Los ejércitos de Japón. Imperio, samurais y shogunes.

jueves, 25 de octubre de 2007

Saludos. El sistema imperial japonés es verdaderamente antiguo. Quedó establecido alrededor del siglo IV, con el establecimiento de la Dinastía Solar Yamato. El sistema se estableció alrededor de cierto número de clanes principales llamados Uji. Dichos clanes satélites de la casa imperial asumieron funciones específicas: un clan se encargaba de los impuestos, otro aportaba la cúpula sacerdotal, otro se encargaba del funcionariado, etc. Huelga decir, por lo tanto, que este sistema provocó pequeñas pero sangrientas guerras entre clanes por el poder y la influencia en la corte imperial.

En esta época, las tierras japonesas todavía no estaban cerradas al mundo. Aprovechando el vacío causado por la caída de la casa Wei en China, Japón envió un importante contingente estableciendo una base en Corea, en Mimana, en apoyo del reino coreano de Paetchke contra los ataques de los otros dos reinos de Corea: Silla y Koryguo. (Estas tres listas están disponibles para DBA: II/75, 76 y 77).

Además, en la propia isla de Japón, había también importantes enfrentamientos entre el Imperio y los bárbaros del norte, los Emishi “arañas de tierra” -la lista III/6- término que englobaba tanto a habitantes aborígenes caucasoides de la isla (lo que explicaría sus descripciones como “hombres peludos”, en contraposición a la lampiña raza amarilla) como a otras etnias más cercanas a los propios japoneses. Estos pueblos presentaban batalla con tropas ligeras, básicamente hostigadores y, más tarde, caballería ligera, luchando habitualmente en guerrillas. Los ejércitos japoneses de esta época pre-samurai (500-900 d.C.) están representados por la lista III/7. Según las descripciones de las crónicas chinas, estos ejércitos estaban compuestos por tropas no profesionales, armados con escudos, alabardas y unos característicos arcos asimétricos, es decir, con la empuñadura situada no en el centro del mismo, sino que el lado inferior era mucho más corto que el superior (el típico arco japonés, vamos). Esta lista está compuesta por tropas de caballería armadas con arco (Cv) y muchos arqueros a pie (Bw). Además, permite la introducción de alguna tropa más pobre, exploradores, y auxiliares, tal vez prototipos de lo que serían los ashigaru.

Durante este periodo ocurrieron también cosas importantes: a) A través de Corea llegaron las tradiciones budistas, que la casa imperial adoptó rápidamente, seguida de otras Uji que intentaban ganarse su favor. Otras se resistieron, provocando no pocas luchas internas. B) Los contactos de Japón con China se hicieron muy importantes. Japón adoptó la escritura china, sus ropas, sus costumbres palaciegas… Esto hizo, entre otras cosas, que los emperadores cada vez se separaran más de la realidad social, dejando de guiar sus ejércitos personalmente, delegando en funcionarios y generales, encerrándose en el mundo irreal de sus palacios.

Los budistas se hicieron muy poderosos, y se crearon numerosos monasterios. Estos, al irse enriqueciendo, llegaron a mantener pequeños ejércitos propios para su defensa. Simultáneamente, la influencia de los monjes se fue infiltrando en palacio. Esto provocó, a finales del siglo X, que el Uji Fujiwara, cada vez más influyente en la corte, consiguiera, tras la muerte de la última emperatriz mujer, reformar el sistema, alejando a los budistas de las esferas de poder. Además, las reformas tuvieron más repercusiones sociales. Tras ser expulsados de Corea, el ejército se regularizó, y se estableció una clase guerrera segregada del resto del pueblo, con la misión de proteger las fronteras. Así, Japón se cerró al mundo, y comenzó la historia de los samurai, guerreros profesionales aparentemente al servicio del emperador, que si bien no contaban con la sofisticación de la vida palaciega, sí tenían recursos militares para aspirar a tener cada vez más poder. La prueba de esto fue la primera revuelta de los samurais.

Uno de ellos, Taira No Masakado, (Es decir, Taira, del clan Masakado) decepcionado por no obtener un nombramiento oficial, se rebeló, y trató de crear un estado independiente. La casa imperial y sus funcionarios tuvieron que pedir ayuda a otro clan provincial, los Minamoto, para aplacar la rebelión. La escasa previsión de la casa imperial hizo que éste no fuera debidamente recompensado. De hecho, Minamoto tuvo que poner de su propio bolsillo para la campaña, pero esto aumentó su popularidad entre los aliados, y aumentó su poder. Las bases para las continuas guerras internas entre clanes provinciales de samurais estaban dispuestas. Se sucedieron muchas guerras, como las guerras Genpei, en la que los Minamoto y Taira lucharon, (unos vestidos de blanco y otros de rojo, los colores de la bandera japonesa) por un poder de facto, que pasaría por encima de la figura intocable del emperador.

Los ejércitos de esta época están representados por la lista III/54, Samurais tempranos, que llega hasta la invasión mongola del siglo XIII. Lo primero que llama la atención es su baja agresividad. En efecto, baja de 3 a 1 en esta lista, pero hay que tener en cuenta que la agresividad representa la tendencia a invadir otros territorios, y en esta época, Japón estaba aislado, y todas las guerras, aunque continuas, fueron civiles. Lo segundo, la composición del ejército. Contrariamente a la imagen más habitual del samurai, no es su katana, sino el arco asimétrico su principal arma, cuyo dominio exige mucho entrenamiento y una gran disciplina. Los samurais eran grandes arqueros a caballo bien acorazados, que también podían plantar pie en tierra y disponiendo barricadas, mantener una gran disciplina de disparo. Aunque ya eran maestros de la espada, su uso respondía más a duelos individuales que a un funcionamiento cohesionado de guerreros con arma de mano, que es lo que representan los Bd. Por ello, la lista se compone principalmente de Cv, y luego, una cuarta parte del ejército puede hacerse con peanas de Bw, representando a los samurais a pie. Dicha opción tiene la alternativa de Bd, pero estas tropas representan más a los monjes budistas guerreros que con frecuenta apoyaba a una u otra facción, armados con enormes naginatas (espadas situadas en el extremo de grandes lanzas). Si veis, el general puede ser Cv o bien Bw, es decir, samurai a caballo o a pie.
Las armaduras de los samurais solían estar hechas de lamas de cuero lacado, y fue ganando en complejidad con el tiempo. No obstante, la armadura daba un gran grado de protección al tiempo que permitía una importante movilidad. El resto del ejército está formado por auxiliares, llamados ashigaru (pies ligeros), que eran tropas provinciales enroladas más o menos voluntariamente, mal pagados pero con derecho a saqueo, armados con largas lanzas y otras armas y armaduras más ligeras.

Como resultado de las guerras Genpei, el bando perdedor, los Minamoto, y el emperador, fueron desplazados por los Taira, comenzando así el primer shogunado o Bakufu.
Los shogunes eran gobernantes samurai que eran capaces de mantener un poder efectivo sobre las regiones, en contraposición al emperador, que si bien siguió existiendo, el cargo no dejaba de ser algo meramente representativo.

A comienzos del siglo XIII, Kublai Khan, hijo de Gengis Khan, envió una flota a Japón con un ejército de 30.000 guerreros. Por el camino, tomaron muchas islas pequeñas, y los ejércitos samurai no podían hacerles frente. Los mongoles eran capaces de luchar de forma cohesionada, en unidades y frentes organizados, mientras que los samurais seguían luchando de forma individual. Además tenían catapultas, y mejores tácticas. Por fin llegaron a desembarcar en la isla principal, en la bahía de Acata. Los ejércitos del shogun, en una batalla muy confusa, parecieron ser derrotados, pero no obstante, los mongoles volvieron a embarcar temiendo refuerzos enemigos, y en ese momento comenzó un terrible tifón, en el que el viento llamado “Kamikaze” arrasó la flota.

Algunos años después, los mongoles enviaron una segunda flota, todavía mayor. El shogunado no había estado ocioso y había fortificado la bahía. Además, realizaron numerosos ataques con sus pequeños barcos a la gran flota, hostigándoles. Esto, sumado a cierta descoordinación entre la flota mongol, les impidió desembarcar, y entonces, de nuevo el Kamikaze estrelló la flota mongola contra los escollos. Los mongoles nunca más volvieron a atacar. El gobierno shogún respiró tranquilo, pero tan pronto se alejaron los mongoles, se reiniciaron las guerras internas.
Se sucedieron distintos shogunados: los Hojo, los Muromachi, etc.

Los ejércitos de Japón para este periodo hasta el año 1500 están representados por la lista IV/59, Samurais post-monogoles. En este periodo los samurais evolucionaron abandonando el arco al marchar a pie, cambiándolo por sus dos espadas, o bien naginatas y yaris. No obstante, el arco siguió siendo importante para la caballería. La lista presenta dos variantes. En la primera, se ve Cv, Bd que ahora sí que representan tanto samurais como monjes guerreros, y los auxiliares ashigaru. La segunda variante, más tardía, además de Cv y Bd, permite la incorporación de tres tipos nuevos de elementos: Wb u Hd, que representan a los fanáticos Ikko-Ikki, milicias locales con un importamente componente religioso, y Sp, que representan una regularización de las tropas ashigaru. Las miniaturas para estos ejércitos pueden encontrarse en al menos tres marcas: Essex, tal vez los mejores; Chariot (es decir, Magíster Militum) y Minifigs. Os dejo un link a un interesante post sobre minis de samurais. http://www.laarmada.org/foro/index.php?topic=945.0

El final de los samurais es verdaderamente peculiar. Las guerras internas siguieron hasta el siglo XIX, con muy pocas innovaciones salvo la introducción de arcabuces en el siglo XVI, suministrados por los portugueses, mosquetes que fueron empleados hasta el siglo XIX (los mismos, es decir, hablo de arcabuces de 300 años de antigüedad en pleno uso). Un barco americano llegó a un puerto japonés y él sólo destrozó a toda la flota japonesa. El país estaba totalmente atrasado. El emperador consiguió apoyo exterior y tras otra serie de guerras civiles se consiguió la restauración, iniciándose la era Meiji. El emperador contó con el apoyo de los Estados Unidos para reequiparse e introducirse en el mundo moderno. Los samurais no cedieron sin lucha ni revueltas (¿recordáis “El último Samurai”?). La era Meiji fue un profundo varapalo para los samurais. Con el país pacificado, estos guerreros tuvieron que hacer frente a un mundo que ya no parecía necesitarles. Se prohibió lucir armas en público, lo que era su antiguo signo social. Muchos se enrolaron en el ejército imperial como oficiales Mientras tuvieran nobles a los que servir, tendrían sueldo, pero al morir éstos, se convertían en Ronin. Sin ingresos, y con un estricto código de honor que les impedía trabajar, muchos se convirtieron en vagabundos y asesinos a sueldo. Otros maestros samurai, en cambio, reaccionaron sublimando su estilo de vida, consiguiendo, a través de tratados y escuelas de pensamiento, erigirse como guardianes de una tradición ancestral que les elevaba sobre el resto de ciudadanos. No olvidemos que muchos eran además grandes literatos y artistas.

De esta época procede toda la mitología que conocemos de los samurai y su código de honor, el Bushido. Éste, si bien existía desde antiguo, fue muy bien representado en la obra el siglo XVIII “Hagakure”. Si habéis visto “Ghost Dog”, creo que es el libro del que se leen párrafos entre escena y escena. Otra referencia a este periodo la encontramos en la magnífica serie Manga “La espada samurai”. En ella conocemos la historia de Kenji Himura. Al iniciarse la era Meiji, Kenji, conocido como Batusai “El carnicero”, era un samurai convertido en asesino a sueldo, que luego se arrepiente de todo lo que ha hecho e intenta reconstruir su vida en el seno de una familia. Kenji, al igual que hicieron muchos samurai, intenta convertirse en maestro de una escuela de samurai. Este camino también fue tomado por cientos de maestros guerreros sin trabajo.

Nota de Endakil: Las miniaturas de samurais que podéis ver en este artículo son de la marca Minifigs y son obra de Robert the Bruce.

Los vikingos.

jueves, 18 de octubre de 2007

Saludos. Os confieso que he estado pensando un buen título para este artículo. Algo como “Los mercaderes de la paz”, o “Los hijos de Odín”, o algo así. Pero no he sido capaz de resumir a un solo sintagma todo lo que este pueblo nórdico ha representado en la Historia. Por eso, al final he dejado el título que veis. Cuanto más leía sobre ellos, más me sorprendía la cantidad de cosas que ignoraba, teniendo en cuenta que fueron uno de los pilares básicos para el nacimiento de la Europa que todos conocemos. Y es que, salvo Oceanía, y sólo que se sepa por ahora, no ha habido ningún continente en este planeta que no fuera hollado al menos por un vikingo. Y en cada sitio fueron llamados de manera distinta: paganos, ascomanos (hombres de ceniza), rus, al-Madjus, varengos, normandos, y un largo etcétera
Antes de hablar sobre quienes eran, es mejor aclarar qué no eran. Desde luego, olvidad casi todo lo que habéis visto en el cine o en las óperas de Wagner. Es decir: los vikingos no eran semitrogloditas vestidos con pieles y cuernos en los cascos, que se comportaban como hordas sangrientas matando a diestro y siniestro. De hecho, si queréis ver una buena película sobre los vikingos, os recomiendo “Alfredo el Grande”, donde un jovencísimo y sorprendentemente fornido Michael York interpreta a un famoso rey vikingo del que hablaremos más tarde, y que luchó contra Alfredo, uno de los últimos y mejores reyes sajones. En una escena, York negocia con Alfredo, y dice: “Nosotros somos mercaderes, y la Paz es nuestra mercancía. ¿Quieres paz? Paga su precio en oro”. En esta película sí que se ven vikingos de verdad. Seguro que os sorprende.

Los vikingos irrumpieron en la historia desde las Noruega, Suecia y Dinamarca actuales a finales del siglo VIII de nuestra era, debido a tres causas principales que coincidieron en el tiempo: el establecimiento del Imperio Carolingio, es decir, el creado por Carlomagno en la Europa Occidental, que creó una situación estable, favorable al comercio; una explosión demográfica del propio pueblo vikingo, probablemente favorecida por un clima distinto al actual, más benigno en esas tierras, y, por último, el perfeccionamiento de las artes de construcción naval de los vikingos. Con estos tres factores coincidiendo en el tiempo, los vikingos no tardaron mucho en surcar los mares para comerciar e iniciar un lucrativa actividad pirática. Sin embargo, a diferencia de lo que tradicionalmente hemos sabido de ellos, la actividad comercial fue ganando importancia, pues los vikingos fueron ante todo grandísimos y aventurados comerciantes. Y, por otro lado, las racias y ataques relámpago iniciales dieron paso a una decidida actividad colonizadora.

En primer lugar, los vikingos de Dinamarca y Noruega se dirigieron hacia la costa este de las islas británicas. Ocupando primero las pequeñas islas cercanas, poco a poco los vikingos comenzaron a atacar los pueblos costeros, en los que vivía otro pueblo invasor que ya había sido cristianizado: los sajones, que tras la caída del imperio romano, en el siglo V, habían invadido las islas (los sajones eran los malos en “El rey Arturo”). En apenas cuarenta años, los ataques de saqueo dieron paso a verdaderas invasiones de los reinos del norte y este de la Isla: Nordumbría, Mercia, etc. El poder militar de los vikingos les permitió dominar a las débiles monarquías sajonas, exigiendo cuantiosos tributos a cambio de la paz, y luego, ya a finales del sigo IX, comenzaron a asentarse de manera permanente. En esta tumultuosa época se desarrolla “Alfredo el Grande”, la película de la que os hablaba. Alfredo era el rey sajón de Wessex, y Guthrum, el rey vikingo interpretado por Michael York. Guthrum invadió el reino de Wessex. Alfredo, a pesar de ganarle las primeras batallas, sufrió una terrible derrota que dejó el camino libre a los vikingos. Sin embargo, Alfredo no se rindió. Reunió a sus tropas y se escondió en los pantanos, donde construyó una fortaleza desde la que comenzó una tenaz resistencia a la ocupación de Guthrum. Alfredo, que también era conocido como “rey de los pantanos”, consiguió recuperar su reino, y firmó un tratado mediante el cual, los daneses podrían asentarse en algunas de sus tierras. Mientras, en los restantes reinos de la isla, con el tiempo, los reyes sajones fueron sustituidos por reyes vikingos.
Por otro lado, otros grupos migratorios llegaron hasta Irlanda, y de igual manera, establecieron primero puestos comerciales en la costa este, y luego, se metieron de lleno en la política de los reinos irlandeses, que en aquellos era muy complicada, con pequeños territorios continuamente en guerra. A los vikingos se debe, entre otras, la fundación de Dublín, Cork, Limerick, etc., como asentamientos comerciales y luego, cabezas de playa de sus invasiones. Los reyes irlandeses no dudaron en aliarse con los invasores paganos en contra de sus otros rivales. Un gran ejército vikingo fue derrotado en la batalla de Contarf, en 1014, y esto debilitó su posición enormemente en la isla, a la que no llegaría otro gran ejército vikingo hasta ciento cincuenta años después.

Otro grupo de exploradores llegó hasta Islandia, primero, y luego a Groenlandia. Es decir, Greenland. Es decir, la “Tierra Verde”. ¿Tan distinto era el clima entonces? Los asentamientos vikingos en Groenlandia están documentados y se han localizado algunas construcciones. Por último, el salto al continente americano por Eric el Rojo todavía parece algo polémico, pero sólo tenéis que mirar un globo terráqueo para ver lo poco que hay hasta la península del Labrador. Demasiado poco para suponer que los vikingos se detuvieron en Groenlandia, ¿verdad? Yo creo que el verdadero salto es llegar a Islandia. El resto, es casi pan comido. Hay una reciente película, “El guía del desfiladero”, en inglés “Pathfinder”, que cuenta la historia de un vikingo criado entre los indios. Bueno, los vikingos de la peli se parecen más a los guerreros del Caos de GW. Nada que ver con la realidad. El caso es que por algún motivo, tal vez los indios hostiles, los asentamientos en América no llegaron a cuajar.

Otra línea en el rumbo de los vikingos llevaba hasta el norte de Francia. En el 911, un caudillo vikingo llamado Hrolf y un nutrido grupo de guerreros subió por el cauce bajo del Sena. Se dedicaron a saquear, y su fuerza de combate era tan potente, que Carlos, el rey de los francos, tuvo que pactar con ellos, cediéndoles la parte norte de lo que ahora es Francia. Los francos llamaban a los vikingos “hombres del norte”, es decir, “Northman”, o ” y la tierra que les fue cedida tomaría su nombre: Normandía. En dos años, Hrolf se convertiría al cristianismo, y su pueblo adoptaría la religión, la lengua, las costumbres y las tácticas de los francos, convirtiéndose así en los normandos, (los normandos merecen un artículo sólo para ellos), que, años más tarde y guiados por Guillermo el Conquistador, cruzarían el Canal e invadirían Gran Bretaña.

Antes del asentamiento normando, otra nutrida expedición vikinga compuesta por 62 drakars, que había partido de los puestos avanzados que tenían en la desembocadura de los ríos en la costa norte de Francia, descendió hacia el sur llegando hasta las costas de la península ibérica. Saquearon aldeas y ciudades de la costa atlántica peninsular, entraron a saquear en Algeciras (lugar desde donde escribo estas líneas), y llegaron al norte de África, luego siguieron hacia el norte, la desembocadura del Ródano, y siguieron saqueando Arlés, Nimes y hasta Pisa, ya en Italia. Luego volvieron a su casa cargados de un impresionante botín.

Por otro lado, los vikingos de la actual Suecia tenían una zona de expansión natural hacia el este de Europa. Subiendo por las desembocaduras del Volga y el Niéper, los vikingos establecieron importantes puestos comerciales, desde los que mercadearon con miel, pieles, especias, y sedas provenientes de Oriente. Su puesto principal estaba en la ciudad de Novgorod, que se convirtió en un auténtico emporio comercial. Toda esta zona fue llamada Gran Suecia por los vikingos. Y a través de sus contactos con los eslavos, llegaron a sus oídos noticias de dos ciudades lejanas y ricas: Bagdad, musulmana, y Bizancio, capital del gran imperio heredero de la gloria de Roma. Y hasta allí fueron, subiendo por los grandes ríos y atravesando la inmensa estepa. Curiosamente, fueron los cronistas de ambos sitios los que llamaron a estos vikingos Rus, (corrupción del término con el que se denominaban a sí mismos los suecos). Y como ya tenían mucha población alrededor de Novgorod, y gobernaban dichas zonas como si fueran príncipes locales, a esa región europea comenzó a llamarse “La tierra de los Rus”, es decir, Rusia. Con el tiempo, los vikingos se fueron mezclando con los eslavos originarios, adoptando sus usos y costumbres, y el estado ruso fue naciendo alrededor de Kiev.

Las expediciones vikingas a Bizancio son muy interesantes. Conocida por ellos como Miklagard, la Ciudad Grande, llegaban hasta ella atravesando la estepa y el Mar Negro de norte a sur. Hasta cuatro veces cayeron sobre ella para saquearla, y siempre fueron vencidos. Sin embargo, los emperadores bizantinos se dieron cuenta de que podían aprovechar el increíble potencial bélico de los vikingos, y les ofrecieron enrolarse en el ejército bizantino. Los vikingos aceptaron, y así nacería la legendaria guardia Varenga. (Varengos es como eran llamados los vikingos por los bizantinos). Y para los emperadores fue una enorme sorpresa ver la lealtad y fiereza con la que la Guardia Varenga desempeñó su labor. Tal fue su ardor que no sólo sirvieron como fuerza de choque del ejército, sino que los mismos emperadores los emplearon como guardia personal. Y en sus tierras originarias, la leyenda de los grandes reyes que hablaban griego y deseaban contratar vikingos atrajo a muchos otros, pues este gran pueblo estaba impulsado por un espíritu inquieto y aventurero. De hecho, en muchas tumbas vikingas pueden leerse orgullosamete las siguientes runas: “vard daurd i Gri-kium”, es decir, “muerto entre los griegos”.

Los últimos años de los vikingos están magníficamente personificados en la figura de Harald Hadrada, en mi opinión, el último rey vikingo. Harald tuvo que huir de su Noruega original con sólo quince años, herido en una batalla. Llegó a Kiev y luego siguió camino hacia Bizancio, donde consiguió entrar en la Guardia Varenga. Durante diez largos años batalló junto a sus hombres desde las islas griegas hasta el Caúcaso. Volvió a Noruega siendo muy rico, y consiguió convertirse en príncipe, y durante otros diez años imperó en Escandinavia.
Entonces, en el año 1066, el último rey de Gran Bretaña, Eduardo el Confesor, moría sin heredero. Descendiente de los vikingos que se habían asentado allí al menos un siglo antes, Harald estaba emparentado con él y decidió reclamar el trono. Pero al mismo tiempo, Guillermo de Normandía (recordemos, los normandos eran vikingos de origen pero que había adoptado la cultura de los francos) también estaba emparentado con el mismo difunto rey, también quiso reclamar el trono. Y además, estaba Harold Godwinson, que tomó la corona de Eduardo directamente de su cadáver.
Harald fue el primero en invadir Inglaterra desde Noruega. Sin embargo, sus vikingos fueron derrotados en Stamford Bridge por Harold Godwinson y las hachas de sus guerreros sajones. De este modo, se inició la desparación de la cultura vikinga. El cristianismo se extendió por dichas tierras, y sin líderes fuertes, y los vikingos como tal comenzaron a disolverse en el tiempo y las leyendas.
Por cierto, Harold Godwinson sólo tuvo tres días para celebrar su victoria, porque Guillermo de Normandía invadió Gran Bretaña, y lo derrotó en la batalla de Hastings, comenzando así el dominio normando en la isla. Pero eso, como suele decirse, es otra historia.

La organización de los ejércitos vikingos fue variando con el tiempo. Al principio, los primeros ataques a las costas británicas eran producto más de bandas que de ejércitos organizados. Al no tener un rey que unificara el territorio de los vikingos, éstos se organizaban alrededor de líderes guerreros capaces de mantener su propio ejército privado.
Ligeramente por debajo de estos “señores de la guerra”, estaban los earls, que eran líderes menores, pero que poseían los barcos y también tierras. Luego, el siguiente estrato social eran los bondir, hombres libres, dueños de sus propias tierras de labor y con derecho a blandir armas. Éstos se enrolaban en las expediciones, cuyos miembros se organizaban sobre una base de igualdad de derechos. El trabajo de la navegación se lo repartían, así como los botines. Muchos no volvían, pero todos asumían dicho riesgo, porque “así había más para el que volviera”.
Por último, los bondir tenían una especie de esclavos que habían los trabajos más duros de su granja, llamados thralls o bondmen.
Los ejércitos vikingos no eran demasiado grandes. Por aquella época en una empobrecida Europa, bastaban unos 1000 guerreros para invadir y dominar todo un país (comparad con el millón de guerreros que Jerjes, rey de Persia, llevó hasta Grecia mil años antes de los vikingos).
Paralelamente, los vikingos también se organizaron en Leidangs. Eran levas públicar formadas por pequeños propietarios, que se organizaban para realizar incursiones o para labores de defensa costera, ante la ausencia de un estado organizado que defendiera todos los territorios.
Los guerreros vikingos valoraban a la espada por encima de todas las demás armas, aunque las hachas también eran muy utilizadas. Las espadas, de hoja recta y pesada y doble filo, requerían de un amplio pomo para ser equilibrada. La empuñadura era de madera o hueso, revestido de cuero o tela. Las hojas eran importadas inicialmente de los francos y de los propios sajones, pero con el tiempo desarrollaron sus propias hojas, más largas y de un solo filo cortante.
Los vikingos también usaron al menos dos tipos de hachas, con la hoja larga y ancha y apuntada hacia abajo. Éstas eran populares por requerir menos acero, además de ser siempre útiles a bordo de los barcos, para las batallas navales. Blandidas a dos manos, estas hachas cortaban todo lo que se les ponía por delante.
Los guerreros de inferior categoría blandían lanzas y arcos y flechas, armas que eran despreciadas en general por el grueso de la tropa.
En las incursiones no solían llevar caballería. Esto los hacía muy vulnerables a enemigos montados. Sin embargo, en el escenario bélico del este, los vikingos sí dispusieron de tropas de caballería, que, aunque nunca fueron numerosas, sí supieron utilizar adecuadamente.
Los escudos eran redondos, de unos 60 cm. de diámetro, de madera y de sección plana. Además, los guerreros más ricos solían llevar cotas de malla, aunque es probable que no todos los guerreros la llevaran. Sin embargo, los cascos sí eran habituales, ¡aunque sin cuernos!

No son muy conocidas, pero los vikingos lucharon muchas batallas en el mar, que consistían básicamente en sangrientos abordajes en los que se abrían paso a golpe de hacha.
En tierra, aunque tengamos la imagen de una horda salvaje, los vikingos luchaban en filas compactas y ordenadas. Son frecuentes los indicios de que llegaban a solapar unos escudos con otros, formando un frente prácticamente impenetrable. Avanzaban y en dicha formación eran capaces de absorber el primer impacto del enemigo. A continuación, necesitaban abrirse para blandir sus espadas y hachas. Y en este tipo de combate eran terribles.
Luchando contra caballería estaban en franca desventaja, pero eran capaces de realizar retiradas muy disciplinadas, guardando la formación y manteniendo el orden, para minimizar las bajas. En alguna batalla incluso fueron capaces de organizar un frente de arqueros los suficientemente disciplinado como para repeler una carga de caballeros enemigos.
En cuanto a su aspecto, a los vikingos les encantaban los colores, que usaban tanto en la ropa como en sus escudos. A través del comercio, los tintes llegaban con profusión a sus manos. Esto les convierte en un ejército precisos para pintar.
También se han registrado relato de unos guerreros fanáticamente fieros, que prácticamente desnudos y en estado de trance se lanzaban contra las filas enemigas causando el terror. Eran conocidos como berserkers, y su leyenda continúa hasta nuestros días.

En fin, podría escribir alguna línea más sobre este pueblo. A mí, lo que más me gusta es su mitología. En mi opinión, las leyendas de cada pueblo son un reflejo de su espíritu, y son un reflejo de sus aspiraciones culturales. Todos nosotros hemos oído hablar de Odín y su caballo de ocho patas, Sleipnir; Loki, el dios a ratos travieso, a ratos diabólico; Thor y su martillo Mjolnir; Hella, Balder, es decir, los Ases (habitantes de Asgaard).… Entre los cuentos vikingos encontramos muchas fábulas morales relacionadas con su concepto de la hospitalidad, por ejemplo (casi siempre es Odín disfrazado quien pide cobijo, y con la respuesta de su anfitrión, Odín recompensa o castica). También hay muchos relatos de viajes extraordinarios, muchas veces protagonizados por Thor y Loki. Y uno de mis favoritos es un exquisito relato de la pérdida de la inocencia: la muerte de Balder, que representa con melancolía la muerte del dios más hermoso y querido por sus iguales. También encontramos en el relato de Sigurd y el dragón un curioso paralelismo con Aquiles. Sigurd mata a un dragón y se baña en su sangre para volverse invulnerable, pero una ramita se pega a su espalda y éste punto se convierte en su punto débil, donde recibirá una herida mortal más adelante. Sólo puedo recomendaros que os pilléis un libro sobre sus leyendas, que realmente merecen la pena.
Los vikingos aspiraban a ser recibidos a su muerte en el Walhalla, un paraíso donde lucharían de día, para ser luego curados y atendidos por la noche por las Valkirias, para celebrar luego un inmenso banquete donde la carne y la hidromiel circularían sin cesar.

En DBA, los vikingos están representados por la lista III/40, Vikingos noruegos y Leidangs. Dichas listas se caracterizan por una abrumadora mayoría de Bd, representando a los disciplinados guerreros vikingos, y luego hay alguna opción para meter Aux o Ps, exploradores con arco; Sp, que son guerreros de inferior categoría, y Wb, que representan a los berserkers. También, en una variante, hay una opción para tener el general montado como un caballero (Kn).

Yo conozco las minis de Essex y son increíblemente bonitas. Creo que Navigator también tiene vikingos, pero no los he visto.
Nota de Endakil: Las miniaturas de la imagen son vikingos vestidos con los colores de la guardia varenga para actuar como tales en un ejército bizantino. Miniaturas de Endakil.

Los lidios, señores de los caballos, y el rey Creso

jueves, 11 de octubre de 2007

Saludos. Hoy hablaremos del famoso reino de Lidia, del que Herodoto en su Historia nos cuenta muchas cosas. En efecto, este autor de Halicarnaso dedica buena parte de su primer libro a este valeroso pueblo y a su rey más famoso, Creso, que luchó contra Ciro el Grande en un intento de detener la expansión del imperio persa.

Lidia ocupaba a mediados del siglo VI a.d.C. la parte noroccidental de la actual Turquía, desde el Mediterráneo hasta el río Halis. Era un reino muy rico y su capital, Sardes (la que luego quemaran los jonios en su revuelta contra los persas) era una ciudad próspera y hermosa. Los lidios eran grandes mercaderes, disponiendo de un lujo con el que los demás pueblos no podían ni siquiera soñar. Herodoto nos cuenta muchas cosas curiosas de sus costumbres, como, por ejemplo, que las profesiones se organizaban en gremios, y cada gremio pagaba tributo al rey para hacer y mantener obras y monumentos. Curiosamente, las mayores sumas las aportaba el gremio de meretrices. Las muchachas casaderas se prostituían para hacerse su dote. Una vez habían ahorrado suficiente, se casaban y dejaban el trabajo.
También se nos dice que los lidios eran muy valientes, y los mejores jinetes del mundo. Habían desarrollado una caballería muy eficaz, siendo de los primeros pueblos en emplear una larga lanza para los jinetes para emplearla a la carga, en lugar de las habituales armas de proyectiles que empleaban los jinetes de otros lugares.

El rey Creso era el quinto de una dinastía comenzada por Giges, que asesinó a su rey Astiages instigado por la reina, para vengarse de una ofensa. Un oráculo predijo que al quinto descendiente de la dinastía de Giges le llegaría el pago por la traición de éste, como en efecto ocurrió. (Por cierto, lo de Giges fue en una ocasión la pregunta nº 12 en un programa del 50x15. Como veis, ser un friki a veces tiene premio). Se cuentan muchas cosas de Creso, de su sabiduría, su valor y, al mismo tiempo, su carácter cándido e inocente. En la obra de Herodoto se le presenta como un personaje bastante complejo y lleno de matices que no dejó indiferente a ninguno de sus coetáneos. En una ocasión, Solón de Atenas visitó a Creso. Éste, mostrándole la belleza de Sardes, el lujo de su palacio y su fortuna, le preguntó si no creía que el rey Creso era el hombre más feliz del mundo. Solón le contestó más o menos que hasta que la vida de un hombre no acaba, no puede juzgarse sobre este punto, ya que la suerte cambia de un día para otro. Creso se quedó disgustado y despidió a Solón, pero este episodio le salvaría la vida en su momento. Otra vez, Creso decidió conquistar a los pueblos de las islas del Egeo cercanas a Lidia y comenzó a construir una flota. Por aquel entonces recibía la visita de otro sabio griego (cuyo nombre no recuerdo), que observaba los preparativos de los lidios, y le dijo a Creso: “Oh, Creso, he oído que los isleños están reuniendo la caballería para marchar contra tí”. Creso sonrió, y respondió, sabiendo que su caballería era invencible: “¡Ay, sería el más feliz de los hombres los isleños vinieran con caballos contra mí!”. Entonces, el sabio le dijo: “Pues imagina lo felices que están sabiendo que son los lidios los que usarán barcos para marchar contra ellos”. Creso captó el mensaje del sabio, y decidió no seguir con su intento de ocupar las islas.

Creso tenía dos hijos: uno muy valiente, el mayor, y otro que era mudo. Un oráculo le anunció que el mayor moriría por una punta de hierro, y Creso ordenó que no hubiera armas cerca de él. Le obligó a dejar el ejército, y éste protestó. Por aquel tiempo Creso dio asilo a un hombre perseguido por otro rey, y le encomendó la protección del muchacho. Un día salieron a cazar, y por error, el hombre mató al hijo de Creso. Éste lloró amargamente por su querido hijo, pero perdonó la vida al hombre, que no obstante, se suicidó poco después. Entonces, intentó que su otro hijo siguiera los pasos del primero, pero una hablaba, hasta que otro oráculo le anunció que el día que su hijo hablara sería muy desgraciado para él.

El hecho de que Lidia ocupe tantas páginas en una obra dedicada a persas y griegos se debe a un motivo: el imperio persa estaba en plena expansión, ya que Ciro acababa de ascender al poder. Por aquel entonces, los persas seguían siendo un pueblo pobre y de costumbres sencillas. A Creso le llegaban noticias de la expansión de los persas, y esto le preocupaba mucho. Al final, decidió atacarles, para lo que buscó ayuda en las polis griegas, que en aquel momento no pudieron ayudarle mucho. Creso, no obstante, adoptó el modo hoplítico para la infantería de su ejército, ya que preveía que al cruzar el Halis, tendría que dejar su tierra llena de colinas y montes, y trabar combate a campo abierto. Con la ayuda de Tales de Mileto, construyó un canal que dividió en dos el caudal del río Halis, y lo vadeó hacia el este, adentrándose en el imperio persa. Los augurios (Creso era muy supersticioso) no eran favorables, y le aconsejaron que no lo hiciera, ya que los lidios eran muy ricos y si eran vencidos por los persas, éstos descubrirían su lujoso estilo de vida y ya no podrían deshacerse de ellos, mientras que los lidios no ganarían nada aunque vencieran a los persas. Aun así, Creso pensó que era mejor luchar contra ellos en aquel momento, antes de que siguieran aumentando su poder. También consultó al oráculo de Delfos, que le dijo que si atacaba a los persas, destruiría un gran imperio, lo que lo animó definitivamente a lanzarse contra Ciro.

Pero Ciro el Grande no se había ganado el sobrenombre en una tómbola. Sabiendo que la caballería lidia era temible, decidió emplear los camellos de carga como primera línea de ataque, ya que los caballos tenían miedo de ellos. La estratagema funcionó, en la batalla de los lidios tuvieron que desmontar y batallar a pie, pues los caballos se negaron a avanzar. Por ello fueron vencidos, retirándose rápidamente cruzando el río Halis hacia el oeste. Creso llegó a Sardes, comprendiendo que el oráculo de Delfos se refería a su propio imperio, no al persa. Entonces, pensando que ya estaba seguro, licenció a la mayoría de sus tropas para el invierno. Esto era lo que esperaba Ciro, que aprovechó el momento para penetrar astutamente en Lidia y llegar a Sardes. Aunque los ciudadanos lucharon valientemente, Sardes cayó. Durante la lucha, Creso peleaba en el palacio contra los soldados persas, cuando uno levantó el brazo para asestarle el golpe de gracia. En ese momento, su hijo el mudo gritó: “Detente, hombre, no mates a Creso”, cumpliendo el oráculo recibido sobre el día en que su hijo hablara.

Creso fue hecho prisionero e iba a ser quemado por Ciro, pero entonces se acordó de su conversación sobre la felicidad con Solón, y gritó que le gustaría pedir disculpas. Ciro le vio y pidió que le tradujeran. Creso le contó la historia y a Ciro le cayó bien, perdonándole la vida. Desde ese momento, Creso le juró lealtad, y cumplió su promesa, sirviendo no sólo a Ciro, sino a su hijo Cambises, que le sucedió en el trono, años más tarde. Creso se convirtió en un valioso consejero de Ciro, que siempre le tuvo en muy alta estima. Los persas estaban saqueando Sardes, y justo después de perdonarle la vida, Creso dijo a Ciro:” ¿Qué hacen tus soldados?”. Ciro le contestó: “Saquean tus tesoros, Creso, porque han vencido.”. Y Creso, sabiamente, le dijo: “No, Ciro, saquean TUS tesoros, pues ahora todo lo que hay en Sardes te pertenece.”. Ciro dio orden de detener los saqueos y la destrucción de inmediato, y de este modo, Creso salvó su amada Sardes.

Después de conquistar Lidia, los persas descubrieron el lujo y la opulencia de este valeroso pueblo, y esto contribuyó a cambiar su perspectiva de la vida, y la organización del imperio. Dicho de otro modo, los persas no hubieran sido lo que fueron si no hubieran conquistado Lidia. En cuanto a los lidios, Creso convenció a Ciro para que no matara o apresara a los jóvenes lidios (para evitar que se rebelaran y lucharan de nuevo contra él), sino que los reeducara como comerciantes y hombres de paz. Esta política fue adoptada desde entonces por los persas para los territorios conquistados. Por ello, décadas más tarde, en la época tardía de los persas, sus ejércitos tuvieron que ser de mercenarios procedentes de las fronteras del imperio (griegos, cálibes, escitas, etc.), ya que los habitantes del imperio no tuvieron acceso a formación militar.( ver post del imperio persa).

La lista que representa a los lidios es la I/50. En ella podemos ver que hay mucha caballería. Tres peanas son de Caballeros, siendo de los primeros en tener Kn a caballo, en lugar de Hch. También está la opción de Lch para el general, en lugar de Kn. Luego vemos dos peanas de Lh, y el resto es infantería. 4 peanas pueden ser Ax o Sp, representando la infantería lidia antes y después de la adopción del sistema hoplítico, y luego, y 3 peanas de Ps. Es una lista preciosa, con tropas muy contundentes. Los lanceros son un excelente muro contra todo tipo de tropa en campo abierto, o puedes usar Ax si esperas terreno difícil. En ambos casos, pueden ser apoyados por Ps para luchar contra montados enemigos. Los Kn son demoledores tanto contra caballería como contra infantería (excepto piqueros y Bw, ojo). Para las miniaturas, veo dos marcas: Magister militum tiene una gama de lidios bastante buena. Xyston tiene minis suficientes para representar a los lidios en otras gamas. Yo propongo: Hoplitas sin armadura para los Sp o Aux, (cambiando longitud de lanzas y poniendo escudo hoplita o pelta, según sea Sp o Aux.). Para la caballería, usaría la Paflagonian Light Horse para las LH (e incluso los Kn, ya que son muy exóticos) y la Paionian cavalry como alternativa a las Kn. Las minis de xyston vienen sin lanza, aunque vende la marca una bolsa con 50 lanzas de acero (las mejores del mercado). Cortando más o menos representaremos jabalinas para la LH o bien lanzas de caballería para los Kn.

La Iliada para DBA


Saludos. Los siguientes escenarios están basados en la obra de Homero, sucesos acaecidos durante el periodo que el autor llama la Cólera de Aquiles, que, curiosamente, no es cuando Aquiles lucha, sino es periodo de tiempo en que la ofensa que le causara Agamenón arrebatándle a Briseida le enfada tanto que decide no luchar más.
A modo de breve introducción, contaremos que la guerra entre aqueos (o dánaos) y troyanos (o teucros) está en su noveno año. Tras el ataque a un templo, Agamenón se queda con Criseida y Aquiles con Briseida como botín. Pero el dios Apolo les reclama a Criseida, y castiga a los aqueos con la peste. Agamenón devuelve a regañadientes a Criseida, pero arrebata Briseida a Aquiles como compensación. Éste monta en cólera y renuncia a luchar contra los troyanos. Su madre, la ninfa Tetis, ruega a Zeus por la afrenta a su hijo, y éste promete que resarcirá el agravio, así que el dios apoya a los troyanos para que prevalezcan, al tiempo que prohíbe a los restantes dioses que intervengan a favor de los aqueos.
He tratado de hacerlos lo más fieles al libro como me ha sido posible con mis limitados conocimientos de DBA, al tiempo que he intentado plantear escenarios distintos al estándar, con variados objetivos. Por supuesto, también he intentado adaptar de manera sutil y equilibrada la influencia de los dioses que apoyaron a un bando y a otro.
Las listas para jugar esta campaña son: I 26a y I26b. En ambos casos, los carros deben representar a los héroes principales, y sería bueno que se les destacara y diferenciara de alguna manera:
Héroes aqueos: Agamenón (presencia obligatoria), Diómedes (obligatorio también), Aquiles (en las batallas indicadas), Odiseo, Áyax, Menelao, etc. (opcionales).
Héroes troyanos: Héctor (presencia obligatoria), Eneas, Paris, Acamante, Polidamante, etc.

Reglas especiales para esta campaña.
· Debido al limitado entorno de la campaña, las reglas de campamentos no se aplicarán. Incluso en los escenarios donde Troya aparezca, no podrá ser conquistada como una BUA normal. Simplemente, las tropas que ataquen Troya se considerarán derrotadas en combate por la población de la ciudad. Los dioses tienen sus propios planes para Troya, y durante la Cólera de Aquiles. Lo mismo es aplicable a las cóncavas naves aqueas, que también aparecen en algún escenario. Simplemente serán parte de la escenografía.
· Salvo la escenografía indicada en los diagramas, que contarán en el número de elementos de escenografía a disponer, hay que colocar los mínimos posibles. Homero destaca sobre todo la lucha en las llanuras frente a Troya. Las medidas se han tomado para un tablero de 600x600 con minis de 15 milímetros.



Escenario 1. Principalía de Diómedes
Entonces Palas Atenea infundió a Diomedes Tidida valor y audacia, para que brillara entre todos los argivos y alcanzase inmensa gloria, e hizo salir de su casco y de su escudo una incesante llama parecida al astro que en otoño luce y centellea después de bañarse en el océano.
Tras el duelo de Menelao y Paris, en el que éste desaparece justo antes de morir oculto por Afrodita, aqueos y troyanos, formados al pie de la colina de Batiea, inician una fiera batalla. Ares lucha junto a los troyanos, pero Atenea apoya a Diómedes de los aqueos.

Zonas de despliegue:
Según el manual.

Escenografía:

La colina de Batiea, una colina suave, es obligatoria, en contacto con la zona de despliegue de los troyanos. Se colocarán el mínimo número de elementos de escenografía posible.

Agamenón será el general aqueo y Héctor el general troyano. Los agresores serán los aqueos.

Reglas especiales:
La Ira de Zeus: Zeus desea vengar la afrenta de Aquiles y favorecerá a los troyanos. Si en la tirada de PIP troyana sale un 6, Héctor sumará un +1 (adicional al +1 por ser general) al resultado del combate en ese turno y los siguientes, hasta que vuelvan a obtener los troyanos un 6 en la tirada de PIP.
Principalía de Diómedes: Hera y Atenea apoyan a los aqueos en este combate, susurrando palabras de ánimos a los aqueos de largas cabelleras. Si en la tirada de PIP aquea sale un 6, Diómedes ganará el favor de las diosas y podrá sumar +1 al resultado del combate, aunque el general seguirá siendo Agamenón. Esto durará hasta que los aqueos saquen de nuevo 6 PIP.

Condiciones de victoria
: Las habituales.

Escenario 2. Principalía de Agamenón
Luego, el rey colgó del hombro la espada, en la que refulgían áureos clavos.[...] Embrazó después el labrado escudo, fuerte y hermoso, de la altura de un hombre, que presentaba diez círculos de bronce en el contorno[...]Cubrió su cabeza con un casco de doble cimera, cuatro abolladuras y penacho de crines de caballo, que al ondear causaba pavor, y asió dos fornidas lanzas de aguzada y broncínea punta. Y Atenea y Hera tronaron en las alturas para honrar al rey de Micenas, rico en oro.

En la batalla anterior, los aqueos son repelidos hasta cerca de sus naves al no contar con la ayuda de Aquiles. Tras una noche llena de tribulaciones, Agamenón decide quedarse a luchar en lugar de embarcar y volver, lo que significaría que habrían perdido la guerra.

Zonas de despliegue:
La zona de despliegue troyana será la habitual. Los aqueos despliegan a todo el ancho del tablero, en una zona de 300 pasos de ancho. Los restantes 300 pasos de su zona de despliegue está ocupado por el foso construido por los aqueos delante de su muralla, en defensa de sus barcos.

Escenografía:

Se colocarán el mínimo número de elementos de escenografía posible.

Agamenón será el general aqueo y Héctor el general troyano. Los troyanos serán los agresores.

Reglas especiales:
La Ira de Zeus: Zeus desea vengar la afrenta de Aquiles y favorecerá a los troyanos. Si en la tirada de PIP troyana sale un 6, Héctor sumará un +1 (adicional al +1 por ser general) al resultado del combate en ese turno y los siguientes, hasta que vuelvan a obtener los troyanos un 6 en la tirada de PIP.
Principalía de Agamenón: Hera y Atenea apoyan a los aqueos en este combate, susurrando palabras de ánimos a los aqueos de largas cabelleras. Si en la tirada de PIP aquea sale un 6, Agamenón ganará el favor de las diosas y podrá sumar +1 al resultado del combate, adicional al +1 por ser general.
El foso: Cualquier elemento que debido a un movimiento de reacción entre en el foso, será destruido.

Condiciones de victoria: Las habituales.

Escenario 3. Combate en la muralla.
Ya no habría de contener el foso ni el ancho muro que al borde del mismo construyeron los dánaos, sin ofrecer a los dioses hecatombes perfectas, para que los defendiera a ellos con las veleras naves y el mucho botín que dentro se guardaba. Levantado el muro contra la voluntad de los inmortales dioses, no debía subsitir largo tiempo...
Con Zeus decidido a que los troyanos prevalezcan, los aqueos son incapaces de hacer retroceder a Héctor y sus tropas. Los aqueos de largas cabelleras se ven obligados a luchar desesperadamente en defensa de sus naves que los troyanos intentan prender, varados en las playas de Troya, sobre el muro que construyeron para su campamento.

Zonas de despliegue:
La zona de despliegue troyana será la habitual. Los aqueos han sido arrinconados por los troyanos, y se han refugiado detrás del muro. Desplegarán 6 elementos sobre el muro, y 6 elementos a 600 pasos, junto a las naves aqueas.

Escenografía:

El foso cuenta como terreno difícil. El muro es terreno difícil si se cruza en dirección a la costa, y cuenta como terreno elevado. Consiste en un terraplén con la coronación plana, de 200 pasos de ancho.
Un único paso de un ancho de elemento sobre el foso debe ser colocado por los aqueos antes de empezar la partida. Dicho paso se considera terreno normal, sólo afecta al paso sobre el foso, no sobre la muralla.

Agamenón será el general aqueo y Héctor el general troyano. Los troyanos serán los agresores.

Reglas especiales:
El foso: Cualquier elemento que debido a un movimiento de reacción entre en el foso, será destruido. Los aqueos han llenado el foso de estacas, por lo que las miniaturas montadas sólo pueden avanzar 100 pasos dentro del foso.
Rellenar el foso: Cualquier elemento troyano en contacto o dentro del foso puede invertir 6 PIP en rellenar un ancho de base de foso, igual al existente al empezar la partida.

Condiciones de victoria:
Los aqueos vencerán si Héctor muere o eliminan 6 elementos troyanos.
Los troyanos vencerán si muere Agamenón, o bien un elemento troyano llega a la playa para incendiar los barcos.

Escenario 4. Patroclea y Principalía de Menelao.
Tres veces encaminose Patroclo a un ángulo de la elevada muralla; tres veces rechazóle Apolo, agitando con sus manos inmortales el refulgente escudo. Y cuando, semejante a un dios, atacaba por cuarta vez, increpóle la deidad con aterradores voces: "¡Retírate, Patroclo del linaje de Zeus! El hado no ha dispuesto que la ciudad de los altivos troyanos sea destruida por tu lanza, ni por Aquiles, que tanto te aventaja".
Patroclo ruega a Aquiles que le permita encabezar a los mirmidones en defensa de las naves, y éste accede. Patroclo inspira a los demás aqueos, que consiguen poner en fuga a los troyanos de vuelta a su ciudad. Patroclo se lanza a una alocada persecución, masacrando a los teucros, pero los dioses advierten y aconsejan a Héctor que luche contra él. Los dioses ciegan y desarman a Patroclo, y Héctor lo remata, y comienza a despojarle de sus armas. En ese momento, Menelao ve lo acaecido y decide recuperar el cadáver de Patroclo para honrarlo debidamente.

Escenografía:
Se dispondrá la mínima posible según las reglas habituales, para territorio Arable.

Zonas de despliegue:
La zona de despliegue troyana y aquea será la habitual. No obstante, Héctor y Menelao se desplegarán en el centro del tablero, trabados en combate y desmontados. El agresor se determinará de la manera habitual.

Agamenón será el general aqueo y Héctor el general troyano.

Reglas especiales:
El cadáver de Patroclo: Se representará mediante un marcador (una miniatura sobrante, etc.). El cadáver debe ser portado por cualquier elemento, que no podrá perderlo salvo que realice una retirada o una huida, momento en el que cualquier miniatura enemiga que haya participado en el combate (ya sea en contacto frontal, por el flanco o solapando), puede convertirse en el nuevo portador del cadáver de Patroclo. Inicialmente, Menelao y Héctor están peleando por el cadáver, así que el primero que haga retroceder o huir al otro será el primer portador del cadáver de Patroclo.

Condiciones de victoria:
Vencerá el ejército que saque a Patroclo del tablero por el borde de su zona de despliegue.

Escenario 5. Muerte de Héctor.
Con lánguida voz le respondiste, Patroclo: "Héctor, jáctate ahora con altaneras palabras, ya que te han dado la victoria Zeus Crónida y Apolo[...]Si veinte guerreros como tú me hubiesen hecho frente, todos hubieran muerto vencidos por mi lanza. Matóme el hado funesto [...] y tú llegas tercero, para despojarme de las armas. Otra cosa voy a decirte, que fijarás en la memoria. Tampoco tú has de sobrevivir largo tiempo, pues la muerte y el hado cruel se te acercan, y sucumbirás a manos del eximio Aquiles, descendiente de Eaco[...]
"¡Patroclo! ¿Por qué me profetizas una muerte horrible? ¿Quién sabe si Aquiles no perderá antes la vida, herido por mi lanza?"

Tras una noche de dolorosa vigilia junto al cadáver de Patroclo, Aquiles se pone a la cabeza de los aqueos para vengarle. Los troyanos caen muertos por Aquiles por donde pasa, mientras éste busca entre sus enemigos a Héctor. Los troyanos son repelidos hasta el vado del río Janto, y se lanzan por la llanura hacia su ciudad.

Zonas de despliegue:
La zona de despliegue aquea será la habitual. Los troyanos están en retirada hacia Troya despliegan en una franja al menos a 600 pasos de los aqueos, y a 300 de los bordes laterales.

Escenografía:
Troya se sitúa en el borde troyando del tablero. Su puerta debe quedar a 200 pasos del borde del tablero. También hay que disponer un río, en dirección norte a sur, que representará al Janto. Se colocará el menor número de elementos adicionales posible, según las reglas habituales de escenografía.

Aquiles será el general aqueo y Héctor el general troyano.

Reglas especiales:
Aquiles: Aquiles tiene un +2 adicional contra Héctor, pero sólo si no hay otros elementos aqueos que le ayuden el combate. Además, Aquiles destruirá cualquier elemento troyano salvo Héctor al que haga huir o retroceder.
Entrar en Troya. Sólo pueden entrar en Troya los elementos troyanos, de 1 en 1, y cuesta 100 pasos hacerlo. Si no se tiene movimiento suficiente, se quedarán en contacto con la puerta hasta que se muevan de nuevo. Una vez entren, está a salvo, y no participarán más en el juego. Héctor cubre la retirada de su ejército, y no puede entrar en Troya.

Condiciones de victoria:
Los aqueos vencerán si Héctor muere. Los troyanos vencerán si consiguen introducir 6 elementos en Troya o Aquiles muere.

Escitas paso a paso

miércoles, 10 de octubre de 2007

Hace poco Oswor publicó un maravilloso tutorial/crónica paso a paso sobre sus escitas en las páginas de La Armada. Como nos gustó tanto le pedimos permiso para traerlo aquí, a DBA Hispano, y este es el resultado en forma de resumen. Recordad que haciendo click sobre las imágenes podréis verlas más grandes. Podéis leer el tutorial al completo con algunas fotos más en su post del foro de La Armada. Os dejo con las palabras de Oswor.

Hace un tiempo os planteé algunas dudillas sobre DBA en este mismo foro, entre ellas si se podría organizar un ejército escita con las miniaturas de Xyston de persas aqueménidas, etc. La verdad es que no os vi muy convencidos (lo deduje por los gritos de “infiel” y esas cosas), pero aún así decidí intentarlo.
Armado con el manual de Osprey sobre los escitas, me dispuse a hacer un pedido a e-minis. Aquí están los resultados...

En principio quería cubrir todas las opciones de las listas I/43a y I/43b (Cimmerios, escitas o Hu tempranos), lo cual me obligaba a conseguir montones de LH y varias peanas más de Ps, Hd, etc. Pedí un poco de todo, esperando que la mezcla de miniaturas no fuese demasiado variopinta...
Para la opción de 3Cv y 3Kn (considero que pueden utilizarse como ambos) pensé en los Nobles Tracios Norteños con sus armaduras de escamas o malla. Lo que no me convencían eran las cabezas y el estilo de sus cascos, así como la falta de armadura de los caballos. Cambié dos de las cabezas, una por la de un Jabalinero Tracio y otra por la de una Leva Oriental, ninguna de las cuales lleva casco. Para los caballos utilicé los de los de la Caballería Capadocia, adecuadamente blindados para ejercer como Cv o Kn en el campo de batalla. Este es el resultado.
Para las opciones de LH.... buf, son muchas peanas y hay un poco de todo. Desde Colonos Babilonios hasta Caballería Ligera Bactriana, pasando por unos cuantos Arqueros a Caballo Tracios Gétidos. Intente homogeneizar el aspecto de las miniaturas para darles un aire diferente con barbas, pieles y muchos gorros estilo escita.

Caballería de Colonos Persa y Caballería Ligera Bactriana. A estos últimos les añadí barbas y gorros frigios para evitar ese aire “persa” que les da esa cara medio tapada.

Curiosamente no pude conseguir la Caballería Escita de Xyston, así que de momento no tendré escitas en mi ejército de escitas... Habrá que hacer más gorros con masilla.

A la izquierda Levas Orientales como 3Ax. Digamos que proceden de zonas más helenizadas donde los escitas se volvieron más sedentarios y adoptaron algunas tácticas que no incluían los arcos a caballo (tras esta foto sufrieron alguna modificación más). A la derecha 2x2Ps, representados por Jabalineros Tracios. Quería que pareciesen miembros de alguna tribu no necesariamente escita, pero reclutada o esclavizada por éstos para seguirles al campo de batalla con sus jabalinas y tácticas de “guerrilla”.

No es mucho pero los gorros escitas llevan su tiempo... Estoy preparando un elemento de Hd a base de tres tipos diferentes de infantería. Intentaré que parezcan una amalgama de guerreros que marchan al campo de batalla con la esperanza de hacerse con parte del botín. Veremos cómo quedan...

Para pintar los caballos he intentado darles algo de variedad añadiendo detalles como el morro manchado, medias negras, etc. Así se aporta algo más de realismo y se enfatizan las diferencias individuales entre cada animalillo.

Como dato curioso os diré que la apliqué barniz Titanlux con una MUY LIGERA cantidad de betún de Judea, la misma mexcla que se usa en el dipping. La diferencia es que yo apliqué colores de base, sombras y luces a la manera normal y una vez hecho esto apliqué la mezcla. Creo que así se consigue un sombreado muy sutil en las miniaturas de 15mm y además sirve para unificar un poco todos los colores. Usé el mismo sistema en un ejército de espartanos y el resultado me pareció bastante bueno, así que...

A veces retoco alguna cosa después de dar el betún, es perfectamente posible y así se pueden resaltar detalles que han quedado ocultos u oscurecidos por el barniz. Por ejemplo, los símbolos de los escudos los suelo pintar después del barniz, sobre todo si son en blanco o colores claros. Pero en este caso, no.

He pintado un par de caballos más y aprovecho para postear algo así como una mini guía de pintado... Digo "algo así" porque parte de las fotos se me extraviaron y sólo tengo el resultado final. No obstante explico un poco la técnica utilizada.

Esta caballo gris casi blanco fue imprimado en negro. Luego le di una mano de Gris Pálido Vallejo (gran color), dejando algún recoveco donde deberían estar las sombras más profundas y en especial en las separaciones entre distintas áreas. Posteriormente di algunas iluminaciones con blanco diluido para no exagerarlas demasiado, y blanco puro sin diluir en las zonas más claras. También con blanco puro "manché" un poco los cuartos traseros del animal para intetar conseguir un aspecto de manchas o pequeñas pecas claras. Las pezuñas son Tierra Mate Vallejo. Los arreos, Amarillo desierto sin iluminar. Para la crin usé Hueso Deslucido Citadel iluminado con blanco. Hay que tener en cuenta que aún falta por aplicar la capa de barniz+pizca de betún, que deja alguna sombra sutil en zonas ahora planas, como la crin, los arreos, etc.

El segundo caballo es más sencillo aún. Para el cuerpo utilicé Tierra Mate Vallejo (sin sombras ni luces, quiero ver como queda sólo con el toque de barniz+betún), con Amarillo Desierto para las correas. Crin y cola negras, con un gris indeterminado, sin luces, para la silla (casi no merece la pena darlas en la silla y el betún dejará luego alguna sombra). Para darle un poco de vidilla al animal le puesto "medias" blancas en las patas delanteras y "calcetines" en las posteriores. También una mancha blanca en la testa ayuda a hacer más realista y variado al caballo. En ambos animales el morro fue pintado de un color carne suave.

Así han quedado los jinetes después del barniz. El efecto es bastante sutil (y la iluminación de la foto, nefasta).

La piel la pinto primero con un tono mas "rosado" (lo mezclé yo mismo, no puedo deciros queé tono es) y luego doy unas luces con Carne Clara de Vallejo, un color muy pálido.

Después de esta tosca iluminación aplico la mezcla betún+betún, pero muy muy ligera, como ya he dicho. De esta forma se crean algunas sombras sutiles que complementan a las iluminaciones que he dado antes. También ayuda a definir cada área y a suavizar las transiciones entre colores.

Hijos de las llanuras III. El imperio parto.

jueves, 4 de octubre de 2007

Saludos. Hoy, queridos lectores, haremos un viaje con la imaginación, a vista de pájaro, más allá del mar y de las arenas del tiempo, hasta la desértica llanura cercana a la ciudad Carrae, al sur de Armenia. Corre el año 53 a.d.C. y hasta donde podemos ver, el suelo está cubierto de cadáveres, los restos de lo que fue un magnífico ejército romano justo hasta el día anterior, con tropas aliadas celtas y armenias. Junto a nosotros, los buitres flotan en el aire sobrevolando su comida. Entre los cadáveres, un pequeño grupo de jinetes nos llama la atención. Avanzan entre los cadáveres, explorando el campo de batalla, con la arrogancia de los vencedores. De todo el grupo destaca el jinete que encabeza la marcha. Se detiene junto al cuerpo de un celta gigantesco, que yace moribundo abrasado por el sol. A continuación desmonta. Podemos imaginar que el celta, con varias flechas clavadas en su vientre, sangrando lentamente hasta morir, febril debido a las infecciones de sus heridas y quemado, de repente nota como una enorme silueta eclipsa el astro rey. Ante sus ojos se yergue la figura de lo que no puede ser más que un temible y hermoso dios de la guerra. Alto y de gran envergadura, con los ojos oscuros pintados con khol, luce una hermosa armadura dorada y ricos ropajes de seda. Una espada de cuidada empuñadura cuelga de su costado derecho, y un decorado carcaj del izquierdo. Su pelo cae en negros tirabuzones sobre sus hombros.
El magnífico jinete observa el cuerpo con cierta indiferencia, mientras piensa que no hace mucho, sus antepasados habrían arrancado la cara de su enemigo en el suelo antes siquiera de que expirara. De hecho, mira sobre su hombro al resto de su ejército, y sabe que algunas de las tribus de jinetes que le acompañan lo harían gustosamente. Pero no él. Ni él ni su gente. Porque ellos ya no son los bárbaros que fueron. Porque ahora, la casa de los Arsácidas, a la que él pertenece, gobierna un imperio capaz de rivalizar con la mismísima Roma en poder.
El celta busca a tientas su espada, y sujetándola por la cruz, se la lleva al pecho, convencido en su delirio de que el dios de la guerra ha venido a por él. Con las pocas fuerzas que le quedan, grita su propio nombre, para que el dios de la guerra sepa quien yace moribundo en el desierto. El jinete espera unos instantes, y cuando el celta se queda sin aliento, le responde algo en un griego impecable pero con fuerte acento oriental. Nuestro celta no lo sabe, pero lo que él confunde con el dios de la guerra, es en realidad Surena, el general parto más astuto y capaz de su imperio.

Los partos ya son en realidad viejos conocidos nuestros. Son una rama de los escitas, los Parni. Como tribu esteparia, Herodoto los contabilizó entre los pueblos sometidos por los persas que invadieron Grecia durante las guerras médicas, en el siglo V a.d.C. De modo que durante los tres siglos siguientes, permanecían dentro de las fronteras del imperio persa hasta que dicho imperio fue derrotado por Alejandro Magno. Una vez muerto en Babilonia en el 323 a.d.C., su inmenso imperio conquistado a lo persas, es repartido entre sus generales. Uno de ellos, Seleuco, recibe los territorios de Mesopotamia, Media, Persia y Bactria, el corazón del conquistado imperio persa. Comienza así la dinastía de reyes seleúcidas, que gobernará entre los siglos IV y II a.d.C., y tratando de expandirse hacia este y oeste, con el fin de volver a dominar todos los territorios conquistados por Alejandro.
A principios del siglo II a.d.C., Roma se ha extendido hacia el este, hasta Macedonia. La casa de los seleúcidas envía tropas de apoyo, pero el ejército macedonio es derrotado en Cinoscéfalos. Luego, la casa de los seleúcidas conquista territorios en Asia Menor, y concentra muchas tropas allí. Roma lo interpreta como una provocación, e invade el continente asiático, derrotando al ejército seleúcida en Magnesia, en el 190 a.d.C.
Mientras, los partos, desde la satrapía oriental de Bactriana, se habían separado del reino de Seleucia en el 249 a.d.C. Bien, pues debido a las guerras de los seleúcidas con Roma, los partos aprovecharon para, desde el desastre de Magnesia, expandir su dominio político primero en el este y el sur, y luego hacia el oeste. Así, entre el 160-140 a.d.C., bajo el mandato de Mitrídates (no el rey del Ponto. Otro Mitrídates. Por lo visto, era un nombre muy común), conquistaron Media, Persia, Caracenas, Gedrosia, Asiria y Babilonia. Nacía así un poderoso imperio, que extendió su dominio hacia el oeste, hasta que se encontraron con los romanos y sus aliados armenios.

El ejército parto se organizaba en dos cuerpos principales. El primero era el de arqueros a caballo. De origen escita, los partos eran magníficos jinetes y mejores arqueros. Habían perfeccionado su arco tradicional, aumentando la rigidez de los extremos de las palas compuestas y recurvas. Esto permitía lanzar flechas con más fuerza sin riesgo de que se rompiera el arco. Además, buscaban como aliados otras tribus salvajes de las estepas (y no tanto de los territorios dominados por ellos, ya que no les interesaba que dichos pueblos adquirieran experiencia en la guerra). Los arqueros a caballo componían la mayoría de las tropas partas, y desarrollaron brillantemente las tácticas con ellos. Sus enemigos podían ver como las masas desordenadas de arqueros a caballo avanzaban a toda velocidad hacia ellos, para cambiar la dirección 90 º a unos 50 metros del frente enemigo, girando a la derecha casi al unísono, como una bandada de pájaros volando a ras de la llanura, y correr así en paralelo el frente enemigo lanzando flechas a una velocidad endemoniada. También solían lanzarse a la carrera hacia un punto del frente enemigo, y, a la distancia adecuada, parar en seco, dar media vuelta a sus monturas sobre dos patas, y mientras comenzaban a alejarse, disparar hacia atrás por encima de las grupas de sus monturas. Esta técnica se conoce desde entonces como “tiro parto”, y es verdaderamente espectacular. Desarrollaron otras técnicas de disparo a caballo, otras posiciones de ataque imposibles, que siglos después serían estudiadas por los musulmanes de Persia, tras la expansión del Islam.

La otra gran división la formaban los catafractos partos. Si creéis que los caballeros medievales europeos iban acorazados, olvidadlo, porque comparado con un catafracto parto del siglo I a.d.C., es como si llevaran una armadura de cartón. Sólo los más nobles y ricos partos podían permitirse el costosísimo equipo del catafracto: casco de bronce o hierro; armadura de escamas o de láminas de hierro, cosidas sobre prendas de cuero, permitiendo la movilidad de brazos y piernas; guanteletes acorazados, protector para cuello; botas de cuero con refuerzos metálicos lamelares y barda para el caballo, desde la cabeza hasta casi los cascos, de armadura de escamas o lamelar. No llevaban escudos, sino el contos, el mismo que veíamos en los sármatas: una larga y gruesa lanza de más de tres metros y medio, que se blandía con ambas manos. Estos catafractos eran la evolución del lancero pesado acorazado desarrollado por otros pueblos de las llanuras, los maságetas, desde el siglo V a.d.C. (ver artículo de los persas). Este tipo de tropas sólo pudo ser desarrollada después de que empezara a criarse una nueva raza de caballos, distintos a los ligeros y pequeños ponies de las llanuras: los caballos niseanos, cuyos secretos consiguieron los persas, y que fueron criados en las satrapías orientales de su imperio.
Cabe pensar que la sola carga de los catafractos era decisiva, pero los partos sabían bien que no era así. Para empezar, los caballos soportaban mucho peso y no podían galopar. Las cargas de catafractos se hacían al trote, manteniéndose pegados unos jinetes a otros, sin dejar huecos. Además, nunca fueron tantos como para ser decisivos. Cargando contra un frente de infantería fresco y firme, lo tenían muy crudo. Sin embargo, si elegían el momento de atacar, con el frente desorganizado y disperso por el fuego previo de los arqueros a caballo, los catafractos podían entrar por el hueco y causar un devastador efecto psicológico.
Los partos usaron bastante bien a los catafractos, aunque en ocasiones, se lanzaron a cargas suicidas que les costaron muy caras. Lo mejor era desordenar a las tropas enemigas con arqueros, lanzar a los catafractos y, si los enemigos se agrupaban de nuevo, detener a los catafractos y volver a disparar a las concentradas y desconcertadas tropas enemigas de nuevo con arqueros. Si éstos no volvían a agruparse, era el momento para que llegaran los catafractos, y probablemente, pondrían en fuga al resto de sus enemigos.
Los partos llegaron incluso a usar caballeros catafractos a camello, y como músicos de su ejército, llevaban grandes tambores a lomos de estos magníficos animales.

Los partos llegaron pronto a acuerdos comerciales con China, y gracias a ellos, la seda llegó a ser conocida en el mundo greco-romano. El imperio era el centro de la ruta de la seda. Los partos vestían con este tejido, y los jinetes solían llevar pantalones holgados y camisas de brillantes colores y complicados motivos.

El gobierno de los partos era en realidad muy parecido a la Europa feudal. Las casas gobernantes eran siete familias nobles, entre las que era elegido un rey. El cargo no era hereditario, sino que se elegía entre los nobles, como un “primero entre iguales”. La monarquía parta, para intentar legitimar su dominio, tomó la denominación de los antiguos reyes persas: Rey de reyes. Los territorios siguieron organizándose por satrapías, (igual que con los persas), pero bajo el dominio de los nobles, a modo de señores feudales. Eran la élite guerrera, y por debajo de ellos había nobles menores y luego, una gran masa de pueblo sin rango ni categoría.
El dominio parto no era bien aceptado en los territorios del sur, sobre todo en Persia, pero mientras los partos mantuvieron su hegemonía militar, tuvieron que soportar su dominio.

Durante el siglo I a.d.C., los partos comenzaron a presionar en el oeste, ya en Siria, Palestina y Armenia, territorios romanos o aliados con ellos. El senado romano no estaba interesado en una guerra con los partos, pero trataba de mantenerlos alejados del oeste. De modo que tras duras negociaciones, se firmaron tratados de neutralidad, que fueron respetados intachablemente por los gobernantes partos. No obstante, Marco Licinio Craso, en el 53 a.d.C., se convirtió en gobernador de Siria, e, ignorando las órdenes del senado e intentando emular al propio Alejandro Magno, decidió por su cuenta avanzar por el territorio parto hasta establecer tropas en algunas ciudades de Mesopotamia. Además, consiguió tropas de Armenia como refuerzo.
En aquel momento, el rey parto era Orodes II, y tenía un fiel lugarteniente llamado Surena. Los movimientos de Licinio Craso fueron brillantemente contrarrestados por Orodes. Dividió su ejército en dos. Él dirigió una mitad contra Armenia, como represalia y para cortar rutas de suministro. La otra mitad se la dio a Surena. Éste, un general verdaderamente astuto, dejó que Licinio Craso avanzara por la ruta más corta a través del desierto. Surena se había anticipado, y sin que Craso lo supiera, se había aliado con el jefe árabe que guiaría a los romanos hacia Partia. Por lo tanto, Surena se tomó el tiempo que le fue necesario para dejar que los romanos avanzaran por las abrasadoras arenas, agotándose, quedándose sin suministros, hasta que desplegó su ataque.

Al sur de la ciudad de Carrae, los partos hicieron su aparición. Una avanzadilla de arqueros a caballo consiguió atraer a las tropas más rápidas de los romanos, y luego fueron rodeados y asaeteados. Mientras, el grueso del ejército, básicamente infantería pesada, formando un cuadro defensivo, comenzó a sufrir una y otra vez el ataque de más arqueros a caballo, hasta que se fueron desorganizando. Desesperados, los legionarios descubrieron con amargura que las flechas partas eran capaces de perforar escudos y armaduras. Cuando comenzaron a desordenarse las filar romanas, los catafractos, que Surena había ocultado con mantas, descubrieron su disfraz. Los aliados armenios también usaban catafractos, por lo que no eran nuevos para los romanos. Sin embargo, allí, en la desértica llanura, lejos de todo, el brillo de las armaduras al sol aterrorizó a los romanos, y su carga fue terrible.
La derrota romana fue total y absoluta, y los partos aprovecharon para iniciar una guerra expansionista hacia el oeste: Armenia, Palestina y zonas de Asia Menor. Sin embargo, no supieron mantener sus conquistas contra la maquinaria romana.

Cuando el primer emperador, Augusto, tomó el poder en el año 27 de nuestra era, pactó con los partos para tener tiempo de organizar su imperio.
Desde entonces, la estructura del imperio parto comenzó a descomponerse lentamente. En Persia, una tierra que nunca aceptó bien el dominio de las casas nobiliarias arsácidas, comenzó un lento resurgimiento cultural que, con el periodo aqueménida como referente y fuente principal de inspiración, fue creando tensiones en dicho territorio que distrajeron a los reyes partos del oeste.
Durante los siglos I y II de nuestra era, la frontera occidental con los romanos se movió con frecuencia. A veces los romanos avanzaban hasta el Eúfrates, para ser de nuevo repelidos. Una serie de reyes incapaces permitió que los romanos incendiaran los palacios reales hasta tres veces. Sin embargo, en el 249 d.C., los romanos habían sido rechazados, y los partos concentraron sus fuerzas en el oeste para invadir de nuevo Asia Menor. Entonces, de repente, hubo una revuelta en Persia que dejó al rey parto atrapado entre dos frentes, y se desmoronó en cuestión de meses. Después de 400 años de dominio arsácida, Oriente Medio estaba de nuevo en manos de una dinastía persa, los Sasánidas, pero eso es otra historia.
El legado parto es el de un imperio que contuvo al propio imperio romano, y que reavivó la llama del poder militar iranio, hasta que ésta prendió en la dinastía sasánida.

La lista de DBA para los partos es la II/37. Tiene 7 peanas obligatorias de LH, que representan a los arqueros a caballo. El general es un 4Kn, es decir, catafractos. Otra peana más es de 4Kn, más catafractos, y el resto son opciones: puedes meter más LH, más Kn o incluso un Ps y un Aux, que representan contingentes de tropas irregulares aportadas por los territorios del imperio parto.
Son un ejército para terreno abierto. La caballería ligera le da mucha movilidad, permitiendo abrir huecos por donde colar los durísimos catafractos.
Muchas marcas tienena arqueros a caballo: Xyston, Essex, Donningtong, Chariot... Sin embargo, en catálogo como imperio parto, Essex y Donintong tienen toda la gama.
Nota de Endakil: El ejército parto de la fotografía pertenece a Steve Kincaid, y son miniaturas Chariot, excepto la auxilia que son cumanos de Essex. Podéis ver la galería al completo en la sección Eye Candy de Fanaticus.

Cayo Mario III. El mundo para el vencedor

Bien. Los cimbros se enfrentaban a Catulo y Sila en Tridentum, mientras los teutones, dirigidos por Teutobodo, bajaban por el curso del Ródano, habiendo decidido saquear Massilia por el camino, la segunda ciudad más grande después de Roma, antes de llegar a Italia. Pero Mario le aguardaba en su colina fuertemente fortificada. Los teutones aparecieron. Eran alrededor de un cuarto de millón, y rodearon por completo la colina. Se hizo el silencio, y, de repente, comenzaron a gritar y a golpear sus armas, pero los romanos se limitaron a observarlos en silencio. Luego, los teutones hicieron desfilar prisioneros romanos y los torturaron a la vista de los romanos.
Maldiciendo en silencio, la guarnición de la colina siguió resguardada. Los teutones, finalmente, decidieron lanzar una tímida ofensiva colina arriba para asaltar la posición, pero desde el interior fueron fácilmente rechazados. Entonces, Teutobodo, dadas las circunstancias, decidió alejarse y seguir su camino, juzgando equivocadamente, en mi opinión, las intenciones de los romanos. Posiblemente pensara que los de dentro estaban demasiado asustados para intentar algo contra ellos.

Los romanos los vieron marchar alejándose durante horas, con su paso lento debido a alto número de carromatos e impedimenta. Mario aguardó pacientemente hasta que se perdieron de vista, y entonces ordenó que sus legiones salieran prestas y en silencio. Formó una columna para marchar más rápido, y sus entrenados soldados adelantaron a la larga caravana germana, marchando a su derecha, lo suficientemente lejos para no ser detectados. Cruzaron el vado del río Ars con el tiempo suficiente para montar un campamento de campaña, sobre un óptimo terreno ligeramente elevado. Pronto, la vanguardia de los teutones, compuesta por una de las ramas de esta tribu, los ambrones, llegó a caballo al vado, para encontrar que los romanos a los que creían asustados les bloqueaban el camino. No obstante, viendo el campamento, pensaron que no era nada invulnerable, y se lanzaron a la carga. Mario sacó algunas cohortes y las formó listas para resistir. Cerraron escudos y comenzaron las descargas de pilums. Los escasos ambrones que pudieron llegar a la línea de soldados fueron metódicamente despachados. Pronto hubo una barrera de 30.000 cadáveres germanos al pie de la ladera. Cuiando llegó el resto de los germanos, los legionarios se retiraron ordenadamente al interior del campamento, y, ante los desconcertados teutones, comenzaron a burlarse de ellos y a incitarles a otro ataque. Mario había evaluado bien el riesgo, y con este combate preliminar había dado a probar la sangre germana a sus soldados, que, ahora, henchidos de orgullo y confianza, querían más.
Teutobodo refrenó a sus guerreros. Con los cadáveres en el camino, perdería mucho ímpetu asaltando el campamento, así que decidió acampar mientras pensaba cómo eliminar a esos molestos legionarios.

Se hizo la noche y Mario envió tres mil soldados río abajo, con la orden de cruzar y volver para atacar la retaguardia germana al día siguiente, a las órdenes de Manio Aquilio. Cuando llegó el día, Mario, buscando un enfrentamiento directo y decisivo, salió del campamento y formó sus seis legiones. La visión del ejército romano burlándose de los germanos y provocándoles fue demasiado para ellos. Teutobodo dirigió un asalto frontal a través del vado. Mario arengaba a sus soldados. Cuando los germanos ya habían sorteado los cadáveres de sus guerreros muertos del día anterior y llegaban a los romanos, el aire se llenó con el silbido de miles de pilums vibrando en el aire. Los guerreros de vanguardia cayeron, pero los de atrás les pasaron por encima, y por fin contactaron ambas líneas. El choque hizo retroceder a la primera fila romana colina arriba, pero mantuvieron la formación, y respondieron con orden, disciplina y maestría. Mario contemplaba las líneas y daba órdenes, enviando refuerzos a los puntos más débiles. Pero el método romano se imponía. Las estocadas altas de gladius por encima del escudo, buscando la base del cuello, y las bajas, asomando bajo el escudo, buscando las arterias femorales de los germanos, causaban estragos. Entonces llegó Manio Aquilio por la retaguardia, y la batalla terminó de decidirse. Los teutones fueron totalmente masacrados. Hacia el final de la batalla, los romanos resbalaban sobre sangre germana mientras acababan con los últimos grupos de resistencia.

La noticia llegó pronto a Roma, y todos respiraron aliviados, pero todavía quedaban los cimbros en las llanuras del Padus. Sila no se había equivocado. El acceso desde el Padus hacia el sur no era sencillo, y las fértiles tierras cargadas de frutos y cosechas distrajeron al pueblo de Boiorix. Se dispersaron, y les llegaron noticias de que la tercera invasión, la de queruscos y marcomanos, se había dado la vuelta antes de entrar en Italia por el este. El plan de Boiorix se deshacía debido a la disciplina romana y a la carencia de ella de los germanos. No obstante, Boiorix tenía paciencia, y estaba convencido de que se bastaba para conquistar Italia él solo. Esperó hasta que los cimbros agotaron las reservas, y se puso de nuevo en movimiento, curiosamente hacia el oeste, no hacia el sur. Se supone que los cimbros se mostraban reticentes a luchar contra los romanos, y querían volver al norte, por lo que su líder sólo podía “convencerles” si los llevaba hacia el oeste a la espera de que llegara el invierno y se cerraran los pasos de los Alpes, poniéndoles entonces en la disyuntiva de luchar contra Roma o exponerse a morir de hambre.

Pero los romanos les habían estado observando, y Mario, junto a Sila y el segundo cónsul del año, Catulo César, les esperaban en Vercillae. Cayo Mario sumó 15000 de sus legionarios a los 24.000 de Catulo, y formaron. Antes del combate, Boiorix y Mario se entrevistaron, pero se despidieron sin prestar mucha atención a lo que decía el otro. Mario, después de todo, no podía permitir dejar marchar en paz a los germanos, sino que debía aplastarlos para siempre. Y Boiorix lo sabía, y tampoco pensaba marcharse sin luchar. Mario colocó sus tropas mirando al oeste, buscando que la batalla se celebrara antes del mediodía, y así los germanos estuvieran cegados por el sol. También era un asfixiante día de verano, y ya sabéis lo que les pasa a los guiris con el sol: se tuestan. Los romanos colocaron su escasa caballería en ambos flancos, y la infantería en el centro, dividida en tres alas: Mario a la izquierda, Catulo en el centro y Sila en la derecha. Mientras, los germanos colocaron su caballería en vanguardia, seguidos por su numerosa y fiera infantería. Boiorix demostró una vez más ser astuto. La caballería germana cargó contra el centro romano, pero con una trayectoria oblícua hacia la izquiera de los romanos, con la intención de obligarlos a desplazarse lateralmente hacia ese lado, y así abrir un hueco en el lado derecho de Sila por donde sobrepasar a los romanos, colarse y envolver la línea. Y a pesar de las condiciones adversas, la fiereza de los germanos casi se impuso. Sila y Mario tuvieron que emplearse a fondo, alentando a las cohortes, reagrupando las filas que más sufrían el embate. Los germanos cargaban una y otra vez, y los romanos volvían a presentar escudos, resistían y asestaban estocadas, haciéndoles retroceder de nuevo. El aire se llenó de polvo y de sangre. A mediodía, los germanos estaban siendo derrotados, pero tuvieron que matarlos a todos, porque no se rendían, ni se retiraban, sino que, cuando se veían vencidos y heridos, todavía sacaban fuerzas para una última carga suicida. Sencillamente no concebían la idea de la retirada. Vercillae fue una terrible matanza, pero la amenaza cimbra, el último invasor germano, se desvaneció como humo en el aire.

Mario volvió victorioso a Roma una vez más. Poco después aprobaba leyes agrarias que permitirían dar a los legionarios veteranos licenciados, tierras de los nuevos territorios conquistados como recompensa a los servicios prestados, y, de paso, formar una base para formar pequeños ejércitos rápidamente en las provincias nuevas por si fueran necesarios. Si recordáis, hay un cómic de Astérix que comienza con César dando los lotes de tierra a los legionarios veteranos. Creo que era “La espada y la rosa”, o algo así. Luego, sufrió un infarto y una apoplejía, pero incluso con medio cuerpo paralizado pudo gestionar la revuelta de esclavos de Sicilia, aplacar una revuelta en Roma por la escasez de grano y ser elegido todavía cónsul por séptima vez. Se ganó merecidamente el título de Tercer Fundador de Roma (el Segundo lo ganó Camilo, el de “Camilian Roman”, pero eso es otra historia).

Tal vez sin saberlo, Mario con sus reformas dotó a la República de la herramienta que le permitiría expandir el dominio romano a casi todo el mundo conocido: la legión profesional. Al formar el ejército con un tejido social no productivo, se liberó a la parte de la sociedad que trabajaba en los sectores primario y secundario. Los soldados profesionales no tenían que volver a casa para la cosecha. Sencillamente, se podían mantener los ejércitos indefinidamente, lo que permitía acometer conquistas lejanas. Con los ejércitos diseñados por Mario se conquistó el Ponto y se llegó hasta oriente. Fueron éstos los ejércitos que dirigió Julio César en su conquista de las Galias, y los que conquistaron la actual Gran Bretaña. Además, las condiciones “laborales” eran lo suficientemente atractivas para que no hubiera escasez de legionarios durante mucho tiempo.