los cientos de remos de las trirremes atenientes, rodeando la isla y dividiéndose para entrar en la bahía por los dos canales a ambos lados de Esfacteria. Conforme apareciera el sol, irían haciéndose visibles los magníficos cascos de las naves deslizándose sobre el agua casi sin hacer turbulencias, junto con la espuma que brotaba alrededor de los remos, y los reflejos broncíneos de los yelmos y escudos de los hoplitas dispuestos en las cubiertas. Imagino que los vigías despertarían a todos los espartanos de Esfacteria, e imagino que tratarían de comunicarse con tierra, a cuatro kilómetros, y también imagino el miedo y el estupor los embargaría, porque la flota espartana seguía en tierra.
En una terrible negligencia, los espartanos habían descuidado el plan original de proteger con sus barcos la entrada de la bahía por si contraatacaban los atenienses, y el error les costó terriblemente caro. Cuando vieron los fuegos de Esfacteria y los primeros barcos atenienses asomando por los canales de entrada a la bahía, los espartanos comenzaron a correr como locos. Algunos se estaban preparando para embarcar, mientras que otras tripulaciones no estaban listas, pero para cuando pudieron salir los primeros barcos, la flota ateniense se había desplegado con una inigualable precisión por toda la bahía. Cundió el desorden en tierra. Las trirremes espartanas salían sin orden ni formación, sino tan pronto como estaban listas, mientras que los atenienses ya habían formado en orden de batalla. En un abrir y cerrar de ojos trabaron cinco trirremes espartanas y los hoplitas atenienses se lanzaron por las pasarelas de abordaje, siendo capturadas casi sin lucha. Otras dos trirremes fueron averiadas, y ya no salió ninguna más. Los atenienses se acercaron más a la costa y lanzaron cabos desde sus barcos a los del enemigo, y comenzaron a remar hacia atrás, remolcando a todos los barcos enemigos casi vacíos. Los espartanos comenzaron a desesperar. El caos que tuvo lugar lo resume perfectamente Tucídides: “Todos creían que nada estaba bien hecho si no intervenía ellos personalmente”. Presos de desesperación, algunos hoplitas se lanzaron al agua, aferrados a los pocos cabos que las naves espartanas habían tenido unidos a la orilla. Con gran esfuerzo, treparon hasta sus barcos, mientras otros, con el agua al cuello, sostenían los cabos y tiraban de los barcos hacia tierra, gimiendo del esfuerzo y la desesperación. Mientras, en las cubiertas, se luchaba una batalla terrible y desigual, con gran superioridad numérica y mayor veteranía en el mar de los atenienses. Pronto los espartanos perdieron sus barcos. Se les podía ver gritando y llorando en la orilla, con las manos en la cabeza en un gesto de desesperación. Seguramente Epitadas y sus guerreros estarían tensos y silenciosos observando la batalla desde la isla. Cuando se produjo la victoria ateniense, seguro que ninguno de aquellos guerreros dijo nada. No hacía falta. Porque, la terrible consecuencia del exitoso ataque ateniense, era que ahora, había 420 insustituibles hoplitas, auténticos ciudadanos de Esparta, los mejores guerreros de toda Grecia, atrapados sin posibilidad de abastecerse, en una isla a 4 kilómetros de la orilla, rodeados por la mejor flota del mundo antiguo.

El desastre era enorme para el orgullo espartano. Debemos entender que los dorios se consideraban a sí mismos como los mejores guerreros. En las tradiciones espartanas, rendirse era un deshonor; entregar las armas sin lucha, impensable. Temían por encima de todo, que los atenienses obligaran a los de la isla a entregarse sin lucha. Y la alternativa a eso era morir allí. Teniendo en cuenta la demografía de las polis, 420 hoplitas era un número de auténticos ciudadanos de Esparta que no podían permitirse perder de aquella manera.

Los atenienses no habían asumido todavía el éxito a media mañana, cuando una embajada lacedemonia se presentó ante la fortificación de Pilos para negociar. Demóstenes aceptó mantener un bloqueo sin atacar Esfacteria mientras Esparta enviaba una misión diplomática a Atenas para negociar la entrega de los soldados. Se pactó que los barcos espartanos quedarían bajo custodia ateniense, y mientras, se permitiría llegar pequeñas embarcaciones a Esfacteria para aprovisionar a los soldados de Epitadas.
En Atenas tampoco daban crédito a lo que oían. Esparta ofrecía un tratado de amistad, asumiendo incluso las protestas de sus actuales aliados. El argumento que ofrecía Esparta era que a Atenas le convenía conseguir la paz, ahora que habían tenido un golpe de suerte, pues ésta era cambiante. Esparta no estaba dispuesta a detener la guerra y sellar la paz. La Asamblea respiró tranquila, pues aquello ponía fin a una terrible guerra que duraba ya ocho años y que tenía un elevado coste personal y económico. Además, una alianza con Atenas los hubiera colocado al frente de toda Grecia. Atenas y Esparta serían imparables.
Entonces se levantó Cleón, del partido del pueblo, un verdadero demagogo. De Cleón podemos decir una cosa buena y otra mala: la mala es que era un estúpido. La buena es que era consciente de serlo. Promovió una postura dura en la Asamblea. Recurriendo a los argumentos más zafios y populistas, a los más demagogos, consiguió que Atenas exigiera no solo el tratado, sino la entrega de los hombres de Esfacteria, así como la devolución de diversos territorios cedidos por Atenas en virtud de otros tratados. Teniendo en cuenta que la oferta de Esparta tenía como fin que Atenas no capturara a los de Esfacteria, era clara la intención de Cleón. El sueño de paz se desvanecía. Los enviados espartanos se miraron en silencio, sopesando las palabras de Cleón. Pidieron seguir negociando en secreto con una comisión, pero Cleón se negó. Entonces se dieron cuenta de que Cleón realmente no perseguía ningún acuerdo. La postura ateniense tenía un fin: la humillación de Esparta mediante la captura y/o exterminio de los defensores de Esfacteria.
La embajada espartana se fue y se reiniciaron las hostilidades. Entonces, los atenienses empezaron a entender el embrollo en el que Cleón les había metido. Era imposible abastecer a la flota en aquel extremo de la península del Peloponeso. Además, los griegos desconocían el número exacto de guerreros espartanos atrapados en la isla. Como era muy boscosa, permanecían ocultos, y los atenienses no se decidían a atacar. Mientras, desde el continente, los espartanos enviaban a hilotas con la promesa de su liberación, a que navegaran o bucearan hacia la isla con provisiones. Aunque dos barcos atenienses daban vueltas como tiburones alrededor de la isla, con capturaban todos los envíos. La situación se estancó, y en Atenas, la gente comenzó a echarle la culpa a Cleón. Al pobre se le calentó la boca, y acusó a los estrategos de mentir, y a decir que con él al frente, tomaría Esfacteria en veinte días. Nicias, un estratego que encabezaría una misión de relevo en el bloqueo de Esfacteria, le cedió con sorna el mando a Cleón. Como ya he dicho, era estúpido pero sabía que lo era, así que, aunque lo tomó a regañadientes, tal y como llegó allí delegó todas las decisiones militares en Demóstenes, afortunadamente para los atenienses.
La fortuna no estaba con los espartanos. Un día de viento, el pequeño fuego del campamento pasó a los árboles, y la isla ardió durante dos días enteros. Los espartanos se salvaron, pero ahora Demóstenes sabía más o menos cuántos eran, y planeó el asalto final.
Hizo embarcar a arqueros, honderos y peltastas junto a los hoplitas, y en un amanecer, comenzó un desembarco masivo. El puesto de guardia al sur de la isla no advirtió la primera oleada, y fueron rápidamente eliminados. Luego, los atenienses fueron hacia el pozo, donde se encontraron con la falange espartana perfectamente formada. Aun cansados y hambrientos, cuatrocientos espartanos en formación no era un hueso fácil de roer. No se doblegarían en una situación tan desesperada. Pensaron que tendrían que matarlos a todos uno a uno, pues no se rendirían. Demóstenes dio órdenes a las tropas ligeras para que desplegaran a ambos flancos, y envió otro contingente por la costa para rodear a los espartanos. Los hoplitas atenienses se quedaron directamente frente a los espartanos. No podemos pensar que incluso con todo a su favor, no les recorrería un escalofrío por la espalda al ver los bruñidos escudos decorados con sencillas lambdas y las afiladas lanzas en perfecto orden de batalla. Por fin, cantaron el peán y los dos bandos se lanzaron al combate. Los peltastas y honderos de los atenienses corrieron por los flancos y pronto rodearon a los espartanos, al igual que las tropas que aparecieron por la retaguardia ateniense. Comenzó una infernal lluvia de proyectiles que detuvo el avance de los espartanos. Demóstenes, mientras, mantenía a su falange quieta. No estaba dispuesto a que una imprudencia innecesaria le arrebatara la victoria.
La interminable lluvia de flechas, piedras y jabalinas comenzó a costarles bajas a los de Epitadas, a pesar del compacto muro que formaban con los escudos. En un implacable y terrible orden, la batalla se fue convirtiendo en un fusilamiento. Por fin, comenzaron a retroceder, pero manteniendo la formación impecablemente, unos dos kilómetros ladera arriba, hacia el fuerte abandonado de la isla. La ceniza del reciente incendio comenzó a mezclarse con el aire y la atmósfera se fue volviendo más asfixiante. Casi la mitad de los espartanos cayó en la lenta retirada, de aproximadamente una hora. Poco a poco, baja a baja, las tropas ligeras se fueron envalentonando, acercándose cada vez más a los espartanos. Teniendo en cuenta el enorme número de proyectiles lanzados, el porcentaje de bajas no era nada espectacular, pero, encerrados en la fortaleza, lejos del único pozo, aunque salobre, de la isla, los espartanos harían frente todavía a lo peor. Los atenienses los cercaron y ya todos se lanzaron contra la fortificación. Aunque sin agua, heridos y con escudos y lanzas que empezaban a pesar, la posición defensiva era buena, así que Demóstenes envió otro grupo de tropas ligeras a rodear el peñón de la fortaleza, como en Las Termópilas. La visión de los arqueros a sus espaldas fue entonces demasiado para Epitadas y los suyos. Depusieron las armas y se rindieron. Más de doscientos guerreros yacían sobre la tierra quemada de Esfacteria. Esparta estaba humillada.

La captura de los soldados espartanos fue un duro golpe para la polis. Aunque la oportunidad de llegar a la paz se había perdido, el peso del deshonor y la preocupación por los prisioneros fue uno de los factores que más pesó en la paz que finalmente se firmó dos años más tarde entre Atenas y Esparta, dos años de guerra que podían haberse ahorrado los atenienses de no haber escuchado al demagogo de Cleón. Se iniciaría así un periodo que Tucídides denominó “la falsa paz”, en el que Atenas y Esparta recobrarían tiempo para luchar con otros enemigos antes de lanzarse de nuevo la una contra la otra. Pero eso, es otra historia.

La batalla de Esfacteria representa muy bien cómo fue la evolución de los ejércitos griegos desde la lista “Early Hoplite”, a la “Later Hoplite”. Los espartanos en Esfacteria sólo desplegaron hoplitas y sus hilotas, por lo que se parece más a una lista de Early. En cambio, los atenienses hicieron un uso excelente de las tropas ligeras y las nuevas tácticas que la expansión ateniense a otros territorios (Tracia, etc.) hizo que desarrollaran. No hay que olvidar que las primeras operaciones de Atenas en Tracia y la península Calcídica fueron desbaratadas por los feroces peltastas tracios y sus mortales jabalinas.

No obstante, la particularidad de que todas las tropas fueron desembarcadas, hace que esta batalla esté mejor representadas por las listas I52b para Esparta, con todo Sp, y la I52f, con las opciones de infantería y Ps.

Los pueblos íberos

viernes, 17 de agosto de 2007

Si bien la península ibérica era conocida por las civilizaciones más florecientes del mediterráneo oriental desde hacía tiempo (hay menciones a Tartessos en la Biblia, por ejemplo) y los fenicios ya habían establecido colonias hace 3000 años (Cádiz), no muchos habían penetrado tierra adentro. Entonces, en el siglo III a.d.C., la Cartago derrotada por Roma tras la primera Guerra Púnica, necesitada de nuevas bases comerciales tras haber perdido Sicilia y Córcega, enviaron a Amílcar Barca a conquistar a los pueblos íberos. El objetivo era conseguir riquezas y más soldados para lanzarse sobre Roma (ver post de Aníbal).

Roma consiguió trasladar la guerra a la península, derrotando finalmente a Cartago. Entonces se centraron en tomar toda la península. Los pueblos contra los que lucharon estaban organizados en un gran número de tribus que vivían independientemente, sin nada que las uniera. Con frecuencia luchaban entre ellos. Conocían el hierro y hacían un uso limitado de la caballería. Sus principales defensas consistían en: núcleos urbanos amurallados, donde podían refugiarse los habitantes y su ganado en caso de ser atacados, ya fuera por cartagineses, por romanos o por otros incursores vecinos, y desde el que soportar el asedio esperando refuerzos, o bien, practicar una guerra de guerrillas por las accidentas tierras ibéricas.

Los guerreros íberos eran verdaderos expertos de las emboscadas y las guerras en terreno difícil. Básicamente, sus tropas se componían de caballería ligera, armada con jabalinas y espadas, scutarii, armados con grandes escudos ovalados de mimbre y falcatas, y Caetratii, equipados con unos pequeños escudos redondos y jabalinas, en distintas proporciones. La población celtíbera de la cornisa noroeste de la península usaba espadas más largas, y mostraban una mayor interés hacia las actividades bélicas, sirviendo de mercenarios a otras tribus íberas. Las proporciones eran variables. Las tribus lusitanas sólo usaban caetratti, aunque mejor equipados que los de otras tribus, por ejemplo.

Los conquistadores, Cartago y Roma, encontraron una férrea resistencias en cada pueblo que vencieron. Cada ciudad tomada implicaba un gran sacrifio de tropas. Así, por ejemplo, encontramos el ejemplo de Astapa, donde sus habitantes, viéndose derrotados por Marcio, prefirieron suicidarse y quemarse junto con sus riquezas antes que rendirse. O Numancia, ciudad fundamental para la resistencia celtíbera, y contra la que se estrellaron 5 ejércitos consulares a lo largo de 16 años, hasta que Escipión Emiliano consiguió cercarlos, y durante 8 meses sufrieron hambre y penurias, comiéndose los vivos a los muertos. O En otros casos, los íberos mostraron gran ingenio. En Ílicis, ante el avance cartaginés, dispusieron una fila de carros de bueyes llenos de leña y aceite. Los incendieron y los lanzaron contra las filas cartagineses, seguidos de cerca por los guerreros y la caballería íbera. Cuando los bueyes impactaron en los cartagineses, los íberos se colaron por los huecos abiertos y los remataron. A campo abierto no les fue bien. Era difícil poner de acuerdo a muchas tribus para reunir un ejército suficiente. Indíbil y Mandonio lo consiguieron, pero a campo abierto fueron derrotados. Donde eran invencibles era haciendo guerrilla. Hubo dos líderes lusitanos que destacaron enormemente: Viriato y Sertorio, un general desertor romano.

Viriato se convirtió en el líder de los lusitanos cuando con una reducida unidad de caballería, hostigó a toda una legión permitiendo que todos los demás guerreros pudieran retirarse. Por la noche, y casi sin bajas, se reagruparon, y le nombraron su caudillo. Viriato fue un maestro de las emboscadas. Se apoderó de suministros, despeñó legiones enteras y desesperó al Senado. Incluso consiguió un tratado con un general romano otorgando la independencia a Lusitania. El Senado de Roma no lo ratificó, no obstante, y Viriato fue entregado por tres traidores, cuya recompensa tuvo forma de frase inmortal: "Roma no paga traidores".

Sertorio era un general romano desertor. Llegó a la península huyendo, y tras llegar hasta Tánger, los lusitanos le llamaron para que los guiara. Con un reducido ejército y tácticas de guerrilla, venció a otros cinco ejércitos romanos, atrayendo a cada vez más tropas. Además, introdujo tácticas y armamento romanos. Ni Metelo ni Pompeyo el grande pudieron con él. Sertorio fue traicionado y asesinado por Perenna, otro líder lusitano.

En DBA, los íberos están representados en la lista II/39 Ancient Spanish. La opción "a" representa pueblos íberos del centro y este de la península. Vemos dos elementos montados (Cv y Lh), y luego muchas Ax, representando Scutarii, y Ps, representando Caetrati. La opción "b" representa a los celtíberos. Sin embargo, los Ax son sustituidos por temibles Wb, representando los scutarii con espadas largas, y Ps, que eran caetrati. La opción "c" losn los lusitanos. No hay scutarri, sino caetrati, tanto como Ps como Ax. Además, hay una opción para meter Wb, representando mercenarios celtíberos, o Bd, representando las tropas que Sertorio introdujo en los ejércitos lusitanos. Corvus Belli tiene una estupenda caja con todas las opciones para cualquier ejército íbero. Son un ejército para jugar con mucho terreno difícil. Su baja agresividad garantiza que casi siempre serán defensores. Como las reglas dicen que: "el defensor suministra y coloca" la escenografía, el jugador íbero debería hacerse los elementos de terreno difícil del mayor tamaño posible, según las reglas. Luego puede aprovechar su movilidad para aislar elementos enemigos y atraer a otros a terreno difícil, donde no tienen rival

Los Celtas

jueves, 16 de agosto de 2007

La primera mención a los celtas la encontramos en la gran obra de Herodoto. Cuando describe los pueblos que viven aguas arriba del Istro, es decir, el Danubio. Los celtas de aquel periodo ya formaban una cultura rica y bastante sofisticada, con un comercio importante a lo largo del Danubio, y en sus asentamientos se han encontrado abundantes ánforas griegas, que cambiaban por paños y hierro. En efecto, los celtas era un pueblo de magníficos herreros, y (esto lo he conocido recientemente) se les atribuye la invención de las cotas de malla. También conocían la herradura, y hacían carros con numerosas piezas de este metal. También disponían de espadas largas, para cuya elaboración se requería una tecnología avanzada de metalurgia, pues podían quebrarse con más facilidad.


Los celtas, que a sí mismos se llamaban galaius (término del que derivaría Galia, Galacia, gálatas, etc.), se organizaban en tribus y en un determinado momento, abandonaron el curso alto del Danubio (alrededor del siglo VI-V antes a.d.C), extendiéndose hacia el oeste de Europa. Encontramos restos de estos denominados celtas por los territorios actuales de Bélgica, Suiza, Francia, norte de Italia, península ibérica (celtíberos) y las islas británicas. Sobre estos últimos, algunos estudios apuntan que los celtas desplazados por la conquista romana tuvieron contactos con otras tribus celtas asentadas siglos antes.

Los celtas prosperaron en sus nuevos asentamientos, y crearon grandes ciudades amuralladas por su territorio. Eran fieros guerreros, y combatían tanto entre ellos como con sus vecinos. De hecho, Roma fue saqueada por los celtas en el 379 a.d.C. También sirvieron de mercenarios en muchos ejércitos. En el siglo I a.d.C, Roma cambió su política defensiva e invadió la Galia bajo el mando de Julio César. Por el mismo tiempo, los celtas asentados más al este también sufrían la presión de las tribus germanas. César explotó tanto esto como las rivalidades entre las diferentes tribus, que fueron cayendo ante él. Entonces surgió un líder que entraría en la Historia por su amarga derrota. Vercingetórix, que consiguió unificar las tribus bajo su mando. A grandes rastos, la estrategia de Vercingetórix consistió en arrasar todo su territorio para dejar a los romanos sin posibilidad de abastecerse. Por ello, los celtas destruyeron sus propias ciudades. Sólo una quedó en pie, y le costó la derrota, pues los romanos la tomaron y se reabastecieron. Vercingetorix fue vencido en el cerco de Alesia, donde los romanos dieron una lección sobre poliorcética. Rodearon la ciudad para mantener aislados a Vercingetórix y su ejército dentro de la ciudad de Alesia, y luego, se rodeó a sí mismo con otra muralla exterior para protegerse de los refuerzos que intentaban salvar a Vercingetórix. Finalmente, éste se entregó, y César lo llevó a Roma como esclavo. Sin embargo, en un despiste, se escabulló de los guardias y se dejó caer sobre las lanzas que sostenían unos soldados más abajo , muriendo al instante.

Más tarde, Roma avanzó hacia las islas británicas, invadiéndolas. Los celtas de Britania no usaban pantalones, sino túnicas y faldas, lo que los distinguía de los celtas contientales. (Creo que éste es el origen de los kilts escoceses.) De entre los britanos, emergió la reina Budica, o Boadiccea (sí, como la canción de Enya), que reunió a cientos de miles de guerreros contra Roma. Dicen que Budica luchaba desnuda desde su carro, empujando a los fieros celtas a la batalla. Finalmente, fue vencida, y Britania se convirtió en otra provincia romana.

Los celtas y la guerra
El modo de combate celta consistía en un grupo de nobles a caballo o en carros ligeros, algunos arqueros y hostigadores, y una gran masa de fieros guerreros, aficionados a lanzarse al combate sin armadura ni nada, pintados con cal u otros tintes, y gritando como posesos. Poseían grandes cuernos de bronce que hacían sonar a la vez mientras golpeaban sus armas y escudos (eran clavados a los cuernos de los músicos enanos de GW). Después de intimidar al contrario, se lanzaban a la carga, confiando en desorganizar al rival. Si éste aguantaba, ellos retrocedían y volvían a empezar. El espectáculo debía ser verderamente aterrador. Tenían además la costumbre de decapitar los cadáveres de sus enemigos con los que ornamentaban ciertos lugares. De hecho, la fiesta del Samain, el 1 de noviembre, colocaban velas en su interior. Siglos más tarde esta costumbre daría lugar a la noche de Halloween y sus famosas calabazas. Los celtas en DBA. Hay varias listas de ejércitos celtas. Los celtíberos ya fueron comentados en el post de Íberos, al que me remito.

Otros ejércitos son: II/11 Gallic, II/30 Galatian, II/53 Ancient British y es posible que alguna más haya por ahí. Todas se parecen bastante. Los general van a caballo (Cv), puede haber una o dos peanas más de Cv o Lh, algún Ps, y luego, un gran número de peanas de Wb. Estas peanas funcionan del modo exacto al descrito en la Historia. Las Wb matan casi todo al simple, y la infantería pesada debe doblarla para matarla. Pero son vulnerables a la caballería. Las Wb pueden apoyar a otras Wb desde atrás. Es decir, con dos peanas de profundidad tienen un +1 al combate. Esto los hace temibles, pero reduce el frente y aumenta la posiblidad de se flanqueados. Son un ejército muy bestia, en plan TODO/NADA. Corvus Belli tiene una preciosa caja de galos y otra de Ancient British, que pueden servir casi para cualquier ejército celta. Además, muchos ejércitos usaron Wb celtas. Puedes usarlos en II/32 Later Cartaginian, o II/9 Syracusian

Aníbal Barca

martes, 14 de agosto de 2007

La historia de Aníbal comienza con la derrota de Cartago en la Primera Guerra Púnica, en la que Roma consigue expulsar a Cartago de Sicilia. El padre de Aníbal, Amílcar, general cartaginés, realmente no se siente derrotado por Roma, ya que en realidad, acabó invicto. El senado cartaginés le autoriza a invadir Hispania en busca de nuevas bases comerciales, ahora que habían perdido Sicilia. La campaña de Amílcar en Hispania merece un estudio separado, y es el origen de numerosas historias heroicas de los pueblos íberos. pero como resultado, Roma se ve obligada a firmar un pacto de no agresión. El río Ebro queda establecido como frontera. Al sur, se establece la zona de influencia cartaginesa, y al norte, la romana.

Amílcar murió tomando una ciudad íbera, traicionado por un aliado íbero. Cuando se vio acorralado al borde de un barranco, dicen que soltó una enorme risotada, y espoleando su caballo, se lanzó al vacío, prefiriendo es suicido a ser capturado. Aníbal llegó a Hispania con su padre siendo un adolescente, y, a su muerte, se hizo cargo del ejército. Odiaba a Roma más que nada en el mundo, y se juró no detenerse hasta acabar con ellos. Roma por su parte, se alió con Sagunto, al sur del Ebro, y advirtió a Aníbal que atacar Sagunto sería como atacar a Roma. El senado romano sólo deseaba tener una excusa para iniciar una guerra contra Cartago contando con el apoyo del pueblo. Aníbal tomó Sagunto, dando comienzo a la segunda guerra púnica. Aníbal reclutó un gran ejército de veteranos mercenarios: celtíberos, íberos, cartagineses y númidas, todos experimentados guerreros, le seguían con verdadera devoción, en número de 100.000. Además, Aníbal reunió setenta elefantes. Como Cartago no tenía capacidad para trasladar el ejército por mar, Aníbal tomó la decisión de llegar a Italia por el norte, cruzando los Pirineos y los Alpes.


Muchas fueron las dificultades del viaje. Aníbal decidió evitar a los ejércitos romanos que le esperaban en la Galia, y cruzó el Ródano en una espectacular operación de desembarco, mediante un ingente número de balsas. El traslado de los elefantes a la otra orilla fue especialmente complicado. Finalmente, Aníbal llegó a Italia. Roma despachó sus ejércitos contra él, pero no podían imaginar lo que se les venía encima. La primera batalla de Aníbal en Itala fue la de Trebia. Aníbal era un general terriblemente astuto, y supo llevar la batalla al terreno que le interesaba. Emboscó un buen número de tropas en una zona que quedó en la retaguardia romana durante la emboscada. De este modo, con el ejército romano trabado en combate, la súbita aparición de cartagineses a sus espaldas decantó la batalla a favor de Aníbal. Ese día, un joven noble romano llamado Escipión, cargó en solitario contra un grupo de cartagineses para salvar la vida de su padre, un general romano. Además, consiguió reorganizar las tropas en retirada y huyeron del campo de batalla evitando más bajas. Roma disponía de más tropas para organizar otro ejército, de modo que en poco tiempo se despachó otro ejército consular muy numeroso. Aníbal les esperó cerca del lago Trasimene, que daría nombre a esta terrible batalla. Aníbal fingió acampar en la orilla norte del río, en un estrecho paso entre el bosque y el lago. De noche, dejó cientos de fogatas encendidas, y algunas tropas en la orilla, pero él y el grueso del ejército se escondió en el bosque. La mañana amaneció con niebla, y los romanos decidieron rodear el lago rápidamente, antes del alba, y atacar el campamento de Aníbal. De este modo, dispuestos en una larga columna, irrumpieron contra las pocas tropas de Aníbal que defendían el campamento. En ese momento, el terrible grito de decenas de miles de cartagineses sonó entre los bosques, y cargaron contra la columna romana. Éstos, sorprendidos, se vieron de repente atacados por el flanco y con el lago a sus espaldas. El pánico cundió rápidamente, y muchos soldados se lanzaron a las gélidas aguas del Trasimene, donde se ahogaron rápidamente. En un abrir y cerrar de ojos, el ejército romano fue ampliamente derrotado, y el orgullo de Roma, pisoteado. Mientras, en la capital, el senado otorgó poderes a un dictador, para que redirigiera la guerra. Éste cambió la política de Roma, y decidió no atacar a Aníbal a campo abierto.

Aníbal no tuvo oposición para recorrer Italia destruyendo y saqueando, y consiguiendo más aliados entre las tribus que habían sido vencidas por Roma. Cuando se acercó a Roma, los ciudadanos gritaron "¡Anibal ante portas...!" (Aníbal a la puertas de Roma). Sin embargo, el periodo de seis meses de la dictadura de acabó, y Roma decidió organizar el mayor ejército hasta el momento. Hasta 80.000 soldados, un tamaño inmenso para la época, fueron reunidos para acabar con Aníbal de una vez por todas. Éste, sin nuevos suministros de Cartago, contaba ya sólo con 30.000 efectivos, entre los que se encontraban numerosos mercenarios íberos y la magnífica caballería númida. El lugar elegido por Aníbal para la batalla fue Cannas. Los romanos formaron en un amplio rectángulo de infantería, con escasas unidades de caballería en ambos flancos, y avanzaron contra Aníbal. El ejército de Aníbal, cansado y triplicado en número, parecía condenado, pero entonces, Aníbal dio lo mejor de sí. En un despliegue que todavía hoy se estudia en las academias militares, Aníbal formó una delgada línea de infantería ligera oponiéndose al frente romano, y le dió forma de media luna, apuntada hacia los romanos. En ambos flancos cartagineses, situó a la caballería númida, y detrás, a los lanceros veteranos cartagineses, sus mejores tropas. Entonces, la batalla dio comienzo. Aníbal, expuesto en la delgada línea central cartaginesa, dio orden de recibir la carga de la infantería romana. El choque fue brutal, y los cartagineses, guiados por Aníbal, comenzaron a retroceder ordenadamente, dentro de un terrible y brillante plan de batalla. Lentamente, la media luna cartaginesa se curvó hacia atrás hasta que formaron de nuevo en media luna, pero esta vez, hacia atrás, lo que estiró la formación romana, que penetró descontroladamente en las líneas cartaginesas. Entonces, la caballería númida atacó a la romana y la puso en fuga. El flanco de los romanos estaba descubierto, y Aníbal dio la orden para que los lanceros cartagineses avanzaran por ambos flancos y atacaran a los romanos. De repente, los romanos estaban trabados por el frente y sus flancos, y comenzaron a retroceder. Pero en ese momento, la caballería númida detuvo su persecución, y se giró para cargar la retaguardia romana. El inmenso ejército romano quedó totalmente rodeado. Estas operaciones fueron bastante rápidas, pero la batalla no acabó hasta la noche. Aníbal, decidido a terminar con Roma, necesitaba una victoria total, y para ello, buscó el exterminio de las tropas. Por ello, el resto del día se dedicó a matar uno a uno a las cercadas tropas romanas. Desorganizados, sin mandos, los romanos lloraban desesperados y enterraban su cabeza en la arena mientras los cartagineses los pasaban a cuchillo. Aquel día murieon 50.000 soldados romanos, más que, por ejemplo, marines americanos en toda la guerra de Vietnam. Más muertos que el Día D en Normandía. Pero Roma no se rindió, y volvió a no presentar batalla a Aníbal en Italia. Éste, sin suministros ni refuerzos, se vio obligado a abandonar la península llamado por el senado Cartaginés, en defensa de su ciudad, algunos años más tarde. En efecto, mientras Roma cerraba sus puertas, Escipión, el joven valeroso de la batalla de Trebia, fue puesto al mando de un ejército que invadió Hispania, atacando la base del poder cartaginés. Tras conseguirlo, su ejército marchó hacia Cartago. Aníbal volvió allí para defender la ciudad, y volvieron a encontrarse ambos en la batalla de Zama (si recordáis "Gladiator", es la batalla que representan con carros en el circo). Esta vez, Escipión, que había reformado el ejército según las tácticas aprendidas del propio Aníbal, le venció, y el poder de Cartago fue de nuevo sometido. No obstante, Aníbal terminó su vida bastantes años más tarde.

Las listas para representar la Segunda Guerra Púnica son: II/32, Later Carthaginian y la II/33, Polybian Roman. Corvus Belli tiene magníficas miniaturas para estos ejércitos, aunque la de romanos es más Temprano imperial. Los de Mario pasan mejor por los polybian Roman. Xyston sí tiene una gama exclusiva de romanos de Polibio.
Paso a comentar las listas. En DBA, la composición de los ejércitos se ha documentado magníficamente. Veréis:
- Later Carthaginian: Se trata de una lista con gran número de elementos distintos, representando la variada composición del ejército mercenario de Cartago. Así, vemos Cv y Lh (caballería y caballería ligera), representando caballería cartaginesa y númida;algunos Sp(lanceros), que representan a los lanceros veteranos cartagineses; Wb (warbands, sin traducción oficial), que representan a los celtas íberos y galos que se unieron a Aníbal contra Roma, El (elefantes) y Ps (psiloi), que representan a auxiliares íberos.
- Polibyan Roman. El ejército romano que describe el historiador Polibio en las guerras púnicas contiene un enorme número de tropas de infantería pesada (Sp y Bd, legionarios armados con pilum y gladius, respectivamente). Hay una escasísisma presencia de caballeria (Cv), que creo recordar que se llamaban "Equites Alares", y muy pocos Ps (psiloi o tropas ligeras), exploradores romanos. Es un ejército muy potente en combate cerrado, pero poco maniobrable.